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II - Titán

Al otro día, por la mañana, Luna tomó el desayuno preparado por su madre, cogió una bolsa de plástico llena de medicamentos que llevaba consigo y abrió la cremallera. Rebuscó por entre las diversas cajitas con la mano.

— ¿Mamá, has visto mis comprimidos para la acidez? Creo que ver a tu Otto ayer aquí en casa me puso nerviosa, tengo el estómago revuelto.

Solange miró las medicinas de la hija diciendo:

— No las he visto no. ¿Quieres que te haga una infusión de congorosa? Es buenísima para la acidez. Deberías evitar el café porque aumenta el ardor de estómago.

— Ya lo sé. Me tomo el café que tanto me gusta y lo compenso con el anti acido, pero no imaginaba que había acabado. En cuanto a las infusiones, ya sabes que no confío mucho en ellas. Prefiero comprar medicinas de la farmacia. Ya pasaré por una en el camino. El señor Otto está siempre queriendo convencerme a cambiar de profesión. No aguanto más tanta intromisión. No sé cómo le soportas.

— Ya me he acostumbrado. En el fondo, es una buena persona. Creo que te considera como a una hija. Hace algunos meses, empezó a dar clases de Física allí en la escuela y nos hicimos buenos amigos.

— ¿No tiene parientes, esposa... hijos?

— Creo que no. Nunca me habló de nada sobre su familia. Me dijo que vive solo en un apartamento. Me gusta su compañía. Pero, no necesitas darle oídos a lo que dice, si eso te molesta tanto. Finge que estás de acuerdo y listo.

— ¡Está bien! Voy a intentarlo la próxima vez. Estaba yo pensando. ¿A ti te gusta Otto? Me refiero a si te gusta de aquella manera. – Luna giró los ojos.

— ¡Claro que no, hija! Es solo un amigo.

— No sé yo...

Ellas rieron. Y Luna se puso en camino a su trabajo.

Aquel día, por la tarde, Luna observaba algunos cromosomas en el microscopio y continuaba investigando la molécula del medicamento que podría estimular la longevidad. Se sentó, miró la pantalla de su ordenador. Estaba repleta de páginas abiertas en la web, decenas de informaciones relevantes sobre el proceso de envejecimiento celular. Fue cuando un hombre apareció a su lado rascándose el bigote.

— ¿Cómo está yendo nuestra científica en el primer día como contratada de la Titán?

— Hola, Heitor, para mí todo es rutina. Mis ganas de investigar que aumentaron, ya sabes... Y tiene el premio en efectivo que el laboratorio le dará a quienes descubren el remedio de la longevidad.

— ¿Y cómo está tu madre?

— Sobreviviendo... Está tosiendo mucho últimamente. De momento, las medicinas están sirviendo. Ella continúa trabajando como siempre.

— Cualquier cosa que necesites, sabes que somos amigos, además de colegas de profesión. Tú formarás parte de nuestro equipo principal ahora. Todos tienen mucha experiencia y tendrán mucho que aportar.

Él miró los frascos que Luna mantenía sobre su mesa. Cogió uno y leyó el rótulo.

— Oye chica, tómatelo con calma con estas cosas. Las drogas en dosis equivocadas pueden convertirse en venenos.

— Yo sé lo que hago. Tranquilo...

El jefe del laboratorio continuó caminando mirando las otras mesas. Luna cogió su bolso y puso las medicinas dentro. No quería que los colegas comentaran sobre su vida.

El farmacéutico jefe conversó con los colaboradores y, al volver, paró y observó la pantalla del ordenador de Luna. Los telómeros cromosómicos en 3D giraban observados por la joven científica. Él comentó:

— Todos creen que esa es la clave de la larga vida. Descubrir el mecanismo que controla la telomerasa es la respuesta que necesitamos.

— Si la enzima actúa con precisión, conseguiremos nuestro objetivo, pero si esta va más allá, puede causar cáncer. Difícil resolver esa ecuación. Hace veinte años, el descubrimiento de la telomerasa rindió el premio Novel para tres científicos. No es poca cosa. Yo creo que debe haber una manera de crear un medicamento que regule la función del enzima. Cuando lo consiga, lo llamaré Eternal.

— Eso es increíble. Hasta el nombre del fármaco ya está listo. Denominar es mucho más fácil que encontrar una fórmula. Así como escribir el título de un libro es sólo el principio... — Heitor fue sarcástico.

— Quiero ir mucho más allá del nombre, es obvio. Voy a salvar la vida de mi madre. Nadie va a impedirme luchar por eso.

Ella le miró fijamente, hablando despacio, los ojos lacrimosos, mientras la fuerza dentro de ella parecía mayor que la propia voz. El hombre se asustó con la energía expresiva de Luna y no dijo nada más. Sólo desvió la mirada y continuó caminando.

Paulo Sottyo, el dueño del laboratorio, de pie a la puerta de su sala, hizo un gesto con los dedos a Heitor y le llamó para entrar. Cerró la puerta tras de sí y ambos entraron.

— ¿Algún problema con Luna? Parecía que estabais discutiendo, mirándoos con rabia.

— No fue nada de eso. La joven está entusiasmada. Sólo que me parece que no va a ir muy lejos aquí. Toma tantas medicinas que va a acabar loca.

— Creo que exagerasteis en los comentarios. Hace dos años que es pasante con nosotros y siempre fue la mejor. Perfeccionó algunos medicamentos como solamente alguien con experiencia conseguiría hacer; la chica tiene mucho conocimiento. Basta conversar con ella para saber más. Por eso te pedí que la pusieras con los mejores.

— Vamos a ver lo que el tiempo nos va a decir. Ella está con la madre enferma y espero que eso no perjudique la parte profesional.

— Por el contrario, Heitor. El amor puede ser la mayor motivación para nuestro trabajo de investigación.

— Tienes razón. Esto es lo que también me da energía. Sabes el por qué...

— Sé lo que quieres decir. Tú tienes un motivo más para querer descubrir la fórmula del Eternal. ¿No es así que esa joven científica lo llama?

— Un motivo que vale más que toda la fama de este mundo.

— Los medicamentos que estudiamos para curar el cáncer y proporcionar longevidad son mi mayor objetivo. Seré el hombre más rico del mundo. Así que tenga la fórmula del fármaco de la longevidad, cerraré el contrato con el laboratorio alemán.

— Y yo seré el más famosos científico del Brasil.

Se miraron compartiendo una ambición que parecía ser un tractor, algo tan opresivo que no mediría esfuerzos que dañaran los sentimientos de las personas, principalmente la esperanza.

Por la noche, Luna llegó cansada. Sintió el aroma agradable de la cena caliente que la esperaba cuando entró y le dio un beso a su madre.

— ¡Oh!, que olor tan rico...

— He hecho el pollo a la cazuela que tanto te gusta.

— Gracias mamá. Pero no hacía falta que te dedicaras tanto. Tú ya trabajas y debías descansar cuando llegas a casa. Yo sé arreglármelas bien.

— Me gusta cuidar de ti.

— ¿Y cómo estás?

— Un poco cansada, pero después de la telenovela, voy a descansar. ¿Y tú? ¿Cómo te ha ido en el trabajo hoy?

— Fue todo bien. Siento que voy a conseguirlo. A veces, parece que la fórmula del Eternal está en mi cabeza, allí en el fondo, llamándome lista para salir del cascarón. Espero que no tarde.

Solange sonrió cuando Luna bostezó exhausta. En seguida, tosió y carraspeó.

— ¿Te has tomado puntualmente los medicamentos que el médico te recetó?

— ¡Claro, hija mía! Ya no soy una niña, sé sobre los beneficios del tratamiento. También he tomado unas infusiones estupendas. Mañana empezaré la quimioterapia.

— Todo va a salir bien. Tenemos que controlar la enfermedad y ganar tiempo para la cura. Menos mal que conseguí el empleo. Con el dinero, ayudaré a pagar tu tratamiento. El plan de salud está cada vez más caro. Aún más después de la pandemia.

— Por eso, hija, que no puedo dejar de trabajar, principalmente ahora. Agradezco mucho por la persona que eres, siempre pensando en mí, pero tú necesitas llevar tu vida adelante y yo no voy a durar mucho. Mientras tanto, mi alegría es cuidar de ti.

— No hables así, mami. Nosotras vamos a conseguirlo – dijo Luna acercándose a ella para enseguida envolverla en un cariñoso abrazo.

Después, fueron al cuarto de Luna y Solange la observó ingiriendo dos píldoras.

— ¿Qué medicamento es ese?

— Es gracioso, yo te pido que tomes tus medicinas y, en contrapartida, insinúas que yo no use los míos. Parece paradójico.

— No es eso. Sólo quiero que no exageres.

— Está bien. Son vitaminas para reponer posibles pérdidas durante el día.

— Pero, ángel mío, tú eres joven y tu organismo absorbe bien las vitaminas de los alimentos.

— Quédate tranquila que me siento bien así.

Luna quiso cambiar de asunto antes de que Solange empezara a darle un sermón.

— He conocido a un chico.

— ¡Guau! Con la cara que has puesto parece que te ha interesado.

— Sé que consigues leerme la mente – la joven sonrió. — Me ha pedido para salir.

— ¿Por qué no me lo contaste en el desayuno o ayer por la noche?

— Me enfadé tanto con la presencia y la charla del señor Otto que me olvidé completamente.

— De cualquier manera, buena suerte, Lu. Si te gustó, sé que debe ser buena persona. Pero ve despacio para no te hagan daño. Sabes cómo son los hombres; a veces ya tienen a alguien y sólo quieren una aventura.

— No soy tonta, mamá. Voy con cuidado... Ya me hicieron daño algunas veces. Pero me he acordado de una cosa sobre tu señor Otto; ¿viste su reló? Los hologramas en 3D mal fueron desarrollados. ¿No te parece extraño que él posea tal tecnología?

— Debe ser regalo de un amigo científico. Hay muchos prototipos de invenciones siendo testados por ahí. Las cosas están evolucionando muy rápido.

— De cualquier manera, pienso que el señor Otto esconde algún secreto.

— Desde niña, siempre fuiste muy desconfiada.

La madre puso su mano sobre la de ella.

En el aplicativo, un mensaje de Fabio le deseaba una buena noche acompañado de un emoji de alegría. Ella le devolvió el saludo y fue un poco más atrevida poniendo un corazón como respuesta.

Él sonrió satisfecho al ver el mensaje en su telemóvil. Fabio decidió que la invitaría a salir. Su vida era agitada y confiaba en que ella aceptaría.

Se había graduado como psicoanalista, pero después de actuar por cinco años, recibió la noticia del óbito del hermano de su fallecido padre.

Como no tenía herederos, el tío le dejó una empresa consolidada de inversiones en acciones.

Con la convicción de que podría ayudar a cambiar el mundo, el joven decidió direccionar los negocios para acciones de empresas con enfoque en el medio ambiente. Cursó Administración, MBA en Gestión y se convirtió en operador, uno de los mejores del mercado.

A pesar de encantarle el psicoanálisis, no podía dejar una firma del porte de la Advance Top Acciones sin un buen gestor. En vez de contratar a alguien para administrar la empresa, decidió que cuidaría del regalo valioso que recibió de su tío. El muchacho quería multiplicar su fortuna.

El viernes, después del expediente de la mañana en el laboratorio Titán, Luna estaba conversando con dos amigas cuando un chico mulato alto vestido con un traje bien alineado la llamó. Fueron a un rincón a conversar.

— Tú por aquí. ¡Qué sorpresa!

— Perdona mi atrevimiento, pero quería verte de nuevo. ¿Qué tal si salimos para comer algo después del expediente esta noche?

— Me encantaría...

— ¿A qué hora paso a buscarte?

— Puede ser a las seis de la tarde. ¿Pero, por qué no me has mandado un mensaje en vez de venir a preguntarme?

— He aprovechado mi horario de la comida y quería verte personalmente. No he aguantado esperar... En vivo siempre es mejor y el corazón que me enviaste me dio esperanzas de que te gustaría verme también. Mira como está latiendo fuerte – él la sorprendió poniendo la mano de ella sobre su pecho.

— Dime una cosa. Estas gafas... ¿Dónde te las compraste?

— Fue en una óptica en el centro de compras donde nos conocimos. Me gustaron tanto que me compré dos. Una para el día y otra para leer en el ordenador.

— Interesante...

— ¿Pero, por qué la pregunta?

— Un amigo de mi madre tiene unas igualitas.

— Debe ser coincidencia. Hay muchos accesorios parecidos por ahí.

Se despidieron y Fabio salió mirando hacia atrás fijándose en los ojos de ella.

— ¡Madre mía, que romántico! No he podido dejar de oír – comentó la amiga que trabajaba en su equipo.

— Es muy guapo, ¿no, colega? Y caidito por ti – añadió la otra.

— Déjate de rollos. Cuando nos enamoramos, hacemos esas cosas.

Todas se miraron riendo.

Después de algunas horas, terminó el expediente. A la hora marcada, Luna y Fabio se encontraron y fueron a un bar para conocerse mejor. Estaban comiendo algunos picoteos admirándose mutuamente, cuando ella dijo:

— Tú has ido a mi trabajo hoy como si ya nos conociéramos hace algún tiempo.

— Perdóname el atrevimiento. Yo sólo quería verte de nuevo.

— No necesitas disculparte, me ha gustado...

Se miraron con empatía. Fabio acerco la silla más cerca de ella y unió sus labios con los de Luna en un beso cariñoso, que debutó el inicio del romance.

En la casa de Solange, ella se sentía cansada por haber hecho una sesión de quimioterapia, cuando el teléfono sonó.

— Hola Solange. He sabido en la escuela que has salido más temprano para hacer tu tratamiento. ¿Está todo bien?

— Estoy un poco desanimada, me siento sin fuerzas. Pero poco a poco voy a recuperarme.

— Te vas a poner bien. ¿Y Luna? ¿Está ahí contigo?

— Ella ha salido con un chico. Parece que es serio.

— ¿Entonces puedo hacerte una visita? No me parece bien que te quedes sola.

— Sé cuidarme bien, Otto. Pero si quieres venir, no hay problema. Te haré un café.

— En media hora llegaré.

La madre de Luna apretó los labios, e hizo un gesto de desconfianza con los ojos. ¿Qué será que quiere él? ¿Será sólo amistad? Ella no pretendía tener una relación con él. Se sentía deprimida con su enfermedad, pero le admiraba por la inteligencia y por el hecho de estar siempre presente, principalmente en los momentos más delicados de su vida. Pasado algún tiempo, la campanilla sonó.

Otto entró y ambos fueron a la cocina, después de saludarse para iniciar una conversación.

— Entonces nuestra recién graduada fue flechada por Cupido...

— Por lo que ella me contó, es un buen muchacho. Trabaja a algunas manzanas del trabajo de ella.

— Espero que se lleven bien. ¿Y en cuanto a ti? ¿Cómo te ha ido la sesión de quimio de hoy?

— Muy dura. Me he sentido mal todo el día.

— ¿Solange, por qué no pides un permiso en el trabajo para tener un tiempo libre y hacer el tratamiento con más tranquilidad?

— Ya sabes, Otto. Luna ha empezado a trabajar ahora y ella incluso me pidió que dejase mi empleo de profesora. Pero tenemos que mantener el plan de salud. Ella tiene que afirmarse en su trabajo y dos personas mantienen mejor la casa.

— Tú sabes que si necesitas cualquier ayuda, ya me ofrecí. Mi salario da y sobra, porque vivo solitario y no cuesta nada ayudar a una amiga.

Solange miró al suelo intentando esconder la mirada de desconfianza. ¿Por qué alguien la ayudaría tanto?

Al ver la reacción de ella, él dijo:

— No debes tenerme miedo, Solange. Sé que no es común alguien ofrecer ayuda en estos tiempos, pero me siento bien contigo. Piensa que quiero ayudarte como cualquier amigo haría.

Esta vez ella sonrió un poco más aliviada de su incredulidad por tanto oír a la hija quejarse de la presencia del profesor. De repente, Otto sacó un objeto de su maletín. Ella le miro aprensiva.

Él cogió un ordenador cuántico que Solange jamás viera antes. Este tenía una luz azul encendida en medio, como si fuera una fuente de energía.

— ¿Qué es eso, Otto? Nunca he visto nada parecido.

— Es un súper ordenador cuántico. Emite imágenes holográficas tridimensionales en el aire y puedes conversar con él como lo haces con cualquier persona. Quiero dárselo de regalo a Luna. Sé que su cumpleaños es mañana, pero creo que no conseguiré venir aquí. ¿Puedo dejarlo contigo para que se lo entregues?

Esta vez, él le dio algunos tragos a la taza de café.

— ¡Está una delicia!

— ¡Gracias! Nos conocemos hace algún tiempo. Ya sé cómo te gusta el café, fuerte y un poco amargo. Coge unas galletitas, que también sé que te gustan.

El físico miró el plato lleno de pastas apetitosas. Congio una, sintió el aroma delicioso del café y después saboreo las galletas balanceando la cabeza con satisfacción.

— Como siempre, muy ricas.

— No he entendido nada de lo que has dicho sobre este regalo.

— Luna va a entenderlo y explicártelo con calma más tarde. Deja que te enseñe cómo funciona – dijo apretando un botón en el ordenador que había abierto sobre la mesa.

Una mujer negra con un bellísimo peinado afro, vistiendo un traje chaqueta castaño salió de una fuente puntiforme en la máquina y fue proyectada en el espacio frente a ellos en medio de la cocina. Él dijo la seña:

— Alfa, 3, 9, 0, Gama.

— ¿Qué deseas, Otto? – Pregunto la joven en el holograma formado.

— Jamás oí decir que existía esa tecnología. De lo poco que Luna me cuenta sobre eso, sé que aún están creando el Metaverso y la Realidad Aumentada. ¿Cómo puedes tener uno de esos?

— Esa es una larga historia que prometo contaros a las dos en el momento apropiado. Ahora tú necesitas descansar.

Después él miró a Bete, la Inteligencia Artificial.

— Por esta noche, es sólo un saludo, Bete. ¡Buenas noches!

— Buenas noches, Otto.

Solange le miró con admiración.

— Simplemente sensacional.

— Sabía que te gustaría. Espero que a Luna también. Sé que a ella no le gusta mucho mi presencia. Pero, mi objetivo es sólo ayudar. Puedes estar segura de eso.

— Ya sabes cómo son los jóvenes. Si los adultos ya somos desconfiados, imagínate ellos. Voy a poner el ordenador en su cuarto sobre la escribanía.

— Dile que es mi regalo de cumpleaños. Después vamos a quedar un día para que yo le explique cómo funciona. Será muy útil para su futuro.

— Estoy segura de que le va a gustar.

Solange se puso la mano en la frente sintiendo dolor de cabeza.

— Descansa, Solange. Tus visitas deben ser cortas. Necesitas relajarte.

— Gracias por venir, Otto. Ha sido bueno distraerme un poco. Y el ordenador es increíble. No tengo palabras...

Se despidieron y ella fue a dormir aquella noche.

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