Su mano acarició mi mejilla, dejando a la vista una especie de viscosidad negra que parecía tener vida propia y yacía impregnada a su piel, y uñas puntiagudas y largas que podrían desfigurarme si quisiera. 

Me encaró y, sin poder descifrar cuáles eran sus intenciones, pude notar que en su frente aparecía el mismo círculo que la Sra. Josefa me dibujó el día de la ceremonia con Viktor. 

Cerré los ojos aterrada, cuando pude sentir que mi cuerpo estaba siendo liberado poco a poco. Recuperé movilidad casi por completo, por eso intenté levantarme de golpe, abriendo los ojos de nuevo, encontrándome en mi habitación y con mi hermana a mi lado. 

—¿Qué te sucede, Emma? ¿Por qué gritas? 

—¡Hay que irnos de aquí! — me levanté de la cama y sentí una pesadez en el cuerpo que me hizo caer de rodillas.

Isabel no se inmutó en ayudarme, aún viéndome en estas circunstancias, donde ni siquiera podía volver a ponerme de pie. 

—¿Irnos? ¿Por qué? Me gusta estar aquí. Además, te has casado con Viktor, no puedes abandonarlo. 

—¿Abandonarlo? Fue un error haberme casado. Ayúdame, hay que irnos. 

—Si quieres irte, pues vete, pero yo me quedaré con Viktoria.  

—¿Qué? 

—Me agrada. 

—Eres mi hermana y haces lo que te digo. No es seguro estar aquí. 

—Estás celosa de ella. 

—¡Eso no es cierto!

—¡Sí lo es! No soy estúpida. 

—¿Por qué me estás hablando así? ¿Por qué la defiendes tanto? ¿Tienes una idea de lo que me hizo?

—¿Qué te hizo, según tu? ¿Decirte las verdades? 

Sus palabras me hirieron, pero no más que su actitud. Jamás se había comportado de esta manera, y todo esto ha ocurrido desde que Viktoria apareció en nuestras vidas. Esa mujer está poniendo a mi hermana en mi contra. 

La puerta de mi habitación se abrió y vi entrar a Viktor, en las mismas fachas de siempre. Fue él quien me ayudó a ponerme de pie, aunque no logré ver su rostro, a pesar de tenerlo tan de cerca. 

—¡Sal de la habitación de tu hermana! — le ordenó a Isabel, en un tono tan firme y fuerte, como si tuviera alguna riña personal contra ella. 

—¿Por qué todos se ponen de parte de ella? ¿Qué tiene ella de especial? 

—¡Vete de aquí o te encerrare en el calabozo para que pienses con cabeza fría, niña malcriada! 

Rechinando los dientes y dándome por último una mirada llena de molestia, abandonó la habitación sin mirar atrás. 

—No quiero estar más aquí. Quiero regresar con su mamá. 

—Se aproxima una fuerte tormenta. No puedes irte. 

—¿Dónde está su hermana?

—Está durmiendo. 

Para mí es evidente que todo eso debió ser una pesadilla, pero aún tengo esa extraña sensación en el cuerpo y dolor en la garganta. Tengo miedo de estar aquí. 

Viktor se quitó la capucha, tan de repente que me costó mucho procesarlo. Su cabello era igual de blanco que Viktoria, a excepción de que no era del todo largo. Eran muy idénticos; su piel y cejas blancas, más ese único atractivo y belleza que los caracteriza entre hermanos, supongo. Sus rasgos eran bastante masculinos. Sus ojos son iguales, la misma oscuridad y profundidad. Me sentí igual de atraída a su belleza que con Viktoria.