IV Consejo
La exigua luz del ascensor apenas deja ver una enorme sala completamente a oscuras, en su interior, tan solo una gran mesa central y algunas sombras sentadas de las que apenas solo se pueden ver sus ojos destellantes. Un silencio sepulcral y un fuerte hedor a podredumbre invade de súbito el interior del ascensor, el ambiente es tan denso que podría cortarse con un cuchillo y el calor que emana de las paredes se hace casi insoportable, al menos para los dos humanos.
—Entra Luz-Bel, hijo mío, que alegría que nos hayas honrado con tu visita... al fin. Llevábamos tanto tiempo esperándote para que nos muestres tus propuestas como recién nombrado Ministro de Interior, que empezábamos a impacientarnos —le invita a pasar desde el interior, con voz ronca, profunda y cierta sorna, Satanás, su padre—. ¡Pero que ven mis ojos! Traes invitados... ¿y humanos? Vaya, esto sí que es una sorpresa que no me esperaba, no recuerdo haber visto uno en mi despacho desde... nunca. Vamos Luz-Bel entra y siéntate en tu sitio que nos tienes en ascuas —recalca con saña el nombre de su hijo.
El recién llegado aprieta con fuerza los dientes para contener su ira al escuchar su nombre por aquel que únicamente puede permitírselo decir sin su permiso. Sus ojos destellan fuego buscando a su progenitor al que detesta sobre todas las cosas en el Infierno.
—Créame, padre, la alegría por nuestro reencuentro es mutua, como lo es, también, poder saludar a todos los miembros de este Consejo aquí presentes; a los que quiero transmitir mi sorpresa por el gran interés y curiosidad que han mostrado por el informe que os he preparado y os traigo hoy aquí para su debate. —Entra en la habitación haciendo una señal a sus invitados para que le sigan, al salir, las puertas del ascensor se cierran de súbito con un último tintineo de campana.
Un sutil resplandor cubre el cuerpo de Luz, dando una ligera luminiscencia que permite ver con un poco más de claridad a los grotescos cuerpos de los demonios sentados a ambos lados de la mesa y que le observan con una mezcla de intriga y desprecio. El recién llegado da unos pasos hacia delante hasta llegar a su sitio, pero aparta la silla enfrente a la de su padre y suelta con desdén el montón de papeles sobre la mesa, permaneciendo de pie y provocativo ante los presentes.
Una hermosa demonio con cuerpo voluptuoso de mujer, cubierto de escamas de relucientes colores, grandes y duros pechos al descubierto y largos cabellos rojos de los que sobresalen unos afilados cuernos, se levanta de la izquierda de Satanás y busca a la recién llegada que, asustada se aprieta agarrándose con fuerza al brazo de Luz.
La demonio hace una mueca de desagrado al olerla y con voz hipnotizadora y sensual recrimina a Luz:
—Nunca dejas de sorprenderme, querido. ¿Es acaso esta, un regalo que nos traes como aperitivo, o por el contrario debería de mostrarme celosa al pensar que es tu nueva amante? ¿No me digas que me has cambiado por una sucia y apestosa humana, no sé si podría soportar tal humillación? —Desliza la demonio una lengua con forma de serpiente que asciende desde las piernas de Mon para subir e ir enroscándose con suavidad en su cuello—. ¿Te lleva ella acaso al séptimo cielo del placer al que te llevé yo tantas veces antes, querido?
Sonríe y con ella, algunos de los presentes.
La serpiente con un agudo siseo lanza sus dientes con intención de clavarlos en el cuello de la mujer, pero Luz, con un rápido movimiento, agarra con fuerza a la serpiente y de un tirón la arranca de la boca del demonio y del cuello de la humana, para lanzarla contra el suelo. La serpiente busca con celeridad a su propietaria y asciende por ella hasta entrar en su boca.
—¡Malnacido! —grita ofendida mientras lanza su mano con intención de golpear sobre el rostro de Luz, pero este la detiene con su mano enfundada en el guante a escasos milímetros de su mejilla—. Juro que me pagarás esta ofensa, no la olvidaré nunca —recalca molesta.
—¡Vamos, ya está bien! —intermedia en el enfrentamiento el máximo mandatario—. Dejad esta disputa de amantes para la intimidad de la alcoba. Ahora tenemos asuntos más importantes que tratar. Por favor, Lilith, vuelve a tu sitio y deja que el flamante Ministro nos dé su informe de una vez, que estamos impacientes.
La demonio obedece la orden de inmediato y se dirige a su asiento sin apartar la mirada de Mon, a quien antes de sentarse le muestra amenazante sus afilados colmillos sedientos de sangre.
—Bien, Luz-Bel, tu turno. Somos todo oídos. —Le da la palabra el señor del Infierno al hijo que chirría los dientes al escucharle decir, una vez más, su nombre y coge con desdén el puñado de hojas sobre la mesa para comenzar con su exposición:
«Gracias, padre. No me andaré por las ramas ni con rodeos estériles y mucho menos con tapujos, e iré directamente al grano. Durante el presente año hemos hecho, como se nos encargó, un importante esfuerzo de auditoría e investigación para conocer en profundidad la realidad en la que se encuentra nuestra Administración, y no me refiero exclusivamente a los cuerpos de seguridad del Estado que dependen directamente de mí, sino también, de los dos organismos más importantes con los que contamos y que son... dejando a un lado el Departamento de la Guerra del que se nos ha negado el acceso en reiteradas ocasiones, el Departamento de Justica y el Servicio Interno de Impuestos, y he decir que nuestro Gobierno es, a groso modo, un completo desastre.
La excesiva e innecesaria burocracia, programas y herramientas de trabajo obsoletos e inoperantes, una élite de funcionarios envejecidos que copan los más altos cargos y que carecen de la cualificación suficiente para desarrollar con eficacia los puestos que ocupan, y sin olvidarnos, que contamos con un enorme monstruo de varios cientos de miles de funcionarios de categorías inferiores mal pagados y desmotivados. Me gustaría hacer una puntualización en este apartado para decir, que nos ha sido imposible precisar el número exacto de funcionarios de los que disponemos, porque se desconoce incluso algunos de los servicios que ofrecemos a los ciudadanos...»
Luz hace un receso para mirar de frente, uno a uno, a los presentes y alzando la voz continua con su exposición:
—Pero lo peor es, sin duda, la insufrible corrupción que soportamos, que afecta a todos los ámbitos de la Administración del Estado y que, además, va in crescendo de los niveles más bajos hasta los puestos de responsabilidad más altos, es decir, hasta sus máximos responsables, los ministros aquí presentes.
Un expontáneo murmullo de airadas quejas y protestas, detiene al orador que parece no achantarse por la dureza de sus acusaciones y permanece altivo y desafiante ante todos.
—¡Caballeros, por favor! Mantengan el orden y no interrumpan a Luz-Bel, o podría entenderse que tan graves acusaciones pudieran ser ciertas. Ya tendrán su turno de réplica —llama al orden el máximo mandatario de la reunión.
—Gracias, señor Presidente... —recalca el agradecimiento con un gesto de cabeza y una sonrisa cargada de ironía sobre un rostro reluciente entre tanta penumbra—. Continuaré con gusto y el beneplácito de sus señorías.
Luz aprovecha la interrupción para girarse levemente y buscar el rostro de la mujer que aturdida permanece agarrada de su brazo, y sin pensarlo dos veces busca sus carnosos labios para fundirse en un apasionado y provocativo beso que enerva aún más a los presentes, para regresar, lamiéndose con deleite sus propios labios, a su exposición, y elevando la voz afirma con rotundidad:
«Después de analizar en profundidad todos los datos de que disponemos, puedo afirmar sin lugar a dudas que, nuestra Administración Pública está al borde del colapso, que no solo frena, sino que además está perjudicando el crecimiento y el desarrollo de nuestra civilización, estancándonos en una peligrosa espiral que nos pone en desventaja frente a nuestros enemigos y competidores. Necesitamos sacar de la UCI a este enorme monstruo que hemos creado durante siglos e iniciar unas seria de reformas estructurales que abarquen a todos los departamentos del Estado, empezando por el arcaico y disfuncional sistema educativo que tenemos, para ofrecer una formación adecuada a los tiempos actuales y que sirva para formar de la manera más óptima a los dirigentes del futuro. Necesitamos, igualmente, una gran reforma fiscal que favorezca la inversión y la creación de puestos de trabajo para garantizar la estabilidad social y el crecimiento...».
—¡Protesto! —detiene la declaración del orador, con voz sibilina un anciano enjuto y consumido—. La recaudación de impuestos y el cobro de las deudas contraídas con el Estado se ha incrementado este año en un 33% con respecto al año pasado. El departamento que dirijo desde hace mil años funciona perfectamente y es operativo y eficaz. Exijo de inmediato una rectificación y disculpa...
—Calla Mammón y deja que Luz-Bel continúe con su informe o no acabaremos nunca —corta en seco el Presidente del Consejo la interrupción mientras el ambiente se va caldeando cada vez más.
—¡Qué acidia das, mocoso! Llevas tan solo un año en el puesto y ya quieres decirnos a todos lo que hay que hacer, deberías tomártelo con más calma —rompe el silencio del momento, con tono cansino y un pronunciado bostezo uno de los presentes, que a diferencia del resto se sienta sobre una letrina de la que no dejan de emanar gases y efluvios pestilentes; un demonio robusto, con cara de anciano, nariz prominente, cuernos en forma bharal y afiladas garras con las que no deja de rascarse el ano con una y atusarse una larga y áspera barba con la otra.
—¿Hablas de pereza, Belfegor? ¿Tú? El gran Fiscal General del Estado, cuya única función es nombrar a dedo a todos los cargos importantes del Departamento de Justicia, y cobrarse de manera mezquina un diezmo de todas las almas condenadas a muerte de todos los tribunales y juzgados del Infierno. Posees tantas almas que ni siquiera te caben en ti y no puedes más que cagarlas para volver a engullirlas.
—¿Cómo te atreves? —grita encolerizado el aludido mientras se levanta clavando sus garras sobre la mesa, y sin poder contenerse se derrama por el ano de una diarrea líquida que se esparce por el suelo.
—¡Me atrevo porque puedo y quiero! Me atrevo porque después de analizar todos los departamentos, sin duda el más corrupto, anticuado e ineficiente es el que diriges tú. Porque en tus tribunales en vez de impartirse justicia se impone la injustica y el desprecio a los derechos más básicos. —Estira Luz hacia el aludido su brazo, señalándolo con el dedo en ademán acusatorio—. Porque en tus presidios y cárceles, se oculta y ampara a la peor calaña del Infierno y donde se cometen las peores tropelías y más sanguinarios delitos...
Corta en seco la disputa verbal Mon con un espontáneo, emotivo y sentido aplauso, respondiédola con una batería de improperios, insultos y amenazas, Lilith, quien tras haberse retenido ante la provocación del beso anterior, no puede controlarse más, salta a cuatro manos sobre la mesa y se dirige colérica hacia ella; mas de un puñetazo sobre su espalda, Satanás la aplasta contra la mesa, obligándola a volver, de un tirón de pelos a su asiento.
—¡Está Bien! Ya es suficiente. Pienso que ha quedado meridianamente clara la postura de Luz-Bel y su propuesta de iniciar una profunda reforma de toda nuestra Administración Pública. —Da por finalizada el Presidente del Consejo la exposición del orador—. Ahora, procederemos a su deliberación y votación, pero antes, hijo mío, tengo una curiosidad que espero me puedas solventar...
—Dígame, padre...
—Serías tan amable de presentarnos a tus invitados y explicarnos los motivos por los que has traído ante nuestra presencia a dos pestosos humanos...
—Será un placer...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro