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la fuerza de la tenacidad ²


❝ La tenacidad es un súper poder ❞.

Lo primero que llegó a su ser al despertar fue el dolor, un aguijón punzante que le atravesaba la cabeza con tal furia, que le hizo pensar que el cráneo se le iba a romper en mil pedazos. En un impulso, sus manos se apresuraron a sostener su frente, como si intentar sostener la fragilidad de su propia mente pudiera calmar el caos que lo invadía. Pero nada lo detenía. Sus ojos comenzaban a dolerle, como si el mundo entero hubiera decidido colarse en ellos, presionando con una fuerza invisible que lo obligaba a mantenerlos cerrados.

Pero el ruido de gente caminando desde el exterior lo alcanzó, como un murmullo lejano que parecía venir de otro mundo. Eran pasos apresurados, voces que se cruzaban, una vibra que no comprendía. Hasta que se atrevió a abrir sus ojos, ignorando las punzadas que lo recorrían. Al principio, todo era una mancha de luz borrosa, un estallido blanco que lo cegaba, y tuvo que cerrarlos de nuevo, como si el simple acto de ver fuera una traición a la quietud que su cuerpo pedía. Sin embargo, algo dentro de ella la obligó a intentar otra vez. Tuvo que hacerlo repetidas veces para poder traer su vista a la normalidad.

Lo único que veía eran las paredes, de madera vieja y un poco maltratada. El aire era espeso, pesado, y él estaba allí, inmóvil, atrapado entre el ruido lejano de algo que no alcanzaba a comprender y la presión de su propio cuerpo, que ya no parecía responder. Pero eso no lo detuvo.

Con todas sus fuerzas, intentó recordar cómo había llegado allí, qué había sucedido antes de este dolor que lo anclaba al colchón de la cama. Pero su mente era un territorio ajeno, tan difuso como la niebla. Buscó con desesperación un hilo, una imagen, cualquier destello que lo guiara, pero todo se disolvía tan rápido como llegaba.

Duró minutos, minutos que parecían horas, intentando rescatar una sola pieza de lo que había sido antes. Pero algo, finalmente, emergió de ese vacío, como una chispa en la oscuridad. No era todo, no era claro ni perfecto, pero había algo que lo carcomía por dentro, algo que lo apretaba en el pecho y hacía que su corazón latiera con una ansiedad que no podía frenar.

Marietta.

No supo si el estrés de la situación o el nombre de aquella chica le dieron fuerzas para sentarse al borde de la cama y sostenerse del buró que estaba a su lado, pero lo hizo. Su cuerpo, que parecía no reconocerle, respondió con un esfuerzo que rozaba lo imposible. Los músculos le temblaban, pero logró encontrar un mínimo equilibrio. El buró, aunque de madera vieja y desgastada, se convirtió en su ancla momentánea, el único punto de referencia en medio de la marea de confusión. Con fuerza, pudo mantenerse de pie, olvidándose por completo de su pierna inmóvil.

Comenzó a dar pasos dentro de la habitación, con el objetivo bien claro: llegar hasta la puerta. Con mucho cuidado, se fue sosteniendo de las paredes, como si cada superficie pudiera ser la última que lo mantuviera erguido. Las paredes, le ofrecían algo de firmeza, un apoyo que se volvía esencial mientras avanzaba lentamente.

Se obligó a mover un pie, luego el otro, y aunque su respiración era irregular y su cuerpo le gritaba que descansara, lo único que tenía en la mente era esa puerta. La madera crujía bajo su peso, y el eco de sus pasos resonaba en la habitación vacía, vacío como él se sentía por dentro. Pero no pensó en eso. Solo en avanzar.

Su pierna derecha flaqueaba a ratos, obligándolo a tomar pequeños descansos, pero la desesperación de Viktor por salir por aquella puerta era más fuerte que los espasmos que recorrían su cuerpo.

Los pasos eran lentos, a veces titubeantes, pero siempre firmes, como si cada uno fuera una decisión, un acto de resistencia frente a su propio cuerpo que ya no respondía como antes. Se aferraba a las paredes, que se sentían tan frías como su piel, pero las tomaba con una urgencia casi desesperada, como si ellas pudieran devolverle un poco de la fuerza que se desvanecía.

En su mente, la imagen de Marietta cobraba fuerza, como un faro que le señalaba el camino, aunque su cuerpo estuviera a punto de sucumbir.

Llegó a la puerta, y al mirar hacia la esquina de al frente, vio a un grupo de personas entrando en un cuarto. Los rostros difusos, las voces que se cruzaban, todo se mezclaba en un murmullo lejano, pero una certeza lo atravesó: Marietta estaba allí. En ese cuarto. Algo en su pecho se estremeció, una mezcla de alivio y miedo que lo impulsó, que lo obligó a dar otro paso, a cruzar hacia el pasillo.

Con todas sus fuerzas, Viktor intentó moverse hacia el otro lado. Su cuerpo entero ya no sabía de resistencias, pero cada vez que su mente se llenaba de dudas, el pensamiento de ella lo empujaba adelante. No importaba el dolor, no importaba si su cuerpo no respondía. Si ella estaba ahí, él tenía que llegar. Lo único que importaba era llegar.

No había nada para recargarse, ni un soporte que lo ayudara a cruzar el pasillo. La única opción era avanzar, dejar todo al azar, a la suerte y a la fe. Con una respiración profunda, se detuvo por un momento, el peso de su cuerpo colapsando ligeramente hacia un lado, pero se obligó a mantenerse erguido. Cerró los ojos brevemente.

Se mentalizó durante unos segundos. La imagen de Marietta, difusa pero nítida en su mente, se convirtió en su única razón, en su único propósito. Sabía que, en algún punto, su cuerpo no aguantaría más. Sabía que iba a caer. Pero también sabía que, si eso pasaba, no sería el final. No se daría por vencido.

Abrió los ojos con decisión. Cada paso que daba, sentía que se acercaba a Marietta poco a poco. Cada movimiento era una declaración de que no iba a dejar que nada, ni nadie, lo detuviera. Si caía, se levantaría.
Y así, casi a rastras, Viktor cruzó la mitad del pasillo.

Finalmente, llegó a la puerta. Su mano, temblorosa, se alzó hacia el marco, y por un momento se quedó allí, con los dedos rozando la áspera madera, como si esperara que el contacto con ella le devolviera algo que había perdido.
La puerta estaba emparejada. Viktor se asomó con cautela, conteniendo la respiración.  Pero ese alivio fue inmediato y dolorosamente interrumpido cuando algo se le hizo extraño. Sus ojos se fijaron en las vendas que cubrían su torso, enrolladas y aparentemente apretadas.

Como si fuera un movimiento involuntario, sus manos empujaron la puerta con un ruido sordo, abriéndola por completo. No le importo si había gente adentro, si estaban revisándola o lamentándola por sus heridas, no podía quedarse allí parado viendo sin hacer nada.

Para su desgracia, la pierna derecha de Viktor cedió sin previo aviso. No pudo sostenerse más, traicionándolo con un tropiezo que terminó en el frío suelo.

Las miradas en la habitación se clavaron en él, perplejas

━ Viktor. ━ musitó Marietta con voz quebrada, como si hablarle le costara un esfuerzo titánico.

Él suspiró, agotado, pero al mismo tiempo agradecido. Ella estaba allí, viva, y de alguna forma, aún lo veía.

━ ¿No es el chiquillo al que hace rato le curaron los raspones? ━ cuestionó el hombre más corpulento del grupo.

Viktor bajó la mirada a sus rodillas. Apenas entonces reparó en las gasas y vendas que cubrían sus codos y piernas. Era verdad, no había notado cómo lo habían remendado, como si sus propias heridas fueran un detalle insignificante en ese momento.

━ Es el amigo de Marietta ━ intervino una mujer con una voz llena de certeza. Su rostro, le recordaba a alguien. ¿Sería la misma que los había recibido al llegar al burdel? Se aproximó con suavidad y, casi sin esfuerzo, lo ayudó a incorporarse.

━ Niño, pareces a punto de desmoronarte. ━ sentenció el hombre con un tono severo, pero no exento de preocupación.

━ Marietta... ━ repitió Viktor en un susurro ahogado. No podía evitarlo; sus ojos no se apartaban de ella. Algo lo atrapaba en ese instante.

Ella no respondió al instante. Sus ojos oscuros lo estudiaron por unos momentos, llenos de esa intensidad suya que siempre parecía desafiar su corta edad. Finalmente, su expresión se suavizó, dejando escapar un suspiro apenas audible.

━ Estás bien... ━ murmuró al fin, sus labios curvándose en una tenue sonrisa.

Viktor asintió débilmente, tambaleándose un poco mientras se mantenía de pie.

━ ¿Viktor, verdad? ━ repitió el doctor, y al recibir la confirmación de nuevo, hizo una leve inclinación de cabeza. ━ Necesito que descanses, o no servirá de nada todo lo que hemos hecho para detener el sangrado.

Iba a negarse, pero Marietta se adelantó primero.

━ Necesitas descansar.

Y como si fuera por obra de magia, asintió sin objeciones.

Estaba luchando contra su propio cuerpo, que parecía desmoronarse bajo el peso del dolor y la confusión. El hombre lo observó un momento más, como evaluando si debía intervenir o si lo mejor era dejarlo en paz. Finalmente, dijo:

━ No te esfuerces más, niño. Aquí no se trata solo de voluntad. El cuerpo necesita descanso.

Viktor no pudo evitar mirarlo con una mezcla de incomodidad y agradecimiento. Sabía que el hombre tenía razón, pero la idea de descansar lo abrumaba. ¿Cómo podía descansar sabiendo lo que había sucedido? ¿Cómo podía rendirse cuando aún no entendía completamente todo lo que había ocurrido?

Tuvo que acceder a volver al cuarto donde despertó, sin ganas aparentes, pero aceptó.

Margaret lo ayudó hasta llegar a la cama, quien dejó que se acomodara para tomar reposo. Estaba incómodo, pero la esencia de la mujer le hacía tranquilizarse un poco.

━ Fueron muy valientes. ━ habló la mujer, recargándose en la pared con los brazos cruzados, pero el tono de su voz llevaba algo más que simple admiración. Una nota de tristeza, como si aquello que reconocía en ellos le recordara a alguien más, a un eco de un pasado que aún no la soltaba del todo.

━ No fuimos valientes, solo no teníamos opción. ━ murmuró Viktor.

La mujer soltó una pequeña risa, apenas audible, un sonido seco y corto que no alcanzaba a ser una carcajada.

━ Eso es lo que siempre dicen los valientes, niño. Que no tenían opción. Pero no todos hubieran llegado caminando a rastras totalmente destrozados.

Viktor se encogió de hombros. No pensaba que se debía a la valentía o algo por el estilo.

━ No sé si fue valentía ━ murmuró al fin, con la mirada fija en sus manos temblorosas. ━ Solo... no podía dejarla sola.

La mujer lo observó en silencio, con esa expresión serena y aguda que lo hacía sentir como si ella pudiera ver más allá de sus palabras. Finalmente, dejó escapar un suspiro breve, cruzándose de brazos.

━ A veces, eso basta, niño. No es menos valiente quien actúa por necesidad. De hecho, tal vez sea el más valiente de todos.

Él no respondió. Su mirada recorrió la habitación, fijándose en los mínimos detalles: las fisuras que serpenteaban en la madera desgastada de las paredes, las siluetas que se movían al compás de las lámparas oscilantes en el corredor. Todo se sentía extraño, o solo era la migraña que se apoderaba de su ser.

━ Creo que deberías descansar, es tarde. ━ caminó hasta la salida.

Antes de salir, se detuvo unos segundos.

━ Gracias por cuidarla. Marietta tenía razón, eres un buen chico. ━ dijo Margaret con un tono sereno, aunque sus palabras llevaban un peso que Viktor no terminó de entender.

Luego giró sobre sus talones para mirarlo una última vez, su expresión suavizándose apenas.

━ Soy Margaret.

No esperó respuesta. Sin más, salió de la habitación, dejando tras de sí el eco de sus pasos en el corredor y un aire denso que parecía haberse asentado en el espacio. Viktor se quedó quieto, mirando la puerta que se cerró tras ella.

Su cuerpo simplemente no pudo más. Aunque su voluntad intentaba rebelarse contra el agotamiento implacable que le pesaba hasta en los huesos, no logró evitar que sus párpados, cada vez más pesados, se cerraran con lentitud. Finalmente, el cansancio lo venció, arrastrándolo hacia un sueño profundo, denso e inevitable.

「 ༘⋆₊ ⊹★🔭๋࣭ ⭑⋆。˚ 」

━ ¿Por que carajos no dijiste nada, Marietta?

Del otro lado del pasillo, se encontraban solamente Darius y Marietta.

Marietta, recostada en la cabecera de la cama vieja, bajo la mirada a las sábanas. Sus dedos jugueteaban con los hilos que sobresalían de las orillas de la misma, creando pequeños remolinos entre sus dedos, como si ahí pudiera encontrar alguna excusa o respuesta que calmara la tensión en el aire.

━ Yo no sabía que pasaría algo así. ━ respondió al fin, en un susurro apenas audible.

Darius soltó un bufido, cruzando los brazos mientras la observaba desde su posición en la puerta. Había algo en su postura que reflejaba más preocupación que enojo, aunque su rostro permanecía severo.

━ Si, pero lo qué pasó no fue de pura casualidad, se ve que estos actos llevan mucho más tiempo de lo que nos imaginábamos. ━ frunció el ceño. ━ ¿Por qué no nos dijiste nada? ━ insistió.

━ No quería preocuparlos.

━ ¿Preocuparnos? ¿De eso se trataba? Maldita sea, niña, pudiste haber muerto, y ese pobre muchacho igual.

Ella alzó la vista un instante, su mirada pérdida encontrándose con la de Darius. Había algo desafiante en sus ojos, algo que contradecía el temblor en sus manos.

━ Estamos vivos. Llegamos aquí. Eso es lo que importa.

Darius negó con la cabeza, soltando un suspiro pesado. Caminó hacia ella y, con movimientos más suaves de lo que ella esperaba, se arrodilló frente a la silla para quedar a su altura.

━ Escúchame bien, Marietta. No se trata solo de sobrevivir. Si no cuidas de ti, si no avisas cuando necesitas ayuda, ¿qué crees que va a pasar la próxima vez? No siempre vas a tener esa suerte.

Ella desvió la mirada, mordiendo su labio inferior para contener las palabras que se agolpaban en su garganta. Darius la observó un momento más antes de levantarse, dejando que el peso de su advertencia quedara en el aire.

━ Piensa en eso ━ murmuró mientras se giraba hacia la puerta. Antes de salir, hizo una pausa y, sin mirarla, agregó: ━Ese muchacho arriesgó todo por ti. No lo olvides.

Con eso, se alejó por el pasillo, dejando a Marietta sola con sus pensamientos

Sus manos tomaron las sábanas, agarrándolas con total fuerza.

No quería llorar, pero las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas antes de que pudiera detenerlas.

Marietta se mantuvo inmóvil por un largo rato, con el dolor en el pecho y el peso de las palabras de Darius todavía retumbando en su mente. El pasillo estaba en silencio, salvo por el leve crujido de la madera bajo su respiración contenida.

No escuchó los pasos hasta que estuvieron muy cerca. Levantó la cabeza justo a tiempo para ver a Margaret acercarse. La mujer la observaba con una mezcla de ternura y firmeza, su mirada como un bálsamo y una reprimenda al mismo tiempo.

━ ¿Y ahora? ¿Qué te dijo Darius? ━ preguntó Margaret mientras se inclinaba para apoyarse en la pared frente a ella.

Marietta se encogió de hombros, pero el brillo húmedo en sus ojos la delató. No respondió de inmediato, solo jugueteó con un hilo suelto en el borde de la sábana. Margaret suspiró, cruzando los brazos sobre el pecho.

━ Darius puede ser brusco, pero tiene razón. No puedes seguir así, Marietta.

Marietta levantó la mirada, sus labios temblaban como si estuviera a punto de hablar, pero no encontraba las palabras. Finalmente, murmuró:

━ No quería que nadie más saliera lastimado... Ya tenían suficiente conmigo.

Margaret frunció el ceño, su rostro endureciéndose un poco, aunque su tono no perdió la calidez.

━¿"Suficiente contigo"? ¡Dios mío, niña! Los únicos que deberían cargar con algo son esos idiotas que te atacaron. No tú, ni Viktor.

Marietta alzó la mirada un instante, como si quisiera replicar, pero Margaret no le dio tiempo.
Se arrodilló frente a Marietta, tomando sus manos entre las suyas.

━ Eres tan fuerte como terca, niña. Pero déjame decirte algo: la gente que te quiere va a preocuparse por ti, siempre. No importa si tú crees que puedes manejarlo sola.

Marietta desvió la mirada, pero Margaret no la dejó escapar.

━ Ese niño, Viktor... ¿Sabes lo que hizo por ti? Se arrastró, con su cuerpo hecho pedazos, solo para asegurarse de que estuvieras bien. ¿Y tú qué? ¿Ibas a dejarlo pensando que no valía la pena ayudar?

━ No es eso... ━ protestó Marietta, su voz quebrándose.

Margaret apretó sus manos con suavidad, obligándola a mirarla.

━ Entonces aprende a confiar, Marietta. Aprende a pedir ayuda. Eso también es ser fuerte.

Por un momento, Marietta no supo qué decir. Las palabras de Margaret calaban hondo, removiendo algo que había intentado enterrar.

De la nada, lo recordó. Su cabello.

Se miró, ya este no caía sobre su espalda como solía hacerlo. Su cabello ya no caía sobre su espalda como solía hacerlo, enmarcando su rostro con aquella suavidad que alguna vez le había parecido reconfortante. Ahora, los mechones cortados de forma desigual apenas alcanzaban a rozar arriba de sus hombros.

━ Mi cabello... ━ sollozó Marietta en un susurro apenas audible, su voz quebrada por el llanto. ━ Está horrible.

Sus manos seguían recorriendo las puntas disparejas, como si al tocarlas pudiera devolverles la forma que alguna vez tuvieron.

Margaret, que había permanecido en silencio hasta entonces, se inclinó lentamente hacia ella. La mujer no hizo amago de consolarla de inmediato, simplemente esperó, observando con atención la lucha interna de la niña. Entonces, habló con esa voz cálida pero cargada de firmeza que siempre encontraba el camino hacia los corazones más frágiles.

━ Te dañaron en lo superficial, niña, pero ni una herida puede robarte lo que está más allá de la piel. No entendieron que lo único que realmente puedes arrancar de alguien es lo que no se ve. Y eso, Marietta, te lo dejaron intacto.

Los ojos de Margaret no mostraban lástima, sino una mezcla de comprensión y fuerza que parecía abrazarla desde dentro.

━ El daño que hicieron no es lo que te define. ━ continuó Margaret, con una pausa que cargó de significado. ━ Lo que te define es la fuerza con la que decides levantarte después.

El silencio entre ambas fue largo, pero no incómodo. Era un momento de tregua, un espacio seguro donde el dolor podía existir sin consumirlo todo. Al cabo de un rato, Marietta asintió levemente, como si esas palabras, tan simples pero tan contundentes, hubieran plantado algo en ella. Algo pequeño, pero resistente.

Margaret esbozó una leve sonrisa antes de levantarse.

━ Ahora ven, niña. Vamos a hacer que ese cabello sea menos tusado. Que no digan que no tienes estilo.

Por primera vez, una risa suave, tenue, escapó de los labios de Marietta. No curó el dolor, pero fue un inicio. Y eso era suficiente.

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