VI - Fabio
El lunes, el jefe de Luna, Heitor, comía con la familia en su casa cuando la hija le llamó.
— ¿Papá, me prometes que vas a volver temprano esta noche?
— Sí, hija. Te lo prometo.
Isabela, en la adolescencia, fue acometida por una enfermedad que la hacía envejecer de un modo precoz y Heitor bebía para olvidarse de eso. También sentía un gran dolor por haber perdido a la esposa en un accidente fatal.
La hermana, Carla, vivía con él e Isabela. En casa, ella era su brazo derecho. Desde que los padres de Heitor habían fallecido, él cuidó de la hermana desde niña incluso pagando su universidad. Ella se sentía en la obligación de retribuir el cariño del hermano cuidando de la sobrina.
La enfermedad de la hija era un motivo a más para que el padre quisiera la fórmula del medicamento Eternal, junto con la fama que conllevaría.
Aquel día, en el trabajo, pasó por todas las mesas confiriendo las investigaciones en los microscopios. Después fue a su sala, donde también intentaba avanzar en el estudio del fármaco que todos querían descubrir.
Se acercó a la mesa de Luna y se dio cuenta de que ella hacía algunas anotaciones en su Tablet.
— Entonces, Luna. ¿Qué es lo que tiene para ofrecernos tu equipo? Parece que tú estás más adelantada en relación a los otros.
— Mira, Heitor – ella estaba entusiasmada y quería dividir lo que descubría. – He hecho un estudio de artículos científicos sobre los animales más longevos de la naturaleza. Observa el tejido del molusco que está en mi microscopio. Es una especie del Océano Atlántico Norte. Estoy estudiando su ADN. Todo indica que tiene una proteína modeladora que regula la telomerasa.
— Muy bien, Luna – dijo él mirando sobre la mesa de ella para conferir si había señales de uso de medicamentos que pudiera criticar. – Así que tengas alguna fórmula, quiero ser el primero en saber.
Después de percibir algunos comentarios maliciosos de Heitor con los colegas de trabajo, con el fin de degradar la imagen de ella, Luna estaba guardando sus medicinas dentro de su bolso personal para que ni él ni nadie la criticaran.
La busca de Heitor por fármacos era una excusa para cuestionar la genialidad de la joven, en caso de que ella descubriera el Eternal. De alguna forma, él sabía que Luna conseguiría encontrar la respuesta, cuando ella estuviera bien cerca de la línea de llegada, él la acusaría de ser hipocondríaca para intentar descalificarla y usurpar sus descubrimientos.
Después de observar las miradas investigativas de él, ella dijo:
— He sabido que la Titán está cerca de encontrar la cura del cáncer. Imagina el Eternal prolongando la vida juntamente con terapias inhibidoras de proliferación tumoral, como quimioterapéuticos y radioterapia. Si la persona sobreviviera hasta la llegada el tratamiento completo para la enfermedad, salvaríamos millares de vidas.
— Esta es tu motivación. Todos aquí saben sobre el problema de tu madre. También tengo un pretexto fuerte, tal vez un día te lo cuente.
A ella le parecieron extrañas las palabras. ¿Qué secreto guardaba su jefe?
— Cualquier avance comunícamelo. Tengo que reportárselo al Doctor Paulo Sottyo. Está ansioso por respuestas.
— Claro que sí, Heitor. Mi equipo está trabajando arduamente en eso.
Luna sabía que si dividiera los resultados, también sumaría esfuerzos con los otros del laboratorio creando una sinergia de conocimientos. Ella no quería fama. Lo que deseaba era la cura de su madre.
Al día siguiente, la joven fue a trabajar y llegó cerca de la mesa. Vio cuando Heitor estaba sentado manejando el ordenador de ella. A su lado, una de sus colegas también observaba las imágenes, mientras conversaban curiosos.
— ¡Buenos días, Heitor! – Miró a una científica de su equipo. — ¡Hola! ¿Hay algo en que pueda ayudar?
Luna estrechó los ojos, atenta y desconfiada, al ver los cromosomas girando en 3D en el programa que ella utilizaba en su investigación. Los genes destacados eran los que ella había estudiado en los animales que vivían centenas de años y en las personas ancianas que tenían un patrón de longevidad.
— Eh... Hola. Quiero decir: ¡Buenos días! Yo, yo, sólo quería ver el funcionamiento de la máquina. Le pedí a Roberta para conectar y adelantar tu trabajo.
— Fuisteis bastante específicos. Ya habéis abierto mi programa y todo. Cuando necesitéis alguna información sobre mi trabajo, basta con que me lo preguntéis. Recordad que somos un equipo y trabajando juntos conquistaremos nuestra meta de modo más fácil. Además de eso, Heitor, tú eres el jefe.
— Espero haber ayudado – dijo él avergonzado. – Creo que voy a tomar un café. ¿Me acompañas, Roberta?
Los dos salieron en silencio.
— Cualquier cosa, estaré a disposición – dijo la colega sin encararla.
Luna empezó a percibir un interés anormal de Heitor en el trabajo que ella desarrollaba.
Decidió que a partir de aquel momento sería más discreta con su línea de investigación. ¿Si él quería saber alguna cosa, por qué no le preguntaba? ¿O había algo más?
Ella continuó observando los genes, mientras hacía anotaciones en su Tablet. Fue cuando empezó a entender que algunos trazos de ADN estaban presentes en las personas que vivían más. Cada vez más, se acercaba a la creación del Eternal.
Lejos, Heitor tomaba su café acompañado por Roberta y Paulo Sottyo. Las miradas fijas en la farmacéutica demostraban el apetito en el probable descubrimiento de la droga que cambiaría el tiempo de vida de toda la humanidad.
Para Paulo Sottyo, muy ambicioso, tener la fórmula del Eternal le haría aún más rico. Junto con el medicamento para el cáncer que su equipo estaba a punto de descubrir, tendría dos fantásticas conquistas en su poder. Había un laboratorio extranjero interesado en la investigación sobre la longevidad y Paulo había concertado una reunión con los ejecutivos para empezar las negociaciones.
Heitor podría tratar a Isabela, su hija, con el Eternal y salvarla de la enfermedad que la hacía despertar triste todos los días. La fama con el descubrimiento sería el aditivo perfecto.
De repente, un mensaje apareció en el aplicativo de Luna.
> ¡Hola! ¿Podríamos vernos hoy por la noche?
> Pero quedamos en vernos el fin de semana. ¿No te va a estorbar tu trabajo? Al final, terminaremos yendo a dormir más tarde.
> ¡No! Al contrario. Verte renueva mis energías y me dan más ganas de vivir. Cuando inventes el tal medicamento, voy a tomármelo para estar más tiempo a tu lado.
> Está bien. Nos encontramos en el Centro Comercial, a las nueve. Voy a hacer unas horas extra hoy para avanzar en la investigación.
> Excelente.
Él puso un emoji de felicidad y ella le retribuyó con la misma carita.
Fabio, en su oficina, empezó a acordarse de cuando era psicoanalista. Cierto día, atendía a un paciente con problemas de relación con la esposa. El caso era complejo y envolvía traición.
El marido necesitaba una ayuda para divorciarse, visto que su mujer ejercía gran influencia sobre él. El médico se sentía cansado al intentar mejorar la autoestima del hombre que vivía la relación tóxica. Cuando el paciente salió, miró al techo y se pasó la mano por la frente.
Enseguida, la secretaria avisó que había otro hombre afuera, esperando para hablar con él, y que no había agendado un horario.
— Doctor Fabio, hay un abogado ahí afuera queriendo hablar con usted.
— Hoy no tengo condiciones de atender a nadie más. ¿Puede agendarle otro horario?
— El hombre dice que es urgente.
— Mándele entrar. Intentaré ser breve.
El señor con un traje gris oscuro bien alineado, se rascó el bigote, lo miró todo a su alrededor:
— Mi nombre es José Antonio – dijo sacando una tarjeta de visita del bolsillo – He venido a traerle una buena noticia y otra mala. ¿Cuál de ellas quiere oír primero?
— Señor, mi tiempo es escaso. Me gustaría que fuera lo más sucinto posible.
— Su tío Heraldo ha fallecido.
— Ya lo he sabido. Me puse muy triste. Deseo que descanse en paz.
— Entonces, como usted sabe, él no dejó herederos. En el testamento, de cuya representación estoy incumbido; le dejó todo a usted.
— ¿Qué? Pensé que había donado sus bienes. Una vez, me dijo que los distribuiría para la caridad.
— Pues esa es la buena noticia. Usted es el nuevo dueño de la fortuna del Don Heraldo. Estoy frente al presidente y mayor accionista de la Advance Top Acciones, una de las empresas líderes del mercado brasileño.
A Fabio se le abrió la boca un palmo en aquel momento. Su tío le dio una sorpresa después de muerto, porque en vida jamás le dijera que haría eso. ¿Cómo sería su vida a partir de ahora?
Aunque le gustara mucho la profesión que practicaba hacía casi cinco años, y para la cual había estudiado durante mucho tiempo, había heredado una empresa. ¿Y quién cuidaría de ella?
Sin duda, tendría que aprender a lidiar con la nueva responsabilidad. Con la facilidad que tenía para los estudios, aprendió Administración, además de contratar servicios de una consultoría. Con el tiempo, se convirtió en un gran empresario. Decidió que su enfoque sería invertir en acciones de compañías que favorecían el medio ambiente. Ya que el destino le sonriera, también haría su parte por el futuro de la humanidad.
Fabio siempre batalló por su futuro, pero en el fondo lo que le movía eran las ganas de querer siempre más. Le gustaban las ropas buenas, coches de moda y buenas viviendas. Sus oportunidades se habían multiplicado con la fortuna dejada por el tío.
Volvió en sí de sus pensamientos y, por la noche, en el horario acordado, se encontró con Luna. Después de pedir la comida, Fabio se sacó del bolsillo una cajita de terciopelo. Ella abrió los ojos como platos.
— ¿Qué es eso? ¿Otro regalo? Me estás malcriando.
— Sí, he traído un anillo de compromiso. ¿Lo usarías?
La joven abrió la cajita y allí estaba un anillo reluciente.
Luna abrió la boca con la sorpresa al ver la bella joya.
— Claro que lo voy a usar. A pesar de parecerme muy temprano para eso.
— Dame tu mano derecha.
Fabio se lo puso con cariño en el dedo anular, observado por su novia. Después, le dio su mano para que ella hiciera lo mismo.
Levantó la mano girando la palma hacia sí. Enseguida, le cogió la mano a ella orgulloso del rito que soñara.
— También sé que es pronto, ¿pero has reparado en cómo el tiempo pasa rápido con la pandemia? Dicen que la Tierra está girando más deprisa. No sé si son los aplicativos diversos que toman nuestro tiempo o las otras teorías, pero sé que necesito estar a tu lado lo máximo posible. Perdóname si he exagerado...
Ella le sonrió.
— Estoy de acuerdo contigo. También lucho contra el tiempo a cada segundo y me gusta estar contigo.
De repente, ella sintió un poco de acidez en el estómago. Tal vez fuera su preocupación constante con la madre. Cogió la bolsa de medicamentos. Miró hacia él y la metió de nuevo en el bolso.
— Con tu permiso, tengo que ir al cuarto de baño.
— Si es para tomarte alguna medicina, no hace falta que vayas. Ya he visto esa película antes.
Luna cogió el antiácido, se lo puso en la boca, sorbió un trago de agua mineral y se lo tragó como siempre hacía. Esta vez, sin necesitar disimular.
Fabio empezó a hablar sobre el tío y cómo su muerte le había cambiado la vida. Se sintió inspirado al hablar ya que estaba frente a la mujer que era también un cambio en sus planes.
Fuera de la ventana del restaurante, un dron paró y filmó a la pareja. Desde su apartamento, Otto observaba lo que ocurría y sonrió satisfecho. Parece que todo corría de acuerdo con sus planes. El dron subió hasta desaparecer en el cielo.
Luna miró hacia afuera como si sintiera que alguien les observaba, pero no había nada allí.
El profesor de Física se acostó en su cama ya usando el pijama, arrimó la cabeza a la almohada y empezó a pensar una vez más en su pasado que, paradójicamente, era parte de su futuro, y en los recuerdos de su vida anterior.
PASADO – SIGLO XXI – AÑO 2021
El agujero de gusano generado por la máquina del tiempo dejó a Otto detrás de un galpón abandonado cerca de la línea de metro. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que la ciudad de Belo Horizonte estaba diferente. Había menos edificios y un lindo cielo azul que él no veía desde su infancia.
Respiró hondo y sintió el aire puro pasar por la garganta, sin el hedor o mal gusto como era en el futuro de donde venía. Se puso la mano sobre la ropa, verificó que su máquina temporal había funcionado; toda la materia molecular había viajado intacta. Sonrió y atravesó la cerca por un hueco. Lo único que cargaba consigo era una mochila con sus accesorios tecnológicos.
En seguida, Otto paró y habló con una señora:
— ¡Hola! Por favor, ¿puede decirme donde encuentro un buen hotel en la ciudad?
— Hay uno estupendo a pocas manzanas de aquí, subiendo aquella calle y girando a la izquierda.
— Gracias, señora.
Un poco desorientado, él anduvo triste por la calle al acordarse del hijo y de su madre que dejara atrás. Decidió entrar en una tienda de libros de segunda mano, donde encontró innúmeros escritos antiguos. Allí había una cafetería, y el aroma a pan recién hecho hizo su estómago roncar. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no tenía dinero para vivir en aquella época.
Entró en un cubículo del cuarto de baño y abrió el ordenador cuántico. Conversó con la mujer virtual:
— ¿En qué año estamos, Bete?
— Las informaciones visuales, arquitectónicas y las noticias de los medios que accedí en la Internet me llevan a concluir con 99% de seguridad que estamos en el inicio de la tercera década del siglo XXI.
— Excelente. Verifica cómo funciona la red bancaria.
Inmediatamente, Bete le mostró las opciones, y él abrió una cuenta.
— He encontrado cuentas bancarias en los nombres de tus padres.
— No podría haber noticia mejor...
— Transfiere un poco de la cuenta de mi padre a la mía. Así que consiga un empleo, quiero que le devuelvas el valor. Será un préstamo efímero. Retira solamente lo suficiente para mi sobrevivencia por un mes.
— Cinco mil reales, Otto.
— No sé cómo es la variación cambial de esta época, pero creo que está bien. Dame las contraseñas.
— ¡Hecho!
— Puedes desconectar, Bete.
Después, Otto fue al banco y retiró una cuantía en el cajero automático. Fue al hotel e hizo un registro. Se dirigió al cuarto, pidió un bocadillo y un zumo. Cansado con la agitación del día, finalmente, pudo dormir un buen sueño.
Al día siguiente, así que despertó, empezó a pensar en el plan que había trazado. Compró un periódico e hizo un círculo con el bolígrafo que había en la mesita de noche alrededor de una plaza de profesor de Física. Con el conocimiento que tenía, sería fácil conquistarla. Bete le providenció documentos y los validó.
Así, Otto se volvió profesor de Física en la época en que Luna vivía y ahorró unas buenas economías viviendo solitario de modo minimalista. Pero una cosa no le pasaba por la garganta; lo que su colega de trabajo, la científica Bárbara, había hecho. En el futuro, mientras preparaba la máquina del tiempo para su fuga en el laboratorio, Bete invadió el sistema de cámaras de la Universidad y le mostró a su verdugo y a los que le acompañaban. Al ver a la mujer que estaba con sus perseguidores, sólo una palabra le vino a la mente: traidora.
Otto continuaba pensando en el pasado y volvió a la época que precediera a su viaje en el tiempo.
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