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Capitulo 4: Démian

Ya sentados en la terraza del restaurante, dónde habían decidido ir, el único que hablaba era Eme, estaba tan inmerso en su propia charla que no se daba cuenta de que sentados a cada uno de sus lados estaban dos adolescentes malhumorados, evitándose el uno al otro. Ni siquiera se podían mirar.

...

Luna sentía que algo había cambiado en ella. Se había preguntado cómo podía haber pasado de desear encontrarle a solo desear arrancarle la piel al arrogante que tenía frente a ella. El olor que había captado en clase ahora era un bofetón constante.  Podía captar el aroma a hierba bajo el de su piel. Distraída por ello, comenzó a observarle. Una de sus piernas buscaba consuelo moviéndose constantemente, al igual que los dedos de sus manos ,que parecían buscar grietas en el vaso . Se fijo en sus manos y un escalofrío le recorrió la espalda. Eran manos largas, tenían aspecto de ser suaves y eso le llevó a desear poder tocarlas. <<No, no, no,  no sé en que piensas Luna pero cambia la cabecita ya>> se dijo a sí misma.

...

Mientras bebía un vaso de zumo alzó la mirada y sintió cómo la chica lo taladraba con la mirada. Había tanto odio  en ella, o eso pensaba.  No llegaba a comprenderlo ya que le  había entregado el collar, que más podría hacer. Tampoco es que a él le importara mucho, pero no le gustaba aquella sensación. Por otro lado estaba Miguel, o Eme como insistía que lo llamara, que parecía estar sacado de un psiquiátrico y le daba un poco de miedo. Aún no comprendía cómo había acabado tomado algo con esa pareja de locos. Se removió incomodo en la silla, momento en que Eme aprovecho para acercársele.

...

<<Este chico no sirve>> pensó para sí mismo Eme. <<Si salta así por acercarme cómo será si se cumple su destino, si llegan a pasar las cosas cómo se cree que pasaran. Como Luna y él podrán trabajar juntos.  Aunque todas esas ideas se le cruzaban por la mente, en lo más profundo de su ser, sabía que era él. Una de las cosas que más le alteraban era la actitud de Luna, que perdiera el control de esa forma no era buena señal y que de repente sus sentimientos se volvieran tan oscuros hacia Démian, la volvían peligrosa.

- Bueno, hay que ponerse serios. Démian- el chico se tensó aun más- Es un placer haberte conocido y espero que esta no sea la última vez que nos vemos.

Eme se levantó y tendió la mano al chico como despedida.

- Si yo también lo espero- se levantó y cogió la mano de Eme- La verdad que ha sido interesante el conocerles, a ambos- lo último lo dijo inclinando la cabeza hacia Luna.

- Sí, claro- dijo Luna mientras giraba todo su cuerpo hacia la ventana, dándoles la espalda.

- Bueno muchacho, el próximo fin de semana, el domingo vamos a hacer una barbacoa en el jardín de casa y quedas invitado- La barbilla de la muchacha casi le llegaba al pecho de la sorpresa.

- Tío, creo que Démian no querrá venir.

- Eso no lo sabes Luna- Eme se giró al muchacho y le dedicó una de sus miradas de gato con botas.

- Esto... yo la verdad que...Bueno, allí estaré.

- Bien esto es perfecto, puedes traerte a algún amigo.

- Si creo que lo haré. Muchas gracias y hasta el fin de semana.

- Espera- gritó Eme- No te he dado la dirección.

- Ah claro- suspiró y apunto en su móvil la dirección de la casa de la "pareja de locos"- Bueno pues adiós.

- Adiós muchacho- Eme agitaba el brazo como el tentáculo de un pulpo.

De vuelta a casa, Démian se preguntaba si había hecho bien en aceptar la invitación, sabía que no era buena idea volver a ver a la chica. Algo dentro de él le susurraba que se fuera lejos, que no volviera a verla, que esa chica le traería problemas y a pesar de que la forma en que lo miraba lo hacía sentir incomodo, quería saber más. Si tan solo nunca hubiera encontrado el colgante, porque su perro decidió soltarse en el peor momento.

<<Maldito chucho>>

La noche anterior el perro se había vuelto loco, se había pasado cerca de media hora ladrando sin parar, por lo que había tenido que sacarlo a pasear. No era excesivamente tarde pero el sol ya no brillaba. Jugaban bajo la luz de una farola, cuando el perro incitado por el ruido había salido corriendo zafándose de la correa. Lo había alcanzado cerca de uno de los claros que había en el bosque donde se encontraban. Los ruidos de antes ahora eran mucho más fuertes. En su interior sabía que no era bueno estar de noche por esa zona, sus instintos se vieron confirmados cuando no muy lejos de él una sombra oscura acechaba a través de los arbustos.

La sangre se le heló en las venas, poco a poco retrocedió del sitio y dio gracias por haber tenido la suerte de que no lo le vieran al irse. Los ruidos cesaron al poco de alegarse de la zona, su curiosidad lo incitó a volver de nuevo, el nunca había actuado de esa forma, pero esa noche era diferente.

Con paso vacilante se acercó al claro, en el había marcas de pelea, por lo que no quiso acercarse mucho más. Miró el lugar de arriba abajo varias veces y no vio nada que le llamara la atención. Tiró de la correa para que su perro dejara de olisquear el suelo y asi poder volver a casa, pero el animal era extraordinariamente tozudo. Olía y olía sin parar, Démian no podía moverlo, así que se acercó a ver lo que le generaba tanto desespero. Al agacharse vio que algo brilló bajo las narices del animal, le dio una palmaditas en la cabeza <<¿Qué has encontrado chico?>>. Una vez saciada la curiosidad del perro, Démian pudo recoger el objeto del suelo, era un colgante, el cual limpio y se lo guardó en el bolsillo de su chaqueta.

...

Cuando Eme cerró la puerta de su casa, notó una taladrante y desagradable sensación en su nuca. Alguien le miraba con odio, pero no odio del normal, sino, odio adolescente. Como si de un excursionista arrinconado por una fiera salvaje se tratase, pensó en lo que debería hacer, había oído en un documental que si un oso te ataca no debes de correr, por lo que hizo lo mismo con su sobrina. Delicadamente se dio la vuelta, al entablar contacto visual tuvo un escalofrío, tragó saliva y antes de lo esperado la fiera atacó.

- ¡Pero en qué estabas pensando! ¿Cómo puedes haberle invitado aquí? ¡Solo piensas en ti, es eso es que siempre es lo mismo, solo tú y tú y tú y tú!

- Luna...yo...

- ¡No! ¡Ahora no me vengas con Luna!

- A ver cariño entiende esto...

- ¿Qué entienda el qué? Has invitado a un enclenque., arrogante, presuntuoso, chulo, mal vestido, ojeroso, apestoso...

- Para Luna, escúchame- Eme intentaba apaciguar la ira del bicho en que se había convertido su sobrina.

- No tío, esta vez no te escucho- se estaba dando la vuelta para irse a su habitación cuando su tío la agarró por el brazo.

- Sí que me escucharas- tiró de ella hasta el sofá del salón y la sentó allí. Con los brazos y piernas cruzadas Luna esperaba la charla de su tío.

- Dime.

- Cariño, puede que este chico no te guste...

- Puede-interrumpió Luna- No lo soporto.

- Bueno, pues eso no parecía la otra noche cuando te transformaste como una posesa porque querías encontrarle- La chica se ruborizó.

- Eso fue antes de conocerle.

- A pesar de eso tienes que ser consciente de quién es y lo importante que es. Él es a quien ellos buscan Luna, si no le proteges sabes que esta vez los demonios nos ganaran. Tu padre no dio la vida para nada.

- No juegues sucio tío, no metas el sacrificio de mi padre en esto.

- Él murió por salvarnos a todos, nuestra dimensión fue destruida en la batalla y nuestra especie tuvo que adaptarse a vivir aquí. Crees que eso no es suficiente para que sepas llevarte lo mejor posible con la persona que puede evitar que eso vuelva a suceder. Luna sé que no es fácil ni justo, si pudiera cambiar mi destino por el tuyo lo haría. Pero pequeña sabes que no puedo.

- Eme es que no entiendo el papel que el desempeña en esta batalla.

- Luna los demonios lo quieren ya que lleva en su sangre el poder de un guerrero. Si se hacen con él, su fuerza será incrementada y nos matarían como si fuéramos moscas. Eso es lo que pasaría en resumen. Tú debes protegerle, protegiéndole a él nos proteges a todos.

- Genial.

- Espero que lo entiendas, ya que tendrás que pegarte a él como un chicle a la suela de un zapato nuevo.

- En esa metáfora espero no ser el chicle, por tu bien.

- No, no, no claro qué no. Bueno a todas estas y cambiando de tema, has llamado a tu amiga, a Yanira. La otra noche se quedó preocupada por ti.

- Ups, no con todo este jaleo no la he llamado, le diré que venga a la barbacoa esa del domingo. Pero creo que mejor espero a mañana para hablar con ella.

- No sé, deberías interesarte más por tus amigas.

Luna forzó una sonrisa y Eme lo notó.

- Va todo bien con ella.

- Si pero creo que no podremos seguir siendo amigas por mucho más tiempo, hemos cambiado, yo no quiero que corra peligro.

- No creo que eso te ayude.

- Tío se consciente, si ella está a mi lado puede morir.

Eme reflexionó las palabras de su sobrina.

- Por desgracia tienes razón, lo siento tanto.

- No te preocupes, mañana hablaré con ella.

Lo que Luna no esperaba es que su amiga quizás no volvería a ser la misma.

A la mañana siguiente en la primera hora de clase, Luna vio a Yanira sentada en la mesa de siempre, en su interior las tripas se peleaban rugieron como fieras. No había dormido nada en toda lo noche por lo que en su piel fantasmagóricamente blanca las profundas ojeras se notaban más que en una persona normal. Quería a Yanira y no deseaba tener que decirle adiós a su amistar pero era lo más seguro para ella. Se paró frente a la mesa y la miró con cariño, la otra muchacha la observó con curiosidad.

- Luna mirándome como si fuera un monito de feria me estás haciendo pasar vergüenza, te quieres sentar de una vez.

La muchacha reaccionó y se sentó mientras las horas en clase pasaban lenta y pesadamente. No había podido decirle nada a Yanira y esta ni siquiera la miraba ni compartía notas como solía hacer. Luna llego a la conclusión de que estaría tan rara por dejarla sola el otro día en su cumpleaños. Para tratar de enmendar su error se había puesto el anillo que le regaló su amiga, la cual llevaba puesto el suyo. Las horas de clase pasaron tan lentas que parecían arrastradas por carros de caracoles. Para cuando se acercaba la hora del descanso el "tic tac" del reloj le taladraba los nervios.

Para empeorar la situación le llegó un aroma familiar. Su cuerpo se tensó de manera brusca. Su silla había chirriado por el espasmo involuntario de su cuerpo, lo que provocó que el profesor se fijara en ella, al igual que toda la clase. Seguía rígida cuando le dio permiso para salir de la clase e ir a refrescarse, lo que no dudo un instante. Pasaron milésimas de segundo en lo que se levantó y llegó al pasillo. El olor era más intenso, no podía controlar su nariz, respiraba con la boca abierta para captar mejor el olor. Caminaba pegada a la pared, se dirigía al baño cuando en un giro de pasillo se lo encontró de frente.

Démian se sorprendió al verla, para él, ella era tan extraña. Al mirarla veía a una chica con el pelo gris, pálida y sobre todo, unos extraños ojos ocultos bajo lentilla. Se había dado cuenta de eso el día que la conoció. Su ropa no la ayudaba demasiado, hoy él se veía indescriptible, pantalones vaqueros negros rotos, zapatillas amarillas rotas y sudadera roja menos rota. Aunque si había algo que era especial, el collar que resaltaba en su pálido cuello.

Luna había dejado de respirar, notaba la mirada del enclenque taladrándola.
Se veía similar al último día que lo había visto. Vaqueros, camisa azul y zapatillas oscuras. En él destacaba su pelo alborotado. Luna no quería seguir delante de él. Su aroma era su perdición pero su visión, su visión era otra cosa. Al verlo sentía ganas de matarlo, o dejarlo tirado en algún lugar después de arrancarle la cabeza, así sus ojos dejarían de mirarla, aunque lo malo sería que tendría que tocarlo, por lo que acabaría oliendo a el.

- ¿Qué?- La palabra retumbó en el pasillo.

- Nada- la voz de él se le gravaba a fuego en el cerebro.

- ¿Qué haces tan pegada a la pared? Jugar a los espías, no eres mayorcita para eso.

Se pudo oír como la paciencia de Luna se desquebrajaba y caía tintineando en el suelo.

- Quién te crees que eres para siquiera opinar de mi- estaba roja de rabia- enclenque.

- ¿Por qué llevas lentillas?- Démian la había ignorado- me intriga saber cuál es el verdadero color de tus ojos, aunque me da igual.

Cómo se podía pasar de rojo ira a verde enfermo. Pues Luna lo averiguo en una sola pregunta.

- Yo, no...no.

No le respondió, lo empujó apartándolo de su camino y corrió al baño. Con la respiración aun entrecortada, se lavó la cara y se observó. Miró mil veces, esperando ver que una de las lentillas se hubiera rodado, pero no fue así. Se preguntaba cómo el enclenque podía haber adivinado lo de sus ojos y entonces cayó en la cuenta, cuando se le había acercado para mirarle a los ojos, ahí había dado pie a que se diera cuenta.

- ¡AH! Que estúpida fui, debí haber tenido más cuidado.

- ¿Con qué?

Pillada por segunda vez, antes nadie la cogía desprevenida pero por culpa de Démian perdía la concentración y se sentía vulnerable. La voz repitió la pregunta y ella se giró para ver quién era.

- Yani eres tú, menos mal.

- De que hablabas antes, se te ve un poco nerviosa.

- Es que me acorde de que...- dudó unos instantes pero la mentira salió sola- le estropeé una de sus camisas favoritas a Eme. Seguramente cuando vuelva me mate.

Yanira no la creyó, pero siguió el juego de su mentira.

- Si probablemente te mate- sonrió, pero no de la misma forma que siempre lo hacía, Luna no lo notó ya que estaba bastante alterada - Luna no es el mejor sitio pero hay algo que tengo que decirte.

- Sí, yo también.

- Espera deja que yo hable primero. Sabes que hemos sido amigas desde hace tiempo pero tú siempre me lo has hecho pasar mal con tus estúpidas bromas- Luna no creía lo que oía- Estoy más que cansada de estar a tu sombra, nunca te he importado solo me has utilizado para destacar. Te llevas riendo de mí desde que te conozco, nunca me escuchas, siempre estás en las nubes, yo lo he intentado pero ya no puedo más Luna. Yo a ti solo...solo...yo... yo te odio, así que espero que de aquí en adelante hagas como si no me conocieras. No quiero saber más nada de ti.

- Pero Yani, yo...

- No me interesa- la mirada que salió de los ojos de la muchacha pararon en seco a Luna que se acercaba a su amiga para abrazarla y pedirle perdón ya que nunca había pensado que ella se sintiera así.

- Pero...

- Cállate ya, no me des escusas. Después del recreo no te sientes conmigo que me espantas a los demás compañeros de clase- salió del baño y dejó a Luna sumida en las sombras.

No entendía nada, ella quería alejar a Yanira de ella para que le ocurriera nada y sin embargo había sido ella la que le había dicho que no quería saber nada más de ella. No sabía que le había causado tanto daño, las travesuras siempre habían sido eso, travesuras. Pero claro, no tuvo en cuenta sus sentimientos. Se sentía horrible, quería llorar pero no podía. El timbre la sacó de sus pensamientos, volvió a clase arrastrándose por los pasillos. Cuando entro en el salón de clases ya no quedaba nadie, todos se habían ido al patio para el descanso. Sus cosas estaban tiradas alrededor de la mesa, Yanira había dejado claro sus intenciones.

Luna ya no pudo más, se derrumbó, allí en medio de la clase, sobre la mesa. Sabía que eso era lo mejor, que la gente se alejara de ella era lo correcto. Ocultó su cara entre los brazos, intentaba ahogar el sonido de sus llantos, o quizás simplemente quería desaparecer. Su tristeza la acompañó durante el resto de las clases. Por su cabeza solo pasaban imágenes de la cara de Yanira, veía la decepción en su rostro, cada vez que ella creía que se divertían su amiga solo lo pasaba mal. Todos esos recuerdos le quemaban en el pecho pero tomó una decisión. Paró de llorar, recogió sus cosas y se marchó del instituto.

Sus pasos sonaban vacios por los pasillos, sus compañeros la observaban, ella ignoraba a las personas y aceleró el paso para salir cuanto antes de ese lugar.

En la puerta principal le llegó el aroma de Démian: <<Solo me faltaba esto>>. El chico estaba a varios metros de ella, era de los pocos que no la miraban, pero eso cambió cuando al bajar los cuatro escalones que separaban la puerta principal del camino hacia la calle, Luna trastabilló y estuvo a punto de caer.

Recobró el equilibrio al segundo pero la vergüenza la engulló, miró a su alrededor y comprobó que todos se reían de ella, incluso el enclenque de Démian la miraba divertido. Se tapó la cabeza con la capucha y comenzó a correr hasta que los pulmones le dijeron basta.

A causa de la congestión nasal provocada por llorar, su resistencia corriendo se vio afectada, respiraba por la boca, pero no era suficiente. Tropezó por segunda vez en su huida, pero esta vez no pudo evitar la caída. Impactó bruscamente contra suelo y a causa de la inercia siguió rodando hasta que chocó contra un árbol de la calle. Se quedo sin aire durante unos largos segundos, sus oídos le pitaban y lentamente fue perdiendo la consciencia, pero antes de perderla del todo oyó unos acelerados pasos que se acercaban a ella:

Alguien la llamaba a lo lejos, pero se sentía a gusto donde estaba. Estaba segura, protegida, querida y notaba cercana la presencia de alguien a quien nunca había conocido. La voz de esa persona eclipsó a la que la llamaba de forma lejana, la voz era suave y delicada.

- Pequeña mía, no desconfíes de él y no confíes en él. Uno te protegerá pero el otro no. Para mí fue tarde, me di cuenta al morir. He esperado pero tú no esperes nada.

No podía responder a la voz, ni siquiera podía ver, todo era oscuridad hasta que una pequeña luciérnaga apareció en escena, su luz iluminó una silueta de mujer. No era exactamente corpórea, se difuminaba con las sombras provocadas por la luz, pero algo en ella le resultaba familiar. Bruscamente la luz se apagó. Solo una palabra desgarró su garganta. Madre.

Una punzada de dolor la trajo de vuelta, la cabeza le daba vueltas y alguien la sacudía con brusquedad.

- Despiértate de una vez, por qué demonios no abres los ojos, no es tan difícil.

Su voz era desagradablemente familiar, justo cuando recobraba el sentido por desgracia también volvía el olfato.

- Apártate enclenque- susurró con desgana- ¿se puede saber que haces en mi instituto?

- Si, ya vuelve en sí- la mano de Luna golpeó suavemente su cara mientras daba manotazos al aire intentando levantarse.

- Podrías tener más cuidado.

La estaba ayudando a sentarse cuando cayó en la cuenta de que él tenía su mano apoyada en la espalda. El contacto le provocaba pequeñas descargas eléctricas en la zona, que le ponían los pelos del brazo de punta.

- ¿Qué haces aquí?

- Ayudarte.

- No, me refiero a por qué me has seguido- Luna ya se encontraba mejor.

Los dolores habían remitido y su nariz se había despejado. Poco a poco fue levantándose.

- Puedes dejar de ayudarme, "gracias".

Démian apartó rápidamente la mano de la chica pero la siguió con la mirada hasta que estuvo seguro de que se encontraba mejor.

- Te he hecho una pregunta- Luna miraba con desconfianza al muchacho, sin previo aviso él se agacho y le entregó su mochila que le quitó de la mano.

- En verdad han sido dos.

- Y veo que no respondes ninguna.

Suspiró con resignación.

- Respuesta a la primera pregunta: Me transferí este año desde mi antiguo instituto porque mi padre encontró un empleo nuevo. Segunda pregunta: Cuando saliste corriendo del instituto no quería seguirte pero algo me dijo que lo hiciera, llámalo intuición ya que si no estuviera aquí podrías haber estado inconsciente horas- no titubeaba al hablar- Me toca preguntar a mí ¿Por qué saliste corriendo?

- A ti que te importa- Luna se levantó y comenzó a caminar.

Démian no entendía por qué la chica lo odiaba tanto, vio como ella se alejaba y sintió de nuevo esa sensación así que corrió hasta ponerse a su lado. Caminaron en silencio durante pocos metros hasta que le habló.

- ¿Por qué me sigues "Enclenque"?

- No te sigo, te acompaño ya que resulta que mi casa está por aquí cerca- Luna arqueo una ceja.

- ¿Vives por aquí?

- Por qué debería yo responder a tus preguntas si tú no respondes las mías- Démian se colocó frente a ella cortándole el paso.

Luna soltó un sonoro suspiro, cruzó los brazos y cerró los ojos. Respiró intensamente durante algunos segundos, en cada inhalación el aroma de Démian se adhería a cada célula de su cuerpo, eso le puso más nerviosa. Tenía sentimientos encontrados, por una parte necesitaba ese olor, por otra le aterrorizaba.

- Maldito enclenque- murmuró- A ver la cosa es que he perdido a la única amiga que tenía.

El chico se mantuvo en silencio y Luna lo agradeció, aprovechando que era su turno de preguntas quiso resolver una.

- Puedo saber cómo encontraste mi collar.

- En verdad fue mi perro, mientras lo sacaba a pasear me llevó a un claro donde creo que peleaban animales.

- ¿Animales?- Sonrió, <<esa noche te hubiera arrancado la cabeza>>

- Bueno eso creo, lo extraño es que alguien los observaba.

- ¿Cómo?- Luna se sobresaltó- ¿viste quién era, o cómo era, que fue lo que viste? ¡Respóndeme!

El chico la miró desconcertado.

- Solo vi lo que te he contado.

- Vale, dijiste que vivías por aquí, ¿podríamos ir a tu casa? Necesito llamar a mi tío y no tengo mi móvil encima.

- De acuerdo.

Realmente la casa del chico estaba cerca, y no muy lejana del bosque. Las intenciones de Luna era revisar la zona, ya se habían acercado demasiado a su casa y todo por su culpa. Quizás ya sabían donde él vivía y podrían estarle esperando para matarle.

Al entrar en su casa le enseño donde estaba el teléfono. La conversación fue breve, al colgar, Démian la observa.

- ¿Y?

- Mi tío nos recoge en media hora.

- ¿Nos?

- Si, a los dos. Necesita hablar contigo, no te preocupes no te voy a raptar ni nada por el estilo.

- A saber, con lo loca que estás.

- ¿Cómo te atreves a insultarme?

- Tú me llamas enclenque cada seis segundos- estaba realmente molesto.

Luna no respondió, pasó al lado del chico y salió al jardín de la casa. Él la siguió para continuar con la discusión y justo cuando sus dedos estaban a punto de rozar su hombro una sombra descendió rápida del cielo para caerle encima.

Estaba tumbado de espaldas y su atacante le rodeaba con las piernas, con sus garras dejaba marcas de sangre en su piel. Démian se resistía con fiereza. Veía al ser que le agredía sin lograr entender qué era. La bestia no era muy grande pero si fuerte y tan oscura como las sombras, a excepción de algunos rasgos se podría confundir con un lobo negro. Un lobo sin pelo. El animal que veía frustrados sus intentos de llegar a la cara del muchacho emitía alaridos que helaban la sangre. El contacto de las garras sobre la piel le dejaba la sensación de tener ríos de lava recorriéndole desde el exterior hasta su alma. Los ojos rojos de la bestia solo emitían destellos de odio dirigidos a su presa.

Luna sintió el impacto a sus espaldas y al girar se encontró de bruces con la escena. Démian estaba siendo atacado. Ella nunca antes se había visto en la situación de proteger a alguien y mucho menos a alguien por el que no sabía que sentir, pero su deber era protegerle de cualquiera que intentara dañarle. Al ver como se defendía pensó que lo hacía bastante bien para estar luchando con un ser superior a él.

- ¡Vas a llamar a alguien o te quedas ahí mirando!

- Pues la verdad no se qué hacer, si dejar que te coma ese perro de piedra o ayudarte.

- Déjate de boberías tu no podrías con este bicho- Démian comenzaba a perder fuerzas, lo que aprovecho el perro para asestarle un fuerte golpe en el pecho, dejándole sin aire.

- Si te ayudo, y no te dejo morir a manos de eso- señalo con un gesto de cabeza a la bestia- me prometes que dejaras de ser tan irritante.

- ¡¡¡Ahhhhh!!!- Volvió a ser lastimado, pero esta vez en la cara, instantáneamente se le había formado un cardenal en la mejilla izquierda mientras un hilo de sangre le caía de la herida abierta.

- Vale, te ayudo, pero luego tendré que responderte mil preguntas que espero que no hagas.

Desde el punto de vista de Démian, que se encontraba aturdido, no entendía que quería decir, pero de repente entendió a lo que se refería. Alrededor de Luna se formaba una columna de arena plateada que se adhería alrededor de su cuerpo. A su espalda se tornaba la silueta de unas enormes alas membranosas. El movimiento que siguió a esa transformación fue tan rápido que el chico no logró captarlo con claridad, luego el dolor y la presión de su pecho desaparecieron, el ser ya no le golpeaba. Giró sobre sí mismo hasta quedarse boca abajo, apoyando su cara sobre el lado que no había sido golpeado, jadeante y agotado vio erguida ante sí a Luna. En su mano y agarrado por el cuello estaba el perro de piedra, como ella lo había llamado. Ahora que no lo tenía encima pudo observarlo con claridad, la visión le provocó escalofríos. Luna aun lo mantenía con vida, lo miraba con curiosidad mientras se retorcía entre sus manos intentando escapar. Démian quiso levantarse y el intento le mandó una fuere descarga de dolor al pecho y a la cara, gimiendo de dolor se desplomó sobre sus rodillas.

- Quédate quieto a no ser que quieras que lo vuelva a soltar- La voz era la de la muchacha solo que más áspera.

- ¿Qué es esto?- Tosió y convulsiono todo su cuerpo.

- No lo sé.

- No, me refiero a ti- Démian se había sentado y respiraba con dificultad.

- Eso te lo explico luego.

Luna apretó con más fuerza al perro, el ser le respondió arañándole la cara varias veces antes de desistir.

- ¡Maldito chucho!- Le había dolido demasiado, le ardía la zona en que había entrado en contacto con él.

Su paciencia se disolvió, con un revés de mano le golpeó en el hocico del animal dejándolo inconsciente. Cuando una parte del problema estaba solucionada se dirigió al siguiente, Démian. Lo levantó en volandas y se lo colocó al hombro, el muchacho se quejaba de que lo tratara de esa forma pero ella lo ignoró. Se dirigió al interior de la casa, con brusquedad dejó al chico en el sofá, lo vio retorcerse por el dolor, ignoró su reacción, tenía algo más importante entre manos. Descolgó el teléfono aun con la bestia en sus manos y llamó a su tío.

- Tío ha habido un pequeño problema- zarandeaba a la pequeña bestia.

- Esa voz, ¡Luna estás transformada! Luna es de día, en qué demonios piensas, se puede saber dónde estás.

- Tío, insisto, el problema es extrañamente menor que eso pero ligeramente más grave.

- Estoy casi llegando a casa de tu amigo, espérame allí.

- No, llamaba para decirte que lo llevo vía aérea.

- ¡Luna no puedes!

- Te espero en casa.

- ¡¡LUNAAA!!- Al colgar podía seguir escuchando a su tío gritando a través del teléfono.

Buscó por la casa algo con lo que atar a la fiera y encontró la correa del perro, con ella lo inmovilizó. Volvió a ojear la habitación y encontró una bolsa de deportes que había sobre la mesa del salón sobre una de las sillas, sacó de su interior todos lo que había; toallas, camisetas, y varias cosas más. Luego metió al bicho en ella, al verlo inconsciente le parecía hasta bonito. Démian se quejaba a su espalada y por su mente se paso una tonta idea. Suspirando y poniendo los ojos en blanco fue hacia el chico, pensando en lo gracioso que sería meterlo en la bolsa, la idea se esfumó al verle en el suelo mirándola fijamente y con recelo.

- Así que tú eres el animal del parque.

- Eso ahora es lo de menos, vamos, tenemos que ir a mi casa para curarte.

- No iré.

- No me hagas soltar a tu amigo- El chico paró de quejarse.

Sin darle más oportunidades, se acercó a él y lo cargó en brazos una vez más, el por su parte solo podía sentirse incomodo y dolorido, no solo físicamente sino en el orgullo. Mientras caminaba por el destrozado salón, veía como el animal había arañado las paredes levantando de ellas el papel, sacado de los sillones todo el relleno o como se habían caído todas las fotos de sus sitio. Caminaba sobre los cristales rotos hasta llegar de nuevo a la mesa, recogió la bolsa de deporte azul y salió al patio trasero.

- Agárrate lo más fuerte que puedas.

Sin dar tiempo a replicas agitó fuertemente las alas y emprendió el vuelo. Fue un trayecto abrupto, a la incomodidad de volar cargada se sumaba el llevar consigo al chico. Más de una vez se le pasó por la cabeza dejarlo caer al vació, pero se vio a si misma dándole explicaciones a Eme de cómo el muchacho se le había resbalado de las manos, eso le quitó las ganas. Démian por su parte hacía rato que estaba inconsciente, el dolor y el vértigo lo habían dejado K.O.

Aterrizó con dificultades en la parte trasera de su casa, rápidamente soltó la bolsa y colocó en el suelo al chico. Inmediatamente sus alas se disiparon en una nube de polvo gris que cayó lentamente a sus pies. Esta vez su ropa no había aguantado tan bien la transformación.

Aun se sacudía el polvo del pelo cuando Eme apareció por la puerta del patio, estaba pálido y sudoroso. Antes de hablar se pasó la mano por el pelo y miró a los dos bultos que se encontraban a los pies de su sobrina. La imagen le rompía el corazón, su pequeña tenía la cara desfigurada por varias cicatrices que tardarían tiempo en cicatrizar y en el suelo un muchacho herido.

- ¿Qué es lo que hay en la bolsa Luna?- Eme estaba realmente asustado.

- Un perro.

- ¿Qué clase de perro?

- De piedra, es oscuro y pelón, deberías estar tranquilo ya que por ahora está inconsciente, además el enclenque se defendió bastante bien.

- ¿En qué pensabas?

- Pues pensaba en qué pasaría si se hubiera merendado a Démian, en cómo cambiarían las cosas- Luna sonrió, pero Eme la miraba desilusionado.

- Me gustaría preguntarte el por qué, pero lo dejaré para luego- Eme recogió la bolsa de deportes- Voy a llevarme esto al desván, tengo que acabar lo que empezaste.

- Podría hacerlo yo- Colocó su mano sobre la de su tío.

- No, cúrale las heridas al chico, si las tiene es porque no lo defendiste como debías.

Eme estaba realmente enfadado con ella, cómo podía anteponer su sobrina sus sentimientos sobre la seguridad del mundo. No podía imaginar en qué había estado pensando, el chico a pesar de todo, era humano.

Cada paso que daba hacia el desván le servía para relajarse un poco. Para él, acabar con el problema que tenía entre manos era un asunto fácil. Al abrir la bolsa lo encontró aun inconsciente, acarició la cabeza del animal. Lo miraba con pena, Eme sabía que solo era una herramienta. Con rápido movimiento de sus manos el animal se convirtió en polvo.

Luna se había sentado enfrente del sofá donde Démian se encontraba durmiendo. Lo observaba quejarse y no se sentía cómoda. Estaba así por su culpa, el miedo la ponía a la defensiva. El la ponía a la defensiva, su cabeza iba a explotar. Una parte de ella se sentía tan atraída hacia él que no lo soportaba y la otra solo sentía miedo. Sus sentimientos eran un desastre. Para empeorarlo todo tenía que curarlo, por lo que había que quitarle la camiseta. Nunca había curado a nadie más que a su tío y verle el pecho descubierto y marcado por profundas heridas, no le hizo sentir mejor. Curó la cara del muchacho con rapidez, pero con las del pecho tardó algo más. No eran difíciles pero tocarle la piel, aunque tan solo fuera un roce, le hacia tener escalofríos.

Démian se había dejado ir totalmente por el dolor, ella no sabía si estaba inconsciente o profundamente dormido, pero tampoco iba a comprobarlo despertándole. Con cuidado y sin hacer ruido recogió todo. Luna no se había curado sus propias heridas, sabía que poco a poco mejorarían. Al pasar frente al espejó se vio reflejada, se asustó, solo veía un monstruo cubierto de heridas abiertas. Eso la desconcertó ya que nunca le había pasado. Se acercaba la mano a la mejilla cuando algo frio algo frio le dio de lleno en la herida. Su tío le había puesto un ungüento de forma tan rápida que no lo había visto venir, no habló y casi ni la miró, comprobó que el muchacho estuviera bien y se fue hacia la cocina.

Ella por su parte, fue a darse una ducha.


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