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XVIII Estrategia

Medita con sumo cuidado Luz en el interior de aquella esfera de luces de colores que muestran su mundo, alarga la mano apuntando con su dedo diferentes lugares, a su señal, los datos fluyen como en cascada inagotable de información: ciudades, población, ejércitos desplegados, lugares estratégicos... y con gran interés, va asimilando todo aquello que se le muestra, adquiriendo una comprensión global del todo en él, para ir hilando en una sucesión de acontecimientos que marcarán su estrategia y definirán el resultado final deseado.

—Ya hemos iniciado el traslado de los japoneses a nuestras bases, se está realizando de manera ágil y efectiva. Está todo preparado para el inicio de la instrucción y preparación de los que vayan viniendo —Regresa Luzilda informando de las actuaciones iniciadas—. Me parece una medida muy acertada, de esta manera, la relación y la confianza entre nosotros y los japoneses se fortalecerá y harán más sencillas las relaciones futuras.

—Me alegro —susurra Luz mientras permanece perdido en sus pensamientos, buscando el punto exacto desde comenzar todo, la primera ficha de dominó que arrastre del resto—. ¡Sombra...! —Se recupera en un grito espontáneo.

—¿Cómo? —Se revuelve la mujer contrariada—. No te entiendo....

Pero Luz parece no prestarla atención e insiste en sus gritos.

—¿Sombra estás ahí?, responde. No estoy para juegos... —recalca cada vez más alterado.

«¡Ah! Ahora me buscas, solo cuando me necesitas. Pues no cuentes conmigo, me dijiste que estuviera una semana callado y eso es lo que voy a hacer, quedarme aquí en silencio sin hacer ni decir nada. Para que aprendas a tratarme con respeto», ofendido responde en un pensamiento.

—¡Sombra te repito que no tenemos tiempo para tonterías! ¡Te exijo que salgas y me atiendas! —se reitera enfadado.

«¡No!»

Grita y patalea entre maldiciones Luz, ante la mirada atónita de aquella mujer que no comprende como al demonio al que tanto admira, le dan esos arrebatos de locura mientras habla y discute acaloradamente consigo mismo.

—¡Sombra...! —gruñe el hombre como si estuviera endiablado.

«Está bien... saldré y haré como si nada hubiera pasado, pero solo si te disculpas y me presentas formalmente a tu nueva amiguita».

—¡Sombra...! —Trata de controlarse Luz—. De acuerdo, está bien. Mi estimado y único amigo, te pido con toda humildad que me perdones por haberte tratado con malas maneras y te doy mi palabra de que intentaré no volver a hacerlo. ¿Satisfecho?

Del interior de Luz, en similar forma, va saliendo una figura humana que busca para plantarse frente aquella mujer, que lo observa atónita al darse cuenta de que el demonio no estaba loco y realmente hablaba con otro ser en pensamientos.

—Luzilda. Este es Sombra, mi inseparable sombra, mi más y mejor amigo, mi aliado más fiel y el sinvergüenza más grande que podrás echarte a la cara —sonríe en una mueca forzada—. Te aconsejo que no te fíes de él o terminará por embaucarte y aprovecharse de ti.

—No le hagas caso, madame, solo me tiene envidia —recoge, en una explosión de sensaciones, la mano de la dama para besarla con efusividad—. Enchanté de vous rencontrer, mon amour —saluda con galantearía.

Tout le plaisir est pour moi, monsieur —le responde coqueta.

Continúan en un despliegue de mutuas adulaciones y con extrema confianza que poco a poco, van encendiendo y encelando a Luz.

—¡Bueno, ya! Terminen con sus tan empalagosas verborreas. No hemos venido aquí para flirtear y entablar relaciones —termina por estallar Luz—. Si todavía no se han enterado, tenemos una guerra que organizar y ganar. Si fuerais tan amables, os agradecería a ambos que me prestéis toda vuestra atención...

—¡Está bien, chaval! No te me vayas a enfadar de nuevo y me castigues con el silencio. ¿Qué quieres? —responde Sombra con celeridad a la llamada, temeroso de que le vuelvan a castigar.

—¡Cómo ordene mi general! —regresa la mujer la atención en él con aire marcial.

—Luzilda. Tengo una duda con respecto a la información que se desprende del mapa...

—¡Dispara, vaquero! Estaré encantada de solventar cualquier atisbo de duda que tengas.

—Me gustaría saber el grado de precisión de los datos que nos ofrece tu mapamundi. Quiero decir...

—Sé exactamente lo que quieres saber —entrecorta la mujer la frase de Luz—. La información que barajamos es precisa y ajustada al momento presente. Nuestros satélites espías rastrean sin interrupción todo lo que ocurre sobre la superficie del planeta, y los datos se van rectificando constantemente.

—Cuando hablas de satélites, ¿te refieres a cámaras como la "súper 8"? —interrumpe con curiosidad Sombra.

La mujer rompe en una espontánea carcajada.

—Digamos que sí, que es como una de esas cámaras pero mucho más modernas y sofisticadas, que hemos lanzado al espacio y que pueden grabar y retransmitir al instante hasta... —Hace algunos gestos con su mano mientras la cámara va enfocando y acercando su objetivo sobre un punto concreto—, esa araña que acaba de atrapar a ese extraño insecto en medio de la espesura de la selva de Borneo.

El demonio y su sombra quedan completamente asombrados ante la precisión y calidad de las imágenes que están observando.

—¡Entonces! Podemos asegurar... —Imita Luz los gestos de su anfitriona, intentando dirigir la cámara hacia otro punto del mapa—, que todas estas tropas que tienen desplegadas los Revolucionarios en la frontera con los Fanáticos en el norte de Europa, están en estos momentos ahí.

—Sí —asegura tajante la mujer—, desde hace varios meses, los Revolucionarios han estado desplazando hacia allí, de manera encubierta, un gran número de sus mejores tropas a lo largo de la frontera.

—¿Quieres con esto decir que...?

—Sí —vuelve a adelantarse a la pregunta mientras con sus dedos va enfocando mejor un lugar concreto—, sin lugar a dudas, Los Revolucionarios preparan una invasión de todo este amplio territorio, cuyo objetivo principal es con toda probabilidad... París, una ciudad de gran importancia estratégica para los Fanáticos, pues en ella además de uno de los ocho obeliscos que tanto ansían, han levantado una pirámide...

—¿Una pirámide? —interrumpe ahora Luz con extrema curiosidad.

La mujer enfoca en la pirámide de París mientras da paso a sus explicaciones:

»Las pirámides son el centro de poder de los Fanáticos, en ellas desarrollan las transformaciones evolutivas de sus miembros, además de ser el refugio donde descansan sus líderes militares más poderosos. Pensamos, al igual que lo harán los Revolucionarios, que desde el interior generan una especie de campo magnético que abarca una gran superficie y desde donde se comunican a través de vibraciones con el resto de sus miembros desplegados por ese territorio y que incluso desde ellas pueden alterar las condiciones climáticas a voluntad. Posiblemente les sirva para otras funciones que desconocemos, para ello habría que entrar en una y llevar a cabo una investigación más detenida, pero a nosotros nos es imposible acceder mediante portales, ya lo hemos intentado antes.

»Debido a la cercanía de París a nuestra frontera, podemos percibir esas señales con nitidez, son como susurros de viento, pero a pesar de nuestra sofisticada tecnología, no hemos sido capaces, todavía, de descifrar el código de comunicación que utilizan; aunque eso sí, podemos intuir por el tono y cadencia en el que se repiten, las intenciones que transmiten».

—¿De cuántas pirámides disponen los Fanáticos? —corta Luz la exposición.

—Bueno, tienen muchas desplegadas por todo su territorio, prácticamente una en cada ciudad ocupada, pero solo tres principales de grandes dimensiones —explica mientras va enfocando las diferentes estructuras—. Además de la de Paris, otra de similares características en Asia Central y otra, la principal, de tamaño astronómico en el norte de África. Suponemos que desde esta última se transmite las órdenes al resto y que puede, incluso, que esté conectada con algún lugar del espacio, al menos nuestros satélites captan su señal fuera de la atmósfera terrestre.

Deambula en pequeños círculos Luz, asimilando y rumiando toda la información recibida, perdido entre cábalas y posibilidades. Su rostro deslumbra entre los colores de los diferentes territorios que se reflejan en él a su paso. De vez en cuando se detiene y musita algunas palabras casi imperceptibles. Sombra le sigue como si fuera su sombra, se detiene al mismo tiempo que él y hace los mismos gestos, aunque no pueda percibir lo que se le pasa por la mente.

Luzilda trata de controlar sus nervios y permanece expectante a las posibles propuestas que pueda plantear su valedor, imposibilitada de desarrollar estrategias de combate, es incapaz de imaginar siquiera las diferentes posibilidades.

—¡Vamos, chaval! Dinos algo, adelántanos cualquier cosa de lo que está pensando en estos momentos por tu cabeza, para que nos hagamos una idea. Quizás podamos ayudarte si nos dices... —rompe, Sombra, el incómodo silencio que campea entre ellos, en una angustiada queja.

—Eso dinos algo... —se suma Luzilda en una súplica.

Pero Luz continúa ensimismado en sus pensamientos. Finalmente se detiene y empieza a señalar sobre el mapa con su dedo, trazando líneas imaginarias de un lado a otro con tal rapidez que sus acompañantes apenas pueden seguirle.

—Si queremos tener éxito... —rompe Luz por primera vez su silencio—, todo tiene que desarrollarse con una sincronización perfecta. El más mínimo error o retraso en alguno de nuestros movimientos, podría provocar un desastre monumental de consecuencias inimaginables....

—Me estas asustando, querido —trata la mujer de quitarle tensión al asunto.

—Yo estoy acojonado. Si pudiera, ya me habría cagado encima —rompe en una estridente y nerviosa risa Sombra.

—En todo caso... —Vuelve a señalar Luz hacia el norte de Europa—, tenemos que hacer todo lo que esté en nuestras manos para que los Revolucionarios tomen París y destruyan esa pirámide.

—¿Cómo...? —interpele con incredulidad Sombra.

—¿Cómo...? —repite Luzilda al unísono, mostrándose todavía más sorprendida por esa propuesta.

Pero Luz, parece no mostrarles la más mínima atención y sigue sumido en sus pensamientos por unos minutos.

—Sombra... —llama a su fiel compañero.

—Dime, Luz, ¿qué necesitas, amigo? —Se presta con celeridad el aludido.

—Quiero que vayas al Vaticano y tomes posesión del mando de todos los ejércitos y de hasta el último de los navíos que se mantengan a flote, y también, que estén todos preparados para desplegarse en tiempo y manera a mi señal. Si todo se desarrolla como tengo pensado, pronto levantaremos el sitio de aquella ciudad.

—Como ordenes, jefe... 

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