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Capítulo 10: Lucy, Diana y Yen.


Al salir de la casa ambos se habían sentido sumamente relajados, dejar atrás toda esa tensión aunque fuera por un periodo corto de tiempo les  vendría bien. Caminaron en silencio durante un tiempo considerable hasta que Arel tuvo que preguntar.

- Tengo preguntas que hacerte Démian- El chico asintió dandole permiso para hacerlas- Quizás sea irrelevante, pero,me gustaría saber hacia dónde nos dirigimos.

- Creo que es más que evidente que necesitamos algún tipo de transporte.

- Bien, pero has considerado el hecho de que podemos ir en medios de transporte o caminando, incluso volando.

- Me parece increíble que seas tú, precisamente quien lo proponga, sabes que si Luna se transforma...digamos que te la llevarás.

- Tranquilo chaval, sabes que si eso pasara tu tendrías a otra esperándote- soltó una carcajada que sonó grave y profunda.

- Para ser un ángel tienes un sentido del humor bastante retorcido.

- Pero es la realidad, tienes a dos adolescentes fulminándose con la mirada. Parece que no sepas como son.

- No lo veo de esa forma. Yanira sabe que las cosas no están para tonterías y con Luna, la cosa con ella es diferente. Es complicada, extraña, desconcertante. No puedo esperar nada de ella más de lo que hay. Al igual que yo no puedo dar más de lo que doy.

- Por eso le pediste que se quedara contigo el otro día, quizás me aventuro demasiado pero eso no fue solo amistad, creo.

- No lo entenderías, tu eres un ángel no un humano.

- Cierto.

Una sombra apareció por el rostro del ángel, quizás tristeza o envidia.

- Démian, nosotros los ángeles estamos conectados, puede que esté aquí a tu lado pero en verdad yo siento lo que sienten mis hermanos, cuando estamos juntos no necesitamos palabras, ni gestos, ni sentimientos. Somos un solo ser, separarnos es lo más parecido a los sentimientos que podemos llegar a tener.

- Quieres decirme que miles de los tuyos sentirían tu muerte como suya si murieses- Arel escupió una carcajada irónica.

- Chico, nosotros no morimos, o por lo menos no como tú piensas. En el remoto caso de que alguno de nosotros "muriese" no desapareceríamos ni sentiríamos dolor los unos por los otros. Somos presencia, somos etéreos, fuimos elegidos para nuestro papel, al ser uno cuando la identidad desaparece formamos parte del colectivo. Simplemente nos unimos y seguimos siendo pero no como un ser sino como "EL" ser.

- Arel, honestamente, no te entiendo, pero te comprendo. Es decir os fusionáis como en los mangas de acción.

- Chico, eres raro.

- Me lo dicen mucho.

Ambos rieron, el camino había cambiado a medida que lo seguían. De una zona urbana en la que había casas, aceras y coches habían pasado a una senda semidesierta. El camino de tierra amarilla brillaba con los rayos de sol, haciendo el sitio incomodo a la vista. Flanqueando el paso estaban las carcasas vacías de lo que en su momento fueron árboles, marcaban la senda hasta una solitaria y derruida casa. Abandonados por doquier descansaban los esqueletos oxidados  de los coches. De su interior llegaban ruidos pertenecientes a lo que esperaban que fueran toda clase de animales pequeños. 

La casa, por darle esa definición, estaba destartalada.  Las puertecitas de las ventanas daban golpes al ser mecidas por la brisa. El techo caía en un ángulo raro hacia la derecha. La pintura estaba seca, ennegrecida y desconchada. Las valientes plantas que se atrevían a crecer entre los adoquines de la entrada eran la única nota de color que daba paz en ese lugar.

Arel no estaba cómodo con la situación pero el muchacho parecía estar en un parque de atracciones. La sonrisa le ocupaba toda la cara. El ángel vio cómo se lanzaba a la carrera y entraba por la destartalada puerta mientras él se quedaba fuera esperando sin saber muy bien a qué. Si a ser invitado a pasar o a ir en busca del cadáver del muchacho. Desde donde estaba podía oír las risas que de repente rompieron la tensión que sentía. Los escucho hablar, sintió las vibraciones que provocó el abrazo que se dieron y luego notó como los pasos del chico se dirigían a dar con el. Démian salió con tanto ímpetu, que el impacto de la puerta contra la pared hizo que cayeran al suelo trocitos de la misma.

- Es un amigo- dijo con una sonrisa- el nos va a ayudar- Las palabras fueron acompañadas por unas palmadas en la enorme espalda del ángel. 

Arel siguió al muchacho, cada paso levantaba una pequeña capa de polvo que se depositaba en sus zapatos. Al parase bajo la puerta vio el interior de la casa, esta no era tan diferente a los que había fuera, mucho polvo, mucho metal oxidado, papeles por todos lados, periódicos amontonados en cualquier esquina sobre los cuales habían diferentes piezas. Se dijo a si mismo que lo más probable es que fueran de los coches que había visto fuera. Uno le llamo especialmente la atención, era enorme, ocupaba toda la zona central del suelo del salón, el descubrimiento tuvo que haberle dejado una mueca de sorpresa e incredibilidad ya que la persona que estaba observándolos se carcajeó. Cuando él le miró solo vio una sombra canija. Caminaba con pequeños saltitos, una rara cojera que le daba un aire chistoso. Cuando la luz le llegó vio a un hombre de avanzada edad, con la piel blanca y el pelo color plata. La mirada del hombre transmitía la sabiduría que solo unos ojos que han vivido sabían hacer, le envidió. La insondable mirada del hombre pareció fijarse en algo que había más allá de la espalda de Arel.

- Te rodeas de buenas compañías Démian- El hombre sonrió y siguió hablando con la rota voz de la vida- Creo que aun no es mi tiempo si es a por mí a por quien vienes.

El hombre se acercó más a Arel y le agarró la mano con firmeza.

- Sé lo que eres y eso ya es mucho decir.

La cara del muchacho se desencajó y dio lugar a una mueca de sorpresa y terror, no comprendía cómo podía haberlo adivinado, no era posible, el temor se agarró a su corazón como una garrapata a un perro. Temía por su vida, qué haría Arel, con el miedo en los ojos, separó de un empujón al hombre del ángel.

- No le escuches, este viejo ciego y loco no sabe lo que dice.

- Muchacho, puede que este hombre sea viejo y ciego pero no esta loco.

- Eso Démian, haz caso y deja que me presente como debe ser.

Forcejeó unos segundos con el muchacho y una vez habiéndoselo quitado de encima se plantó frente a Arel.

- Te veo, no sé cómo puedo, pero te veo, eres la primera luz que veo en años- las lágrimas mojaban la curtida piel del hombre- Aun no es mi momento, ¿O sí?

- Tranquilo Benjamín, aun no lo es- Arel agarró las manos de Ben como si fueran un tesoro- Como eres tú el que me ha visto dejaré que me contemples como soy, pero no se lo debes decir a nadie.

- Mis labios están sellados- El gesto que acompañó a esas palabras fue el de cerrar sus labios con una cremallera imaginaria, su pulso temblaba tanto que a punto estuvo de golpearse en la cara.

Lo que Ben vio en su mente con sus ojos se quedó como secreto. Ni él ni Arel dijeron una sola palabra en todo el día. Démian había temido que la visita empeorara el estado de si amigo pero no podía estar más lejos de la verdad, para Ben fue como si le hubieran quitado años de encima. Al desaparecerse los temores, los tres disfrutaron de un agradable día, Démian había ido con un objetivo pero prefirió guardárselo para si hasta el momento más oportuno.

Sin darse cuenta habían pasado ya varias horas cuando Arel se levantó de la silla de mimbre donde estaba sentado y se dirigió al muchacho.

- Este día no podía haber sido más agradable, pero estamos aquí por una razón, no es así Démian.

- Cierto. Ben me alegra verte tan feliz pero tengo algo que pedirte y quizás no te haga gracia.

- Muchacho, después de hoy puedes pedirme lo que quieras.

- Quiero a Diana y a Lucy. Sé que es demasiado pedir, pero las necesito. Te juro por mi vida que cuidare de ellas.

- Chico, no jures por algo tan sagrado. Cógelas.

- ¿Qué?

- ¿No las necesitas? pues cógelas.

- Sí, pero es que pensé que...

- Pensaste demasiado, es cierto que son importantes en mi vida, pero me has traído un ángel a casa chico. Me has devuelto a la vida. No veo pero sí que la veo a ella, pensé que me había olvidado, pero no. Cuando tu amigo me ha tocado la he vuelto a ver y con eso me basta hasta que llegue mi día. Son tuyas, el recuerdo de montar con ella es más fuerte que la chatarra vieja.

- Ben, si no es molestia tenemos que irnos, hemos de seguir y tú has de ser feliz.

Arel se acercó hasta la cara del hombre y le dio un beso.

- Gracias Arel.

- Gracias Benjamín- Dijeron al unísono tanto el ángel como el chico.

Caminaron si mirar hacia donde estaba Ben, sabían que estaría bien, vivía solo en esa casa pero era feliz. En una de las estanterías llenas de libros antiguos y fotos de una mujer pelirroja Démian encontró las llaves de Lucy y Diana, las sacudió y las guardó en el bolsillo de sus vaqueros. La mirada se le paraba en cada imagen. Vio como una joven pareja en blanco y negro iba envejeciendo y coloreándose con el paso de los años, sintió tantas cosas que no pudo retener un suspiro que le desgarró el pecho.

Arel lo miraba sin entender del todo, admiraba a los humanos tanto como los envidiaba, como esos pequeños cúmulos de vida aislados habían evolucionado tanto. La capacidad de falsa empatía que sentían los unos por los otros le dejaba perplejo. Durante años se había dedicado a observarles, no podía dejar de asombrarse al verlos mirarse, abrazarse, hablar los unos con los otros para poder entenderse. Casi siempre veía como discutían, peleaban o mataban ya que no eran capaces de entender la situación del otro, pero también veía amor, esperanza y ganas de luchar.

Démian caminaba delante de un pensativo Arel, habían salido por la puerta principal y habían ido a un pequeño cuarto situado en el lado izquierdo de la casa. El cuarto no tenía ventanas, solo era un pequeño lugar lleno de polvo y en medio de la estancia una manta amarillenta tapaba dos grandes siluetas.

- Si eres alérgico será mejor que no respires, las cantidades de polvo son inimaginables.

El muchacho entre sonrisas agarró la manta y tiró con fuerza de ella. Las diferentes partículas se arremolinaron en la estancia. Formaron una capa borrosa en los ojos del ángel y del muchacho, ambos se los restregaron con fuerza intentando aclarar la vista y poder contemplar la maravilla que tenían frete a ellos. Iluminadas por la luz que entraba por la puerta estaban durmiendo dos Harley's. Démian había esperado toda su vida para poder tocarlas, conocía a Ben desde pequeño y el hombre nunca le había dejado ir más allá de la puerta. Con la temblorosa mano acarició en sillón de la moto de color negro y rojo brillante. Al tacto era como acariciar las nubes, temeroso pero decidido pasó su pierna derecha por encima de ella, colocó la llave en el contacto y la arrancó, sabía muy bien que siempre tenían el tanque lleno. El característico sonido le hizo vibrar la sangre.

- Oh Lucy, cuánto tiempo esperando este momento, y que triste que tenga que ser bajo estas circunstancias.

- Chico, solo es una moto.

- ¡NO! No se te ocurra decir eso frente a ellas. Son más que unas motos, ese hombre al que acabas de conocer vivió su vida con estas motos y su mujer, son más que metal, son sentimientos, son libertad.

- Vale. Pero creo que necesitas casco y permiso de conducir para llevar a libertad.

- Bueno eso es un punto sin importancia, se conducir motos desde siempre, Ben se ocupó de que aprendiera. Esa es la tuya, la maravillosa Diana. Ella es del color del violín ya que es como tocarlo, cuídala cada vez que la uses ya que no viene sola, tienes a su Sidecar, Yen. Ella es importante- En voz más baja dijo- Aun que no tanto como ella.

- Si, vamos.

Los cascos estaban metidos en Yen, como era de esperar los cascos tenían casi la misma edad que las motos, aproximadamente cincuenta años.

- Creo que estos cascos no son los más oportunos.

- Claro que no, los que nos tenemos que poner son estos.

Como si de un niño bajándose de su bici nueva se tratase Démian saltó y corrió fuera del cuarto, no sabía de dónde los había sacado pero cuando volvió tenía cuatro cascos de última generación en las manos, Arel prefirió que ese siguiera siendo un secreto.

Era gracioso ver a Arel montado en la moto pero el muchacho estaba tan ilusionado que no se fijo en nada que no fuera el ronroneo de la suya.

Cuando la del ángel se unió al sonido, una pequeña lágrima se escapó de los ojos de Démian, pero casi instantáneamente se la quitó con el dorso de la mano.

El ángel sabía manejarse en cualquier elemento, aprendía en segundos por lo que conducirlas no le tomó mucho tiempo.

- Vamos.

De vuelta a la casa la luz iba desapareciendo y la noche volvía a ser cómplice en sus movimientos.

Mientras, en la casa, las chicas habían mantenido una importante conversación, o por lo menos eso les parecía a ellas. Después de comer habían recogido la mesa juntas pero sin hablar, la tensión era tan obvia que se podía ver hasta de qué color era. La primera en hablar era la que menos quería decir.

- ¿Por qué, Yanira?

- ¿Por qué Luna? A que te refieres con tu pregunta.

- No hace falta que estés a la defensiva.

- De verdad lo crees, porque yo creo que es la única forma de estar a salvo a tu lado.

- Eso sobra y lo sabes.

- De acuerdo, pero no quita que sea verdad.

- Si te dejas de ironías podremos hablar e intentar arreglar las cosas.

- Quien te ha dicho que quiero arreglar nada Luna.

- Creí que si, ya que estas aquí.

- No te has replanteado que quizás no es por ti.

- Debí haberlo supuesto.

Yanira agarraba con fuerza el respaldar de una de las sillas, Luna guardaba las distancias manteniéndose apoyada en la pared ya que aun se sentía algo cansada.

- Mira Luna, no pretendo que me perdones por lo que hice ya que lo hecho, hecho está. Sabes que de nuestra antigua conversación hay cosas que sigo pensando que son verdad, siempre me he sentido inferior a ti, siempre me has hecho sentir así. Comprendo tus mentiras, ahora, pero antes... No me pidas más de lo que puedo dar.

- No eres a la única que las cosas le han dolido, crees que ha sido fácil para mi mantenerte alejada, a la única persona que he tenido, a mi única amiga. No era fácil ver lo normal que eras y luego mirarme a mi cada día en el espejo. Siempre has sido tú la que ha tenido novio, siempre has sido tú la invitada a las fiestas.

- Hasta que dejé de serlo porque yo era tu amiga, hasta que me cansé.

- Lo siento, siento habértelo hecho pasar tan mal, pero no eras la única.

- Claro, y que excusa tienes ahora.

- ¿Qué?

- Si, con Démian. El chico era normal hasta que se topó contigo. Ahora ya no tiene ni familia.

- Eso no es mi culpa.

- Si lo es, si te hubieras ido con tu padre él estaría bien. Ahora es a por él a por quien irá.

- Yanira, por favor no sigas por ahí.

- Por qué, ni que él te importara. El otro día por quedarte en su habitación mira lo que le pasó. Es que ni siquiera entiendo que hacías allí. Es que no puedes ni si quiera dejarle dormir.

- Las cosas no son como tú dices, ni como tú crees.

- Venga Luna, nos conocemos se perfectamente que te gusta.

- No creo que tanto como te gusta a ti ¿o me equivoco?

- No, no te equivocas en nada. Si pudiera y espero poder, tengo muy claro que quiero ser su novia.

Algo se rompió en el interior de Luna, algo le hacía sentirse mal, deseaba salir corriendo y alejarse volando de allí, no tener que escuchar más a Yanira, ni tener que ver a Démian y aguantar la mirada de desconfianza que le dedicaba Arel cada vez que podía. Solo quería estar en algún lugar donde poder ser normal, estar bien. Aun así sabía que no podía irse, Eme, a él es a quien tenía que buscar y volver a estar juntos, haría todo por encontrarle.

- Eso si él quiere, no crees.

- Cómo no va a querer, soy normal, igual que el. Es más ya nos hemos besado.

Los ojos de Luna se abrieron tanto que se pudo ver con claridad el tono gris oscuro de su mirada.

- Ni que no lo supieras, para que mis padres me dejaran venir nos hicimos pasar por novios, incluyendo besos y a un Tío lejano, Arel cantaba un poco pero todo salió bien. ¿Te molesta? Tanto te molesta que el chico me prefiera a mí antes que a ti, mírame y mírate, no crees que su decisión es bastante fácil.

- Las decisiones que él tome en su vida solo le incumben a él y a nadie más. Si le gustas, le gustas.

Intentaba mostrar indiferencia pero las lágrimas, de dolor y rabia, amenazaban con caer por sus frías mejillas.

- Da igual lo que queramos los demás.

Yanira se acercó hasta quedarse a menos de un paso de Luna, la desafiaba con la mirada, era como si le reclamase cada palabra, con una voz tan cortante como un cuchillo y fría como el hielo le escupió las palabras.

- Te pensabas que él se fijaría en ti, crees que iría más allá de utilizarte. Por tu culpa han muerto sus padres, por tu culpa su cuerpo está lleno de cicatrices, ha sufrido fuertes dolores y el psicópata y desquiciado de tu padre quiere matarle por una estupidez.

- Para Yanira- no la miraba ya a la cara, no podía.

- Para, eso es lo único que puedes decir.

- Que más quieres, te he dicho que lo siento.

- No es suficiente. Ve con tu padre, o deja que el ángel te mate. De-sa-pa-re-ce.

De un empujo la apartó de encima, controlaba su rabia como podía pero le era muy difícil, ella solo había querido arreglar las cosas, no quería estar ene se maldito punto. El pelo le caía desaliñado sobre la cara, estaba impregnada en sudor, la fuerza que tenía que hacer para controlarse la estaba dejando exhausta.

- Para, por favor- los orificios de su nariz se dilataban enormemente a cada inhalación de aire.

- No.

- Yanira, quédate con Démian o déjalo, ven con nosotros o no, haz lo que te venga en gana, pero por favor déjame en paz de una maldita vez.

- Qué triste eres, tan poco te importa que renuncias a él a la primera de cambio.

- No, no lo entiendes, no quiero que nadie este mal, ojalá pudiera irme yo sola, pero como bien sabrás ya que estuviste involucrada, tu tampoco haz sido buena niña- Lo último lo dijo con mucho desdén- No puedo seguir transformándome, si no que quedaré en manos de mi padre, hará lo que quiera con migo y con el ser en que me transforme si pierdo el control.

- Vale, lleguemos a un acuerdo, llevémonos bien hasta que todo esto acabe. No es cuestión de añadir más leña al fuego.

- Me parece bien.

- Pero aléjate de él.

- No sé si es algo que te pueda prometer.

Yanira entrecerró los ojos, acortó las distancias y su mano voló, el sonido que le siguió fue seco. ¡Plaff!. En el momento de la bofetada Luna no pudo más, se dejó llevar, su gesto fue acompañado por el sonido lejano de unas motos.

Al girar su cara por el impacto, su cuello se tensó, las gotas de sudor salieron disparadas al suelo, lentamente la mirada se fijó en Yanira. El movimiento fue rápido, en menos de un segundo había agarrado a la chica por el cuello y la tenía sujeta contra la pared donde ella había recibido el golpe. La chica intentaba gritar pero de su garganta solo salían sonidos muy débiles, golpeaba y arañaba la cara de Luna, la sangre se quedaba en las heridas que le hacia, las patadas llenaban sus piernas de moretones, pero no las sentía. Las manos se cerraban con mayor fuerza a cada segundo sobre el frágil cuello de la chica, las patadas y arañazos cesaron pero aun respiraba con dificultad, Luna giró la cabeza, tal y como lo haría un pequeño cachorrillo al no comprender una orden, sonrió.

Lo que pasó después es muy difícil de explicar, alguien se había abalanzado sobre la chica y la agarraba con unos fuertes brazos. La tenia cogida por detrás y los brazos se metían por debajo de sus axilas para acabar sujetándole la parte trasera de la cabeza, inmovilizándola con esa llave.

Sus ojos veían de forma incomprensiva como Démian cogía en brazos a la chica, le media el pulso. Un suspiro inundó su pecho y luego dijo algo, Luna lo oía con interferencias, como si hablara desde un sueño. Arel habló de detrás de su espalda y tampoco le comprendió, el cansancio la estaba empujando hacia el sueño pero no quería irse, no ahora no, tenía que intentar explicar que no podía controlarse. Su cuerpo iba por libre.

Los primeros sonidos que salieron de sus labios sonaron como un gruñido pero luego tomaron forma. Su voz había cambiado y lo notaba en la forma en que él la miraba.

- No, quiero hacerle daño- el sudor se mezclo con las lágrima que había empezado a derramar- No puedo controlar mi cuerpo.

Luchaba, no paraba de luchar contra el ángel, pero a la vez estaba exhausta.

- Arel. Mátame- cuando la escucharon pronunciar cada una de esas palabras palidecieron. Yanira seguía semiconsciente, pero su mente se aclaraba.

- No, esto ha sido culpa mía, la he provocado, le he abofeteado después de perder los nervios y le he dicho cosas bastante feas.

Aun seguía en los brazos del chico, pero se zafó de ellos, lo miró y le tocó el brazo más para tranquilizarlo a él que a ella.

- ¿Qué quieres decir?- La voz de Arel era profunda y cargada de incomprensión.

- Le he dicho cosas que no debía, ella trataba de negociar como decirlo, la paz entre nosotras, a su forma. Pero yo...por favor no le hagas caso.

- Arel, mátame, no la escuches e intentado matarla y si me soltaras ahora mismo mi cuerpo necesita... yo necesito descansar por favor, mátame. Es lo mejor y lo sabéis, hazlo ahora que estoy débil mátame. ¡Hazlo de una vez MATAME!

- No, no, no, Luna escucha, ha sido en parte mi culpa, yo lo siento.

- Solo has sido sincera- Miro a Démian directamente a los ojos, las siguientes palabras eran solo para el- lo sabes, solo es una salida y todos estaréis bien, hazlo tú. Hazlo ya, rápido intentaré no luchar.

El muchacho se levantó y se acercó paso a paso hasta ponerse delante de ella. Sus ojos brillaron un segundo mientras le acariciaba la frente. Ese leve gesto provocó en los idos de Luna un sonido similar al impacto de una fuerte ola en las rocas de un acantilado. 

Luna quedo langüida en los brazos de Arel.

- ¿Qué has hecho?- La voz temblorosa de Yanira sonó muy baja- La has matado, Démian.

- No, solo está durmiendo, ahora vamos y explícame lo que ha pasado. Arel llévala a la habitación de su Tío, tiene que descansar- A regañadientes el ángel llevó a la chica a la habitación.

Démian miró a Yanira con rabia, exigiéndole respuestas que  ella le iba a dar.

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