Logré ver mi cabeza, tenía el pelo corto, me habían rapado para una de las operaciones. No me molestaba, en realidad el corte de cabello ayudaba con mi idea de que yo era otra persona, una diferente.

Algo así como un nuevo comienzo. El crecer junto con él.

Note también una cicatriz. Definitivamente no sabía que estaba. No era muy grande, sólo una línea fina cruzada, que comenzaba un poco más arriba que la ceja y terminaba en el comienzo de la nariz, entre ambas. Todavía estaba de un color rosado, pero hoy casi ni se ve.

Siempre he dicho que las cicatrices son heridas de guerras, de batallas ganadas y tengo varias de esta batalla.

La de la cara, una en mi cabeza en el lado izquierdo, unas cicatrices por los vidrios en las piernas y la más importante, una a lo largo de la columna, que esa nunca me hará olvidar lo que pasó, claro, además de mis piernas que no me responden.

Fui a la parte de la ducha y comencé a bañarme. Luz de afuera me hablaba de cualquier cosa, era para asegurarse de yo no me quejara por algún dolor. Era la primera vez que estaba sólo y desnudo, implicaba mucho para mí porque me estaba observando y considerando el hecho de que no tenía el control de nada. Me quedé mirándome, intentando poder sentir mi mano sobre mi pierna, pero no pasaba nada. Me había quedado callado, no le respondía a las preguntas de Luz y se empezaba a poner incómoda, no quería entrar, ese era nuestro trato, así que se acercó a la puerta, sin abrirla y con voz serena me dijo:

"Cierra los ojos, imagina que estas en una bañera, que te ibas a dar un baño de burbujas, pero perdiste el tapón, así te terminaste bañando sentado, pero con la ducha. Olvídate que estás aquí, piensa en ese lugar del mundo donde te gustaría estar ahora… ¿A dónde te gustaría estar?”

-En la playa – respondí.

Ella empezó a narrarme todo lo que sentiría en el ese lugar, el sol, la brisa, el ruido al mar, todo. Yo había cerrado los ojos e imaginarlo, de verdad funcionaba y también daba cierta gracia.

De hecho, he de confesar que ese fue uno de los mejores baños que tuve en mi vida. Con la sensación de la playa y su voz de fondo, hizo que el momento fuera único.

Salí del baño, me había puesto la ropa que mi madre había llevado al hospital, y aunque era la que siempre usaba y, a decir verdad, mi favorita, pero en aquel momento, usarla frente a Luz, me hacía sentir vergüenza y un poco infantil. Mis pantalones azules holgados, con el logo de Superman por todas partes, mi remera blanca y una sudadera negra que me quedaba bastante grande.