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Capítulo 19: Perdón.

Habían pasado casi doce meses desde que Démian había pisado aquel lugar. Aunque no lo había hecho por varios motivos; uno era por lo doloroso que le resultaba. Por otro lado, había estado muy ocupado arreglando todos los problemas referidos a su situación. Arel le había ayudado haciéndose pasar por un tío lejano, le había dicho que estaría con él hasta que no le necesitase. Habían vendido la casa de sus padres y habían logrado comprar la de Eme y Luna, les habían puesto muchas trabas para lograrlo pero no hay nada que no puedan hacer teniendo a un ángel como tío.

Yanira había vuelto a su casa. Arel haciendo uso de sus encantos divinos, había logrado que los padres de esta creyeran que había estado realizando un voluntariado todo el tiempo.

Tanto el ángel como la chica querían acompañarle a ver a Luna, pero les había dicho que quería ir solo, era algo que tenía que hacer por su cuenta. Sentía mucha lástima de no tener un sitio donde ir a ver a Eme pero lo sentía presente en cada lugar y se decía a si mismo que las flores que le llevaba a ella era en verdad para los dos. Si seguía vivo era gracias a ellos.

Había vuelto al refugio como mismo se había ido, en moto. Entró en los aparcamientos que asombrosamente estaban sin nieve. Esa semana había hecho muy buen tiempo.

Caminó con un gran ramo de tulipanes de color rojo hacia donde estaba la muchacha convertida en gárgola. Era extraño haber logrado convencer a cualquiera que por allí pasara de que esta estatua no estaba. Se sentía nervioso, ansioso y triste por volver a verla. El corazón le latía con fuerza, quería hablar con ella, contarle todo lo pasado durante ese año, él había cambiado, quería decirle que se había cortado el pelo, ahora lo llevaba de punta, ligeramente largo y peinado de forma despreocupada. Al pensar en eso se paso la mano por la cabeza con nerviosismo. Sabía que ella no podía verlo pero le ayudaba pensar que si.

Al llegar a la roca donde la había dejado hacía un año, el terror se reflejó en sus ojos. El ramo cayó al suelo desde su mano. Sus labios eran una fina línea dibujada sobre su cara, su mandíbula se había tensado y en sus ojos las lágrimas caían mientras en su garganta la sensación de ardor se hacía cada vez mayor.

En el lugar donde se suponía que debía estar Luna, solo había una montaña de polvo grisáceo.

Démian caminó vacilante hacia el polvo y se dejó caer sobre él. Sus pantalones vaqueros de color azul se ensuciaron por completo. Ni siquiera la chaqueta de cuerpo que llevaba puesta pudo disimular el movimiento inconsolable de sus hombros. Los brazos apoyados en la roca sostenían la cabeza del desolado chico.

Gracias a la extraña protección que había puesto Arel, ningún otro humano podía verlo allí solo llorando desconsoladamente, lo sabía y quizás ese fue el motivo por el que fue a ese lugar, sabía que podía desahogarse y liberarse por completo de toda la angustia.

Había estado allí postrado alrededor de media hora y sentía que sus ojos ya no podían más. Cuando se levantó, las piernas le flaquearon y se empezó a caer hacia atrás. Cerró los ojos a la espera del golpe pero no llegó ha tocar el suelo, alguien le sujetaba. Enfadado se giró para embroncar a Yanira, ya que pensó que le había seguido.

- ¡No entendiste que quería estar solo!

Cuando se giró se dio de golpe con la mirada de unos ojos grises rodeados de una pestañas casi plateadas que lo miraban con sorpresa. La visión le sobresaltó y se apartó con brusquedad de la persona que lo había ayudado

Las manos le fueron directamente a los ojos, para comprobar si estaba viendo bien, los cerró y abrió y ella seguía ahí. Era mucho más alta que la última vez, su pelo estaba mucho más largo y más blanco y brillante si es que eso era posible. Sus alas estaban replegadas a modo de capa sobre su cuerpo, aunque dejaban intuir que su figura también había cambiado.

Miró de nuevo esos ojos que tanto había añorado, repasó las líneas de su cara, memorizó sus labios, gravó en su mente todo lo que pudo y luego habló.

- ¿Luna?

- Démian, y una vez lista las presentaciones...

La chica sonrió.

- ¿De verdad eres tú?, no me lo pudo creer, ¿cómo es posible?

- Soy una gárgola, no lo pillas, piedra...humana...piedra...me muero...vuelvo...

- No pero tú estabas muer...no me hagas decirlo.

- Lo estuve pero, me dijeron que me podía recuperar si me lo proponía. Por lo visto que me apuñalaras me ayudó a volver a ser yo. Hablando de eso...me apuñalaste.

- Luna yo...yo...

Con lágrimas en los ojos Démian se acercó a la chica y la estrechó entre sus brazos, ella le respondió al abrazo. Poco a poco se fue entregando al llanto y al cabo de un rato ambos estaban llorando desconsoladamente. La alegría les había cogido por sorpresa, los dos habían deseado tanto estar en los brazos del otro, que una vez en ellos no se lo podían creer.

Aun estando abrazados Luna abrió las alas y rodeó a Démian con ellas, y fue entonces cuando se separó de él, para poder mirarle a la cara. Sus ojos anhelaban los de él, que ha su vez la buscaba con desesperación, intentaban hablar y decirse lo felices que eran por estar en uno con con el otro.

- Siento no haberte abrazado aquel día, no quería que me vieras llorar y mírame ahora.

- No pasa nada, lo importante es el ahora. Aunque supongo que si yo te apuñalo estaríamos en paz ¿no?

- ¿Qué?

- Es broma.

- No bromees con esas cosas.

Se fijó en que seguía transformada y eso le preocupó.

- ¿Por qué sigues con alas?

- Porque acabo de regresar, pedazo de enclenque.

Sin previo aviso, Luna se sacudió las alas y su cuerpo se desprendió de la dura coraza para volver a ser ella misma. Démian aun no se podía creer que la tuviera entre sus brazos. Tímidamente paso su mano por el cuello, acariciándolo y sintiendo el tacto de su pelo. El gesto fue seguido por sus labios, besó sus hombros, el cuello y sus mejillas hasta llegar a sus labios donde los de ella le esperaban con deseo.

Luna sentía el aroma de él por todo su cuerpo, notaba sus cálidas y reconfortantes manos y se sentía llena de alegría. Aun a su pesar tubo que separarse de él ya que habían cosas de las que hablar.

Démian no esperaba que se separase tan pronto, así que lo cogió por sorpresa, sus ojos se abrieron y suspiró intentando coger más aire en sus pulmones. El pecho le latía a toda velocidad y notaba que a ella le pasaba lo mismo.

Cambio su cara de sorpresa por una más afable, la miró con todo el amor que pudo, le acarició la cara, y depositó con cuidado el beso más frágil, dulce y tierno que fue capaz sobre los labios de ella.

- ¿Qué ha sido de Arel y Yanira?

- En serio prefieres hablar de eso antes de seguir con lo que estábamos.

- Quería saber si tengo casa a la que volver o si ese ángel me va dejar hecha picadillo.

Démian sonrió y Luna sintió que el alma se le llenaba de luz, se acercó a ella y junto sus frentes.

- ¿Hay cosas que no cambian verdad?

- Eso espero.

- Luna, eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

- Y tu en la mía enclenque.

- Mmm, no me gusta que me llames así.

- Y si te digo...te quiero enclenque.

- Pues empieza a sonarme mejor.

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