duelo
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❝ Esta bien no estar bien ❞.
No supo si habían pasado horas o días desde que su cuerpo se hizo uno con el suelo frío y vacío de aquella casa. La noción del tiempo se desvaneció, y con ella cualquier intención de moverse, de hablar o siquiera pensar. Era como si la vida, esa fuerza que antes la empujaba a empezar a soñar, reír y amar, se hubiera quedado atrapada en el puente junto a sus padres, junto a todo lo que una vez la hacía sentir completa.
Las lágrimas le habían traicionado, agotándose cuando aún había tanto dolor que liberar.
No tenía hambre. No tenía frío. No tenía nada. Ni siquiera el peso de su cuerpo parecía suyo. Sus manos descansaban inútiles sobre sus rodillas, y su mirada, perdida, no veía nada más allá del suelo sucio que la sostenía. No sabía si su corazón seguía latiendo o si su cuerpo simplemente seguía movido por la costumbre.
La casa estaba vacía, y esa vacuidad parecía haberse apoderado también de ella. Todo lo que había sido Marietta, todo lo que había soñado, todo lo que había amado, se esfumo. ¿Cómo podía seguir existiendo si todo lo que le daba sentido había desaparecido?
Las imágenes de sus padres, frías e inmóviles en el puente, se repetían en su mente como un castigo que no podía eludir. Cada vez que cerraba los ojos, los veía allí, tan reales que dolía. Pero cuando los abría, la visión era peor: el vacío, la ausencia, la confirmación de que ya no estaban, de que nunca volverían.
❝ Viktor también se fue ❞ Ese pensamiento, apenas un susurro, se clavó en su pecho como un cuchillo helado. Había querido tanto a su amigo de una manera que nunca se había atrevido a admitir en voz alta, pero ahora ni siquiera quedaba eso. Ni un adiós, ni una promesa rota. Solo el silencio, el eco de su ausencia, que le gritaba que también la había abandonado.
Se preguntó si estaba muerta. Quizás había dejado de existir el día del puente y no se había dado cuenta. Quizás esto era el limbo: un lugar donde no había cielo ni infierno, solo un dolor constante y la certeza de que estaba completamente sola.
Estaba completamente perdida buscando consuelo donde no lo había. Cerró los ojos, no para dormir, sino para desaparecer. Quería fundirse con el polvo.
No importaba. Nada importaba ya. Y en ese abandono, en esa soledad infinita, solo quedó una verdad: Marietta no esperaba nada ni a nadie. No le quedaba nada por qué luchar.
El hambre la golpeó en algún momento, pero no se molestó en buscar comida. Había perdido la noción de lo que significaba satisfacer una necesidad. Incluso el dolor físico parecía insignificante al lado de esa herida abierta en el centro de su pecho.
Lo único que pensaba, era que su cuerpo respiraba simplemente por inercia, un corazón que late sin razón.
El tiempo no tenía forma ni sentido. Sus pensamientos eran retazos rotos que no lograban armarse en algo coherente. Una parte de ella quería gritar, romper algo, cualquier cosa que pudiera llenar el silencio. Pero incluso ese impulso había muerto.
Sus padres, Viktor, todo lo que conocía... se habían ido, y con ellos se había llevado su propósito. No se levantaba porque no había a dónde ir. No comía porque no había razón para seguir alimentándose. No lloraba porque las lágrimas eran un lujo para quienes aún tenían algo que perder.
Cada rincón de la casa la asfixiaba, como si los muros estuvieran vivos y quisieran tragársela. Pero el exterior no ofrecía consuelo. Si salía, solo encontraría la misma ausencia, la misma desolación. El puente donde perdió a sus padres era ahora un monumento que no podía enfrentar. Y la casa vacía de Viktor... era peor. Había esperado, aunque fuera por un momento, que él volviera allí, que todo esto no fuera real. Pero el silencio que encontró fue más devastador que cualquier grito.
Se lamentó, con una intensidad que le desgarraba el alma, el no haber insistido más, el no haber encontrado las palabras exactas para hacerlos quedarse. ¿Por qué no había sido más firme? ¿Por qué no había gritado, llorado, suplicado? Si tan solo hubiera ido con ellos, tal vez habría podido protegerlos, o al menos compartir su destino. Pero no. Se había quedado, acatando sus deseos, confiando en sus promesas de que todo estaría bien.
El peso de su decisión la aplastaba. Cada recuerdo de esa noche volvía con una nitidez cruel: las miradas decididas de sus padres, el beso en la frente que le había dado su madre antes de salir, y la sonrisa tranquilizadora de su padre que ahora parecía una mentira. Se odió por creerles, por quedarse esperando como una niña ingenua que pensaba que los finales felices eran posibles en un lugar como Zaun.
Si tan solo no hubieran salido de casa. Si hubiera hecho algo, lo que fuera, para impedirlo. La rebelión había prometido esperanza, pero para ella solo había traído vacío y dolor. ¿De qué había servido ese sacrificio? ¿De qué servía una causa si los que la sostenían terminaban enterrados en el frío cemento de un puente?
Un ruido suave, como el crujir de la puerta, la sacó de su abismo, pero no reaccionó. Nadie la buscaba. Nadie tenía razón para hacerlo.
Se quedó en silencio, escuchando el sonido de unos pasos cautelosos acercándose, pero no le importaba. Si alguien había llegado, no cambiaba nada. Al final, todo era igual. El dolor era el mismo, y la soledad también.
━ Marietta.
La voz la atravesó de manera abrupta, familiar, como una cuerda estirada que de repente se corta. Era Darius. La sensación de su nombre en su boca, aunque un eco lejano, causó algo en ella. La sacudió, pero no supo si era alivio o simplemente la constatación de que no podía escapar de lo que estaba viviendo.
No se movió. No hubo un cambio en su postura ni en su respiración. Sólo quedó ahí, inmóvil, con las manos temblorosas en sus rodillas. ¿Por qué seguir pretendiendo que todo estaba bien? Si él realmente la conociera, sabría que no podía ser reparada con palabras, ni con gestos.
Darius se acercó más, sus pasos no eran lo suficientemente fuertes para romper el dolor que Marietta sentía, pero el hecho de que alguien estuviera ahí, con ella, pareció invadir el espacio con una presencia que ella no pedía, pero que no pudo rechazar.
━ Niña, estuve buscándote por días. ━ habló Darius, con su voz casi temblando.
Ella no respondió, y en su mente sólo resonaban palabras vacías, promesas rotas. ¿Qué podía decirle? ¿Qué podía decirle a alguien que la miraba, pero que no entendía? No había nada que se pudiera hacer.
Lo que él no sabía, lo que Marietta no sabía, es que su dolor no era exclusivo. Darius también había perdido a personas especiales, personas que para él eran su familia, su razón de seguir adelante. Sus mejores amigos, aquellos con quienes había compartido más que simples momentos, aquellos que habían sido su refugio en medio del caos. También se habían ido, desgarrados por el mismo sistema que había arrasado con tantas vidas, incluidas las de los que estaban más cerca de él.
El se enteró de la misma forma que ella, nunca me comentaron que sus mejores amigos también estarían aliados a la rebelión, todo había sido un secreto entre las tres personas de la casa, que ahora se lamentaba por no haber preguntado antes.
Finalmente, sin una palabra más, Darius se quedó en el umbral, observándola como si quisiera entrar en su dolor, pero la distancia que había entre ellos era insuperable, como un océano de sufrimiento que ni él ni ella sabían cómo atravesar.
━ Yo se que no puedo decir que yo entiendo tu sentir, porque realmente no se como te sientes ahora, pero también reconozco que tu tampoco comprendas como sentirte. ━ se sentó apoyado en la pared, quedando al lado de ella.
Marietta no respondió, no giró la cabeza para mirarlo, ni siquiera parpadeó. Seguía abrazando sus piernas, su mirada clavada en el vacío, como si estuviera viendo algo que Darius no podía alcanzar. Él suspiró, rascándose la nuca con incomodidad, porque aunque quería ayudar, sabía que no existían palabras capaces de aliviar el peso que ella cargaba.
━ Perdimos a tantas personas... ━ continuó, con la voz apenas audible, como si hablara más para sí mismo que para ella. ━ No me atrevo a decirte que va a mejorar. No sé si lo hará. A veces pienso que solo seguimos porque no hay otra opción, porque detenerse es aún más horrible.
Ella cerró los ojos, pero las lágrimas no llegaron. Había llorado tanto que parecía haber agotado todo lo que tenía dentro. Era un vacío diferente al de la casa, al de la ausencia de Viktor. Este vacío venía de ella misma, un abismo que no podía llenar, ni siquiera con los recuerdos de lo que había perdido.
━ Viktor también se fue. ━ dijo finalmente, su voz áspera y rota. No era una pregunta, no era una queja; era una afirmación, fría y desprovista de emoción. ━ No dijo nada, solo... se fue.
Darius asintió lentamente, aunque sabía que ella no estaba esperando una respuesta. Se quedó en silencio, sin intentar justificarlo, porque no había justificación posible.
━ Tal vez todos se irán al final. ━ susurró Marietta, más para sí misma que para él. ━ Tal vez estoy destinada a quedarme sola.
━ No vas a quedarte sola, niña. ━ Darius rompió el silencio, su voz seguía cargada de una empatía que rara vez dejaba entrever. ━ Vendrás a vivir conmigo.
Marietta levantó la cabeza lentamente, girando para mirarlo por primera vez desde que había llegado. Sus ojos estaban secos, pero la mirada apagada que llevaba encima era más desgarradora que cualquier lágrima.
━ ¿Por qué harías eso? ━ preguntó en un susurro, sin rastro de emoción, como si la posibilidad de un refugio no le hiciera ni el más mínimo eco.
━ Porque no pienso dejar que te consumas aquí. ━ Darius sostuvo su mirada, desafiante pero no agresivo. ━ Porque alguien tiene que asegurarse de que sigas adelante, aunque ahora no quieras hacerlo.
━ No quiero. ━ murmuró Marietta, apenas audible, su voz tan frágil como el aire frío que llenaba la habitación.
Darius la miró, su mandíbula apretada. No estaba sorprendido, pero tampoco parecía dispuesto a retroceder.
━ No tienes que querer, niña. ━ respondió con firmeza, aunque su tono no carecía de calidez. ━ No se trata de lo que quieres ahora, porque sé que nada en este momento tiene sentido para ti. Pero no voy a dejar que te quedes aquí mientras el suelo te absorba completamente.
Tomo una bocanada de aire y continuó.
━ Jamás voy a sustituir a tus padres, ellos seguirán siéndolo siempre. ━ Darius habló con un peso en cada palabra, mirándola directamente, como si quisiera que grabara aquello en su corazón. ━ Pero yo también soy tu tío, y alguien debe cuidarte.
━ ¿Por qué insisted tanto?
━ Porque eres mi familia, niña. ━ respondió Darius sin dudar. ━ Yo tampoco tengo a nadie, solo tenía a tus padres y ahora ni eso. Tu madre y tu padre darían todo por verte bien, y porque yo no voy a fallarles dejando que te hundas.
━ Nunca reemplazaré lo que ellos significaron para ti, Marietta. ━ continuó, su voz más suave ahora. ━ Pero quiero que sepas que no estás sola. Y aunque me tome tiempo y aunque me rechaces cien veces, voy a estar aquí. Siempre.
Marietta no contestó, pero su silencio fue más que una aceptación; obligada, sí, pero aceptada por ella. Sus hombros, tensos como cuerdas a punto de romperse, se relajaron apenas un instante, lo suficiente para que Darius supiera que no iba a rechazarlo esta vez.
Ella no tenía fuerzas para discutir, ni para huir, ni siquiera para sentir todo lo que sabía que debía sentir. Estaba agotada, rota en fragmentos tan pequeños que apenas lograba sostenerse. Así que dejó que el silencio hablara por ella, porque hablar requería un esfuerzo que ya no podía permitirse.
Darius lo entendió, lo sintió en el aire que compartían en ese momento, en la ausencia de palabras que pesaban más que cualquier grito. Sus ojos cansados observaron a su sobrina, tan joven y tan cargada de un dolor que nadie merecía llevar.
Darius se acercó a Marietta con pasos firmes pero cautelosos, como si temiera que al tocarla pudiera romperse aún más. Se inclinó hacia ella, notando lo ligera que se veía en su encorvada postura, como si el peso del mundo hubiera vaciado todo lo que alguna vez la sostuvo en pie.
Sin pedir permiso, sin esperar aprobación, deslizó sus brazos bajo su cuerpo y la levantó. Ella no dijo nada. No rechazó el gesto, no se resistió. Su cabeza cayó suavemente contra su pecho, como si el simple hecho de mantenerse erguida hubiera sido una tarea imposible para ella.
Mientras la llevaba fuera de esa casa vacía, una casa que ya no era hogar para nadie, Darius sintió un dolor profundo en el pecho, un dolor que no podía ser suyo, pero que compartía como si fuera.
En el transcurso del camino hacia el mismo lugar de donde el venía, estaba mas que asustado que un perro con la cola entre las patas.
Darius estaba consciente de lo que estaba por venir. Nunca había sido padre, ni había tenido que ocupar el lugar de uno. La sola idea de intentarlo lo abrumaba, pero no había alternativa. Marietta no era una niña fácil; su carácter, afilado como una hoja, siempre había sido motivo de orgullo y conflicto. Cada vez que él intentaba ser estricto con ella, terminaba provocando una chispa de enojo en sus ojos.
Sabía que esa misma determinación que tanto lo frustraba era lo que ahora la mantenía en pie, aunque fuera tambaleándose al borde del abismo. Darius entendía que cualquier intento por ser autoritario, por imponer orden en medio de ese caos, solo la alejaría más. Pero ¿cómo podía ayudarla cuando ni siquiera sabía cómo ayudar a sí mismo?
Le costaba admitirlo, pero tenía miedo. No del peligro, no de la lucha, sino de fallarle. De no ser suficiente para alguien que había perdido tanto.
No entendía ni sabía como era ser un padre, nunca planeo tener hijos, al menos no en ese punto de su vida. Pero ahora tenia bajo a su responsabilidad, esa niña la cual se esforzaba cada día para ayudar a sus padres en seguir adelante.
Una llama en el se prendió, o simplemente encontró algo que lo motivara. Esta era su oportunidad para que pudiera dejar su necesidad de trabajar a un lado. El podía darle lo necesario, esta vez no le faltaría nada.
Llegaron al burdel, que estaba cerrado desde lo del incidente, pues Darius se dedico días buscando el paradero de la chica.
La única persona que dejo que se quedara, fue Margaret, quien ayudaba al hombre con ciertas cosas dentro del establecimiento. Por supuesto que ella también estaba preocupada por Marietta, esperaba hasta noche, cuando regresaba a su casa para buscar cercas de su casa o del burdel.
Abrió la puerta. Margaret, sentada en el mostrador, con un cuaderno de cuentas frente a ella, levantó la vista al escuchar el sonido de la puerta. Sus ojos se encontraron con los de Darius, y aunque no intercambiaron muchas palabras, la mirada fue suficiente para comunicar lo que tenían frente sus caras.
━ Necesita un baño. ━ dijo Darius en voz baja. ━ ¿Puedes?
Margaret asintió, su rostro marcado por la preocupación. Sabía que el estado de Marietta no era solo físico, sino también emocional. La mujer había estado lidiando con mucho, y aunque la tarea de cuidar de ella parecía sencilla, en realidad requería una paciencia y comprensión profundas.
Sin decir más, Margaret se levantó del mostrador, dejando atrás el cuaderno de cuentas que había estado revisando.
━ Ven, te prepararé un baño. —le dijo a Marietta con suavidad, intercambiando ahora a los brazos de la mujer.
Se fueron poco a poco, hasta dejar al hombre atrás.
Darius seguía inseguro de todo lo que iba a suceder ahora en adelante. Detestaba no encontrar una pista del sentir de la chica.
Todos hemos dado palos ciegos buscando palabras de consuelo, cuando no hay palabra alguna que arregle las cosas. En este caso nadie sale ganando: los afligidos sienten incomprensión y los que los rodean se sienten estúpidos e inútiles frente al dolor ajeno. Sabemos que necesitamos ayuda, pero no tenemos la menor idea de dónde buscarla ni cómo pedirla. Intentando ayudar en lo posible, acabamos haciendo más daño en el momento más delicado de sus vidas. Nuestra buena intención lo complica todo.
No es culpa de nadie. Todos necesitamos sentirnos queridos y arropados en tiempos de aflicción y todos queremos socorrer a las personas que amamos cuando están sufriendo.
Pero, Darius no encontraba esa manera.
Quería ayudar, pero no sabia de que forma, pues, todos lo estamos haciendo de manera incorrecta.
No pudo evitar sentarse a la silla mas cercana que el tuviera, no tenia cabeza para pensar, pero tampoco esta dejaba de llenar autosabotearse sola.
Darius se quedó en la silla, mirando a la nada, sin poder despejar la niebla en su mente. Quería hacer más por Marietta, pero algo en él se sentía vacío, como si estuviera atrapado en un ciclo de intentos fallidos. No encontraba el camino correcto y cada intento lo dejaba más perdido.
El silencio se extendió, pesado, como una capa que ahogaba cualquier otra posibilidad de acción.
「 ༘⋆₊ ⊹★🔭๋࣭ ⭑⋆。˚ 」
Por otro lado, Margaret se movía con delicadeza mientras enjabonaba la espalda de Marietta, que estaba sumida en la tina de agua caliente. A pesar del calor del agua, Marietta no dejaba de abrazar sus propias piernas, encogida en una postura que parecía protegerla de todo lo que la rodeaba. Sus brazos rodeaban sus rodillas, y la mitad de rostro estaba oculto entre sus piernas.
Margaret no la presionó ni intentó que se soltara. Sabía que no era el momento para forzarla a abrirse, ni siquiera para intentar un gesto de cariño. Marietta estaba sumida en su propio dolor, y por ahora, la única manera de ayudarla era brindarle lo que necesitaba: un espacio seguro.
Con manos firmes pero suaves, Margaret pasó la esponja por la piel de Marietta, cuidando de no hacer ningún movimiento brusco que pudiera incomodarla. El sonido del agua y el susurro de la esponja era lo único que rompía el pesado silencio que las envolvía. A veces, las palabras eran innecesarias. A veces, solo el acto de cuidar, de estar allí en silencio, era lo que se necesitaba.
Con un suspiro, Margaret cambió de dirección, pasando suavemente la esponja hacia los brazos de Marietta, lavando cada parte de su cuerpo sin invadir su espacio personal. Era un acto de paciencia, casi una meditación. La tensión de Marietta seguía palpable, pero había algo en el agua caliente y el cuidado de las manos de Margaret que parecía aliviar en parte la carga sobre sus hombros.
En algún momento, el contacto físico de Margaret con la piel de Marietta comenzó a ofrecer una ligera calma. Aunque las piernas seguían presionadas contra su pecho, la respiración de Marietta se volvió más regular, menos entrecortada. No era mucho, pero era algo. Un pequeño avance.
El cuerpo de Marietta tembló ligeramente, y, sin poder controlarlo, comenzó a llorar en silencio. Las lágrimas caían en el agua tibia de la tina, sumergiendo su dolor en la quietud del momento. No había gritos ni desesperación, solo un llanto contenido que se manifestaba a través de los sollozos suaves, mientras ella mantenía sus piernas abrazadas contra su pecho, buscando consuelo en la postura cerrada.
La mujer, sin apresurarse ni alterar el ambiente, dejó la esponja a un lado y, con manos suaves y tranquilas, se inclinó ligeramente hacia ella. No dijo nada, no intentó detener las lágrimas ni consolarla con palabras vacías. Solo permitió que ella llorara, que se vaciara un poco más, mientras su presencia le ofrecía el espacio para hacerlo sin juicios ni presiones.
Es curioso cómo en el desorden, todo se alinea de alguna manera. Estar bien es sólo una expectativa. No estar bien es simplemente ser humana.
ৎㅤㅤ AVISO ⟡ ꙳
¡Hola, buenas noches mis lectorxs! 💖
¿Cómo están?
Otra vez yo queriendo informar unas cuantas cosillas.
Solo para informarles que en estos capítulos nos centraremos en el proceso de sanación Marietta y el como es el cambio en su vida en ese punto.
Trataré de no hacer tantos capítulos enfocandome en eso, pero también debo de humanizar cada capitulo debido a ls situación de nuestra niña y de igual forma no aburrirlos por la falta de Viktor, jeje.
Y otra cosa, ¡Hoy fue cumpleaños de Viktor! 💕
Bueno, muchas gracias por leer y votar <3, tomen agua y cuídense mucho.
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