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XXIX Ofensivas

Una densa y oscura niebla envuelve todo aquel vasto territorio en pleno día, pareciera que se hubiera hecho de noche de repente. Un insoportable hedor a azufre y putrefacción lo invade todo. Y el silencio, tan solo roto por las letanías e invocaciones de los brujos desde diferentes partes del país, es aterrador. Los pájaros muertos se desploman del cielo a miles y nubes de moscas caen como agua de lluvia devorándolos. Los habitantes de Corea, sorprendidos por tan extraño fenómeno nunca antes visto, miran con estupor y escepticismo sin saber cómo reaccionar, asustados se encierran en sus casas.

El ejército, en alerta máxima, ignorantes de lo que se les puede venir encima, pero conscientes del inminente ataque del que pronto serán víctimas, despliegan sus tropas para enfrentar a cualquier enemigo que caiga sobre ellos. Ya han comunicado a los mandos superiores de los revolucionarios lo que está ocurriendo en aquel lugar del mapa y éstos han iniciado un gran despliegue de tropas en diferentes zonas estratégicas en los límites de aquella gran mancha oscura que envuelve todo aquel territorio, esperando la orden de atacar una vez se descubra el enemigo.

De Japón ha salido una gran armada con la mayoría de efectivos de infantería de que disponen, poniendo rumbo igualmente hacia el continente, a medida que se acercan pueden comprobar como el mar bajo ellos hierve burbujeante y millones de peces y otras criaturas marinas suben a la superficie completamente cocidos.

La tierra se estremece y retumba como si de terremotos se tratara, el suelo se abre en enormes surcos desde donde sale fuego que esparce un calor sofocante mientras engulle infraestructuras y edificios enteros. De la ingente masa de lava que se derrama por todos los lugares va tomando de formas humanas, y reagrupándose en formaciones como si de legiones romanas se tratara, comienzan una marcha sobre las principales ciudades, arrasando todo lo que encuentran a su paso; entre ellas, otros seres, algunos con forma de grandes perros otras de enormes monstruos sin una fisonomía definida escupen fuego sobre lo que queda en pie.

Del cielo se derraman, ahora, una nube de legiones de demonios alados que sobrevuelan a la infantería que avanza hacia las ciudades, en la destreza de sus vuelos se enfrentan contra las escuadras de cazas del Ejército Rojo que han salido a su encuentro. El cielo se cubre de explosiones, como si fueran fuegos artificiales, de aviones y demonios enfrentados en una encarnizada lucha a muerte.

Los misiles y bombas lanzados desde los barcos comienzan a caer sobre las legiones, de entre sus filas los brujos y hechiceros tratan de destruirlas en el aire, pero no pueden detener a todas y algunas impactan en sus objetivos haciendo saltar por los aires a miles de demonios; estos alertados por la procedencia de los misiles se lanzan desde el aire como camicaces contra los destructores y fragatas enemigas.

La guerra en aquel punto del mapa es total y devastadora, no hay un claro vencedor y parece que puede prolongarse por bastante tiempo.

Luz observa con detenimiento todo lo que va ocurriendo, completamente horrorizado por el poder destructivo de las legiones de demonios; él nunca las había visto en acción, y ahora tiene la oportunidad de analizarlas. Le sorprendió la ausencia de emociones, el vacío en las miradas de los fanáticos, pero por el contrario, en los demonios, en los de su especie puede ver odio, ira, depravación, saña y locura; y todo eso le impacta aún más. Enfoca las cámaras en un punto que andaba buscando.

—¡Sí, ahí estás! —brama con rabia al encontrarlo—. Satanachia —grita con fuerza.

El general al mando de todas las legiones, sobre un corcel alado de negro y fuego, sobrevuela el Infierno que ha desatado bajo él, y parece satisfecho y orgulloso del desarrollo de la ofensiva; por un instante, vuelve su cabeza hacia arriba, como si se sintiera observado y hubiera escuchado su nombre en boca de aquel a quien odia por encima de todo.

—¡Luz-Bel! —responde sonriendo hacia el cielo—. Vamos hermano, ven, te estoy esperando. No seas cobarde, no te escondas. Resolvamos nuestras diferencias aquí en este hermoso campo de batalla.

Luz aprieta con fuerza la empuñadura de su espada tratando de contenerse, nada desea más que poder batirse en duelo contra él, bueno... sí, hay alguien más importante a quien vencer y ese ha de ser su único objetivo, aprieta los dientes tratando de controlar su propia ira.

—¡Luz estás bien! —avisa Luzilda tratando de recuperarlo a la realidad—. ¿Qué hacemos? Esto ha empezado ya, y tenemos que actuar con rapidez o perderemos la oportunidad...

—Sí, cierto. Ha llegado el momento que estábamos esperando —confirma Luz, completamente recuperado ya.

—¿Y entonces, qué hacemos?

—Lo primero es intervenir las comunicaciones de los revolucionarios, y redirigirlas entre ellos fuera de la isla para que no sospechen y piensen todo sigue igual; a continuación, interrumpir cualquier posible contacto entre la isla y el resto de su ejército. Todo tal y como habíamos previsto.

—¡Hecho! —confirma la mujer. Lo teníamos todo organizado y no nos ha resultado nada difícil hacerlo.

—Ahora, abre los portales necesarios para desplegar al ejército sobre los campamentos y bases navales. Como te aseguré, estarán poco protegidos y no se esperan este ataque, caerán con facilidad. Despliega igualmente los ingenieros para que inicien la construcción de la barrera de energía...

—¡A sus órdenes mi amo y señor! —obedece visiblemente emocionada la mujer—. Todo está en marcha...

—Bien, ahora ponme en contacto con Mishima.

La mujer no tarda en acatar la orden de comunicar a ambos líderes.

—¡Luz-sama!, dígame. Ha llegado el "día D", ¿verdad? Hasta aquí llega el clamor de la guerra cercana y los campamentos militares de nuestros enemigos están prácticamente vacíos.

—Sí, ha llegado el momento que estábamos esperando. Nuestras tropas conjuntas están entrando ya en los objetivos marcados, pronto estarán a nuestra merced. Ahora te toca a ti y a los tuyos hacer el resto, levantar a vuestro favor a la población civil y controlar todos los estamentos del país.

—Entendido. Estábamos impacientes y preparados para este momento, no le defraudaremos. ¡Libertad o Muerte! —parece gritar a los suyos que esperaban con impaciencia la orden.

La conexión se cierra. Luz enfoca en el alargado territorio de la isla. Las tropas combinadas de technos y japos se van desplegando por los cuarteles y bases militares sin apenas dificultad, rindiendo a los enemigos que desprevenidos no han podido más que entregar las armas. Las banderas rojas van siendo sustituidas por blancas, que como si de una marea se tratara, se va expandiendo por edificios públicos, universidades, colegios y en los balcones de los edificios. Miles de personas salen a las calles en manifestaciones espontáneas a las que cada vez se van sumando más y más personas por la casi totalidad de las ciudades, gritan y celebran en explosiones de júbilo compartido la tan ansiada libertad, portando solo eso, banderas blancas.

Tal y como habían previsto, Mishima da su elocuente discurso al país a través de todas las televisiones, radios y medios de comunicación existentes. En sus palabras llama al levantamiento pacífico, a una transición rápida y ordenada al nuevo sistema político, al máximo respeto a los opositores, a los que invita de forma ordenada a dirigirse, si así lo desean, hacia los puertos cercanos con sus familias y pertenencias para ser desplazados llegado el momento hacia el continente, y por último a los ingenieros y técnicos a ayudar a los aliados a levantar la gran barrera de energía que les proteja de sus enemigos.

—¡Es increíble! —rompe el silencio Luzilda—. Todo está saliendo tal y como predijiste. ¿Cómo lo haces? ¿Puedes ver el futuro?

—No —responde con una cálida sonrisa a la palpable inocencia de la mujer—. Desde la observación y análisis del presente, desde el conocimiento y comprensión del pasado, se puede prever y construir el futuro. Solo es eso...

La mujer salta en una nueva explosión de emociones de admiración y deseo sobre Luz con intención de entregársele, pero este la aparta de su lado.

—Todavía no, aún nos queda un último movimiento de nuestras fichas en el tablero, antes de darle el jaque mate al rey demonio... —rechaza las insinuaciones de la mujer, inmerso por completo en el desarrollo de los numerosos conflictos abiertos en la gran guerra que se está llevando a cabo.

—Como mande mi amo y señor —rectifica con rabia al sentirse una vez más rechazada por aquel a quien desea cada vez más y con más ansias mientras ahoga el deseo de mujer que nace de sus entrañas humanas—. ¿Cuáles son sus órdenes en estos momentos? ¿Qué quiere que hagamos...? —recalca incisiva.

—Ahora, quiero que me pongas en contacto con Pietro y Sombra, ha llegado la hora de la gran ofensiva contra esa manada de descerebrados, vamos a darle donde más les duele.

—¡A por ellos! —confirma Luzilda al recuperar la atención en el desarrollo de esta gran partida—. Contacto en tres, dos, uno...

—¡Pietro! —avisa Luz con un nudo en el estómago cada vez que se dirige a él.

—Dígame padre —responde emocionado el hijo.

—Ha llegado vuestro turno...

—¡A sus órdenes padre! —confirma el Pontífice al mando ya de todos los ejércitos y que tan solo aguardaba recibir la orden—. ¡Adelante! —grita con todas sus fuerzas...

La señal del comienzo de la marcha sobre los territorios del Infierno se extiende con celeridad por entre todas las tropas de la Teocracia. El despliegue de sus armadas por ambos océanos es de una belleza indescriptible, sobre el azul de los dos mares, cientos de velas blancas avanzan llevadas por buenos vientos, dejando surcos de espuma a su paso, mientras el ejército principal a través el delgado cordón umbilical que une las dos partes del continente del oeste, avanza sin oposición y con rapidez a pesar de las extensas selvas que tienen que atravesar... 

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