XX Arenga
Novela para lectura en Wattpad
Completamente recuperado ya de la experiencia vivida, Luz se maneja con agilidad en el centro de mando de los Technologicals, se siente confortable dentro de esa esfera que representa el mundo, puede moverse con total maestría en el manejo de los datos que le va mostrando, revisa concienzudamente las posiciones de todos los jugadores que forman parte de esa gran partida que está montando, cree conocer, sin el menor atisbo de duda, los movimientos que irá haciendo cada uno de ellos en el momento que destape la Caja de Pandora y comience la gran Guerra Total, como así la ha llamado.
Luzilda lo observa con detenimiento y admiración, es incapaz de ver todo aquello que él ya ha construido en su mente, su confianza hacia ese demonio es absoluta y no tiene ni la menor duda de que alcanzará el objetivo final que se ha planteado, sea cuál sea, sea el que, solo él es capaz de imaginar. Y mientras más lo mira, más atracción siente hacia ese loco, fuerte como ningún otro ser sobre la tierra, pero a la vez, de corazón frágil, puro y roto en mil pedazos que se rebela contra la maldad y la injusticia en una lucha encarnizada contra su propia esencia del ser que es. Y aquella mujer, hecha de circuitos y luces, trata de comprender de dónde nacen esos sentimientos tan humanos que siente hacia él, lo imposible toma forma en un cuerpo no orgánico.
—Bien, ya he encajado todas las piezas de esta partida —sonríe satisfecho de sí el organizador de tan colosal evento mundial—. ¡Que empiece el baile...!
Busca con la mirada a la mujer que espera expectante instrucciones. Ella se siente derretir, que cada uno de sus chips y circuitos explotan en indescriptibles sensaciones de emoción y tensión, se diría que se siente completa y viva... enamorada.
—¡Sombra! ¿Sombra, me escuchas? —trata de comunicarse con su fiel y leal compañero mientras hace una señal a la mujer para que enfoque sobre él sus cámaras.
—¡Alto y claro, chaval! —responde su interlocutor.
—¿Cómo estás? ¿Cómo lo llevas...?
—Pues hasta este momento estábamos de lujo. Pero me temo que se ha terminado la paz y la tranquilidad, y que pronto empezarán los problemas...
Sombra permanece recostado sobre el trono con cara de satisfacción y plenitud. En su regazo un niño pequeño balbucea y juega distraído y sonriente con una corona, en la frente del crío la marca del número «II».
—Me alegra informarte que hemos sido padres de un hermoso bebe, que como todos los demonios crece con rapidez, pronto se hará un muchacho y estoy seguro, de que será un buen hombre como tú y un gran guía de su pueblo, yo me encargaré de ello —afirma satisfecho—. Luz...
—Dime, Sombra.
—Me gusta este sitio, me gusta esta gente. Soy feliz aquí, nunca me había sentido de esta manera, de sentirme apreciado, respetado y querido por todos ellos, siento que este es mi lugar en el mundo y me quiero quedar aquí hasta el final de mi existencia —expresa, visiblemente afectado, sus emociones con facilidad mientras coge al niño entre sus manos y lo extiende.
La madre lo recoge con ternura y se sienta en la butaca junto al trono, comienza a balancearse ligeramente mientras le ofrece el pecho y comienza a tatarear con dulzura una nana.
Luz siente un pellizco en su pecho al escuchar esas palabras, por un lado se alegra por su buen amigo, se alegra porque se sienta que es parte de algo que va más allá de sí mismo, de que esté integrado en un lugar con otras personas; pero a la vez, le regresa esa profunda sensación de soledad y zozobra. Él, su sombra, daba un poco de alegría, luz y calor a su melancolía y solo pensar que puede perderlo, le hace sentirse un poco más hundido de lo que ya está en su propia oscuridad.
—Me alegro mucho por ti, amigo, es una buena noticia —Trata de recomponerse Luz—. Pero ahora toca ganar una guerra. Nos lo jugamos todo a una carta y vencemos o lo perderemos todo...
—Comprendo, chaval, cuenta conmigo. Pongamos toda la carne en el asador —responde animado Sombra.
Luz se toma unos segundos antes de comenzar a exponer el inicio de su gran plan maestro, toma aire y comienza a dar órdenes:
«Lo primero que haremos será levantar el muro defensivo de luz que emiten los arcángeles, eso atraerá a los Fanáticos que intentarán tomar el Vaticano y para ello no escatimarán en recursos, a medida que sientan que sus posibilidades se incrementan y piensen que realmente pueden ocuparlo, incrementarán sus fuerzas hasta conseguirlo.
»De esta manera, desprotegerán otros territorios y animaremos a los Revolucionarios a salir de sus madrigueras para que inicien la invasión de Europa Occidental y tomen París, con ello, lo primero que harán, si lo consiguen, será destruir la pirámide que hay en esa ciudad, lo que debilitará aún más a los Fanáticos que dependan de ella, ayudándonos de esta manera a vencer por nuestra parte».
Luz hace un receso para tomar aire y recomponer las ideas.
—¡Entiendo, chaval! Esto se va a poner calentito... —Menea la cabeza Sombra al comprender lo que se les viene encima—. Podríamos embarcar los ejércitos del Paraíso y traerlos, si les damos las órdenes, podrían estar aquí para cuando esto comience a ponerse complicado de verdad.
—¡No! —interrumpe Luz con un grito la propuesta de Sombra—. Levantar el asedio no nos servirá de mucho, al final, nos llevaría al mismo estatus quo del inicio, pondría en peligro toda la estrategia y el esfuerzo habría resultado inútil... Hemos de ser más ambiciosos.
—¿Entonces? —pregunta contrariado Sombra— ¿Qué quieres que hagamos con todas las tropas que tenemos preparadas en el Paraíso?
Luz aprieta los dientes y dirigiendo la espada hacia otros puntos, continúa con su exposición:
«Quiero que carguen hasta el último barco que haya allí con todo lo que puedan: soldados, religiosos y colonos, armas y mercancías; y se dirijan hacia las Baleares, luego hacia Córcega y Cerdaña. Estarán poco protegidas y será rápido y sencillo reconquistarlas. Esto alertará a los líderes fanáticos que pensarán que tras ello, dirigiremos a toda la flota a proteger el Vaticano, por lo que incrementarán sus esfuerzos por tomarla antes de que lleguen nuestros refuerzos y se prepararán para tratar de hundir los barcos antes de que puedan desembarcar nuestras tropas, esas maniobras de distracción del enemigo nos dará un tiempo inapreciable para reorganizarnos.
»Por eso, lejos de poner en peligro nuestra armada, una vez hayamos tomado las islas, dirigiremos a toda la flota hacia Sicilia y de allí darán el salto hacia el sur de la península para dejar al resto del ejército y los colonos, que irán subiendo hasta el Vaticano, recuperando todo el territorio ocupado por los Fanáticos a su paso.
»Tras el desembarco, la armada, aprovechando la posición estratégica de las islas, formará una línea defensiva en el mar, impidiendo que nuestros enemigos puedan traer tropas de refuerzos desde el continente africano. Cualquier nave que intente acercarse a nuestras costas debe ser hundida lo antes posible».
—Entiendo, Luz —afirma emocionado Sombra, al vislumbrar las dimensiones de los ambiciosos planes de su jefe—. ¿Cuándo tienes previsto que comencemos?
—Da órdenes de inmediato para que la flota comience el embarque y se eche a la mar lo antes posible, no hay tiempo que perder —ordena con solemnidad Luz mientras golpea ligeramente con la espada el suelo, radiando chispas de colores—. Mañana con los primeros rayos del alba levantaréis el escudo de santidad para dejar la fortaleza desprotegida, eso alertará y atraerá a nuestros enemigos hacia la trampa que le tenemos preparada.
—Está bien, Luz, como ordenes, amigo —confirma Sombra mientras se levanta con solemnidad del trono, recoge al niño entre sus brazos, le coloca la corona que cae por sus hombros y sale al balcón.
La mujer se sitúa junto a ellos, echa su brazo sobre los hombros de Sombra y con la otra mano recoge con suavidad la corona, sosteniéndola sobre la frente de su hijo.
Poco a poco se va incrementando el rumor de los habitantes del Vaticano al poder ver, por primera vez, a su nuevo guía. Quizás sea solo un niño inconsciente de la realidad en la que vive, pero su simple presencia insufla de valor, esperanza y fe en todos aquellos que creen en él. En tan solo unos minutos la plaza y las almenas se ha llenado de una multitud que grita y canta en una sola voz, en un único espíritu compartido que los une en un solo cuerpo, en un único ser por encima de todos ellos.
Sombra visiblemente emocionado por tales muestras de devoción, eleva su voz en la primera y última arenga antes del inicio de la guerra:
«Amigos, camaradas, hermanos todos. Pronto comenzará la gran batalla, el enfrentamiento donde se decidirá no solo la existencia y continuidad de todos nosotros, sino también la de la Teocracia entera y del mundo que conocemos. Si caemos nosotros, si somos derrotados, todo estará perdido, nuestro esfuerzo y resistencia habrán sido en vano. Pero si vencemos, cuando venzamos a nuestros enemigos, porque tened por seguro que ganaremos este combate, un nuevo mundo de prosperidad y paz se abrirá para todos nosotros y nuestros hijos.
»Defended vuestras tradiciones, vuestras creencias y cultura, derramando por ellas, con valentía y decisión en vuestros corazones, hasta la última gota de vuestra sangre, y si así lo hacéis, que el Creador de todo os lo recompense cuando estéis ante su presencia.
»¡Hasta la victoria final!».
Y habiendo dicho estas palabras ante un ensordecedor clamor de voces dirigidas hasta el extremo del éxtasis, Sombra salta del balcón con el niño en brazos para caer con suavidad sobre el suelo y pasearse tranquilamente entre su pueblo, ellos emocionados se arrodillan a su paso, lo tocan con extrema devoción mientras elevan al cielo sus cánticos y alabanzas, orgullosos de lo que son, simples mortales capaces de vencer a la muerte que les rodea por todas partes.
Esta noche la celebrarán con alegría y entusiasmo como si fuera la última. A la llegada de los primeros rayos del alba comenzará la guerra...
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