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J

Aún con algo de duda, terminó de maquillarse para darse una última mirada en el gran espejo de su cuarto. Una vez más, estaba viendo a la misma mujer de siempre. Esa simple mujer que no tenía realmente un gran atractivo. No tenía un cuerpo de infarto ni mucho menos una personalidad seductora que quizás... a él...

¿Qué es lo que deseaba Seokjin?

Desde pequeña, siempre se preocupó por seguir al pie de la letra la educación de sus padres. Ser una niña dulce, educada, bien portada y, sobre todo, bondadosa. Siempre dispuesta a ayudar a los demás sin esperar nada a cambio.

Sim embargo, cuando –con los años–, comenzó a transformarse en una bella adolescente, las encrucijadas en su interior despertaron. Ya no sentía que podía ser esa persona que tanto admiraban sus padres; aquellas personas que le dieron un hogar sin importarles su origen, su raza o su edad.

Park Soo Mi y Kim Jung Suk adoptaron a Lilith cuando ella tenía ocho años ya cumplidos. Hasta ese entonces, vivió en el orfanato de la ciudad de Busan, donde fue abandonada por sus progenitores y sin otro familiar que pidiera por ella. No iba a negar que tuvo una linda infancia en ese lugar. Mamá Nana era una mujer dulce y protectora que siempre veló por cada niño abandonado, brindándoles aquello que su propia sangre les negó.

Fue en su décima luna de miel cuando aquella carismática pareja llegó hasta Busan. El día más frío de febrero, para ser más exactos, cuando Soo Mi vio a la pequeña, jugar con otros niños en aquel parque descuidado. Sin duda, con solo verla, se enamoró completamente de la dulzura y timidez de la niña. Y su instinto maternal no tardó en despertar de nuevo, rogándole a Jung Suk por darle un hogar a la pequeña pelirroja.

Aunque para la sorpresa de la mujer, éste no necesitó de muchos ruegos, al quedar igual de encantado que ella, con la niña de ojos dulces. Como ellos lo dijeron desde ese momento, Lilith era un ángel abandonado en la tierra, que prestaba sus alas a cualquiera que necesitara volar.

Entonces ¿por qué ella no podía ver eso?

Porque no lo era. No era para nada aquel ángel que sus padres siempre vieron. Y a la vez, no podía dejar de ser aquello que los demás creían ver en ella.

El sonido de las puertas del elevador, abriéndose, la sacaron de su ensimismamiento, haciendo que le diera una última mirada a su labial antes de salir disparada de su cuarto.

—No tenías que subir —dijo al ver al moreno, esperándola en la entrada.

Sin embargo, Namjoon no respondió. Prefirió deleitarse con su imagen desde ese momento hasta el último segundo de esa noche. No pudo evitar pensar en lo hermosa que se veía y en lo sexi que le sentaba aquel vestido de encaje. Muy casual y tierno, pero a la vez, sensual.

—Como me puede el encaje —murmuró para sí mismo, sonriendo divertido, antes de devolver su mirada a la pelirroja que parecía tomarse su tiempo para llegar hasta él.

—¿Nos vamos? —preguntó Lilith al no recibir ni siquiera un suspiro del rubio.

Mas Namjoon de nuevo la ignora, soltando, en su lugar, un halago que podría jurar, la otra no se lo esperaba.

—Estás preciosa, nena —confesó tras darle otra mirada de pies a cabeza.

Lilith no pudo evitar sonrojarse por el inesperado cumplido. Después de todo, aquello no era propio del contrario. Nam era más de...

—Tanto que te empotraría aquí mismo contra el mesón de la cocina.

Y ahí estaba. El vulgar coqueteo de Kim Namjoon.

—Camina, Romeo —bufó ella y subió al elevador, esperando que el de la sonrisa coqueta, la siguiera.

Lilith no puede negar que sus rodillas temblaron al momento de entrar en aquel hotel cinco estrellas. La recepción era tan elegante, diseñada al estilo griego, con inmensas columnas de mármol y una bellísima estatua de Afrodita en el centro de la zona de descanso.

Del lado derecho, había un pasillo que anticipaba el salón comedor, donde se servían los banquetes más exquisitos que alguien podrían probar en sus vidas. Desde langosta embebida en salsa blanca, hasta las pequeñas exquisiteces como los cocteles de camarones, ostras y pulpo.

Sí, todo el menú era marino.

Su favorito.

Del lado izquierdo, había una gran puerta que conectaba la recepción con el gran jardín de flores. Aquel lugar podía llegar a confundirse claramente con un laberinto. Era simplemente hermoso y solo las flores más exóticas del mundo se encontraban allí.

Sin embargo, a pesar de tanto lujo y detalle de aquel lugar, la mirada de la pelirroja se ensombrece y no pudo evitar rodar sus ojos antes de lanzarle una mirada asesina al rubio alto que camina junto a ella.

Agradece con una dulce sonrisa al hombre que le permite el paso a la suite Lirius del hotel y recorre con la mirada la gran estancia mientras Namjoon termina de agradecerle al hombre y darle una generosa propina.

—¿Te gusta, nena? —le susurra, una vez solos los dos. A lo que ella solo escupe un «Cerdo» antes de girarse para encararlo, intercalando su dura mirada entre la cama tamaño King y el moreno de sonrisa coqueta.

Namjoon solo suelta una encantadora carcajada y toma su mano para guiarla a otro sector del cuarto. La habitación no cuenta solo con una enorme cama.

Tras unas puertas corredizas de roble, hay un comedor ya dispuesto con la cena, dos copas y el mejor vino de la cosecha que tanto ama la pelirroja, Chateau d Yquem 1784.

Así como el sector donde se encuentra la cama, en el comedor también hay una espléndida vista hacia el jardín de flores. Permitiendo observar como algunas parejas caminan por allí, robándose cortos besos cuando nadie los ve.

—¿Y ahora? ¿Te gusta? —susurra contra su oído, recibiendo como única respuesta, aquel suave temblor del cuerpo ajeno, que lo hace anticipar la larga noche que les espera. Namjoon también sonríe y se permite dejarle un casto beso tras su oído, antes de invitarla a la mesa.


La cena en sí, se estaba tornando un poco –por no decir demasiado– incómoda. No se parecía en nada a todas esas veces en las que compartieron con Jin y Hope, las largas veladas de risas y buena comida. En esta ocasión, era completamente diferente, porque ambos sabían que estaban solos, ambos conocían los pensamientos del otro sobre estar allí. A pesar de que uno creía sentir una tensión sexual palpable en el ambiente, mientras que la otra solo sentía el miedo recorrer sus venas.

Miedo a lo desconocido. Miedo a lo indebido. A volverse en alguien como Seokjin.

No, sin duda Lilith no quería eso para ella. No quería terminar refugiándose en los brazos de otro hombre cuando amaba con locura a su esposo.

—No termino de comprender qué hago aquí —susurró al fin, dejando los cubiertos sobre el plato medio lleno —. Esto no está bien, Namjoon. Eres mi amigo y-

—Y te amo.

La pelirroja ahogó un jadeo cuando escuchó aquello. Mirando sorprendida a los ojos del contrario, no pudo hallar una pizca de broma en ellos y eso fue lo que más le aterró. Eso fue lo que más la perturbó, sintiéndose como la mierda consigo misma, por no rechazarlo como Namjoon se merecía en vez de tratarlo mal todo ese tiempo pensando que se burlaba de ella. Sin duda ese era Namjoon. Aquella persona que no vacilaba ni un segundo cuando se trataba de expresar lo que sentía.

—Nam...

El rubio negó, manteniendo una tenue sonrisa en sus labios antes de limpiarlos y beber el último sorbo de vino. Seguido de eso, quitó la servilleta de sus piernas y se puso de pie, avanzando hasta detenerse a su costado.

Ella dudó, pero aceptó la mano que éste le tendió y terminó poniéndose de pie como se lo pidió el más alto.

El cuerpo de la mujer se tensó una vez más cuando regresaron al sector donde estaba la cama. Namjoon se sentó en el borde de ésta y acercó a Lilith a su cuerpo para que quedara atrapada entre sus piernas.

—Nam-

Una vez más, ella intentó hablar, terminando por ser acallada con un beso sobre su ombligo.

Decir que ese simple gesto, tan puro como inesperado, no agitó su pecho, sería mentira.

—La primera vez que te vi con otros ojos fue el día de tu boda —confesó, abrazándola por la cintura —. Tú llevabas aquel jodido vestido que me volvió tan loco que me provocó una maldita erección. Y te juro que pensé que estaba enloqueciendo, porque ¡Joder! Siempre fuiste como mi hermanita —se lamentó, haciendo que Lilith no pueda resistir el impulso de acariciar sus hebras al sentir ternura.

En ese momento... Namjoon parecía tan vulnerable. Lejos de ser esa persona que tanto conocía. Imponente y prepotente.

—Tú me ayudaste a elegir el vestido con Hope.

—Sí, lo recuerdo, pero incluso en ese momento no se me ocurrió pensar en lo sexi que te veías —rio, haciendo que ella también curvara sus labios hacia arriba —. Aquel día entendí que nunca fuiste una hermanita para mí. Mucho menos la hermana menor del hombre con el que te ibas a casar... mi mejor amigo. Aquel día descubrí que siempre fuiste la excepción a todo y me reí como un desquiciado aquella noche por comprender que me había mantenido virgen por ti durante toda mi secundaria sin siquiera darme cuenta.

—¡¿Eres virgen?!

—Ya quisieras, nena —sonrió coqueto, mirándola desde abajo —. Tenía que sacarte de alguna forma de mi cabeza, así que, después de aquel día, me llevé a la cama a cada mujer que se cruzó en mi camino. Pero adivina qué. No pude lograrlo. Porque descubrí que no era solo cuestión de sexo. Mucho menos una calentura del momento. Eras tú, Li. Siempre fuiste tú la única que hacía a mi cuerpo reaccionar de aquella manera. Siempre fuiste la perdición de mi pobre corazón que aún se sigue salvando de los infartos. Siempre fuiste la mismísima locura que atormentaba mis sueños cada noche, despertándome con un maldito dolor ahí abajo. Siempre pudiste doblegarme con una sonrisa o tus juguetones pestañeos. Siempre... siempre pudiste y siempre podrás volverme loco con solo susurrar mi nombre, Lilith, porque... estoy locamente enamorado de ti y ¡joder! ¡Yo y los demás odiamos tanto a Seokjin por no tratarte como la reina que eres! ¡Odio a mi mejor amigo por tenerte y provocar las lágrimas que estoy seguro, miles de noches dejaste caer por él! Lo odio por...

—Nam, basta...

—Lo odio por haber besado cada rincón de tu cuerpo y aun así desear el de alguien más. Por favor, Li-

—Nam, no...

—Déjanos demostrarte lo excitante que puede ser el sexo. El sexo de verdad, y no las cortas caricias que de seguro él te da.

Ella lo miró con miedo, sin responder.

—Déjanos amarte, Lilith.

Podría llamarse impulso a aquello. Tal vez también desesperación. Sin embargo, Lilith prefirió dejar sus pensamientos a la deriva cuando impulsó sus labios, hasta atrapar los carnosos del otro.

No, no lo estaba besando.

Le estaba devorando la boca mientras su aliento luchara por salir entre sus lenguas que danzaban bajo el son de la pasión.

Cuando Namjoon al fin reaccionó, dejó que un gutural gruñido naciera desde el fondo de su garganta, sintiéndose en la gloria al estar probando aquellos labios que ansió por tantos años. Desde que fue consciente de los sentimientos ocultos que guardaba por "su amiga", para ser más exactos.

Un segundo después, ni siquiera pensó en lo que hacía, solo dejó que sus manos actuaran por sí solas cuando tiró del cuerpo contrario, alzándolo sobre sus piernas.

—Nena, si intentabas escapar de mí... —susurró entre jadeos una vez se apartó de esos dulces labios —, déjame decirte que le apostaste a las cartas equivocadas. Tú me besaste primero y ahora yo te besaré hasta en donde no te da el sol.

—¡Kim Namjoon! —gritó Liltih, sonrojada hasta las orejas.

—Así me llamo, nena —sonrió él —, y te haré gritar mi nombre toda la noche, hasta dejarte llena de mí.

Antes de que la pelirroja rechistara una vez más, los gruesos labios del moreno atraparon los suyos en un hambriento beso que por poco la dejan sin aire. Cosa que no ocurrió solo porque, segundos después, el contrario abandonó sus labios, para trazar un camino hacia las profundidades de su terso cuello.

—Joder —gruñó Namjoon, apretando sus manos en las caderas contrarias al sentirse tan excitado. Solo eran simples besos. Sin embargo, tanto él como Lilith, estaban comprendiendo que no era tan así. Uno estaba siendo consumido por las ansias y el placer de al fin tener a la mujer que ama entre sus brazos, y la otra, se estaba dejando embriagar por el sabor a lo prohibido.

Soltando un nuevo gruñido, Namjoon terminó por girarse en la cama, arrastrando a la pelirroja bajo su cuerpo para poder tener la mejor vista de todas. Mejillas sonrojadas, labios hinchados y brillosos, y ojos cargados de lujuria infinita. Sin duda, era la tentación personificada.

—Mierda, nena, me correré con solo besarte —susurró juguetón, recibiendo un débil golpe en su pecho que terminó por hacerlo reír antes de que su mirada se torne más oscura —. Basta de juegos, Lilith. Necesito tenerte —susurró, acariciando la poca piel expuesta con su nariz —. Desnúdate.

Una queja se atoró en los labios de la contraria cuando el rubio presionó su hombría contra sus caderas. Pudo sentirlo, aquel simple roce pudo dejar en evidencia la dolorosa erección que atrapaban aquellos pantalones.

Lilith tragó duro cuando Namjoon se apartó de ella para darle espacio. Con manos temblorosas, se incorporó, acomodándose en la cama y comenzó a bajar la cremallera de su vestido con la vergüenza trepando por sus mejillas. Primero un hombro, luego el otro. Toda la parte superior de la prenda cayó sobre sus caderas, dejando expuesto sus pequeños pero rellenos pechos que hicieron al contrario relamer sus labios en anticipación.

Terminó por elevar un poco sus caderas para terminar por quitarse la única prenda que portaba aparte de sus bragas. Namjoon sonrió y tiró de sus tobillos, cuando ella intentó retraer sus piernas, y besó en esa zona mientras le quitaba sus tacones con suma lentitud y delicadeza.

Él era un hombre de palabra, y si había dicho que recorrería todo su cuerpo a besos, lo haría. Por completo.

Los labios del otro no tardaron en llegar a sus rodillas. Besó cada una, bañándolas con roces húmedos, conteniéndose de dejar alguna marca a pesar de que sus dientes morían por clavarse en esa tersa piel. Otro segundo más y ahora ya se encontraba saboreando sus muslos. Lilith no pudo evitar jadear cuando Namjoon mordisqueó apenas el interior de éstos, enviando una salvaje ola de calor hasta aquella zona que hormigueaba por un poco de atención.

Todavía no podía creerse todo aquello. No terminaba de creer que aquel era su amigo y que le estaba haciendo sentir cosas que su esposo no hizo en ocho años. Ni siquiera era consciente de que le gustaran las mordidas en sus muslos. No, Seokjin ni siquiera se merecía ser comparado con Namjoon, pues eran totalmente opuestos.

La espalda de la pelirroja repentinamente chocó con el colchón antes de curvarse en un perfecto ángulo cuando sintió los labios del otro, posarse sobre su monte de Venus. Aún sobre la tela de sus bragas, aquella sensación se sentía tan nueva, que no pudo evitar apretar sus piernas y contener la respiración para no gemir de placer.

—No tienes permitido contenerte esta noche, nena —susurró el moreno. Su voz sonando tan distinta a la última vez que le habló. Más ronca, más forzada, igual de excitada que la suya. Suspiró al tiempo que lo único que cubría su cuerpo, era deslizado por sus piernas para dejarla expuesta ante el otro.

Namjoon sonrió cuando Lilith apartó su mirada sonrojada después de soportar tres eternos segundos de verse con avidez. Ya no podía contenerse más, la deseaba, quería tenerla. Quería enterrarse tan profundo para que jamás se olvidara de él.

Terminó por quitarse el saco de su traje y la corbata, antes de desabotonar su camina, aún sin quitarla por completo de dentro de sus pantalones. Rio una vez más cuando la pelirroja lo miró de reojo y volvió a apartar la mirada, aún más sonrojada que antes.

—¿Te gusta lo que ves? —susurró antes de tomarla de las piernas y arrastrarla más cerca de su cuerpo —Esto te gustará aún más.

Y allí fue cuando el primer gemido, único y genuino, escapó de los labios de la pelirroja al momento en que sintió la boca del otro, hundirse en las profundidades de sus piernas.

No pasó mucho hasta que las sábanas se volvieran presas de sus manos cuando Namjoon comenzó a pasear su lengua por toda su feminidad. Recorriendo cada rincón, cada punto dulce que éste sabía a la perfección, jamás había sido probado por Seokjin. Y eso, lo hacía sentir en la gloria.

«El primero...»

Sí, él estaba siendo el primero que profanaba aquel cuerpo, logrando que se desarmara en gemidos. Él estaba siendo el primero, no en tocarla, pero sí en hacerle conocer todas aquellas sensaciones que jamás descubrió con el hombre que comparte la cama desde hace ocho años. Sin duda, Namjoon, estaba siendo el hombre que le dio su primer orgasmo, solo con su boca.

—Mi-erda, Nam-joon...ah —jadeó Lilith, apretando aún sus puños con fuerza, todavía sintiendo la lengua del otro recorrer sus labios inferiores, causándole violentos espasmos que le hacían ver las estrellas.

—Esto aún no acaba, nena —anunció el moreno, ya sintiéndose estallar al momento que comenzó a deshacerse de sus pantalones y bóxer.

Lilith se sonrojó furiosamente al verlo completamente desnudo. Después de todo, Namjoon seguía siendo su amigo de toda la vida, más allá de que ahora estuviera haciéndola tocar el cielo con las manos. Él seguía siendo el hombre que siempre estuvo para ella en las buenas y en las malas. Y ahora, la persona que estaba logrando hacer que se olvidara de Seokjin, por lo que restaba de esa noche.

A su lado, Namjoon era un maldito dios griego y sus ojos no podían hacer otra cosa más que clavarse en aquella V que se formaba en su pelvis.

—Lilith... —susurró, cuando volvió a arrastrarla debajo de su cuerpo, sosteniendo sus piernas a cada lado de sus cadenas.

—¿Q-Qué? —ella respondió, aún apenada de poder verlo y sentirlo así. Tan cerca, tan... suyo.

—Mírame —pidió, acariciando su vientre, subiendo su mano hasta llegar a uno de sus pechos y estrujarlo delicadamente —. Quiero que me mires en todo momento mientras te hago el amor —soltó y la besó, al mismo tiempo que se enterró en ella, fusionando un gutural gemido con el de la contraria.

Sí, sin duda eso se sentía como la gloria.

Lilith no tardó en aferrarse a los hombros del rubio cuando éste comenzó a embestirla sin piedad. Sus labios no se detuvieron mucho tiempo en la boca contraria, pasando a darles la atención que se merecían esos tiesos pechos que pedían a gritos por sus besos.

Algo más que Lilith había descubierto; amaba con locura que succionan sus pechos. Y el moreno por nada se detuvo hasta sentirlos endurecidos por completo. Lamió, masajeó y mordisqueó sus pezones mientras embestía duramente en el interior de la pelirroja, haciéndola gritar al rozar una y mil veces aquel punto que la hacía delirar, al mismo tiempo que toda una ola de placer se concentraba en el centro de su cuerpo.

Iba a correrse de nuevo.

—Nam... mierda, Namjoon, no... ah... pares —suplicó en medio de un sollozo cuando aquel cosquilleo aumentó con mesura.

Clavó sus cortas uñas en la espalda del otro, haciéndolo gruñir y gimió aún más agudo cuando el rubio aumentó su ritmo, comenzando a susurrarle todas aquellas cosas sucias que Jin jamás se hubiera atrevido a decirle nunca.

—Tan apretada... nena... Joder Li, te estás tragando mi pene —susurró sobre sus labios antes de sellar sus palabras en la boca contraria, tomándola por el interior de sus rodillas para hacerla enredar sus piernas a sus caderas.

—Nam... más...

—Así... Ah... gime más para mí, nena... Dios...Se siente jodidamente bien estar... dentro de ti —otro gruñido más fue soltado por el rubio al deleitarse con la imagen de Lilith, viéndola suplicar en sus brazos mientras él continuaba embistiendo sin parar. Acompañando sus movimientos con tortuosas caricias en el pequeño montículo sensible de la pelirroja.

—Eres una jodida obra de arte, nena. No te contengas... Ya casi...

Aquellos segundos que corrían como horas podrían parecer una tortura para estos amantes, pero no. Por el contrario, estaban disfrutando de aquel martirio, ambos dejándose consumir por la llama de la pasión que recorría sus cuerpos y los hacía deshacerse en las sensaciones más deliciosas que podrían sentir alguna vez.


«Estar dentro de ella... es como tocar lo prohibido y no sentir la menor culpa por ello»

«Tenerlo dentro... es como tocar lo prohibido... y querer tenerlo una y otra, y otra vez... Solo mío»


—Nam-joon... yo... no me arrepentiré de es-to.

Con esa última confesión, Namjoon sonrió extasiado, abrazando el delgado cuerpo bajo el suyo, esta vez susurrando palabras que en verdad calaron el alma de aquella mujer, grabándose en sus huesos para jamás ser olvidados.

Las últimas palabras del moreno, fueron acompañadas por profundas estocadas que hicieron sollozar de placer a la pelirroja, hasta hacerla estremecer en los brazos de éste.

«Te amo, Lilith»

Y aquello había sido todo. Ambos alcanzaron el éxtasis más placentero de sus vidas, sintiendo como el fuego recorría sus cuerpos desde el centro, hasta brotar por sus labios con la forma del nombre del otro. Un grito unísono, dos nombres que jamás se borrarían de la piel del otro.

Aquel, sin duda había sido el mejor orgasmo que Lilith había tenido en toda su corta vida y para nada, se arrepentía de lo que había hecho. No ahora.

Con solo mirar los ojos sonrientes del moreno al caer sobre su pecho y sentir sus manos abrazarla con tanta ternura, supo que no había tomado la decisión equivocada, o no había dejado que sus impulsos la vencieran en vano. Lo que sea que quisiera creer el otro o lo que sea que pensara ella en la mañana.

De una u otra manera, sabía que no se arrepentiría.

Poco tiempo después, el moreno se deslizó fuera de ella, retirando el condón que en ningún momento notó que se lo había puesto, y la miró con aquella dulce sonrisa, aún grabada en su rostro.

—¿Vamos por otra ronda, nena?

­—¡Namjoon! —gritó, esta vez carcajeándose al ver los tiernos hoyuelos del otro, acompañados de su característica mirada pervertida.

—Ya te lo dije, Li. Así me llamo y haré que grites mi nombre, toda la noche —susurró, y la besó. La besó una y otra vez, como desde hace mucho tiempo deseó y como desde ahora, jamás se cansaría de hacerlo.


┬┴┬┴┤( ͡° ͜ʖ├┬┴┬┴

-Dejo el capítulo y huyo :'v -

Nina Glastor 

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