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Lo supo en el momento en que puso un pie dentro de su departamento; alguien estaba esperándola dentro.
Sintió el reconfortante frío del pequeño cuchillo atado a su muslo y con una respiración profunda entró en la estancia actuando normal. Dejó las luces apagadas y se dirigió directamente a su habitación, las cortinas estaban abiertas dejando entrar la luz de la luna que bañaba todo a su paso. Todo parecía normal, pero había algo en el ambiente que le decía que no era así.
Caminó hasta su tocador y encendió las luces, agudizó el oído tratando de captar algún sonido por pequeño que fuera, pero fue en vano. El silencio reinaba en el lugar.
Comenzó a quitarse el maquillaje de los ojos y las pequeñas salpicaduras de sangre que aún había en su rostro. Era de madrugada y la noche había sido un poco pesada, el encargo que le habían hecho quiso resistirse un poco, pero no logró escapar de su destino. La pantalla de su celular se encendió dejando ver una notificación de su cuenta bancaria; tres millones de wones fueron transferidos desde una cuenta anónima, era la recompensa por cumplir con su trabajo.
Por tres millones de wones había un hijo de puta menos en el mundo. Kim Hongjoong se pudriría en el infierno hasta el fin de su asquerosa existencia.
Cuando volvió la vista al tocador vio una silueta negra que la miraba desde atrás, enfundada en un traje negro que hacía ver su cuerpo estilizado y atractivo, supo de quién se trataba en el momento que sus ojos se posaron sobre su rostro despejado con el cabello peinado cuidadosamente hacia atrás.
—Roseanne.
Roseanne Park era otra asesina a sueldo, una de las mejores dentro de ese mundo lleno de codicia y odio, la mejor pagada, la más temida y la más buscada. La habían contratado para acabar con ella la semana pasada, Jennie era buena en lo que hacía, pero la rubia logró zafarse de ella. No había códigos entre asesinos, por lo que no dudó cuando le ofrecieron diez millones de wones por su cabeza e intentó darle caza, pero claramente no era una tarea fácil, solo logró rozarla con una bala y cuando se dio a la fuga fue como si hubiese desaparecido de la faz de la tierra.
—Hola, Jennie —contestó, el tono en su voz era de aburrimiento, como si fuera tedioso estar ahí—. No pareces sorprendida de verme aquí.
—¿Debería estarlo? —preguntó Jennie, mientras seguía limpiando su rostro—. No pareces ser muy limpia en lo que haces, supe que estabas aquí apenas entré.
Roseanne la miró con el ceño fruncido, había oído que le ofendía que hablaran mal de su trabajo, y con razón; lo que hacía era irrevocablemente impecable, pero Jennie estaba acostumbrada a estar alerta, su oficio lo demandaba. Y no temía hacerla enojar, le parecía divertido incluso.
Roseanne suspiró manteniendo la paciencia e ignoró lo dicho.
—Quiero saber quién está detrás de mí.
Jennie se quedó en silencio sopesando sus opciones; podría decirle quién había hecho el encargo y dejarla ir, o podía matarla en ese momento. La última opción no le agradaba, su departamento quedaría sucio y limpiarlo sería un fastidio, pero la primera iba en contra de sus principios, el anonimato de sus clientes era crucial.
Una respiración salió de su garganta cuando sintió el filo de una pequeña daga contra la piel de su cuello, Roseanne se había acercado cuando se distrajo. Jennie maldijo por dentro, había bajado sus defensas poniéndose en una situación difícil.
Miró los ojos de la mujer que la aprisionaba, eran fríos y calculadores en el reflejo del espejo, pero su cuerpo se sentía caliente contra el suyo.
—¿Y bien? —cuestionó contra su oído.
Su voz grave envió una corriente eléctrica por la columna de Jennie; su piel se erizó en un escalofrío.
—No tengo por qué decírtelo, deberías saberlo.
Roseanne asintió con aparente entendimiento. Y luego apretó más la daga contra el cuello de la chica, un poco más y su piel se abriría en un corte.
—Entonces tendré que deshacerme de ti, estás siendo una molestia, siempre pisándome los talones.
Movió la daga un poco, haciendo que la punta curvada la corte un poco. Jennie, acostumbrada al dolor, ni siquiera se inmutó cuando su piel se abrió para dejar salir un pequeño hilo de sangre que bajó por su cuello lentamente contrastando con su tez pálida, el líquido corrió por su cuerpo yendo a parar al valle entre sus pechos.
Vio como los ojos de Roseanne seguían el camino que hizo la gota de sangre, luego la vio recorrer el resto de su cuerpo; sabía que la tela del vestido negro que llevaba amoldaba bien su cuerpo, apretaba sus pechos en un pronunciado escote y dejaba sus piernas a la vista desde la mitad de sus muslos. Se veía bien y lo sabía, y supo que Roseanne pensaba lo mismo cuando una mano grande se apoderó de su cintura, apretando un poco.
—Hm...—suspiró—, quizás pueda divertirme un poco con tu cuerpo antes de librarme de ti.
Jennie dejó salir una pequeña carcajada llena de burla.
—He cortado las manos de decenas de hombres por menos que esto, ¿crees que contigo será diferente?
Roseanne sonrió mostrando sus dientes, sonreía con suficiencia, como si no fuera una simple mortal y la amenaza de muerte fuera una invitación a jugar.
—No te daré la oportunidad de hacerlo.
—No necesito que me des una oportunidad para hacerlo.
Su cuerpo se apretó contra el suyo haciendo que las caderas de Jennie se aplasten contra el tocador, sus manos se apoyaron sobre la madera para evitar caerse y sintió como la pelvis de Roseanne se movía un poco contra su trasero. Tuvo que reprimir un gemido, el cuerpo de su captora era demasiado caliente, sus manos firmes la sujetaban con fuerza y su actitud arrogante la hacía mojar sus bragas.
Trató de volver en sus cabales y se recordó que aún tenía que acabar con ella.
—Mira, Roseanne, no tengo nada personal contra ti, eres solo un encargo más —dijo con voz tranquila, tomó la daga con su mano y la alejó de su cuello para limpiar el rastro de sangre con un algodón—, pero estás a punto de volverlo personal, así que si vuelves a tocarme voy a abrir un bonito agujero entre tus cejas.
Roseanne se alejó de su cuerpo y se sentó en la orilla de la cama detrás de ella.
—Solo quiero saber quién es, no quiero matarte —su voz adoptó un tono ligeramente más cálido—, aunque no lo creas, me caes bien, Jennie. Admiro lo que haces.
Jennie volteó y la miró, había algo más en sus ojos fríos que antes no estaba, no sabía qué era, pero hizo que su manera de verla cambiara un poco.
—Kang. —El apellido había salido de su boca antes de procesarlo.
Kang Seulgi era una magnate en la mafia coreana, una mujer muy importante que estaba metida hasta el cuello de negocios sucios y las manos manchadas de sangre de incontables víctimas. Había sido ella quien la había contactado, sus hombres no habían podido con Roseanne, pero estaba empeñada en acabar con ella.
Algo en ella había cambiado cuando oyó el apellido. Ahora sus ojos ardían en llamas de furia y sus manos se cerraron en puños apretados.
—Esa perra de mierda —murmuró—, debí saberlo.
Las cejas de Jennie se elevaron con sorpresa, no esperaba tal expresividad. Definitivamente algo había pasado entre Roseanne y Kang, algo grande para que hubiese tanto odio de por medio.
El silencio volvió a reinar en el departamento, Jennie no supo qué decir luego de eso, así que volteó para seguir en lo suyo, estaba cansada y quería dormir, podía lidiar con Roseanne otro día.
—Bien, ahora que lo sabes puedes...
Calló cuando el cuerpo de Roseanne volvió a apretarse contra el suyo, con más ahínco que antes y con un toque más de rudeza, su nariz se hundió en su cabello y sus manos se apoderaron de su cintura.
—V-veo que no tienes mucho aprecio por tu vida —comentó Jennie, odiándose internamente por tartamudear—. O por tus manos, al menos.
Roseanne soltó una pequeña risa en su oído y Jennie cerró los ojos derritiéndose con el cálido y grave sonido. Involuntariamente los nervios se apoderaban de su cuerpo cuando estaba cerca, se sentía como una maldita estúpida, había acabado con la vida de decenas de personas sin ninguna clase de emoción, pero se ponía como una adolescente cuando tenía a una mujer guapa a su lado.
—Puedo ver que también me quieres —sus manos recorrieron su cuerpo hacia arriba, acariciando desde sus caderas hasta sus costados.
—¿Cómo podrías? —intentó resistir, las manos de Roseanne eran ambiciosas y acariciaban todo lo que podían, dejaban un camino de calor allí donde tocaban—. No nos conocemos.
Era verdad. Solo habían coincidido un par de veces en lugares que gente como ellas solía frecuentar, por eso no había sido difícil investigarla, pero nunca habían hablado. Roseanne no dejaba de comérsela con la mirada en el espejo, para no conocerse en absoluto sabía muy bien qué botones tocar para humedecer la entrepierna de la castaña.
—Lo sé porque apenas te he tocado y tus pezones ya están duros debajo de tu vestido.
Sus largos dedos estimularon sus pezones sobre la tela que los cubría, el cuerpo de Jennie se tensó con el acto y tuvo que morder su labio para atrapar sus suspiros en su interior. Abrió los ojos y vio como Roseanne la tocaba en el espejo, sus dedos se movían lentamente y su cuerpo se amoldaba al suyo.
—Apuesto a que ya estás completamente empapada, ¿hm? Tan deseosa, tan receptiva.
El calor le nublaba la mente, muy en su interior sabía que debería estar cortando su garganta en vez de restregar su trasero contra su pelvis, donde gimió de sorpresa cuando un sintió un bulto responder a sus roces y sus ojos se encontraron con los de Roseanne.
—¿Es un problema? —cuestionó deteniendo sus movimientos por un momento.
Jennie negó rápidamente. Lo que había entre las piernas de Roseanne solo volvía la situación más interesante.
—En absoluto.
Roseanne sonrió y se pegó contra su cuerpo de nuevo.
—Bien.
Un lento vaivén entre la pelvis de Roseanne y su trasero se hizo presente arrancando jadeos de las bocas de ambas mujeres, las manos que aprisionaban su cuerpo contra el tocador apretaron su agarre para poder moverse mejor, Jennie las tomó y las subió a sus pechos donde nuevamente comenzaron a estimular sus pezones. Su espalda se arqueó con la caricia y unos pesados suspiros salían de su boca.
—Vamos a la cama —susurró Jennie.
Los labios de Roseanne comenzaron a hacer estragos en su cuello, cerca de donde la había herido, dejaba besos bruscos y algunas mordidas que dejarían marcas que durarían al menos un día o dos.
—Que impaciente.
La burla en su voz era notoria, las mejillas de Jennie se sonrojaron levemente, no quería verse desesperada pero comenzaba a estarlo, así que con dificultad y sin apartar a Roseanne de su cuerpo comenzó a moverse por la habitación hasta llegar a la cama, donde invirtió los roles y de un empujón sentó a su encargo sobre la colcha.
—Cierra la puta boca si quieres conservar tu lengua donde está —habló de mala gana y se sentó sobre su regazo, las manos de Roseanne se apoderaron de su trasero en menos de un segundo y comenzó a acariciarlo.
—Si me cortas la lengua no podrás disfrutar de lo que sé hacer con ella.
Roseanne atacó su cuello nuevamente, con besos húmedos y largas lamidas en su piel logró volver a oír los dulces gemidos que Jennie dejaba salir. La castaña sentía la presión del bulto en los pantalones de Roseanne sobre su intimidad, se sentía caliente y duro a través de la ropa y comenzó a frotarse contra él, a los pocos segundos sintió que su vestido se elevaba hasta su cintura para ayudarla, su ropa interior ya estaba muy húmeda y sus movimientos dejaban una oscura mancha sobre los pantalones de la rubia.
Alejó a Roseanne de su cuerpo y bajó hasta quedar de rodillas entre sus piernas, con sus manos desabotonó el pantalón y la despojó de ellos junto con su ropa interior. Su miembro salió disparado hacia arriba completamente erecto, feliz de ser liberado de su prisión de tela.
Roseanne hizo el amago de sostener la cabeza de Jennie para atraerla hacia sí misma, pero se detuvo en seco cuando un pequeño cuchillo puso en riesgo la integridad de su miembro apoyando la afilada punta contra su piel.
—Ni se te ocurra, odio a los malditos head pushers —la miró directo en los ojos demostrando la seriedad en sus palabras—, así que si quieres conservar la integridad de tu amigo aleja tus manos de mí.
La rubia levantó ambas manos en signo de rendición.
—Bien, lo siento. Solo... has algo, mierda, comienza a doler.
Jennie, sin apartar el cuchillo de su lugar, comenzó a masturbar a la chica con movimientos lentos y pausados, su centro se contrajo cuando oyó el ahogado sonido que escapó de la garganta de Roseanne cuando su lengua acarició su glande. El líquido preseminal se hizo presente con rapidez y el sabor salado invadió su boca, se sintió mareada y sumergida en la lujuria con el miembro que estaba degustando, lo que hizo que sus movimientos fueran más rápidos y bruscos.
Abrió más la boca y lo introdujo por completo en su boca, ahuecó las mejillas para succionarlo y lo dejó salir lentamente, todo mientras miraba como las piernas de Roseanne temblaban debajo de ella, como su pecho subía y bajaba con rápidas respiraciones, el sudor perlaba su piel y sus manos apretaban con fuerza la colcha de su cama.
Su pecho se llenó de un sentimiento de euforia con la situación, nunca hubiera pensado que tendría a Roseanne Park, buscada y temida por todo Corea del Sur, a punto de venirse en su boca y temblando bajo su toque mientras jadeaba incoherencias.
Jennie pensó que sería tan fácil matarla en ese momento, estaba completamente vulnerable y despreocupada, más enfocada en aguantar su orgasmo que en proteger su vida, parecía haber olvidado que la contrataron para acabar con ella; se había dejado llevar. Miró el cuchillo en su mano mientras su boca continuaba con su trabajo, pensó en que, con un solo movimiento, sería capaz de cortar su garganta y en solo unos minutos una notificación le avisaría que tenía diez millones de wones más en su cuenta bancaria.
Podría ser el fin de la gran Roseanne, y todo gracias a una felación.
Pero grande fue su sorpresa cuando el frío de un cañón se posó sobre su frente, miró el rostro de Roseanne aún sudoroso y perdido en el placer de su boca, y supo que había adivinado lo que pasaba por su mente.
Detuvo sus movimientos.
—Sé lo que piensas, pero eso no va a pasar. ¿Recuerdas lo que dije antes? —dijo con la voz entrecortada mientras le metía su pulgar en la boca, acariciando sus labios hinchados y su lengua—. No quiero matarte, Jennie. Me gustas, tienes una boca deliciosa, apostaría que un coño aún mejor, y eres buena en lo que haces, pero no me dejes sin opciones.
Jennie la miraba en silencio mientras movía su lengua contra la yema de su dedo, aún con el cuchillo contra su miembro y de rodillas entre sus piernas, sintiendo el frío cañón de la Browning GP-35 contra su piel.
—¿Cuánto te ofreció Kang por mi cabeza? —cuestionó luego de unos segundos—. ¿Diez, quince millones? Puedo ofrecerte el doble de lo que sea para que canceles tu trato con ella y hagas uno conmigo.
Con la mano que tenía en su boca comenzó a masturbarse frente a ella, esparciendo su saliva en la punta de su miembro. La boca de Jennie comenzó a salivar con la vista y parpadeó tratando de concentrarse en los negocios. Sopesó sus opciones nuevamente; en verdad el dinero no era lo que le importaba, ya tenía suficiente para vivir aquella y la siguiente vida, pero ponerse en contra de los deseos de Kang Seulgi no era muy inteligente de su parte.
—¿Qué hay de Kang? Irá tras de mí luego de ver que la he traicionado.
Las caderas de Roseanne se movieron en un espasmo, atrayendo nuevamente la mirada de Jennie al lugar que deseaba probar de nuevo. Lamió sus labios y los mordió reprimiendo las ganas, estaba ansiosa de sentirla contra su piel, su entrepierna palpitaba con fuerza y el calor de la lujuria le quemaba las entrañas.
—No te preocupes por eso, me encargaré. No podrá hacerle daño a nadie más luego de que me ocupe de ella.
La miró en silencio una vez más, ligeramente sorprendida.
—Eres diferente a lo que esperaba.
Roseanne elevó una comisura de sus labios en una sonrisa engreída mientras su mano seguía trabajando en su miembro.
—No soy tan hija de puta, ¿eh?
Jennie pensó en el nuevo trato, bien podría estar mintiéndole, pero recordó el fuego en su mirada cuando supo que fue ella quien la contrató. Decidió creerle, después de todo Roseanne era una delicia y asesinarla, al menos en ese momento, era un desperdicio.
—Quiero veinte millones —dijo. Roseanne aceptó con un asentimiento—. Eso, y que me folles.
Esas palabras pintaron una nueva sonrisa en los labios de la rubia.
—Como gustes.
Roseanne bajó el arma y tomó a Jennie para atraerla en un beso desesperado, el cuchillo resbaló de las manos de la castaña yendo a parar al suelo alfombrado, sellando la paz entre ambas mujeres.
Jennie se sentó en su regazo y le devolvió el beso con fuerza, sus labios se movían frenéticamente apenas dejándoles tiempo para respirar entre cada nuevo encuentro. El calor húmedo entre sus piernas se extendía por todo su cuerpo sofocándola por dentro, guio las manos de Roseanne hacia el cierre de su vestido y cuando lo sacó quedó solo en bragas frente a ella.
Los labios de Roseanne bajaron rápidamente por su cuerpo dejando besos en su cuello y clavículas para finalmente llegar a sus pechos, donde un par de despiertos pezones rosados la recibieron ansiosos por ser tocados. Metió uno en su boca y comenzó a chuparlo mientras que, con sus manos, hacía que la intimidad de Jennie se frotara contra la suya.
La castaña soltó un pesado gemido con ambas estimulaciones, la lengua de Roseanne se movía con habilidad sobre su pecho; agradecía no habérsela cortado, sabía moverla muy bien, pero comenzaba a impacientarse.
Tomó su miembro y lo apretó suavemente en su mano, sonrió cuando sintió las vibraciones de los gemidos de Roseanne en su piel, lo masturbó un poco e hizo a un lado su ropa interior para alinear el glande con su entrada, y de un solo movimiento lo metió en su interior. Estaba tan mojada que no se le dificultó dejarlo entrar, podía sentir sus paredes siendo expandidas con diámetro de la pelinegra y gimió cuando se sintió llena. Le tomó un segundo acostumbrarse y luego comenzó a moverse.
Sus caderas se movían en estocadas rápidas, subía hasta dejar solo el glande en su interior y luego bajaba hasta volver a tenerlo todo en su interior. Se regodeaba en los gemidos de Roseanne, su voz salía profunda y dulce, sus acciones en su cuerpo habían cesado por completo para concentrarse en el placer que le daban las caderas de Jennie. Su cuerpo cayó hacia atrás, sobre la cama, y sus manos apenas tocaban los muslos de la castaña mientras miraba donde sus cuerpos se unían.
Jennie se apoyó en su abdomen con ambas manos para poder moverse mejor; de adelante hacia atrás, de arriba abajo, y en círculos. Le gustaba ver como el rostro de la rubia se transformaba en una nueva mueca de placer con cada cambio en el patrón de movimientos, y su cuerpo explotaba de euforia ante los gemidos entrecortados que salían de su garganta cuando apretaba voluntariamente sus paredes, asfixiando su pene en su interior.
Se veía que Roseanne estaba disfrutándolo mucho, así que decidió molestarla una vez más.
Sus caderas bajaron la intensidad en sus movimientos, cada nuevo movimiento era lento y suave, sentía como el falo en su interior entraba y salía centímetro a centímetro, como la abría con parsimonia, muy placentero para ella pero no para Roseanne, a quien ya le quedaba poco para correrse.
—Jennie... —susurró—, Jennie, más rápido.
Jennie la ignoró y siguió con sus lentos movimientos, había descubierto que le gustaba hacer que Roseanne se molestara, se veía muy atractiva con el entrecejo fruncido y su voz autoritaria le provocaba escalofríos.
Luego de unos segundos de lentos movimientos, sintió el frío cañón de la Browning GP-35 contra su frente, otra vez. La miró a los ojos con una sonrisa maquiavélica mientras seguía moviéndose lento, sabía que era una amenaza vacía.
—Más rápido, dije.
Jennie no contestó y continuó con lo que hacía.
—Mierda, ¿es que no escuchas? —Jennie se regodeaba al verla tan desesperada, apretó sus paredes haciendo que el cuerpo debajo suyo se estremezca en efímero placer—. Te juro que te voy a abrir la puta cabeza si no dejas que me corra, Jennie.
La castaña seguía sonriendo sin hacer caso de sus amenazas.
—No lo harás —afirmó—, no cuando estoy a punto de darte el mejor orgasmo de toda tu puta vida.
—No voy a tener el magnífico orgasmo del que hablas si no te mueves.
Jennie le sonrió con suficiencia mientras arrastraba las uñas sobre la piel del abdomen de Roseanne, vio como los músculos se tensaban bajo su toque, y notó la venda que le cubría el costado donde su bala la había rozado, se había salvado de una muerte segura, aunque no parecía dolerle, y si lo hacía, era buena aguantándolo.
—Tendrás que esperar, me gusta correrme primero.
Roseanne, con ojos oscuros, le sonrió mientras parecía haber olvidado su enfado.
—Bien, entonces haré que te corras primero.
Cuando terminó de hablar usó la agilidad que poseía para invertir los roles sobre la cama y poner a Jennie sobre sus rodillas con el trasero al aire, listo para recibir lo que quisiera darle, y el rostro contra la cama. La castaña soltó un pequeño grito con la rapidez de los sucesos, para nada esperando lo que Roseanne había hecho.
Roseanne se acercó por atrás y lamió sus labios ante la vista; la espalda de Jennie formaba una bonita curva desde su trasero elevado hasta su rostro sobre la colcha, su centro la esperaba, palpitaba en anticipación y chorreaba de excitación.
Un fuerte gemido salió de su boca cuando la lengua de Roseanne atacó su humedad con fuerza, sus labios chupaban su clítoris con ahínco y su lengua estimulaba sus labios vaginales. Apretó la colcha en sus puños cuando su lengua la penetró con habilidad mientras un par de dedos masajeaban su clítoris.
—Tenía razón —habló la rubia con la voz entrecortada, se notaba que no quería apartarse del lugar donde trabajaba arduamente—, tienes un coño aún más delicioso que tu boca, y lo voy a follar tan duro que luego vendrás rogándome para que te la meta de nuevo.
Jennie no podía hablar, su mente estaba en blanco con los estragos que causaba su lengua en su centro, nuevamente se agradecía a sí misma no habérsela cortado, habría sido un completo desperdicio. Un fuerte gemido atravesó su garganta cuando tres dedos se abrieron paso en su entrada, estirando sus paredes y tocando lo más profundo dentro de su ser. Su espalda se arqueó de placer y comenzó a mover sus caderas contra los tres dígitos en su interior.
El orgasmo se estaba armando con rapidez en lo bajo de su vientre, cada estocada en su centro alternada con lamidas y succiones en su clítoris la hacían delirar, sus piernas temblaban de placer y su garganta dolía.
Cuando Roseanne curvó sus dedos en su interior, tocando su punto dulce, el orgasmo explotó en lo profundo de sus entrañas. Un fuerte gemido resonó en la habitación acompañado de múltiples espasmos en su cuerpo, la rubia seguía estimulándola para alargar las sensaciones que provenían de su centro y recorrían sus extremidades.
Su cuerpo cayó exhausto sobre la cama, su piel estaba perlada de sudor y sus miembros se sentían entumecidos.
Un sonido de desaprobación resonó desde la garganta de Roseanne.
—Ni siquiera lo pienses, ya te corriste —dijo mientras tomaba las caderas de Jennie para volver a elevarlas—, ahora me toca a mí.
De un solo movimiento penetró el aún espasmódico cuerpo de Jennie, sus paredes estaban apretadas y sensibles aún, por lo que la intromisión fue un poco dificultosa. Las grandes manos de Roseanne la sujetaban por las caderas con fuerza, enviando nuevas olas de placer por su columna vertebral.
Fuertes y pesados jadeos salían de la boca de la rubia, sus caderas se movían con fuerza contra las de Jennie buscando su propio orgasmo, con su mano recorría la blanca piel de la castaña y la apretaba dejando marcas sobre ella.
Un nuevo orgasmo comenzó a armarse en su vientre, el anterior la había dejado muy sensible y solo bastaron un par de estocadas para sentirse al borde del abismo de nuevo, sabía que Roseanne no estaba mucho mejor que ella, su ritmo acelerado y sus gemidos graves le decían que estaba a poco tiempo de correrse.
—Ro-Roseanne —habló con dificultad.
—¿Sí?
Le tomó un tiempo formular la frase que quería decir, las caderas de Roseanne eran tan ágiles que le quitaban el habla.
—Si te corres dentro te mataré.
Sonrió contra la almohada cuando oyó la pequeña carcajada de la rubia.
—Nos vemos en mi funeral entonces —murmuró con gracia—, porque no hay manera en que no me corra dentro de ti cuando te sientes así de deliciosa.
Jennie rio con ella.
—Eres insoportable.
Roseanne salió de su interior para darle la vuelta sobre la cama y, ahora de frente, volvió a penetrarla con fuerza. Se unieron en un beso desordenado, sus cuerpos sudorosos se movían uno contra el otro acelerando el ritmo, sintiendo que cada nueva estocada las enviaba más cerca de caer por el borde del placer.
Jennie sintió el cuerpo contrario tensarse sobre ella, el rostro de Roseanne se contrajo en una expresión de placer y sus gemidos murieron en sus labios, y cuando sintió el espeso y caliente semen ser liberado en lo profundo de su ser se dejó arrastrar por un orgasmo más demoledor que el anterior. Su espalda se arqueó y sus piernas se contrajeron alrededor del cuerpo entre ellas, arañó con fuerza la espalda de la rubia sintiendo sus músculos tensos bajo su toque, seguía recibiendo pequeñas estocadas que alargaban las corrientes de placer, erizando su piel y arrancando pequeños gemidos de su interior.
Unos segundos después llenos de espasmos y las últimas gotas de placer, el cuerpo de Roseanne cayó sobre el suyo, exhausto y agitado, Jennie la acercó en un pequeño abrazo y se quedaron así durante un tiempo.
Luego de unos minutos Roseanne habló.
—Debo irme.
Jennie comenzaba a sentirse adormilada, así que respondió con un sonido incomprensible mientras la dejaba ir, acurrucándose sobre su cama.
Antes de caer dormida susurró:
—Ahí está el baño, puedes lavarte antes de irte.
Sintió un pequeño beso sobre los labios, seguido del frío de la noche sobre su piel, y cayó dormida.
El sol de la mañana sobre sus párpados la despertó, cuando se abrió los ojos las memorias de la noche anterior inundaron su mente inmediatamente, su cuerpo desnudo tapado con una manta y sus muslos pegajosos eran la prueba de que no había sido un sueño, de que realmente había follado con la persona que se suponía tenía que asesinar.
Se estiró para tomar su celular sobre su mesita de noche y lo desbloqueó viendo una notificación de su cuenta bancaria; veinticinco millones de wones habían sido transferidos desde una cuenta anónima con un mensaje acompañándolos:
"Los 5 millones extra son por lo exquisita que resultaste ser, fue un placer hacer negocios contigo. Nos volveremos a encontrar, no puedo esperar para follarte de nuevo. -RP"
Jennie sonrió, con veinticinco millones más en su cuenta y una buena follada no podía sentirse más realizada.
Que agradable era hacer negocios con Roseanne, negocios lujuriosos.
*25.000.000 KRW = 18.500 USD aprox.
Este one shot NO es de mi autoría, créditos correspondientes a Fletauren.
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