Capitulo 2: Impulso
Luna necesitaba aire fresco, se sentía muy cansada por tanto contacto humano, así que tuvo que salir de la casa y sentarse en los escalones de la entrada para que la brisa del atardecer renovara sus ánimos.
Su pelo acariciaba sus mejillas coloreadas por el calor que sentía dentro. Con gesto distraído lo apartó de sus ojos para poder disfrutar de un atardecer que le regaló un cielo anaranjado. La mantuvo absorta mientras pensaba en sus padres, en su tío y en la extraña presencia. Deseó con todo su corazón que sus padres estuvieran allí con ella, de que la abrazaran y que le explicaran mejor que es lo que tenía que hacer.
Las cosas que sí sabía era que había una persona humana, aparentemente normal. Esta desataría el infierno en la tierra sí caía en las manos equivocadas y que ella era una parte importante del plan. Lo que había leído en la carta de sus padres no la había ayudado mucho. Si sabía que ella pertenecía a un clan muy antiguo, sabía también que de los suyos ya ninguno se acordaba de lo que había sido en su antiguo mundo, se habían adaptado a ser humanos, solo ella y su tío podían recordar. Incluso los exiliados de la última gran guerra recordaban todo pero solo en sueños. En su día a día solo eran malos sueños. Su tío, le había contado su teoría sobre porque ellos sí eran consientes de todo. Tenía que ver con la memoria celular de su organismo y de las cualidades que aun guardaban en él. Muchas veces el peso de saber todo lo que el futuro deparaba (en principio) la desbordaba. Era entonces cuando Eme le decía que daba igual lo que dijeran, su futuro era un gran lienzo en blanco. Ella podía elegir, siempre sería la dueña de sus desiciones.
El viento interrumpió sus pensamientos, algo se le metió en los ojos. Las lentillas le molestaban muchísimo, se levantó y caminó tambaleándose hacia la ventana, utilizándola como espejo para quitárselas, pero justó cuando la segunda lentilla caía en su mano, los pelos de su nuca comenzaron a erizársele. Notó aquella extraña sensación. Giró sobre sí misma dejando caer al suelo la mentira de sus ojos y de un salto bajó los escalones. Caminó apresuradamente por el jardín saboreando el aire. Escuchaba más allá de lo humanamente posible, sentía en su cuerpo lo que ninguna persona podría sentir ni en eones de evolución. Aun poniendo todo su ser no encontraba el origen de esa sensación. Paso a paso se alejaba de la entrada de su casa y de forma repentina perdió el control:
Sus pupilas se estrecharon como las de un gato, su iris de color gris oscuro se amplió hasta casi ocultar el blanco de sus ojos. Su cuerpo absorbía las partículas del ambiente y su piel se endurecía como las rocas. Sus alas que hasta entonces solo habían sido parte de su espíritu se materializaron sobresaliendo por encima del traje. Sus manos eran duras y fuertes como las garras de una bestia y sus colmillos habían crecido y endurecido.
Un grito escapo de su pecho, una bestia liberada. Su pelo salvaje le otorgaba una apariencia feroz, fuerte, intimidante y letal.
No pudo más.
Con sus pies descalzos corrió por el vecindario, oculta por las primeras sombras de la noche. Cuando la velocidad se lo permitió extendió sus alas y voló como no lo hacía desde pequeña.
En la fiesta, como si él fuera el cumpleañero, Eme bailaba y disfrutaba de la compañía de las personas que tanto querían a su pequeña. Él sabía el esfuerzo que ella había hecho estando rodeada de tanta gente. Su sobrina era tan especial, le gustaba la compañía pero a la vez las personas la hacían sentir profundamente incomoda y agobiada. Sabía que eran cosas de la edad pero que tenía relación con su condición. Luna era fuerte, amable y compasiva aunque en el fondo tenía un carácter un tanto especial.
Durante un rato la había visto sentada cerca de la puerta, sobre el baúl de los disfraces. Ella le había hecho señas de que iba a salir a tomar el aire. Se había preocupado, pero le quitó importancia, la conocía demasiado y prefirió darle un poco de espacio. Pocos minutos después sus sentidos le hicieron volver a la realidad, sabía que algo no iba bien. Corrió hasta la puerta apartando a las personas que en la sala se encontraban. En su interior algo le decía que no estaba bien. En su pecho el corazón latía con más fuerza hasta que casi se le salió por la boca cuando la vio en medio de la transformación. La llamó por su nombre, aunque ella ya no le escuchaba. La vio elevar el vuelo, como poco a poco se alejaba en la oscuridad del anochecer. Sabía que antes de salir tras ella, debía despedir a las personas que estaban en la fiesta. Aunque era bueno mintiendo no pudo esconder su angustia y su nerviosismo. Yanira al verle se preocupó y discretamente se acercó a él.
- Miguel, ¿se encuentra bien?- puso la mano su hombro - Si necesita ayuda para recoger la casa avíseme.
- No tranquila estoy bien, venga ve a casa mañana le diré a Luna que te llame.
- Pero yo...
- No tranquila venga hasta mañana y gracias por todo- esto último lo dijo mucho más alto para despedirse de todos sus amigos.
Cuando se aseguró de que todo el mundo se había ido, se dirigió apresuradamente hacia la ventana que daba al patio trasero.
Saltando elegantemente cayó sobre el césped. Una vez fuera dejó libres sus alas y fue en busca de su sobrina, persiguiendo la estela de desesperación que dejaba tras ella.
Voló casi a ciegas durante unos minutos interminables antes de verla a lo lejos, descendiendo sobre algo que se encontraba en el follaje de un bosque cercano. El miedo se apoderó de su cuerpo y aceleró su vuelo para alcanzar a tiempo a su sobrina.
Luna volaba sin control, se dejaba guiar por sus instintos. Algo en su pecho quería salirse. Sus sentidos la arrojaron sobre un bosque, instintivamente sus alas se pegaron a su cuerpo comenzando una vertiginosa caida libre hacia su objetivo. El viento azotaba su cara, el traje vibraba por la fuerza del descenso y sus ojos se convertían en dos finas líneas.
Algo impactó con ella derribándola, no quería que nadie ni nada se interpusiera en su camino, así que propinó varios golpes y dentelladas a su oponente sin ni siquiera mirar. Golpe tras golpe cayeron sin control hacia el suelo, levantando una capa de polvo a su alrededor. Del pecho de Luna salían amenazadores gruñidos, pero su oponente no se intimidaba. Intentaba esquivar sus golpes y zarpazos sujetándole las manos. Ella se sentía impotente, porqué no la dejaban alcanzar su objetivo, su cuerpo, su alma, se lo pedía, es que no lo comprendía.
- ¡Para Luna!- gritaba desesperado aunque sonaba más como un ruego- Vuelve en ti pequeña.
- Suéltame- era lo único que ella podía decir, aunque sus palabras se fundían con gruñidos y el sonido de sus mandíbulas al chocar en sus intentos de morder.
En un descuido ella atacó y alcanzó con sus colmillos su hombro izquierdo, se le clavaron con fuerza dejando tras de sí un rastro de sangre. Aunque sus pieles eran extremadamente duras, Luna era especial y podía atravesarla como si fuera papel. Eme contuvo el grito de dolor en su garganta, pero su expresión lo dijo todo. Sintió mucho lo que se vio obligado a hacer. Cerró su mano y con el puño golpeó fuertemente la cara de su pequeña. Un golpe no fue suficiente para dejarla inconsciente así que tuvo que darle varios. Así que golpe, tras golpe, tras golpe, caían lágrimas entre ahogados sollozos donde le pedía perdón a su niñita. Aunque ella no paraba de atacar y gruñir hasta que Eme por fin asestó el golpe definitivo. Ella perdió la consciencia y cayó hacia los brazos de su tío, mientras sus alas desaparecían en una nube de polvo.
Eme se levantó con su sobrina en brazos ignorando el fuerte dolor de su hombro, la acunaba como cuando era una pequeña niña de cinco años. Fuertemente agitó las alas y alzó el vuelo con destino a su casa para curar las heridas de ambos y hablar largo y tendido. La contempló durante unos segundos y supo que aquel incidente solo significaba una cosa.
Había empezado.
Lo que ninguno de los dos llegó a sospechar es que alguien los observaba en la distancia.
El trayecto hasta la casa fue tranquilo, el hombro le dolía, pero le dolía más haber tenido que golpearla. Nunca en su vida había tenido que aplacar el poder de su sobrina de aquella manera. Al llegar a la parte trasera de la casa y pisar el suelo sus alas desaparecieron en un pequeño torbellino de arena, le costó mantener el equilibrio ya que había perdido bastante sangre y se encontraba cansado, pero eso no le impidió llevar a Luna a su cuarto. Lo primero que hizo en cuanto la dejó en la cama fue mirarle las heridas que poco a poco se iban curando por si solas. La observó dormir y descansar, el dolor en el hombro le recordó que él no se curaba con tanta facilidad, rápido sí, pero no tanto como ella.
Bajó las escaleras y del baño de invitados sacó un botiquín con las cosas necesarias para unas curas. Se sentó en la cocina y colocó un espejo frente a él. Vio las marcas de los dientes y se sintió desfallecer, no esperaba que llegara tan pronto, no quería que su sobrina tuviera que pasar por el calvario que se acercaba. En cada herida fue aplicando con algodón un poco de cicatrizante y desinfectante. Pero sus pensamientos estaban en otro lugar.
A la mañana siguiente con desagradable sabor a metal en la boca, Luna abrió los ojos en su cama. Intentó levantarse pero su cuerpo no le respondía. No podía moverse, sus manos y sus piernas le pesaban y le costaba respirar y el terror se apodero de su mente.
- ¡EME!- gritó desesperada entre llantos - Tío por favor ¡TIO!
Por la puerta apareció un ojeroso y pálido Eme, una venda cubría parte de su hombro, se estaba intentando ponerla camisa cuando tropezó al entrar en la habitación y cayó de bruces a los pies de la cama de Luna. Torpemente se puso en pie con la camisa blanca a medio poner y agarró la mano de su pequeña.
- Está bien estoy aquí, tranquila. ¿Estás bien?- su tío hablaba calmado y con cariño.
- No, anoche, lo de anoche, ¿Fue verdad?- dijo entre llantos.
- Sí pero tranquila no pasó nada, sabes que tardarás una o dos horas en recuperarte. Llevas tanto tiempo sin transformarte que tu cuerpo se ha sentido saturado. Ahora tienes que descansar. Tranquila llamé al colegio esta mañana para decir que no te encontrabas bien.
- Pero tú, te ataqué. Mira como estas.
- Maravilloso, yo no podría estar de otra forma. En cambio tu...
- Déjate de bromas, siento lo que te hice. Algo pasó...no pude controlarme... no se...
- Luna tenemos que hablar, pero será mejor que lo hagamos más tarde. Sabes que ahora toca descansar.
Le acarició la cara, se levantó del suelo y caminó hacia la puerta.
- Gracias, Eme, hiciste lo que debías.
- Si...
Cuando su tío se marchó luna comenzó a concentrarse en sentir su cuerpo de nuevo. Tardó menos de una hora, cosa que le sorprendió, pensó que sería cosa de la edad. Cuando estuvo mejor se levantó de la cama y fue al baño para ducharse. Una vez frente al espejo vio el desastre de la noche anterior. En su rostro no se apreciaban los estragos de la noche anterior, a excepción de las enormes ojeras bajo los ojos. Por otra parte, no había rastro de las heridas, si no fuera por el vestido nadie habría dicho que lo que ocurrió fue cierto. El pobre vestido estaba lleno de sangre seca, hojas y tierra. Pensó en lo orgulloso que se había sentido su tío la noche anterior al verla con el puesto, ahora solo era una pequeña sombra de lo que había sido.
Dejó caer el vestido al suelo y se metió en la bañera, el agua recorría su cuerpo y junto al jabón retiraban la suciedad. El cuello le dolía y al pasar la mano por él notó que algo no iba bien, faltaba algo. Salió a toda prisa, se puso la toalla y miró su reflejo, lo que vio la disgustó enormemente, en su pecho había un espacio vacío. El colgante había desaparecido. Con una zapatilla a medio poner comenzó a llamar a voces a su tío, mientras salía de su habitación el entraba corriendo.
- Pero Luna, se puede saber por qué gritas, es más que haces ya de pié, deberías estar descansando.
- No tío no hay tiempo, he perdido el colgante.
- Bueno, normal, ayer no es que fuera la más delicada de las flores paseando por el parque.
- Ya, que gracioso eres a veces.
- Lo sé, pero no te preocupes iremos después de comer a buscarlo.
- No, tiene que ser ya.
- ¿Pero qué dices? Tenemos que comer algo, además tengo el pelo húmedo, si salgo ahora luego parecerse un caniche.
- Eme, es importante para mí.
- Si, lo sé, pero más importante es que podamos llegar allí sin caer fulminados por el hambre, así que vamos a comer algo.
Tan solo media hora después ya se encontraban en las proximidades del bosquecillo donde habían acabado la noche anterior. Luna estaba desesperada y cuando su tío aparcó saltó del coche y corrió hasta el lugar. Las marcas de la pelea aun seguían allí, la ligera lluvia no había podido borrarlas. Mientras ella buscaba entre los matorrales más cercanos el colgante, Eme distinguió unas huellas que le parecieron sospechosas, cosa que no le gusto.
Mientas observaba con detenimiento las huellas, su sobrina se acercó a él mucho más nerviosa e incómoda de lo habitual.
- Tío me gustaría contarte algo.
Eme dejó de lado las huellas, y con cariño la guió hasta un árbol cercano donde ambos se sentaron bajo su sombra. Ella apartó la mirada, palpó su pecho en busca del colgante perdido y casi sin respirar le contó todo, sobre aquella extraña sensación.
- Luna, sabes que eso solo significa una cosa, tu misión ha comenzado.
- Pero Eme me dijiste que tardaría más.
- Eso hubiera deseado, quería que vivieras de la forma más normal posible, pero aquí estamos, tú desorientada por tus emociones y yo desorientado por no saber qué hacer contigo. Nunca hubiera imaginado que el despertar del guerrero te fuera a afectar tanto. Imaginaba que sentirías ganas de protegerlo, pero veo que simplemente te descontrolas, será que activa partes de tu ser no habíamos previsto.
- No entiendo nada, ya no entiendo nada...
- Luna, sabes que si él o ella está despertando, solo quiere decir que el mal no estará lejos. Debes de tener mucho cuidado y poner tus sentidos al máximo, yo te ayudaré pero hay veces que solo una persona puede hacer las cosas.
- Bueno, no hay otra solución que lidiar con ello. Ganando, o eso espero- Luna miraba hacia el cielo.
- De todas formas no nos preocupemos más.
- Tío, el colgante no está. Se lo debe haber llevado alguien.
Eme ya se había incorporado y sacudía el resto de hierbas que se habían quedado pegadas en su pantalón.
- Dios Luna no te podías haber quedado de pie ahora tengo mis vaqueros llenos de cosas verdes- esperó a que su sobrina le respondiera con sarcasmo, como siempre hacia, pero esta vez permaneció callada- ¿Luna?
La muchacha tenía la mirada perdida entre los árboles y de repente sus ojos cambiaron. Su Tío noto que el ambiente se enrarecía y que la materialización de las alas no tardaría. Saltó sobre ella y la zarandeó, sacándola de su trance justo en el momento en que un chico aparecía frente a ellos.
El muchacho podría tener aproximadamente diecisiete años, llevaba puestos unos vaqueros azules y una camiseta negra. Detrás de sus gafas de sol, sus ojos atendían con gesto de incomprensión la escena.
Cuando su sobrina volvió en sí, Eme se permitió mirar al muchacho con mayor atención. Mientas se acercaba la piel de luna se erizaba y las pupilas de sus ojos no paraban de contraerse y dilatarse, vio cómo intentaba controlar sus emociones.
Entonces comprendió que ese adolescente enclenque era quién provocaba que perdiera el control. Maldijo al universo por hacer que el elegido tuviera que ser precisamente eso "ELEGIDO" y no una dulce muchacha como ella o una niñita de cinco años o incluso un perro. Lo miró con desdén y rabia y el muchacho se paró instintivamente a unos pocos pasos.
- Disculpe, ¿Está todo bien por aquí? O tengo que llamar a la policía- intentó ser autoritario pero su voz acabó en un tono más agudo de lo que hubiera deseado.
- No hace falta, mi sobrina ha tenido un pequeño ataque de pánico- la agarraba con fuerza ya que aun se encontraba tensa y con la vista clavada en el chico.
- Puedo ayudarlo- Se acercó más y ella saltó como un resorte.
- ¡Luna!- Gritó Eme angustiado por si el chico se daba cuenta de que la velocidad con la que su sobrina se le acercaba no era normal.
El chico no pudo ni reaccionar cuando Luna se abalanzó sobre él. Quedaron a unos milímetros de distancia. Ella saboreaba el aroma que el desprendía, embriagador y lentamente acercó sus manos a las gafa retirándolas con cuidado. Su mirada era profunda, tenía los ojos de diferente color: uno azul y otro verde. El chico se había quedado quieto por la sorpresa, aunque tampoco podía apartar sus ojos de ella, de sus ojos.
Eme se encontraba tras de ella farfullando palabras si sentido. Con paso firme agarró a Luna y la separó bruscamente del rompecorazones de camisa oscura, rompiendo la conexión que se había formado entre ambos.
- Pero muchachito que pretendes intentando besar a mi sobrina sin siquiera decirle tu nombre.
Lentamente Luna trataba de recuperar el control, respiraba agitadamente y sus ojos le picaban.
- ¿Qué?, si ha sido ella...
- ¿Perdona? ¿Qué insinúas?
- No... a ver...yo no...
Confuso por la situación hizo lo único que creyó oportuno, cambiar de tema
- Es que ayer encontré aquí un collar.
Al oír sus palabras Luna salió de su incomodo trance, caminado despacio se acercó a él, observándolo con calma e intentando no sentirlo, ni olerlo y casi ni mirarlo se colocó a una distancia prudencial.
- ¿Podrías devolvérmelo?
- No- Luna clavó su mirada- ¿cómo puedo saber que es tuyo si no me dices como es antes de enseñártelo?
Sus palabras la hicieron irritar, pero aun así, respiro profundamente y le describió el collar.
- ¿Y de qué color es?
- No te basta con que sepa que hay dentro, eres desesperante. Es gris, de color casi negro- se exasperaba al ver el comportamiento del enclenque que tenía en frente.
- Y qué más.
- Con forma de lágrima- Pensó en mil y una formas de quitárselo por las malas.
- De acuerdo, aquí tienes.
Mientras le devolvía el collar, él rozó su mano sin querer, provocando que se le erizaran los pelitos del cuello. Aun no conocía su nombre pero la atracción irracional que sentía cuando solo era una presencia había disminuido, o simplemente ella había logrado controlarse, ahora solo quería pegarle por no darle su collar cuando ella lo exigía. Una vez con el colgante en las manos miró al chico de reojo y volvió con su tío, sin decir ni una palabra.
- ¿Y las gracias?
Antes de que ella saltara a arrancarle el cuello Eme se interpuso
- Perdónala, es muy susceptible con ciertas cosas. Mi nombre es Miguel y ella es mi sobrina Luna.
- Luna, que raro- pudo notar cómo la mirada de la chica se calvaba en el- Yo me llamo Démian.
- Como el niño endemoniado de la película, ese sí que es un bonito nombre- dijo en voz lo suficientemente alta como para que la escucharan.
Su tío carraspeó y ella se giró dándole la espalda a ambos.
- No le hagas caso, te podemos invitar a tomar algo, es para agradecerte.
- No, no se moleste.
- Que si venga, vamos por aquí cerca que yo invito.
- Tío porqué no lo dejas, para que tenerle más tiempo cerca.
- Luna, comprende que te ha devuelto el colgante y que le deberías dar las gracias- Su tío se había puesto a su lado y lo siguiente que dijo fue en susurros para que no les oyera- Es él no lo olvides, es a quien debes proteger, así que se más simpática.
- Claro- sonrío enseñando todos los dientes - Gracias, podrías venirte con nosotros a tomar algo- si las miradas matasen...
- Bueno si insistes, si, iré.
- Si no lo matan los malos lo mato yo- susurró a su tío que no pudo aguantar una carcajada.
Se apartó de su sobrina y como si ya fueran amigos íntimos colocó el brazo sobre el hombro de Démian, a quien se le notaba tenso e incomodo.
- Chico, no sabes lo que te espera de ahora en adelante.
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