Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XVII - El Adiós de Otto

Al día siguiente, al llegar a las dependencias de la firma, Paulo y Heitor tuvieron una sorpresa desagradable. Encontraron el caos en el sistema informatizado. Ellos estaban en la sala de dirección en discusiones acaloradas. Ingenieros de Tecnología de la Información y técnicos locales, además de otros venidos de São Paulo manejaban los computadores intentando desvelar el enigma.

— ¡Qué porquería, Heitor! ¿Qué rayos de virus es ese que ha invadido el sistema? Hasta mi móvil está enloquecido. Todo lo que se conecta a nuestra red para de funcionar.

— ¡Hackers desgraciados! Deben estar queriendo espiar nuestro trabajo – el jefe de investigaciones también estaba furioso.

— Señor, vamos a tardar en arreglar las cosas. Los antivirus más actualizados no reconocen a los invasores. Los ingenieros de la matriz tendrán que estudiarlos para desactivarlos – el responsable por la empresa contratada para investigar el ordenador cuántico y los virus les interrumpió.

— ¿Qué puede haber causado esto? – Paulo estaba curioso.

— Sin duda, fue alguien con acceso al sistema – respondió uno de los técnicos.

— Está bien. Haz lo que sea necesario para arreglarlo. Quiero que descubráis también quién fue el responsable por esta catástrofe.

— Vamos a tardar mucho...

— No importa. ¡Arregláoslas con esa porquería!

El director del equipo salió de la sala seguido por los otros, y Paulo encaró a Heitor.

— Entonces. ¿Quién te parece que puede haber hecho ese desastre?

— Nuestro personal antiguo es de confianza y están muy envueltos en la investigación; tenemos protocolos de seguridad muy rígidos. Pero puede haber un espía industrial entre ellos.

De repente, la secretaria de Paulo entró en la sala.

— Hay un inspector de policía afuera queriendo hablar con usted.

— Puede ir a buscarle y tráigalo aquí.

Heitor miró a Paulo preocupado, cuando ella salió:

— ¿Será que han descubierto algo sobre la invasión de la casa de Luna?

— No te preocupes, es uno de los míos – dijo este mirando la cámara de seguridad.

La secretaria abrió la puerta. Heitor, que quería huir de la situación, dijo:

— ¿Quieres que yo salga, Paulo?

— No. Quiero que estés presente.

Después paulo miró hacia la puerta:

— ¡Peçanha! Qué placer verte.

— El placer es mío. Tenemos que hacer una de aquellas barbacoas de antiguamente con el comisario.

— La vida está ajetreada. Pero me acordaré de eso. Entonces, ¿tienes algo para mí?

— Hicimos una búsqueda minuciosa en la casa, después de que los otros salieron. Fuimos de paisano y nadie nos vio. Borramos todos los vestigios del hurto. También investigamos la vida pasada de la tal Luna y de las personas cercanas.

— ¿Qué descubristeis?

— Ella salió con un tipo que trabaja con acciones, pero ya no están juntos.

— Eso ya lo sabemos.

— En cuanto a la chica, su ficha es más limpia que la sala de esterilización de un hospital. Pero hay algo extraño con sus amistades.

— ¿Qué es? – Paulo se puso aún más curioso.

Heitor lo observaba todo admirado con la sumisión del policía a su patrón.

— Un sujeto llamado Otto. Fue la primera persona a la que llamó desde su número personal después del suceso. El vecindario dice que es un frecuentador asiduo de la casa. Buscamos informaciones sobre su pasado y simplemente no hay. Es como si el sujeto apareciera de la nada.

— ¿Cómo?

— Lo único que sabemos sobre él es que trabaja como profesor de Física en la escuela en la que la fallecida madre de Luna enseñaba. Allí dijeron que él era un amigo de la madre de la joven; que ellos eran como uña y carne, siempre juntos. La directora dice que él es un excelente profesional; recogimos su documentación para investigación. Entró en el empleo pasando en todos los testes en primer lugar.

— Quiero que lo descubras todo sobre ese Otto.

— Descubrimos que usa documentos falsos. Inclusive el comprobante de residencia que dejó en la secretaría de la escuela. Pero ya le seguimos y verificamos que vive en una buhardilla en el suburbio de la ciudad. Es un tipo muy sencillo. Vida de profesor en Brasil no es fácil realmente...

— Los profesores deberían ser más valorados – comentó Heitor.

Paulo se volvió hacia él.

— Nosotros no somos políticos. ¡Quiero que todos ellos se fastidien! Enfoca en nuestro problema que es más importante. ¿Alguna vez ella te habló sobre ese sujeto, Heitor?

— Nunca. A Luna no le gustaba hablar sobre su vida personal. Solo sentía mucho el problema de la madre; eso ella lo compartía con nosotros en el sector de investigación, tal vez para desahogarse.

El inspector continuó:

— Como imaginé que me pedirías que investigara a fondo al hombre, le pedí a mis amigos de la policía federal que averiguasen y flipad, no encontraron nada de su vida pasada. No tiene formación escolar, registro en notarías, parientes, nada... Sólo tiene una cuenta bancaria con valores módicos. El tipo es ficha limpia. ¿Quieres que le arrestemos para intentar sacarle alguna información?

— Hay alguna cosa muy inusitada en esa historia. Luna tenía un ordenador que nunca vimos en la vida, ni siquiera los ingenieros más reconocidos del País conocen este tipo de máquina y tiene un amigo sin pasado. Quiero que invadáis la tal de buhardilla y descubráis todo lo que podáis. Tal vez yo vaya con vosotros. Me parece muy extraño todo esto.

— Mandaré al personal hacer una operación e investigarle para ti. En cuanto a la invasión, puedes ir con tus hombres que yo hago la protección como hicimos la otra vez.

— Gracias, Peçanha. Serás bien recompensado. Mañana dale una mirada a tu cuenta. Mandaré a mi secretaria hacer un ingreso hoy mismo.

— Estoy a disposición. Como siempre eres muy generoso.

— Los amigos están para eso.

Cuando el policía salió, Paulo le dijo a Heitor:

— Esta vez quiero ir personalmente.

— ¿Quieres que vaya también?

— No, quédate aquí y dale andamiento a las investigaciones. Haz lo que sea necesario para que los tipos arreglen nuestro sistema. Sin esto, somos como hombres de las cavernas.

Por la noche, en casa de Luna, Otto llamó por el interfono. Ella tomaba un analgésico para el dolor de cabeza y algunas vitaminas para fortalecer su organismo en la prevención contra el COVID. Aun vacunada, sabía que algunas variantes circulaban por Brasil. Poco a poco, ella intentaba disminuir los medicamentos recordando las palabras de su madre y hasta encendió un incienso de lavanda para perfumar el ambiente.

— Luna, necesito hablar contigo.

— Puede subir.

La joven abrió la puerta, de la cual ya le había pedido al síndico que providenciara el arreglo.

— Hola, Otto. ¿Por qué no ha mandado un mensaje?

— Tengo algo importante que decirte. He pensado bien en la noche pasada y creo que estás corriendo riesgo de muerte.

— ¿Por qué?

— Los tipos invadieron tu apartamento. Se llevaron los ordenadores buscando la fórmula y les insertamos un virus terrible en su empresa. Van a escupir avispas por la boca, y créeme, estas pican y tienen veneno... Tengo mucho cariño por ti así como lo tenía por Solange. No quiero que te pase nada malo.

— ¿Y qué pretende hacer?

— La idea es la siguiente: a causa de este presentimiento de peligro, me gustaría que fueras a vivir en una casa que he alquilado un poco más lejos de la ciudad. Por lo menos hasta que estemos seguros de que estás fuera de peligro.

— ¿Pero cómo? ¿Usted alquila dos casas?

— El dinero que gano en la escuela es solamente para mí. No tengo otros gastos y yo siempre fui un poco paranoico con seguridad. En el futuro, construí un bunker que es un lugar para esconderse en caso de catástrofes. El lugar en el que me gustaría que te quedaras es protegido de esa manera que te he dicho.

— Antes de cualquier cosa, quiero ver el lugar.

— Deberías pedir un permiso en el trabajo y esconderte, por lo menos hasta que la situación se calme. Podemos ir allí por la mañana. Se tarda más o menos una media hora para llegar.

— Está bien. ¿Puede ser a la hora de la comida? Voy a intentar conversar allí en el Urano mañana y conseguir un permiso o adelantar mis vacaciones.

— Tal vez sea mejor hasta que salgas de ese empleo. Yo consigo costear tus gastos hasta que no haya más peligro.

— Me parece que está usted exagerando.

— No le abras la puerta a nadie. Cualquier desconfianza llámame inmediatamente.

Se despidieron. Ella le acompañó a la puerta y se quedó mirándole. Pensó en sus palabras y sintió que debido a las cosas que habían ocurrido con la invasión de su casa y la desaparición de Bete, él tenía razón.

Cuando Otto llegó a la portería, dos coches le observaban. Uno de ellos era de los hombres del inspector Peçanha que vigilaban a Otto.

El otro era de Fabio que no aguantaba esperar al fin de semana e intentaba crear valor para subir y hablar con Luna, pero cuando vio al profesor tuvo un ataque de celos, arrancó el coche y se fue.

Al otro día, Otto fue hasta la otra casa para comprobar si estaba todo bien y llevar algunas cosas para que Luna se sintiera cómoda, como toallas de baño, sábanas y utensilios femeninos nuevos.

Estaba muy preocupado con la seguridad de ella, visto que Paulo era un hombre peligroso. En seguida, se fue sin percatarse de que allí en el cielo un dron le seguía a una buena distancia.

En el laboratorio Titán, el ingeniero jefe de TI conversaba con el dueño y le pasaba el primer informe de los especialistas:

— Nuestros antivirus no consiguieron descifrar los códigos que invadieron el sistema. Son totalmente desconocidos. Pero de una cosa ellos están seguros: vinieron del tal ordenador virtual que se autodestruyó.

— Entonces partió todo de Luna. ¿Pero cómo puede una simple joven haber hecho aquello? Creo que el tal amigo misterioso debe tener relación con eso.

— Como no es posible destruir los virus; vamos a crear un sistema desde cero y aislar el antiguo. También hospedaremos el programa de Titán en una nube cibernética más moderna. Así la empresa no correrá riesgos – dijo el ingeniero jefe.

— Haz lo que sea necesario para poner Titán en orden. Te agradezco las informaciones.

— ¡Qué porquería! Vamos a perder todas las informaciones sobre la fórmula del Eternal de nuevo – se quejó Heitor.

— Vamos a tener que pensar en otra salida.

Después de recibir el informe sobre la casa de Otto en los alrededores de la ciudad, el empresario Paulo, ahora más desconfiado que nunca, llamó a cuatro empleados. Estaban vestidos con trajes negros. Irritado, miró al jefe del grupo.

— Vamos a la casa de ese desgraciado. Es más que lógico que él tuvo algo que ver con la invasión de nuestro sistema. La chica es muy ingenua para haber hecho eso.

— Pero jefe, él debe ser peligroso.

— ¡Peligroso fue meterse conmigo! – Paulo respondió con prepotencia.

Los de la seguridad se avergonzaron.

— ¿Qué hacéis ahí parados? ¡Moveos, imbéciles! – Vociferó. – Haced los preparativos que vamos a atrapar al tal Otto.

A la hora de la comida, Otto y Luna fueron a conocer el escondrijo. Allá encima, un dron les seguía monitoreado por el personal de seguridad del empresario. En seguida, el verdugo llegó.

Mientras el profesor le presentaba el lugar a la joven, Paulo ya estaba en el portón. El perro callejero de Otto que estaba en el patio empezó a ladrar.

Cabreado con los ladridos, Paulo puso un silenciador en la pistola y eliminó al animal. Se siguió un silencio allí afuera.

Otto desconfió de la calma repentina, miró el móvil y conectó las cámaras. Al darse cuenta de la inminente invasión, le enseñó las imágenes a Luna y dijo:

— Estamos corriendo peligro – Luna vio a Paulo y a sus hombres en el aplicativo y captó la verdad de Otto. – De algún modo nos siguieron sin que yo me diera cuenta. Hay un pasaje secreto en la pared del cuarto que preparé para ti. Allí hay un cuadro y detrás de este hay un botón que destraba la entrada. Debes apretarlo. El camino te llevará por un túnel hasta una ruta de fuga en un terreno yermo.

— Por favor, Otto. Venga conmigo. ¿Qué está pasando?

— Deben estar buscando el Eternal, o respuestas para los virus invasores. Ten mucho cuidado, querida mía. Busca a Fabio que va a ayudarte. Él te ama de verdad, estoy seguro de eso.

Si no fuera aquella ocasión, ella le cuestionaría, pero no a la hora en que la adrenalina parecía ni dejarla pensar. Ella miró su bolso.

— Tómate pronto tu medicina. No puedes tener una crisis ahora.

Ella no necesito mucho estímulo para hacer aquello e ingirió algunas píldoras, apresuradamente.

— No hay tiempo. Corre y no mires atrás.

Luna fue al cuarto. Los perros del vecindario también ladraban y pararon, de repente. Las pistolas silenciosas hicieron el servicio. Sus dueños ni se atrevieron a asomarse a las ventanas. Más drones se acercaron a la casa. El inspector Peçanha y sus hombres llegaron para dar cubertura. Salieron del coche, de paisano.

Ella entró en el pasaje secreto conforme la instrucción y Otto cerró la puerta tras ella. Él decidió quedarse para ajustar las cuentas con los intrusos. Cogió una caja, saco una granada que había comprado en el mercado negro y se la puso en el bolsillo. Se puso también una pistola en una funda en la parte de atrás del pantalón. Se quedó con el dedo en la varilla de seguridad.

Oyó más tiros y, de nuevo, el silencio.

Luna corría por el túnel donde había luces con sensor de presencia y salió al terreno del que Otto había hablado.

Mientras tanto, hombres subían las escaleras y pronto llegaron al cuarto de él. Dispararon a la cerradura y derrumbaron la puerta. Se posicionaron en parejas, hasta que otro hombre de chaqueta marrón entró. Allí abajo, en la parte de afuera de la casa, los policías lo observaban todo atentos.

— Finalmente, he encontrado al sujeto misterioso. Otto... Pensé que fuese más joven.

— Tenga cuidado con lo que dice y hace. Mis cámaras lo están filmando todo.

— ¿Cree que soy idiota? Mis hombres ya han cuidado de eso. Tengo gente en todos los sitios. Tanto que he querido venir personalmente para conocerle.

— Me parece usted muy listo. Quiere engañar a una joven inocente para robarle la investigación. ¿Por qué no actúa como un hombre de verdad y admite que ha perdido? Su laboratorio no tiene capacidad para crear el Eternal.

— ¿Cómo sabe tanto al respecto de mis planes?

— Sé mucho más de lo que usted piensa. Conozco hasta la hora de su muerte.

— ¿Quién es usted? ¿Un Dios? Pero es de carne y hueso. Puede ser muerto. Para mí es sólo un profesor miserable.

— Si supiera la importancia de un profesor, jamás diría eso. Siento mucho que no haya sido bien enseñado. Desista del Eternal. Este causará superpoblación y polución. La humanidad no resistirá.

— Ya sé. Es un eco imbécil desgraciado. ¡No le va a servir de nada! Si yo no lo destruyo, otro lo hará. El exterminio de animales, personas y florestas está en la sangre del ser humano.

— Ahí es que se equivoca. El amor está en el corazón de las personas del bien y la muerte en las personas del mal como usted, que sólo consigue ver su propio ombligo.

— Basta de conversación idiota. Quiero saber cómo llegar a la fórmula de fármaco y sé que está metido en eso hasta el cuello. ¿Por qué usted no tiene pasado? Si no me responde, tampoco tendrá futuro.

— Quien decide quien muere ahora aquí soy yo...

— ¿Le estáis escuchando? – Respondió Paulo con sarcasmo.

El empresario soltó una carcajada y miró a sus sicarios armados que reían forzadamente.

— Además de decadente, es un mentecato.

Todos rieron de Otto para acompañar a Paulo.

— ¿Qué es eso jefe? ¿Mentecato? – Preguntó uno de los matones.

— ¡Cállate imbécil! – Paulo respondió con desprecio.

— Basta de payasadas. Salgan todos de mi casa o acabo con todo el mundo.

— ¿Le habéis oído? Vámonos porque Rambo renació de las cenizas y nos va a destruir. Eliminad a ese desgraciado de los infiernos.

— Yo he avisado...

— Acabad pronto con ese idiota.

Los hombres apuntaron las armas hacia Otto, cuando él sacó la granada del bolsillo con el seguro ya fuera de ella. Asustados, los verdugos miraron el explosivo pensando en cómo huirían.

— ¿Y ahora? ¿Dónde está su coraje?

— Espera... Vamos a conversar con calma. Todo se resuelve – Paulo se aterrorizó mirando al artefacto.

— No hay remedio. Es el fin.

— Deje eso. Debe estar de broma. Póngale el seguro de vuelta. Pero eso debe ser una granada falsa.

— Vamos a probar entonces. ¡Adiós!

Otto lanzó la granada hacia los hombres.

— ¡Disparadle! – Fue la última orden del empresario, pero ya no podían hacer nada más.

— Antes de la explosión, Otto aún cogió su pistola y dio algunos tiros para defenderse.

Intentaron correr disparando hacia atrás, pero Otto se tiró al suelo para no ser alcanzado.

El artefacto explotó antes de que consiguieran la distancia para salvarse. Paulo Sottyo y sus hombres murieron en el acto. Otto desapareció en medio de la humareda. De lejos, Luna veía la explosión, incrédula, la mano sobre la boca expresando su horror ante una calamidad anunciada. Los policías allí abajo no podían creer lo que veían.

En el cementerio central de Belo Horizonte, Luna lloraba mientras el cura hacía el sermón en el funeral de Otto. La directora y los profesores de la escuela también comparecieron. Fabio lo supo por el telediario y fue allí a prestar condolencias. Estaba triste al lado de ella y todos aquellos celos tontos se marcharon como una lluvia breve de verano. Ella sintió el toque suave de la mano de él sobre la suya y se quedaron cogidos de las manos. Luna le miró.

— ¿Por qué Otto murió? ¡Era tan bueno!

— No tengo idea. Un misterio más que nunca descubriremos.

— No sé, pero donde quiera que él esté, debe estar bien, porque era una buena persona. Voy a honrar su voluntad y evitar la fabricación del fármaco Eternal – respondió con los ojos llorosos. – Tal vez ese laboratorio Titán ni siquiera estuviera cercano de la cura del cáncer como ellos anunciaron y, sólo esperaban que alguien realizase la investigación para robarle la idea. ¡Desgraciados, asesinos!

Se miraron pensativos y, tras el entierro, los dos salieron tristes, abrazados.

_______________________

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro