2. no salgas en la luna roja
Bienvenidos a Ceaewood.
Leí el cartel tan pronto cómo pasamos a un lado, y luego lo dejamos atrás, avanzando en nuestro auto.
Siempre había sido fanática de los lugares nuevos. Nueva gente y nuevas oportunidades. ¡Una nueva historia! No lo sé, entiendo que mudarse representa una dificultad para la mayoría de las personas, pero tal vez yo seguía queriendo irme lejos porque aún no encontraba mi lugar, ya que veces tengo el certero sentimiento de que no pertenezco. Así que me ilusiono cada vez que me mudo, pensando que finalmente voy a encontrar un lugar para mí. Pensando que voy a pertenecer.
No se siente nada bien mirar a tu alrededor y sentir como que todos saben muy bien a quiénes tienen a su lado, o lo que quieren hacer, y tú eres como un fantasma. Un alma en pena que está vagando por ahí, observando a lo lejos los vínculos de otros con pesar.
Mis ojos no abandonan la vista que puedo apreciar por la ventana. Ceaewood es un pueblo pequeño, casi acogedor. El clima es ligeramente frío, pero eso está bien. Lo considero demasiado fresco. Hay bosques, mientras vamos en el coche por nuestra vía, dejamos varios árboles atrás.
Mi emoción permanece intacta durante todo el camino. La arquitectura del lugar es extremadamente victoriana y yo me siento como alguien que acaba de entrar a un cuento de hadas.
Mi madre se burla de mi felicidad por un buen rato, me dice que pareciera que me hubiesen regalado un viaje a París. Pero no me puede culpar. La última vez estuve en Ceaewood tenía seis años, es normal que no recuerde el lugar tan perfectamente cómo ella lo hace.
Sin prestar atención a las burlas de mi madre, no me detengo al sentir cómo mi felicidad sólo va en aumento, cuando atravesamos un largo valle verde hasta finalmente encontrarnos frente a la grande y antigua casa de mi niñez, luminosa y rodeada de naturaleza, áreas verdes infinitas. Las cortinas bloquean la vista hacia adentro que nos podrían dar los múltiples ventanales que hacen ver algo intimidante a la fachada. El reluciente color blanco de su exterior me genera bastante confianza, y sé que me gustará vivir ahí. Aunque de todos modos tenga que luchar contra los recuerdos... O bueno, un recuerdo en específico.
Jamie murió la noche de un eclipse de luna roja. Estuvo hasta tarde con sus amigos, como normalmente hacía, y la próxima vez que la vi ya estaba sin vida.
No recuerdo mucho de mi vida en Ceaewood, pero recuerdo esa noche.
Mi madre y yo estábamos en la cocina, ella me estaba haciendo de cenar. Y entonces escuchamos como llamaron a la puerta principal con violencia, de manera tan fuerte, y tan desesperada, que por un momento ambas nos quedamos paralizadas.
Mi instinto fue correr tras mi madre en cuanto ella se apresuró a salir de la cocina para cruzar el salón e intentar llegar a la puerta principal lo más rápido posible.
Pero los llamados se detuvieron antes de que mamá abriera.
Y cuando la puerta fue abierta, sólo vimos a Jamie inmóvil en el suelo, tendida en nuestro porche sin vida. Tenía el cuello destrozado. Una mordida agresiva. Un animal salvaje, dijeron. Pero mi madre insistía en que nunca había visto algo como eso. Y al final la policía no removió mucho el caso, sólo la veían como una chica desafortunada que había elegido el peor lugar para una caminata nocturna.
— ¡Jaennie! ¡June! — la abuela nos gritó desde la entrada, con una suave sonrisa, su aguda voz alejando mis desordenados pensamientos —. ¡Finalmente están aquí! ¿Cómo estuvo el viaje?
La abuela nos visitaba seguido cuando estábamos en California.
Pero desde que California empezó a ser un caos total, ella dejó de hacerlo. Y ahora estamos aquí porque ella ha empezado a enfermar, y también porque mamá ha tenido suficiente de California. Es bueno para ella volver al lugar que sus padres le dejarán en cuanto mueran, supongo.
— Voy a bajar mis cosas. — anuncio con determinación, quitándome el cinturón apresuradamente. casi quiero saltar por la ventana del auto —. Elegiré una habitación con ventanas, quiero ver los árboles desde la ventana y sentirme en un vídeo musical.
— Siempre eres tan... Tú. — mi mamá se rió, pero no parecía como que lo decía en un mal sentido.
Ambas procedemos a bajar del auto luego de que ella dejara al aire su declaración. Estoy nerviosa y feliz.
La abuela viene lo más rápido que puede hacia nosotras, sonriendo gentilmente. Tiene ese aspecto de ancianita tierna. Sus cabellos son blancos y es tan pequeña. ¡Es diminuta! Bueno, de todos modos yo tampoco soy la persona más alta del mundo. Pero para mis dieciocho años estoy bien, ¿okey? Mi abuela es como un pequeño y tierno insecto. ¡Sí, tierno! Los insectos son tiernos. No me importa lo que digan.
— ¡Oh, wow! June, estás demasiado delgada. — dice en cuanto está parada frente a mí, ya revolviendo mis cabellos antes de que yo pueda hacer algo para impedirlo —. Tendré que cocinar muy bien para ti.
Intento restarle importancia a su comentario aunque no me agrade en lo absoluto.
Siento que se tiene muy normalizado comentar casualmente de la apariencia de las personas. Oh, has subido de peso, ¿cierto? ¡Ay, estás más flaca! No, a nadie le corresponde mencionar esas cosas. Es algo tan molesto.
Toda la vida me he lamentado por sentir que, no importa cómo me vea, de todos modos alguien estará en desacuerdo con algún detalle de mi apariencia.
Regresando a mis días de clases en California, los chicos se reían de mis delgadas piernas. Comentaban que no tenía el culo suficiente, o siquiera unos lindos muslos. Que mis clavículas bastante visibles eran repugnantes. Que mi pecho es tan plano como el de una niña pequeña, y por supuesto, ¿cómo olvidar cuando decían que parecía el espectro de un muerto, con mi palidez, las ojeras, mi flequillo cortito, y mi cabello extremadamente largo? Terminé por cortarme el cabello en cuanto eso empezó, a pesar de que lo adoraba cuando llegaba hasta más allá de mi cintura, porque sinceramente me sentía Rapunzel. Ya no más Rapunzel. Mi cabello lo llevo por encima de los hombros, los mechones de color rubio miel son delgados y brillantes. Siempre me gustaron, pero la gente me hizo odiarlos.
Sé bien que estoy delgada, lo he sido toda mi vida. Como perfectamente bien. Mi cintura es tan menuda, así que puedo lucir débil, pero estoy saludable y fuerte.
Para este punto no me importa cómo antes lo que otros puedan decir, no necesito que los chicos digan si soy válida o no. No necesito que me vean cómo si tuviera que pasar algún examen con mis medidas para valer la pena. Antes me deprimía, pero lo he superado. Ahora me gustan incluso mis pecas abundantes, en mi nariz y mejillas. Y algo que siempre, siempre he amado, son mis raros y poco comunes ojos grises. No cualquiera tiene ojos grises, así que vamos. Ya no soy Rapunzel. Pero sigo siendo genial.
— He estado comiendo muy bien, ¡mamá cocina delicioso! — entonces yo le respondo, dándole una gran sonrisa que mostraba mis dientes. Los delanteros están algo separados, pero ya he dejado de avergonzarme de que los vean cuando estoy sonriendo.
— Mamá, hola. — mi madre llega con nosotros, acercándose a la abuela para besar su mejilla —. Bajamos nuestras cosas y te acompañamos adentro, ¿está bien así?
Pero la abuela se niega enseguida.
— Han tenido un viaje largo. — contestó la pequeña viejecita —. Vamos a comer algo y ponernos cómodas, luego las ayudaré con sus cosas.
Así que mamá y yo aceptamos, porque definitivamente estamos cansadas luego de horas de viaje por carretera.
— Este lugar ya no es cómo solía ser. — mencionó mi mamá en cuanto sus ojos pasearon encima de la estructura frente a ella —. Era lindo, ahora está viejo y feo. Justo cómo mi ex marido.
Yo estallé en risas enseguida.
— Jae, ya ese hombre está muerto. Dejalo estar. Un poco de respeto a la gente muerta. — la regañó la abuela.
— Sí, sí. Vamos a preguntarle a él qué piensa al respeto. — mi madre respondió tan desinteresada que me permití volver a reír.
Me puse a pensar en lo subjetiva que es la belleza. Cada quién con su concepto de lo hermoso y lo que es el arte, cada quién con sus gustos. Y ninguna razón para pensar que necesitamos la aprobación de todos los ojos que tenemos encima. ¿Algo que es muy genial? Respirar y ser feliz. Respirar y quererse a uno mismo, y aún si sigues buscando tu camino hacia el querer propio, saber que no necesitas pasar el examen de nadie para ser una persona hermosa que alguien amará.
Y tal vez mamá ya no veía magia en este lugar.
Pero yo pensaba que aún era lindo.
Yo seguía sintiéndome en un cuento de hadas.
Estuvimos en la cocina con la abuela por unas horas, hasta que decidimos ponernos en acción. Elegir nuestras habitaciones y empezar a organizarlas para que se sintiera cómo nuestro espacio.
Mamá tomó la que solía ser la habitación de Jamie. Yo tomé la habitación más grande, justo con la vista que quería. Ordenar la casa y limpiar tomó nuestro tiempo y energía, y para cuando llegó la noche, me quedé dormida en el sofá de la sala mientras veía algo en la tele.
Supongo que mi madre me tapó con una manta mientras dormía, porque cuando me desperté, sudando y con el corazón dolorido y agitado, estaba aferrando mis manos a las mantas hasta que mis nudillos se tornaban blancos.
Tuve sueños que no me dejaron dormir cómodamente, ni siquiera cuando subí al segundo piso a dormir en mi respectiva habitación.
En mis sueños, corría por un oscuro bosque, pero no podía ver el final del camino. Sólo me adentraba a una oscuridad que no se terminaba.
Y me estaban persiguiendo.
La sensación de poder ser atrapada en cualquier momento, era escalofriante. Estaba en pánico.
Lágrimas caían por mis mejillas mientras intentaba no tropezar con mis propios pies. Quería escapar, la desesperación crecía en mi pecho.
Entonces la voz de mi fallecida hermana hacía eco en mi cabeza, diciéndome unas palabras que no hacían nada de sentido.
June, no salgas cuando haya luna roja.
Criaturas con colmillos afilados te estarán esperando entre la interminable oscuridad, asechando desde las sombras, reclamando tu delgado cuello.
Sentí que, si mi vida en Ceaewood se acercaba a ser un cuento de hadas, debía recordar que los cuentos de hadas siempre tienen a sus retorcidos villanos.
(...)
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