
XV. Mentiras
Lo que dijo fue lo único que logró despertarme de ese trance en que me encontraba.
—Tú… ¿cómo?
—Te he dado todas las pistas posibles, pero era de esperarse que siguieras creyendo en esa mentira, al final, tú solo puedes ver lo que yo quiero que veas.
Supe que había algo extraño en todo esto, pero jamás hubiera pensado en algo así.
—Yo vi a Viktor; ¡vi su rostro!
—¿No me digas que estás decepcionada porque en realidad no soy ese hombre casi perfecto que conociste?
—Eso no es posible. ¡Me niego a aceptarlo! Este es otro de tus juegos. Quieres burlarte de mí.
—Te he mostrado la parte más perfecta de mí. No quiero que te enamores de alguien que no soy; no soy Viktor, yo soy esta que tienes enfrente y entre tus piernas. Tu única y legítima esposa.
—No me equivoqué contigo. Eres una víbora, una mentirosa. No puedo creer que la Sra. Josefa se haya prestado para esto. Nuestro matrimonio no es válido; vine aquí engañada. Aparte de eso, ¿dos mujeres juntas? ¿Escuchas lo ridículo que suena?
—Hace un momento estabas disfrutando de mis caricias. ¿No eres tú la mentirosa aquí? ¿Qué dirás ahora? Siempre lo niegas todo; niegas sentir algo hacia mí y hacia todo lo que hago, pero si no te hubiera dicho la verdad, ahora mismo estarías experimentando el mejor de los placeres en mis manos.
—Te estabas aprovechando de mí por encontrarme tan vulnerable. Querías meterte en mi cabeza para confundirme. ¡Eres una cobarde!
—Eso deberías decírselo a mi madre. Ella fue quien me pidió que no te asustara, que te diera tiempo a aceptarme tal y como soy, también me pidió que las ayudara. En primer lugar, ni siquiera deseaba traerlas.
—Para nosotras no es nada nuevo. Creo que se ha vuelto costumbre; siempre nos toca estar donde nadie nos quiere. Pero ¡ya fue suficiente! —salí de la tina, envolviéndome en la toalla más cercana.
Su cuarto era distinto al resto, al menos haciendo comparación con el cuarto de mi hermana y el mío. Es un lugar muy frío y húmedo. Las paredes son oscuras. Su cama era el doble de amplia, llena de largas sábanas húmedas y cojines negros de terciopelo.
Aún enrollada en la toalla, decidí ir a la habitación de mi hermana. Luego de lo que pasó, era en ella en quien únicamente podía pensar. Se veía en un profundo sueño y suspiré aliviada. Todo fue una pesadilla. Absolutamente todo. Lo mejor será regresar hoy mismo con la Sra. Josefa y exigirle una explicación.
—Isabel, necesito que despiertes. Tenemos que irnos.
Le costó abrir los ojos, pero cuando lo hizo en su totalidad, frunció el ceño de molestia.
—Sé que estás cansada y quieres seguir durmiendo, pero necesito que recojas tus cosas.
—¿Otra vez con lo mismo? No iré contigo a ninguna parte — torció su cuello hacia el lado contrario y el crujido de la cama me alertó a tiempo, por lo que pude alejarme, antes de que ella quedara de pie en la orilla —. Siempre dándome órdenes, como si fueras el capitán del barco — su voz se oía distorsionada, los movimientos que hacía con su cuello tenía un sonido peculiar; muy parecido a tronarse los dedos.
—¿Qué tienes, Isabel?
—¡Tú debes desaparecer! — saltó con intenciones de caerme encima, pero Viktoria la atrapó en el aire con un simple agarre en el cuello.
Su mano cubría gran parte de su cuello y mi hermana se veía tan frágil y diminuta. Lucía tan irreal su fuerza.
—¿Aún no te rindes? No importa lo que hagas o en quien te conviertas, nunca podrás contra mí.
No tuve tiempo de reaccionar o procesar lo que estaba ocurriendo, cuando de pronto, arrojó a mi hermana como si fuera nada hacia la ventana. La fuerza en que lo hizo rompió la ventana, mi hermana cayó desde esa altura. El sonido de su cuerpo al aterrizar en el pavimento fue escalofriante. Sonó como si todos sus huesos hubieran sido quebrados a la vez.
—¡Isabel! — corrí hacia la ventana, y vi su cuerpo tendido en el suelo, bajo un charco de sangre.
Sus brazos, piernas y cabeza estaban torcidos y dislocados. Era la imagen más macabra, perturbadora y siniestra que alguna vez haya visto en mi vida. El impacto que eso causó, me provocó miles de espasmos y temblores.
—Ella no es tu hermana — susurró Viktoria a mi espalda.
—¡Asesina! — me volteé, descargando mi frustración, dolor e impotencia en esa bofetada que le proporcioné.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro