Capítulo 6: Sorpresas desagradables
Luna sabía que se acercaban a la casa, eso la puso tensa. Eme sin saberlo iba a conseguir que mataran al enclenque. Esperaba ser la única que captara el aroma. Ojalá solo fuera una característica propia de ella.
- Luna- Al oír su nombre dio un respingo- Tranquila cariño, ven, acércate aquí.
Podía sentir sus miradas a cada paso que daba. Sabía que algo no iba bien pero aun no acertaba a descubrir el qué. El aroma la sacó de sus divagaciones, se hacía cada vez más intenso, rezaba porque Oliver no se diera cuenta. A pesar de que Démian la sacaba de quicio había tomado la decisión de que no quería que muriera y menos por su culpa, y ahora de repente se estaba acercando cada vez más y más a la persona de quién lo debía proteger, su padre.
Al llegar junto a Oliver, este colocó con firmeza su mano sobre el hombro de Luna. Una parte de sí mismo estaba realmente feliz de encontrarse con ella y conocer al fruto del que fue su amor, pero por otro lado, el que realmente le dominaba, se alegraba de su presencia, pero, por otros motivos mucho más oscuros.
Yanira no apartaba sus ojos de ellos. Sentía celos, veía la imagen y el odio crecía y se volvía tan inestable como una bomba casera. Aun así estaba bajo las órdenes de Oliver y había sido muy claro. No podría tocar a Luna nunca o la mataría en el acto. Conocía de sobra el plan y sabía cuál era su lugar, en cuanto terminara de hablar con ella, las cosas se tornarían ligeramente dolorosas.
Oliver agarró a una inquieta Luna por los hombros. Parecía que fuera a abrazarla. Mientras le enseñaba un puñal, uno que Yanira había comprado en una tienda de caza, le contaba patrañas. La historia que salía de su boca, hablaba de un puñal sagrado, uno que purgaba el espíritu, que lo dejaba limpio. Según él, fue una herencia, una reliquia familiar de sus antepasados gárgolas. Ese puñal no solo estaba cargado de mentiras sino que había sido ungido con una mezcla de hierbas un tanto especiales. En contacto con la sangre provocarán que el objetivo del corte, pierda el control sobre sus emociones. Poco a poco la rabia, la consumirá hasta solo dejar a la bestia. De esa forma acabará con su objetivo y conseguirá que su hija este con él en su forma mas gloriosa.
La sujetaba por el hombro izquierdo, con la fuerza justa. La brisa removía su cabello. Un ligero movimiento de sus ojos le indicó que ella comenzaba a dudar de su historia. Con rapidez cortó a Luna en el antebrazo izquierdo, lo hizo con la suficiente fuerza como para que su profundidad fuera la necesaria para que su plan fuera un éxito.
Un grito ensordecedor inundó la habitación. El corte había sido efectivo, la chica se desplomó retorciéndose de dolor. El padre la miraba con preocupación y alegría y Yanira desde las sombras disfrutaba del sufrimiento de la que había sido su amiga.
...
Eme estaba sorprendido por la velocidad del muchacho, sabía que lo más probable era que su tatuaje le hubiera activado alguna de las cualidades de guerrero. Aun así era mucho menos veloz que una gárgola. Corrían casi sin saber a donde iban, Eme había leído el mensaje, en el que decían donde encontrarse pero no le quedaba muy claro. Se concentro y puso sus instintos a trabajar al máximo y después de unos minutos llegaron a la casa abandonada. Antes incluso de fijarse en la luz de la segunda planta o de ver el césped quemado, la oyeron. Oyeron un grito que desgarrando la tranquilidad de la noche.
Había comenzado a caer una ligera lluvia, la noche era oscura y la brisa se había convertido en fuertes ráfagas de viento. Empapados y preocupados corrieron al interior de la casa. Eme se había transformado, su pelo se agitaba en el viento y sus alas se erguían poderosas a su espalda. A su lado Démian corría como nunca, la sangre le palpitaba en los oídos, el pelo empapado de sudor y lluvia se le pegaba a la cara.
Al llegar a la planta superior Eme fue el primero en contemplar la escena. Su pequeña estaba en el suelo retorciéndose de dolor, lloraba y gritaba, nunca había visto así a su sobrina, con la frente sudorosa y una tonalidad grisácea en la piel. Al elevar la vista los ojos se le llenaron de lágrimas.
Antes de poder dar un paso oyó una voz terriblemente familiar.
- Mira lo que ha traído el gato. Miguel, no esperaba verte. Bueno en verdad sí que lo esperaba.
- ¿Oliver? ¿estás vivo?- La alegría se esfumó justo en el momento en que sus miradas se cruzaron.
- Cosas que pasan, en verdad no fue tan difícil, solo tenía que estar a punto de morirme, que un amigo me traicionara y que un agradable demonio me ofreciera una segunda oportunidad para vivir. Simplemente a cambio de una minucia. Que puestos a pensarla, realmente es algo que ya no me importa.
- No te entiendo, tienes a tu hija sufriendo en el suelo y estas ahí de pie sin inmutarte- Eme dio un paso para acercarse a ella, pero se lo impidieron.
- No te acerques a ella- Oliver había realizado un ligero gesto con la mano e instantáneamente Yanira se había interpuesto entre ambos.
- ¡Yanira! Tú también. Oliver me has decepcionado usando críos para hacer tu trabajo. La verdad que no me extraña que seas el pelele de un demonio. Seguramente también le hagas los recados.
Solo fue un segundo, pero fue tiempo suficiente para que Yanira sacara de su espalda un puñal y le asestará un corte en el abdomen, dejándole sin aliento.
- Será mejor que no le faltes el respeto- Le escupió la chica.
- ¡Yanira no ves que te está controlando! Te arrepentirás de todo esto. Intenta volver en ti.
Ella volvió junto a Oliver, quien le acariciaba la cabeza distraídamente.
- Miguel no soy el recadero de nadie, simplemente puede que esté ligeramente distinto, o tanto que ya no sea el mismo. En verdad no creo que lo fuera antes de ir a esa estúpida guerra, dejando a tras a mi esposa. Cuando vi lo que me ofrecían, el amor dejó de ser importante. Verte con ella, cómo pudiste engañarme y traicionarme, se suponía que éramos como hermanos.
- No sé de qué me estás hablando.
- No claro, cómo ibas a saberlo. Solo te acostabas con ella cada vez que yo no estaba.
- Jamás en mi vida te he traicionado y mucho menos me abría acostado con ella, como se te puede pasar si quiera por la cabeza. Son todo mentiras, te están manipulando, no lo ves.
Oliver no quiso escuchar más, se tranformó con tanta brutalidad que los cristales saltaron hechos añicos y el piso tembló. No solo las paredes se desmigajaban para formar parte de su cuerpo sino que una bola de fuego lo rodeaba. Yanira salió volando, para quedar inconsciente en el suelo del pasillo. Por otro lado Luna había sido protegida por Eme. La chica permanecía inmersa en su dolor sin hacer caso a lo que sucedía.
Durante la transformación todos se había vuelto un caos, Eme se aprovecho de ello, corrió hasta Démian y le entregó a su sobrina. Quién solo pudo distinguir una palabra entre todo el ruido.
"Corre"
Y así lo hizo.
Daba gracias a dios de que la chica hubiera caído inconsciente tras cogerla en brazos. Se preocupaba por Eme pero ahora mismo su cabeza solo se centraba en salvar a Luna. Nunca había pensado que sentiría algo así, teniéndola en los brazos comenzó a notar que algo se le agitaba dentro. No entendía muy bien el cómo ni el porqué, pero su tatuaje le había despertado alguna extraña fuerza interior. Más ágil, fuerte, veloz..., quizás así sería más fácil el protegerla. ¿Quería protegerla?, si eso era así no pensaba decírselo a ella.
Mientas se alejaba de aquella casa, las palabras de Eme contándole lo que les había pasado a sus padres resonaban en su cabeza
Siguió corriendo hasta que las piernas le fallaron y tuvo miedo de caerse. Había corrido entre las calles hasta llegar a una de las zonas más alejadas. Reconocía el lugar, era un pequeño parque, había pasado varias veces por ahí al pasear al perro. No se encontraban muy lejos de uno de los puentes de la ciudad.
Cuando se sintió seguro, se resguardo bajo un gran sauce, se sentó en una de sus raíces con Luna aun en los brazo. Con cuidado la colocó en el hueco de sus piernas, se quitó la chaqueta y la tapó con ella, colocó su cabeza en el pecho y la abrazó para mantener el calor.
Sin darse cuenta había comenzado a acariciarle el pelo, mientras observaba la herida de su brazo. Era bastante grande y se curvaba formando una media luna, continuaba sangrando aunque cada vez con menos intensidad. Con cuidado sacó un pañuelo de papel de su bolsillo y se lo limpió lo mejor que pudo.
Sin saber en qué momento había empezado, se encontró llorando. Miró sus manos manchadas de sangre. Los recuerdos le cortaron la respiración tan solo unos segundos. Las imágenes de sus padres, de sus desayunos, de las sonrisas, lo había perdido todo. Luego bajó la vista y la vió como si fuera por primera vez. No la entendía, la tenía en bazos, indefensa, sin plantarle cara como hacia siempre. Ella había destrozado su vida, pero también lo había salvado. Su respiración se normalizo, y sin querer le miró los labios. Los tenía separados, hinchados y brillantes por el agua. Se sintió hipnotizado. Su mano le acarició la mejilla, luego le retiró un mechón de pelo colocándoselo tras la oreja. Poco a poco fue acercándose más a ella. Su aliento le hacía cosquillas en la barbilla, sentía como su aroma lo envolvía. <<PARA>> Le gritó su cabeza, <<NO ESTÁ BIEN, NO ASÍ>> Sacudió la cabeza como si así fuera a borrar lo que había estado a punto de hacer y entonces un fuerte ruido lo sobresaltó.
De entre las sombras surgieron cuatro enormes leones hechos de granito. Caminaban despacio, acechándolos. Démian apretó con mayor fuerza a Luna contra él intentando protegerla, pero sabía que no podría levantarse y que en unos minutos esas bestias le atacarían.
- Míso míso míso. Gatitos porque no os marcháis de aquí.
Los leones eran enormes, con melenas que al sacudirse sonaban como desprendimientos de tierra. Esos cuatro, eran los leones que se encontraban en el inicio y el final del puente. Maldijo por haberse parado tan cerca de el. Sabía que Luna no podría ayudarle y el no iba a dejarla desprotegida. Mientras dudaba los leones le rodearon. Estaban tan cerca que podía ver lo reales que eran, incluidos sus colmillos. En un abrir y cerrar de ojos, se avanzarían sobre ellos. Impulsivamente abrazó con más fuerza a Luna. Por su mente pasó la idea de que habían pasado por mucho, y que acabar asi sería ridículo. Se sentía decepcionado, agachó la cabeza y respirando fuertemente apretó su cara a la cabeza de ella.
La luz de un rayo le cegó incluso con los ojos cerrados. Al abrirlos vio el lugar donde había impactado, tan solo a un metro. Entre el polvo que se había levantado se veían sombras moverse. Los ruidos sonaban como si alguien rayara en la pizarra con las uñas. Era muy desagradable y hacia que sus oídos pitaran. El dolor le llevó de nuevo a cerrar los ojos. Hasta que le habló. << abre los ojos>> le había dicho.
Su voz profunda y reconfortante le invitó a hacerlo y cuando lo vio la poca cordura que le quedaba se esfumó.
Ante ellos se erguía un hombre de porte orgulloso, de dos metros de altura y piel de ébano. Sus ojos, al igual que su pelo, eran de color de las nubes en un día de lluvia. Su cuerpo estaba protegido por una armadura de color plata que dejaba al aire sus fuertes brazos. Pero de todo ello había algo que le dejaba sin habla. Ya había visto antes unas alas pero no como aquellas, su color blanco envejecido y su gran envergadura le aportaban una apariencia majestuosa. Era un ángel, Démian ya no sabía en qué pensar. Demonios por un lado, gárgolas por el otro y de repente y caído del cielo un ángel, nada más y nada menos que un ángel.
Tuvo que apartar la mirada ya que parecía que ella volvía en sí, la alegría de seguir vivos le hizo sonreír y abrazarla con mayor fuerza, aunque a ella no le hizo mucha gracia.
- ¿Qué hago aquí?
- Salimos corriendo...
- No, ¿Qué hago en tus brazos? Aparta- se alejó a empujones y cuando se fue a incorporar las piernas le temblaron y todo le dio vueltas.
- Espera no te levantes así.
- Pero que ha pasado, donde estamos y quién es...- sus ojos se pararon en las alas del ángel- ¡Tu! ¿quién eres? ¿Qué quieres?
Instintivamente se colocó en posición de ataque, agarró a Démian y lo colocó detrás de ella.
- Soy Arel y mi misión es protegerle.
- Me parece que llegas tarde.
Démian la miraba con desconcierto.
- Calla Luna, nos ha salvado- la apartó con cuidado y la agarró del brazo.
- Arel, soy Démian y te doy las gracias.
- No, aun no me las des, el otro motivo de que esté aquí es que ella tiene que morir.
Antes de que dijera una sola palabra más Démian se colocó entre el ángel y la chica.
- Me da que eso no va a ser posible en este momento- Luna sin saber a qué venía todo se soltó de su mano.
- Démian, tranquilo- Miró hacia Arel- Se puede saber por qué quieres acabar conmigo.
- Porque él se ha salido con la suya, te ha marcado y lo peor es lo que eso hará en ti. Ahora no lo notas pero en breve le querrás matar.
- Eso es desde el principio. Nada más verme ya me quería dar una paliza.
El comentario del chico desvió la atención de Luna y lo miró directamente a los ojos.
- Eso no es exactamente así, tu olor me descontrolaba, al principio era curiosidad, una muy fuerte, luego cuando estabas más cerca pues, a ver, yo... no te quiero muerto, muerto. Era como si todo se convirtiera en un lio enorme de sensaciones, rabia, deseo, no sé explicarlo. Pero no quiero que mueras, yo tengo que protegerte. Da igual que me caigas bien o mal.
De repente, se dio cuenta de todo lo que había dicho. Lo había dicho deprisa y sin pensar. Roja como un tomate suspiro y se llevó las manos a la cara.
- Muy bonito, pero eras la única que podía cuidar de él pero ahora nos toca a nosotros intervenir. Has sido marcada por ellos. Ya no eres de confianza.
Con esas palabras desenfundó de entre sus alas una espada que brillaba como si hubiera sido forjada por los rayos de una tormenta eléctrica.
Luna trato de esquivar el ataque pero fue inútil. Arel dibujaba con su espada un fino trazo en el cuello de luna, provocando que una delgada línea de color carmesí se derramara por él. Ella lo miraba directamente a los ojos. Él era más fuerte, más inteligente, más curtido en la batalla. Aun así, no iba a perder ante nadie.
Con todas sus fuerzas le golpeó varias veces en la zona de las costillas pero Arel no se movió. Con fuerza le pisó el pie y aprovechando los segundos de sorpresa arremetió contra su nariz dándole un cabezazo. Lo descolocó lo suficiente como para librarse de él. Sin darle tiempo para pensar saltó sobre su pecho, mientras caían al suelo Luna se coloco en una posición de ventaja y lo inmovilizó con una llave. Una de esas en las que si el oponente se mueve le partes el brazo.
Démian observaba la escena desde cerca conteniéndose para no intervenir. Sabía que si lo hacía Luna jamás se lo perdonaría.
Luna y Arel se retorcían en el suelo, estaban jadeantes y doloridos cuando ella decidió hablar.
- Dejaré que me mates cuando recuperemos a mi tío y mate a mi padre, hasta entonces puedes acompañarnos y vigilarme. No te doy más opciones, posiblemente no tenga nada que hacer contra un ángel si luchamos, pero recuerdo que para acabar con los demonios los de vuestra raza y la mía se aliaron. ¿no es cierto? Así que tengo posibilidades de matarte o por lo menos dejarte aturdido como para escapar- miró a Démian y suspiró- Mejor dicho, escaparnos.
- Tengo que proteger al muchacho de ti.
- Si es lo que quieres.
La transformación de Luna fue mucho más rápida y fuerte. Démian notó el cambio y sintió temor porque el ángel tuviera razón.
- Adelante, cambia- le dijo escupiendo las palabras- cada vez que te transformes o pierdas el control perderás parte de tu alma y entonces me será más fácil hacer el trabajo que he venido a hacer.
Las palabras sonaron a verdad en la cabeza de Luna, algo le decía que el estaba en lo cierto, pero aun así, no volvió a cambiar.
Démian seguía apoyado en el árbol. Veía las gotas de agua, veía a Luna y veía a Arel. Veía la verdad y temía que esa verdad acabaría con todo. Tenía miedo porque ella desapareciera, de que saliera herida y antes de poder darse cuenta ya se había metido en problemas.
Sus pies habían tomado la decisión, corría hacia ellos. Con un empujón apartó a Luna. Ambos cayeron rodando a un lado. Aprovechó la ventaja que tenía y saltó sobre Arel. Lo hizo justo en el momento en el que se ponía de pie. Con uno de sus fuertes brazos lo detuvo y lo tiró al suelo. Démian se incorporó y se puso cara a cara con él. Cuando recuperó el control de sus actos se vio de pie frente a un ángel iracundo. Luna había vuelto a la normalidad, su transformación se había desvanecido, se veia exhausta.
Por otro lado sus ojos se habían iluminado con fuerza, ese brillo despertó la curiosidad de ángel y desvió la atención de Luna durante un tiempo. Arel caminó hacia el muchacho y este no dio ni un solo paso. Estaba decidido a protegerla, pero sabía que contra Arel, no tenía ninguna oportunidad. Respiró profundamente durante varios segundos, el ángel se impacientó por el silencio y se acercó. El muchacho no le dio opciones, con la mirada desafiante directamente, levanto la mano y con un gesto lo mandó a detenerse. Arel paró en seco sin dar ni un solo paso más, tanto la muchacha como él, esperaron a que Démian recuperara el aliento.
La lluvia no cesaba y el viento parecía arrogar con fuerza las gotas contra su piel. El pelo y la ropa le pesaban, los pulmones se le resentían y las palabras no le llegaban a los labios.
- Solo lo diré una vez, una sola y única vez, así que escuchadme los dos- miró a Luna- No te transformes ni una sola vez más a no ser que sea estrictamente necesario. Y tú, Arel, nunca vuelvas a amenazarla. Ahora los tres iremos con tranquilidad a buscar a Miguel, perdón Eme. Así que andando.
Sin estar convencido de que fuera lo correcto, el ángel le dejó tomar sus propias decisiones, dejó pasar el hecho de que sabía que tendría que hablar con él tarde o temprano y explicarle muchas cosas.
Arel contempló como la seguridad del chico se tambaleaba al escuchar una pequeña risa. Lo vio acercarse e intentar ayudarla y como ella reusaba su ayuda. Veía en la expresión de ella, confusión, odio, deseo y quizás algo de amor. Ese sentimiento era muy lejano en su mirada, pero ahí estaba. Él no sabía esconderlo tan bien y se apreciaba en la sutileza de sus gestos al tocarla. Era como si el muchacho bebiera del contacto de la chica y ella por su parte se negaba aunque estuviera sedienta. Entonces fue cuando lo supo, no saldría bien.
- Luna vamos, déjame ayudarte.
- Te he dicho que no te necesito para nada.
- No seas cabezona.
- Que me dejes.
- Eres como una niña de tres años. Dame la mano de una vez.
- Prefiero quedarme aquí en el suelo hasta tener fuerzas.
- Pero...No quieres ir a buscar a tu tío.
- Si.
- Pues deja que te ayude a levantarte- El chico se quedó mirándola fijamente a los ojos- eran lentillas.
- Mierda Démian, déjame tranquila.
- Son preciosos - gracias al cielo que Luna estaba tan enfadada que no le oyó decirlo.
A regañadientes la chica le tendió la mano. Odiaba tocarle o estar a su lado, su aroma la agitaba. Había aprendido a controlar sus impulsos cuando le olía, pero aun así le costaba un mundo no abalanzarse sobre él. Ya no se conocía, no sabía que sentía por él. Desde que lo vio por primera vez, cuando su cuerpo fue el que la guió a él, cuando se acercó tanto como para permitirle distinguir entre sus lentillas y sus ojos. Había sentido algo más, pero lo reprimió. Desde aquel día sus sentimientos se habían mezclaron en una coctelera y ya no sabía que sentía. Pero las cosas habían cambiado y tenía que centrarse, ahora lo que más deseaba era ver a su tío, ansiaba que estuviera bien por lo que a regañadientes aceptaría cualquier ayuda.
Ya el chico conocía su secreto así que le daba igual lo de sus ojos, qué más daba si ya sabía que eran lentillas. Lo que más le había sorprendido había sido su reacción ante el ángel, era extraño que él la defendiera a ella cuando debía ser al contrario. <<Empate>> se dijo para sí misma.
Caminaban de vuelta a la casa con Arel guiando el grupo. Sus alas colgaban como si fueran una capa de plumas. Algo que no habían visto al principio y que si pudieron ver cuando le dio la luz, fue que a pesar de tener las alas de color marfil, tenía la punta de cada pluma manchada de color café, el mismo tono que su piel. Ninguno podía imaginar en qué estaría pensando pero tampoco se preocupaban, era una situación extraña para los tres. El camino que hasta entonces había sido oscuro ahora se volvía luminoso por las farolas de las calles. Al entrar en ellas Démian se preocupó de que alguien los viera
El silencio se rompió con la voz del muchacho.
- ¡Arel, espera.!
- Si, Démian- El semblante del chico ya no era desafiante, al saber que no le permitiría dañar a la muchacha el ángel había adoptado una actitud imparcial.
- No creo que sea una buena idea de que andes por ahí con tus alas y todo el repertorio divino a la vista. Lo del pelo se puede entender, pero el resto no.
- No te preocupes por eso. Por ahora solo tú y ella me pueden ver.
- Ah. No lo entiendo.
- Ya me lo imaginaba por tu cara. Soy un ángel. ¿Cómo crees que hemos permanecido todo el tiempo entre los humanos y no nos habéis visto?
- Pensaba que no existíais.
- Exacto. Si los humanos ven algo ilógico, le dan la vuelta hasta que sea lógico y si no, lo único que puede hacer su cerebro es olvidar que han visto algo.
Luna los había visto hablar, pero la verdad es que le daba igual lo que Arel dijera o hiciera. Al cabo de un rato, vieron la casa desde lejos, pero ella no pudo esperar, sus pies se despegaron del suelo en suspiro. Inmediatamente fue alcanzada por el resto, al contrario de lo que ella pensaba, no la detuvieron. Los tres corrieron hasta estar dentro de la casa. Sabían que era imposible que Oliver siguiera allí, pero la casa no estaba vacía del todo, el silencio era tan profundo que se podían oír los pasos de las cucarachas por el suelo.
- No os separéis de mí, el plan es...
- Si claro- Luna lo ignoró y subió las escaleras a toda prisa con rumbo a la habitación en la que había estado.
Tanto el ángel como el chico tenían que haber previsto que no esperaría. La siguieron intentando estar lo más cerca posible, cada uno por motivos distintos. Démian por preocupación de que saliera herida y Arel por seguridad. Tenía un plan en mente, si la chica se transformara y perdía el control, le daría un golpe que aturdiese al muchacho y aprovecharía para matarla. No tuvieron que esperar para encontrar algo que no buscaban. Luna se había parado en la puerta de la habitación y su cara cada vez estaba más roja por la rabia. Sus puños cerrados le delataban, su cuerpo rígido y tenso se dejó llevar a la oscuridad de la habitación. Corrieron para alcanzarla y cuando miraron al interior, vieron a una chica de pelo negro en una esquina. Luna estaba de cuclillas al lado de la chica que estaba inconsciente. La miraba, observaba su respiración. El silencio de la habitación se rompió con el sonido de una bofetada que despertó a la aturdida chica. Con los ojos muy abiertos, miraba a Luna y las lágrimas le cayeron por las sucias mejillas.
- Luna, ¿Por qué?- La chica se llevó la mano a la cara.
- No te burles que te cae otra.
Su amiga la había traicionado de tantas formas que ahora solo sentía odio hacia ella, y eso que nunca lo había sentido por nada ni nadie en toda su vida.
- Luna, apartate de ella- Arel se puso a la altura de la chica, había camuflado su aspecto, cambiando la armadura y las alas por un traje.
- Yanira, ¿verdad?- La chica asintió con la cabeza como si tuviera cinco años- ¿Qué es lo últimos que recuerdas?
La examinaba como si fuera un doctor, primero le miró los ojos, luego la garganta y por ultimo colocó una mano en su frente.
- No sé, creo que estaba aquí esperando a un compañero de clase...no recuerdo más.
- Una pregunta más, antes de venir aquí a encontrarte con tu amigo, notaste algo extraño.
- No sé, me sentía rara.
- Bueno pequeña, te explico han pasado un par de días desde que viniste a encontrarte con tu amigo y estas aquí de nuevo, pero has hecho muchas cosas. Supongo que habrán utilizado alguna droga.
- No recuerdo nada- Se echó a llorar.
- ¿Yanira sabes dónde está mi tío?
- No, porqué debería saberlo- Sollozaba.
- Dios, estúpida dime dónde está mi tío- Se acercó con brusquedad y Arel reaccionó con la misma intensidad. La tensión revoloteaba por la habitación. Démian temeroso de lo que podría pasar separó a Luna del ángel y se la llevó fuera de la habitación.
La agarró con fuerza del brazo y la arrastró hasta el exterior de la casa. La lluvia había cesado y el frio ocupaba su lugar. La brisa en la oscura noche agitaba el pelo y la ropa de ambos. En la mirada de ella había odio y desconcierto y en la de él solo determinación
- No te metas en esto y déjame entrar, sabes que si quiero puedo hacerlo a la fuerza- Sus palabras eran más que un aviso eran una amenaza.
- Creo que no te has dado cuenta que no soy tan débil como antes.
- Tampoco es que me importe.
- Eres súper agradable, no te lo habían dicho antes.
Se separó de él con brusquedad y cruzó los brazos sobre el pecho. Sus pies no podían parar quietos y sus labios pronunciaban en silencio palabras malsonantes que se dirigían a Démian. Éste por su parte pensaba en que podía haberle pasado a la chica de la habitación y que estaría haciendo Arel con ella. Miraba de reojo a Luna y la veía moverse, era extraño en ella, no hacía mucho que la conocía pero sabía que la chica era tranquila, con mal carácter pero tranquila.
- Luna- Se acercó a ella.
- No quiero hablar contigo- la chica le dio la espalda.
- Escúchame.
- No entiendes que no me interesa escuchar nada que salga de tu boca.
Démian se cansó de intentar convencerla, si ella se comportaba de esa forma tan irracional intentaría otra estrategia. Caminó rápido y la sobrepasó, siguió caminando sin mirar atrás.
- Sígueme, vamos a dar un paseo y no te preocupes por tu amiga, seguro que el angelote ese se las apañara bien con ella.
- Alguien te ha dicho alguna vez que eres pesado a rabiar.
- Si, tú. Venga que no te espero.
Luna le seguía con desgana, una parte nueva de su ser quería volver y matar a la que había sido su amiga, por otro lado sabía que debía estar con el muchacho. Se le hacía difícil deshacerse de esa nueva parte de su alma. Sabía que tenía que ver con el corte de su brazo. Los pasos de sus pies seguían a los del muchacho por inercia ya que su mente estaba lejos, veía la película de su vida en estos últimos días en la que veía la traición de su padre. La última escena era la de Yanira tumbada en el suelo, la odiaba casi tanto o más que a Arel. Ese plumoso que solo quería matarla, pensaba en cómo seria su pelea y algo en su interior la anhelaba.
Imaginaba su transformación, como su piel se cubriría por el polvo de piedra extraído de su alrededor, sus músculos se endurecerán y sus enormes y esbelta alas se estirarán y agitarán con fuerza para atemorizarle. Por su parte el ángel no se inmutará en absoluto, ella se abalanzaría directamente contra él y así empezaría la pelea. El deseo de clavarle sus dientes y garras en su cuerpo, disfrutando arrancándole una a una todas las plumas, golpearle y borrarle de su cara sus aires de superioridad.
Los pensamientos de la chica enrarecieron la atmósfera, había caído tan profundamente en su ensoñación que no se había dado cuenta de que Démian se había parado frente a ella y la sujetaba por los hombros. La zarandeaba intentando despertarla de su trance. El chico desesperado por volverla en si la abofeteó, le asustaba la sonrisa en la cara de la muchacha, sus ojos grises estaban perdidos en el infinito, sin expresión y con la pupila extremadamente dilatada.
Aun en su locura transitoria a Démian le pareció hermosa y justo cuando ese pensamiento inundo su mente, sin saber cómo, sus labios tomaron el control. En decimas de segundo se encontraba besándola. Sus brazos la rodeaban y le apretaban contra él, la besaba con los ojos abiertos para disfrutar de su belleza y fue cuando se dio cuenta de su error. Las pupilas de la chica habían vuelto a su tamaño original pero, para su sorpresa no lo mató al instante, lo miró fijamente a los ojos, a sus hipnotizantes y distintos ojos. El azul y el verde que llenaban su alma de paz. Siguió besándole mientras le respondía al abrazo.
La pasión no duró mucho. Luna había pasado de matar en sueños a besarse con él. Su cuerpo quería disfrutando de su aroma, seguir en contacto con los primeros labios que habían rozado los suyos, mantener el cálido contacto del cuerpo del muchacho, se sentía tan bien a su lado.
Con brusquedad su mente la tiró de la nube cayendo dolorosamente al frio y solitario suelo. Había dejado que el momento eliminase de su corazón el dolor de esos días pero al recordar a Eme el alma se le volvió negra de nuevo. Se separó furiosamente del chido y le dio un puñetazo en la cara, lo desequilibró y cayó al suelo. Él sabía que tarde o temprano se llevaría un golpe como ese, se había dejado llevar demasiado y ese había sido el precio, aunque se sorprendió de que ella le regalase ese instante de intimidad. La vio marcharse hacia la casa, roja de rabia, o de vergüenza.
Se levantó con la mano en el pómulo izquierdo. El golpe le había hecho una pequeña herida y un gran morado, en verdad sabía que la chica no le había dado con todas sus ganas, al fin y al cabo aun en su forma humana era realmente fuerte. Por fortuna él también se había hecho fuerte. Le dedicó una fugaz mirada de aprobación y de melancolía hacia lo que sus padres le habían regalado, luego miró hacia la chica y se levantó rápidamente para seguirla.
Poco después y bajo la lluvia, volvieron a casa. El camino se hizo en silencio, nadie era capaz de hablar ya que cada uno tenía sus propios problemas como; la vergüenza, rabia, pena y desconcierto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro