Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XX - El Destino de Heitor

Después de correr mucho para alejarse de aquella prisión, Luna hacía autostop en la carretera y un camión paró al ver a la joven desesperada haciendo señal con el dedo pulgar. Ella agradeció y entró. De repente, vio a lo lejos una patrulla de la policía civil viniendo en su dirección. Pensó en pedir ayuda, pero se acordó de lo que Heitor le había hablado sobre el apoyo de policías a su plan maquiavélico. Se agachó dentro de la cabina amarrando los cordones de su tenis izquierdo para disimular. No quería que la vieran. Decidió irse de allí lo más rápido posible para encontrarse con Fabio. El camionero la dejó que utilizara su telemóvil para avisar al novio.

— Luna... ¿Eres tú? Dime dónde estás para que vaya a buscarte.

— Conseguí que un camionero me llevara y en breve llegaré al centro. Encuéntrame frente a la Iglesia de San Francisco en la Laguna de Pampulha de aquí a unos 30 minutos.

— Estoy yendo...

En el sentido contrario de la carretera, esta vez vio el coche de Heitor marchando en su dirección. Se agachó de nuevo esta vez atándose el tenis derecho. Después de verle pasar, respiró aliviada.

El conductor se quedó mirándola, pareciéndole todo aquello muy raro, pero Luna prefirió no decir nada sobre el secuestro, porque no quería que la policía lo supiera. Necesitaba pensar en lo que hacer a partir de aquel momento para minimizar el peligro.

Heitor conducía apresurado. Hacía algunos minutos, antes de entrar en el coche, le envió un mensaje a la hermana avisándole sobre la hija; pidiéndole que la dejara conversar con Luna hasta que él llegara.

No entendiendo nada de lo que él decía, ella decidió llamarle.

El telemóvil de él sonó en el sistema altavoz.

— Heitor, explícame lo que está pasando. Isabela estaba hace poco en la cocina y ha subido a su cuarto.

— Corre a la casa antigua y ve cómo está Luna. Yo la vi charlando con Isa por las cámaras; hace una media hora.

— Está bien. Agitado con la noticia que acabara de recibir, pasó a conducir en alta velocidad.

Carla corrió y vio la puerta de la casa antigua abierta; los perros encerrados en el canil. Asustada, entró corriendo para buscar a la víctima y lo peor ya había sucedido. Fue hasta el canil y lo abrió. Tal vez hubiera tiempo de encontrar a la joven en el jardín.

Los perros salieron ladrando como fieras, oliendo el rastro acompañados de cerca por Carla, hasta que llegaron al portón. Ella concluyó que la muchacha había escapado. Miró hacia todos los lados y no había ninguna señal de la fugitiva. Nerviosa, cogió el móvil.

— ¡Se ha escapado!

— Cálmate que estoy llegando.

Algunos segundos después, un ruido de coche frenando bruscamente fue oído allí afuera.

Heitor entró y le dijo a la hermana:

— ¿Pero, cómo has podido dejar que pasara esto?

— Isa debe haber cogido la llave y fue hasta donde estaba Luna.

— Eso lo vi por las cámaras. ¿Pero cómo pasó por los perros? Son bien entrenados.

— Los dos estaban encerrados en el canil.

— Isabela la ayudó. ¿Cómo no pensé en eso? Mi hija es ingenua y no tiene la culpa. Yo fui un idiota.

Después de que conversaran con la adolescente y se dieran cuenta de que ella lo hiciera debido a la empatía y sus ganas de conocer a otras personas, ellos decidieron no tocar más en el asunto delante de ella. La niña no podía saber sobre el crimen, tal vez ni aceptaría la motivación.

Heitor fue a su cuarto, cogió su arma y salió tras Luna. Avisó también a Sandra, que le pidió al inspector Peçanha que intentara encontrar a la joven.

Luna llegó al lugar acordado frente a la iglesia y allí estaba su novio aflicto esperando por ella. Cuando la vio, se acercó, la besó y se abrazaron, ambos sonriendo con el reencuentro. La levantó por alto y giraron en la puerta de la iglesia.

— Amor mío. ¡Menos mal que has vuelto! Estaba angustiado y puse una denuncia en la comisaría. Pero lo que importa ahora es tenerte aquí cerca de mí. ¿Qué pasó?

— Heitor me secuestró.

— ¡Aquel crápula desgraciado! Tenemos que avisar a la policía.

Ella le contó sobre la motivación del crimen y que gente dentro de la policía parecía estar ayudando al criminal. Fueron a casa de Fabio; allí conversaron nerviosos y decidieron que no irían a la comisaría a pedir ayuda.

Pensaron en prepararse para viajar y salir de Belo Horizonte en aquel instante. Fabio llamó a sus amigos para saber si algún conocido de ellos conocía a algún policía o fiscal en las ciudades por los alrededores de la capital. Así disminuirían los riesgos de la influencia a que Heitor se había referido.

Luna comió con sabor de libertad y tomó una ducha caliente para descansar de aquellos momentos tan fríos que pasara. Cogió el bolso e ingirió medio comprimido. Fabio la miró.

— En este caso hasta a mí me dan ganas de tomarme uno también, pero tengo que estar sobrio para protegerte, cariño – dijo pasándole la mano por la frente, arreglándole el pelo.

Heitor y Sandra se encontraron para trazar un plan. La mujer sabía que tenía que ayudarle. De todas maneras, ella quería que él hiciera el trabajo sucio; se quedaría escondida, en las sombras. Si algo saliera mal, ella no tendría nada que ver con aquella incursión.

Él fue a la casa de ella y lo premeditaron todo. Sandra monitoreaba todo desde el confort de su hogar y el inspector Peçanha les cubriría junto a uno de los guardas de ella. Había también el comisario a quien apelarían en el caso de haber algún problema.

Durante el recorrido hasta la casa de Luna, Heitor encontró a Peçanha y el hombre de seguridad de Sandra Sottyo. Los tres bajaron del helicóptero en el ático de un edificio cerca de donde Luna vivía, y ya en este, inmovilizaron al portero y el de más experiencia de ellos fue directo a la caja metálica que controlaba la red de seguridad y desconectó el circuito de las cámaras del condominio.

— Pueden entrar – murmuró este haciendo una señal silenciosa con dos dedos de la mano derecha para que el colega entrase junto con Heitor.

Abrieron la puerta de acceso a las escaleras del edificio y uno de ellos bajó hasta la portería, todos utilizando pasamontañas cubriéndoles todo el rostro.

El inspector que sorprendiera al portero llegó en aquel momento al pasillo y todos se miraron.

— El tipo duerme como un lirón.

— ¡Buen trabajo! – Dijo Heitor satisfecho con el apoyo.

— Llámala tú, porque ella conoce mi voz – dijo el farmacéutico.

El sujeto tocó a la puerta algunas veces como si estuviera nervioso.

— ¡Señora... señora! Tenemos un problema en el edificio. Uno de los apartamentos está en llamas. ¡Por favor, salgan todos... tenemos que evacuar! ¿Cuántas personas hay en esta unidad?

Después de gritar varias veces, nadie atendió. Reventaron la puerta que hacía pocas semanas había sido arreglada.

Al entrar, verificaron que no había nadie en el apartamento.

— Pensé que ella fuera ingenua al punto de venir a casa, pero me equivoqué. Pídele a alguien en la comisaría que encuentre la dirección del novio de la chica. Ella debe estar allí.

Tras consultar la dirección de Fabio, los hombres volvieron al helicóptero y fueron hasta otro edificio cercano al apartamento de Fabio. Como sabían que ella probablemente, tendría la compañía del trader, esta vez fueron con más cautela, los tres armados.

Repitiendo la invasión anterior, después de inmovilizar al vigilante del edificio, desconectaron los sistemas de cámaras e iluminación.

Fabio y Luna salían por el pasillo y ya habían llamado el ascensor. De súbito, el edificio se quedó como la brea. Ellos conectaron las linternas de los telemóviles y bajaron con cuidado por las escaleras.

El hombre de seguridad de Sandra subió por la escalerilla de emergencia en la lateral del edificio y llegó al pasillo del sexto piso donde Fabio vivía. Se puso a vigilar con una linterna. El inspector Peçanha que le seguía llegó también y derribaron la puerta entrando al apartamento de Fabio, revistando las habitaciones con atención.

En el tercer piso, Luna gritó aterrorizada cuando se tropezó con Heitor subiendo las escaleras. Él sacó una jeringa del bolsillo con la mano derecha y fue a encuentro del cuello de ella. Luna, al recibir una pequeña dosis del sedante, cayó sobre los pies de Heitor en el pasillo.

Fabio que venía atrás, le dio un puñetazo en la cara a Heitor, que respondió con otro en el rostro del rival. En seguida, saltó sobre él, y el oponente reaccionó dándole otro golpe en el estómago. Se enzarzaron y rodaron por el suelo, en una lucha corporal intensa.

Cuando tuvo una oportunidad, el farmacéutico le dio un gancho de derecha a Fabio, dejándole KO. El chico se quedó inerte, estirado en el suelo del pasillo en el tercer piso. Oyendo el ruido, los otros compinches salieron del apartamento con sus armas en puño en dirección a ellos.

Heitor se recompuso y empezó a preparar otra jeringa, retirando esta vez un medicamento letal de un frasco para aplicárselo a Fabio y eliminarle de una vez.

— Esto ya ha ido demasiado lejos – dijo el farmacéutico irritado. – Otro más que ya no me va a estorbar.

Estaba dispuesto a acabar con la vida de Fabio allí mismo, pero Luna despertó, llegó por detrás de él, tambaleándose, y le rompió una maceta en la cabeza. El enemigo se derrumbó sobre la alfombra.

Ella se acercó a Fabio intentando despertarle dándole unas bofetadas suaves. Mientras lo hacía, Peçanha llegó por detrás de ella. Le puso el arma en la cabeza, cuando ella estaba arrodillada sacudiendo al novio.

Heitor despertó poniéndose la mano en la cabeza. También cogió su arma y se la apuntó a Luna con rabia.

La joven con las manos en alto dijo con la voz desacompasada:

— Calma, Heitor, no hace falta que desgracies nuestras vidas. Pensé en Isabela y en todo lo que puedo hacer por ella. No es necesario que acabe de esta manera.

El guarda también le apuntó el arma.

— Ahora dices eso... — Se pasó el dorso de la mano por la boca para limpiarse la sangre que le resbalaba de la boca.

— ¡Está bien! Yo te paso la fórmula del Eternal. – Dijo ella viendo el fin acercarse como un caballo al galope.

— Digita la fórmula aquí en mi telemóvil – dijo él abriendo el aplicativo de apuntes.

Allí abajo, el otro guarda del edificio que había llegado para su turno, vio al compañero en el estado en que se encontraba y llamó al equipo de ayuda.

El coche de la seguridad privada que estaba cerca llegó con cuatro guardas más y subieron para ver lo que ocurría, todos portando sus pistolas.

A estas alturas, los vecinos ya habían avisado de dónde partía el ruido y algunos de ellos estaban en las puertas del pasillo en el piso observando, curiosos. Algunos tenían sus telemóviles en las manos filmando toda la acción. Patrullas de la policía militar llamadas por el servicio de emergencia también fueron enviadas al lugar.

Allí arriba en el tercer piso, sabiendo que era el fin, en un ímpetu de salvar la propia vida, Luna cogió el móvil del bolsillo de Fabio y se lo tiró a Heitor, estiró el brazo alcanzando la jeringa en el suelo, que estaba lista para usarla en su novio; saltó encima del farmacéutico para atacarle.

Peçanha no dudó; apretó el gatillo de su arma. Disparó y acertó un tiro en el abdomen de Luna. Antes de caer, ella le clavó la aguja en el cuello a Heitor con el propio veneno que él había preparado. Aun herida, empujó el émbolo inyectándole todo el líquido en la corriente sanguínea.

Aterrorizado y sin acción, Heitor giró los ojos mirando a Luna, que caía ensangrentada al suelo.

Al encontrar a Peçanha armado y apuntando el arma hacia Luna, uno de los guardas del edificio, que había llegado en aquel instante, disparó y le acertó dos veces. El policía se derrumbó en el suelo, sin vida.

El otro bandido levantó las manos y entregó el arma, al ver al equipo llegar.

Fabio despertó con un fuerte dolor de cabeza y se quedó aturdido al ver a Luna inerte en el suelo. La abrazó e intentó despertarla, sin éxito. Empezó a hacerle un masaje cardíaco para mantener la oxigenación del cerebro. Los guardas llamaron a los paramédicos, mientras socorrían a la joven.

Ella fue llevada en ambulancia a un hospital de referencia para el tratamiento. Después de una operación de emergencia, se quedó en el hospital para recuperación. Su estado era grave.

Él aguardaba el resultado de la operación en la sala de espera. Miraba curioso cuando el médico pasó por la puerta trayendo la noticia.

— ¿Usted es el marido de la paciente Luna?

— Puede decirse que sí, doctor. Soy su prometido. ¡Por favor, dígame cómo está!

— La operación fue un éxito. Pero su estado requiere cuidados. La bala atravesó una vena importante y lesionó el intestino grueso. Tuvimos que hacerle una colostomía y deberá permanecer con la bolsa durante tres meses. Después, si todo transcurre bien, vamos a proceder a una segunda operación para retirar la bolsa.

— Gracias, doctor – Fabio estaba aliviado por saber que Luna sobreviviría.

— Por la noche, podrá visitar a la paciente. Ahora está recuperándose en la sala posoperatoria.

Poco a poco, la farmacéutica se restableció completamente y pasó a tener una vida normal. Mientras tanto, Fabio mandó a un carpintero arreglar la puerta de su apartamento y del de Luna.

Después de algunos meses, ella fue a casa de Carla junto a Fabio y vio que ella cuidaba bien de Isabela.

— Perdóname Luna, por todo lo que hice. Mi hermano perdió la cabeza y estamos muy tristes con lo que pasó.

— Carla, en verdad, yo creo que tú también deberías pagar por el crimen, pero sé que Isabela te necesita para cuidar de ella. Tu sobrina es una niña maravillosa y merece todo lo bueno de esta vida.

Fabio fue al coche y trajo una maleta.

— Te agradezco mucho por no denunciarme, Luna. Voy a continuar haciendo lo que pueda para ayudar a Isabela.

— Ya lo sé. Por eso os tengo una sorpresa – Fabio puso la maleta sobre una mesa y Luna la abrió – Aquí hay Eternal para Isabela tomar durante un buen tiempo. Cuando se acerque al término de la validad, avísame y enviaré más. Lo preparé en el laboratorio Urano donde trabajo ahora. Pero nadie lo sabe, pues decidí fabricar solo las dosis para Isabela, en gratitud por haberme salvado. Por favor, guarda nuestro secreto.

La niña observaba con lágrimas en los ojos a las dos conversando.

— Claro que lo guardaré. Muchas gracias, Luna. Una vez más, perdóname por todo lo que te hicimos. Mi hermano cometió un grave error y lo pagó con su propia vida. Pero créeme, era un buen sujeto. Con algunos vicios y obsesiones como es propio de muchas personas.

— No necesitas disculparte, Carla. Yo casi perdí la vida también y escapé por un tris. Quiero ayudar a Isabela porque me gusta ella; sé que tú la amas y deseo que seáis felices.

Luna miró a Isabela.

— Gracias por salvarme la vida.

Entonces miró de nuevo a Carla.

— Si tenéis algún problema con el plan de salud o con el tratamiento de los ojos, Fabio y yo estamos dispuestos a costear los gastos.

— No te preocupes Luna. Mi hermano y yo teníamos buenas reservas guardadas. Además de eso, él hizo un buen seguro de vida pensando en la hija, pero de cualquier manera, agradezco la ayuda.

— Cuida bien de ella.

— Siempre viví para eso.

Ellas se despidieron y Luna abrazó a Isabela.

Luna miró hacia atrás al salir y, silenciosamente, lloraba traspareciendo en sus lágrimas la compasión que sentía por la niña, porque ella viviría sin padre, el mismo sentimiento que a ella le había traído tantos problemas.

Se acordó de su propio padre que la abandonó cuando ella era sólo una niña.

Sandra Sottyo se quedó en el anonimato y el comisario la protegía, incluso borrando cualquier prueba de su conexión con el crimen. El personal de seguridad que había ayudado a Heitor, recibió una buena cuantía para quedarse en silencio y obtuvo la defensa de los mejores abogados de la capital. Nada de aquellas noticias salpicaría la reputación de ella y del laboratorio Titán.

En el entierro de Heitor llovía. Carla e Isabela ambas vestidas de negro, lloraban emocionadas por la añoranza. A su lado, Sandra Sottyo también marcaba presencia para prestigiar al examante y colaborador. A su lado, estaba el comisario, que quería ocupar el espacio vacío en la vida de ella, quien también tenía los ojos llorosos y pensaba que quedaría más difícil la creación del Eternal.

A partir de allí, con la ayuda de Fabio, Luna redujo drásticamente su ingestión de medicamentos, utilizándolos con prudencia.

En casa de Sandra Sottyo, la tristeza reinaba.

Después de volver del entierro la mujer abrazó a su hijo, mientras reflexionaba sobre pasarle el comando de la empresa en el futuro. El rumbo que su marido y Heitor siguieron no tenía vuelta. No podía permitir que su hijo se embarcase en el mismo. Decidió olvidar el Eternal.

El niño miró el semblante lloroso de la madre y le preguntó:

— Mamá, ahora que Heitor se fue también. ¿Por qué él y papá murieron?

— Hombres malos los mataron. Desgraciadamente, tu padre estaba en la hora y el lugar equivocados.

— Cuando crezca, voy a agarrar a quien le hizo eso a mi padre.

— No, hijo mío. Quiero que vivas mucho y olvides eso. Ahora sólo te tengo a ti y no puedo perderte. Te amo, querido mío.

— Yo también te amo, mamá. Pero un día voy a descubrir quien se llevó la vida de mi padre. Te lo prometo...

_________________________

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro