Parte uno.
Sintió unas manos sobre las sábanas. No quería despertar. Esas manos lo tocaban a su libre antojo, pero él no hacía nada para evitarlo.
Esas extremidades comenzaron a tocar sus zonas más sensibles con una delicadeza increíble. Podía sentir esa respiración, exigiendo un poco más de él a cada paso.
Lo destapó y lo desnudó poco a poco.
Minho no veía nada, pero lo sentía todo. Fuese lo que fuese eso, lo estaba volviendo loco.
Sacó el miembro masculino de Minho al aire y comenzó a masturbarlo rápidamente, a veces lo hacía con ambas manos o dándose pequeños descansos a cada una.
Daba igual, siempre lo hacía correrse más de una vez. Minho no sabía sí estaba soñando o sí realmente había alguien allí con él. Solamente se dedicaba a disfrutar.
Eso, lo controlaba a su puto antojo. Además de masturbarlo, rozaba sus largos dedos contra el ano apretado de Minho.
Parecía prepararlo como sí estuviera a punto de follárselo, comenzó a meter un dedo, después fueron dos y al siguiente punto, tenía cuatro dedos dándole un placer infinito. Sentía esas manos dándolo vuelta, el famoso “trasero levantado”. Pudo sentir algo similar a un pene erecto contra su trasero pálido y cuando estaba a punto de ser embestido, la alarma lo despierta. Sacándolo completamente de su fantasía y haciéndolo caer en la cruda realidad.
Lee Minho empezaba su día con un dolor en su zona baja, pidiendo a gritos que esa tensión sea liberada. Y con sábanas que cambiar nuevamente.
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