Gulf no lograba convencerse de que no estaba soñándolo todo. Así que, en un arrebato, se pellizcó su propio brazo tan fuerte que lo hizo gritar. Mew lo miró desconcertado y comenzó a reír. Y como contagiado, Gulf empezó a reírse también.
Por un largo rato, ninguno de los dos pudo volver a hablar. Estaban totalmente tentados de risa.
Aún riendo, Mew lo hizo girar para revisar la espalda de Gulf. No creía que los trozos de vidrio hubiesen llegado hasta allí pero prefería cerciorarse.
Y de golpe...dejó de reír...
No necesitó que Gulf le contara la historia de aquellas marcas. Rojas, profundas, selladas a fuego en la piel pálida de aquel jovencito que temblaba ante sus ojos.
Y otra vez, Mew sintió unas inmensas ganas de llorar.

– Yo mataría a cualquiera...que le hiciera esto a mi hermanita...– dijo Mew con voz quebrada.Gulf lo miró conmovido– Y cuando salgamos de aquí, mataré a quienes te hicieron esto a ti...

Gulf no paraba de temblar.

– Perdón, Gulf... Por esto y por todo...

Mew seguía derramando lágrimas.

– Unas cuantas horas contigo y ya me has hecho llorar dos veces. Acabo de cumplir los dieciocho. Se supone que uno ya no llora a esa edad.– bromeó Mew, mientras Gulf le secaba las lágrimas. Mew siguió bromeando– ¿Será por efecto de la Luna Rosa que me siento así?

Gulf empezaba a creer que aquella Luna Rosa tenía algo que ver. Si no, ¿cómo explicar que estaba comenzando a sentir algo en el estómago, algo totalmente diferente al miedo, cada vez que Mew lo miraba justo así como lo estaba haciendo ahora?
Gulf sabía lo que era ese algo ...
Y también sabía que ya no había forma de volver atrás...