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L

Como cada mañana, despertó con un beso en la mejilla de parte de su esposo. Esperó a que saliera de la habitación para desperezarse y terminó por abrir sus ojos cuando poco a poco, el exquisito olor a café recién hecho, comenzó a danzar por todo el departamento.

Miró el despertador en su mesa de noche, que hacía solo segundos, había dado las nueve de la mañana y en ese momento pensó en las misteriosas flores con aquella nota. Solo podría preguntarse, quién era ese "admirador" que parecía vigilar tanto a ella como a su esposo.

Se levantó de la cama, colocándose su bata de seda y pasó por el cuarto de baño para asearse, antes de bajar a desayunar.

—Huele rico —susurró, con la voz aún algo ronca, entrando a la amplia habitación, donde la esperaba su taza de café y unas tostadas con queso untado.

En ese instante, unos ojos marrones se posaron en ella, acompañados de la misma dulce sonrisa que la recibía cada mañana.

«Sin duda solo era alguien haciendo una broma de mal gusto. Esa persona no conocía a Seokjin como ella»

—¿Cómo dormiste, cielo?

—No muy bien. Extrañé estar entre tus brazos —confesó, acercándose al castaño para plantar un casto beso en sus labios.

Jin correspondió y la atrapó por la cintura, para besarla un poco más, antes de dejar que Lilith hundiera su rostro en la curvatura de su cuello.

—Yo también te extrañé. No sabes cuánto —murmuró, acariciando su espalda baja —. ¿Qué te parece si hoy salimos a dar un paseo y luego regresamos para almorzar tus exquisiteces?

Ella sonrió y asintió sin verlo.

—Me parece bien.


—Señora Kim.

—Señor Park.

Ambos se saludaron con esa habitual forma juguetona, cargada de confianza, cuando la pelirroja pasó frente al escritorio de su secretario. Jimin no tardó en seguirla y cerrar la puerta de su oficina mientras terminaba de revisar los encargos del día.

—Bien. Cuatro empresas, dos de Jeju, una de Seúl y otra de Gangwon, acaban de realizar un pedido de la nueva colección Otono – Invierno. Los modelos de Suiza llegan esta tarde y Jeon ya se encargó del hospedaje en el hotel Zafiro —tomó asiento a pesar de no ser invitado y desplegó todas sus hojas y folders sobre el escritorio para mayor comodidad —. Éstas son las ventas de la semana pasada. Todas ya fueron visadas por Kim de contabilidad. Su padre también me pidió que le entregara sus propuestas. Me dijo que le encantó la opción número 4. Será una buena promoción para esta estación. Ah, y dos llamadas de Calvin Klein. Preguntan si estaríamos interesados a trabajar con ellos.

Lilith, mira divertida al pelirrojo mientras éste acomoda sus gafas, antes de ordenar todo y entregarle aquel montón de papeles que deberá revisar, cuando apenas son las ocho de la mañana.

—¿Algo más, Jimin? —pregunta mientras se coloca sus propios lentes y el menor sonríe, sabiendo lo que ella espera.

—Sí, casi se me olvida. Tenga un lindo día, jefa —le guiña un ojo y se pone de pie para regresar a sus obligaciones.

Lilith no piensa en perder el tiempo y comienza por organizarse con la propuesta de promoción para la nueva línea de ropa. Si todo avanzaba como ella lo espera, y los modelos llegan a tiempo, podrían estar lanzando la publicidad en esa semana.

—Oh, jefa. Casi se me olvida —habló el pelirrojo, haciéndola elevar su mirada de las hojas —. Cuando llegué, me encontré esta carta en mi escritorio. Es para usted.

—¿Para mí? —curioseó la contraria. Por lo general, las cartas llegaban con el resto del correo cuando Mark pasaba a repartirlo.

—Sí, tiene su nombre. Aunque no hay remitente —aclaró el hombre, igual de extrañado que ella.

Jimin dejó la carta sobre el escritorio y canturreó un «iré por su café» antes de salir y dejarla en la soledad de esas cuatro paredes.

Repentinamente, toda su piel se erizó cuando reconoció la letra que formaba su nombre. Ni siquiera lo meditó por un segundo, cuando ya se encontraba rompiendo uno de los extremos para hacerse del contenido.

Sí, sin duda se trataba de la misma letra que ella conocía a la perfección. Y el remitente, al final de la hoja, confirmó su teoría.

«Buenos días, hermosa. Te vi el sábado paseando por ahí con tu esposo. Parecías tan feliz. ¿Esa fue su forma de compensarte por estar con una de sus amantes el día de su aniversario? ¿Un paseo, una joya, almuerzo en casa y sexo de tres minutos?

Yo podría darte más de tres minutos. A puesto a que te encantaría.

Como sea, me desvié un poco del tema.

Me gustaría tener una plática los dos, a solas. ¿Te interesaría? Sé que sí. Y sabes que para eso solo debes marcar el número cuatro en el teléfono e iré corriendo. O dile a Park que me busque.

Tengo muchas cosas interesantes que contarte y otras tantas por proponerte.

Por cierto, espero que te hayan gustado las orquídeas.

Kim Namjoon»

Con el rostro ardiendo en ira, levantó el tubo del teléfono y marcó el cuatro, casi hundiendo hasta el fondo la pobre tecla. Luego de dos timbradas, ni siquiera esperó a que el otro hablará, simplemente ordenó.

—Te quiero en mi oficina en 30 segundos o estás despedido — y colgó.

Namjoon sonrió de medio lado cuando entró a la oficina de la esposa de su mejor amigo y la encontró mirando por el enorme ventanal de fondo. Sabía que estaba furiosa porque conocía a la perfección su lenguaje corporal en cada estado.

Cuando Lilith elevaba su barbilla y su mirada decaía, significa que algo le está molestando.

—Aquí estoy, jefa.

—Ya no lo soy. Tardaste cinco minutos y cuarenta y un segundos. Estás despedido.

Namjoon río y se acercó a ella con cautela.

—¿En serio te pondrás en ese papel, Li?

—¿Y tú te pondrás en el papel de idiota? —espetó con furia, dispuesta a increparlo —. ¿Qué es lo que pretendes con ésto, Kim?

—Qué abras los ojos —susurró, tomando un mechón de su cabello para acariciarlo.

—Estoy casada con Jin hace ocho años, Nam. ¿Crees que caeré en este tonto juego del esposo infiel? Él me ama.

—Pues... no parece amarte demasiado —respondió, burlón —. Al menos eso me hizo creer la vez que lo vi entrar a un hotel con tu mejor amiga. Y... también la vez que lo sorprendí en el almacén de telas con una de las modelos norteamericanas. Y su secretaria, ¿has visto como ella lo mira?

Lilith se quedó sin habla por unos eternos segundos. Ella...

Ella ya sabía todo eso. Conocía a cada una de las personas con las que su marido le fue y le es infiel. Pero que alguien más se lo dijera...

—¿No se supone que son mejores amigos? ¿Por qué lo delatas ahora?

Namjoon la miró sin poder creer lo que decía. Literalmente se quedó de piedra. Entre las miles de respuestas que la pelirroja pudo haberle dado, jamás, nunca se hubiera esperado aquella. Ni en sus sueños más descabellados.

—¿Acaso me oíste lo que dije? Él te enga-

—¡Eso ya lo sé! ¡Lo sé, siempre lo supe, maldición! ¡¿Qué quieres que haga con eso?! —gritó molesta, tirando todo lo que se encontraba sobre su escritorio, mostrando ese lado iracundo que nadie jamás imaginó que tendría la dulce y tierna Lilith.

Una vez más, el moreno se había quedado perplejo ante las palabras de aquella mujer que fue su amiga desde la secundaria.

—Li...

—Si todo lo que querías era enrostrarme las infidelidades de mi esposo en la cara, ya puedes irte —pidió, volviendo a darle la espalda al no poder contener las lágrimas.

Sin embargo, Lilith no se esperó que unos brazos la rodearan, hundiéndola en esa calidez que tantos años la albergó mientras ella sufría por Seokjin al verlo salir con todas esas niñas, hasta que al final, él la eligió.

—Creo que elegí la forma más brusca de acercarme a ti. Mis amigos tenían razón. Lo siento —susurró, besando su coronilla.

La pelirroja lo miró a los ojos tras oír esas palabras, queriendo golpear a ese idiota. ¿Para qué querer acercarse a ella? Digo, ya eran amigos. No tan unidos como antes, pero continuaban viéndose y platicando como en los viejos tiempos, cuando Seokjin lo invitaba a cenar junto con Hoseok.

—¿Para qué querer eso? Namjoon, nos conocemos desde adolescentes. Si quieres decirme algo, hazlo. Pero estos juegos —espetó, sacando la carta de su saco —, ésto es de muy mal gusto. Además de que Jin pudo...

—¿Te da miedo que él lo haya podido ver? ¿Te da miedo que tu propio esposo descubra que siempre supiste de sus amoríos?

Lilith no respondió, dándole a entender al otro que esa era su respuesta. Solo optó por mirar hacia el exterior, queriendo evitar recordar aquel día en que lo descubrió todo. Cuando apenas llevaban dos años de casados.

—Hey —susurró Namjoon con ternura, cuando vio una lágrima caer por su mejilla. Rápidamente la limpió y la tomó del mentón para conectar sus miradas —. Seokjin es un idiota, siempre se lo digo. Él no te merece como nosotros.

Ese «nosotros» no pudo evitar resonar en su mente. Y sin saber por qué, todo su cuerpo se estremeció.

—¿Nosotros?

Namjoon asintió y besó su frente.

—De eso es lo que quería hablarte. Verás... Cada uno de nosotros ha estado buscando a la mujer perfecta por mucho tiempo. Cada uno siempre soñó con encontrar a esa diosa de ensueños. A esa persona que no solo fuera perfecta en el exterior, sino que, sumando sus virtudes o defectos, continúe siendo la mujer a la que elegimos y elegiríamos pase lo que pase. Todos tenemos un ideal diferente, cada uno con sus propios gustos, y aun así, sin darnos cuenta, todos terminamos por posar nuestros ojos en ti. Al fin encontramos a esa persona especial, aunque de la forma en la que nunca pensamos. Todos... la encontramos... en ti.

—Nam, ¿de qué hablas? —susurró Lilith, sin saber cómo interpretar ese desborde de palabras. Esa confesión que, más que perturbarla, le intrigaba.

—Queremos que seas nuestra. No te pediremos que dejes a Jin, pero sí que no lo conviertas en tu prioridad. Nos encantas, estamos locos por ti y queremos que tú sientas lo mismo por cada uno de nosotros. No solo por Seokjin.

—Basta —espetó, empujándolo para que la soltara —. No sé qué te fumaste hoy pero no estoy entendiendo lo que dices —soltó, intentando bromear, para apaciguar esa atmósfera de tensión que comenzaba a crearse. Sin embargo, la expresión neutra del moreno le aseguraba que ninguna de sus palabras eran un juego.

Namjoon hablaba muy en serio. Pero él sabía que presionándola, no conseguiría nada.

—Sé que te parecerá una locura. Así que te dejaré pensarlo. Solo tienes que llamarme cuando estés lista.

Una vez más, se acercó a ella, depositando está vez, un corto beso en su mejilla. Al separarse, le regaló una hermosa sonrisa de hoyuelos y caminó a la salida a paso lento, quizás esperando un llamado que jamás recibiría.

Cuando salió, Jimin ingresó al trote para poner en orden las cosas que Lilith había tirado al suelo. Ella por supuesto se disculpó un millón de veces, a lo que él otro le aseguró que ese era su trabajo y además sabía que Namjoon la había hecho enojar. Pues eso le dijo el mayor cuando le pidió que la ayudará a recoger sus cosas.

Entonces Lilith asintió y prefirió salir de allí por algo de aire fresco. Quizás subir a la terraza para fumarse un cigarrillo o ir al bar de la empresa por algo de agua. La primera opción le resultó más tentadora cuando a lo lejos del pasillo que recorría, vio a su esposo, hablando con Jisoo, su secretaria.

«Algún día te contaré esa melena, perra»

Pensó. Sin embargo, aquel pensamiento no perturbó la bella sonrisa que le dedicó al castaño cuando pasó a su lado.

—¿Todo bien, mi reina?

—Todo perfecto, mi rey —completó la típica frase que siempre se daban al encontrarse por los pasillos.

«Y todo estará mejor»

NinaGlastor

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