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Capítulo 9: Lo que se sabe de las estrellas

Al no tener otro entretenimiento ni forma de desviar de sus pensamientos la preocupación de la repentina desaparición de Albert, Luna comenzó a vagar por la mansión sin rumbo fijo. Estaba descalza, pretendiendo recordar cómo se sentía el frío de las losas empedradas. La inercia de su andar la llevó directa al salón en el que vio por última vez a su amo. Entró y no pasó más de lo que se esperaría, pues el salón estaba absoluta y rotundamente vacío.

Una profunda ausencia invadía todo espacio posible, excepto quizás, la silla del rey de la familia. Se acercó a la misma, mirándola fijamente, como si el asiento en su simple existencia exigiera respeto a la muchacha. Rozó con las puntas de sus dedos el cojín de terciopelo incrustado en el brazo del trono.

Sintió la textura y recordó la piel tan joven de Albert al acercarse él tras el incidente con Margaret. Luna se arrodilló junto al asiento y frotó varias veces su cabeza contra el brazo, queriendo rescatar la caricia dada a su pelo. Sentía aún el aroma de su amo impregnado en la tela, pero su falta de presencia se hacía más presente que él.

Fue humedeciendo sus ojos de a poco, al punto de sentir salir de los mismos una triste sección de mar con carga de añoranza.

-Maestro…- dijo como si se le fuera un suspiro, pero solo se dejó caer el cuerpo sobre la silla, con las rodillas aún en el suelo.

-¿Señorita Roja? ¿Estaba aquí?

-¡Robert!- dijo ella asustada y poniéndose en pie.

Luna se sacudió el vestido y pasó su mano por sus ojos para secar los impulsos de llanto. Estaba ruborizada por lo que acababa de hacer, fue algo instintivo, pero parecía una actitud psicópata. No sabía cómo iba a explicarle su comportamiento al mayordomo.

-¿Qué estaba haciendo aquí?- preguntó él sacando de sus pensamientos a la joven Luna.

Al levantar la mirada del suelo, clavada ahí por pena, Luna encaró al hombre y recordó que este no pudo ser testigo de lo ocurrido.

-Lo siento, Robert, si te asusté. Vine porque no sé qué hacer para soportar la ausencia de mi amo.

-Señorita Roja, no desespere. Debería adoptar para sí misma el consejo que le dio a madame Margaret.- decía el humano mientras sacudía un plumero por los cuadros que adornaban el salón.

-Lo sé, pero... no entiendo qué ocurre. La última persona que habló con él fui yo y no quiero pensar que dije algo que lo hiciera molestar.

-Eso lo dudo mucho. El amo Albert tiene un alma difícil de alterar. Si bien es cierto que a veces se pierde en alguna que otra musaraña, también lo es que alguien con su experiencia de siglos sabe a lo que se enfrenta.

-Aún así, cuesta que la espera sea rápida.

-¿Ha visitado alguna vez la biblioteca? Es al subir las escaleras.

-En realidad no, nunca llegué a subir, creía que era algo privado.

-Pruebe, hay mucha información allí que le será útil. Es la segunda puerta a la derecha en cuanto suba las escaleras.

-Muy bien, iré para liberar mi mente un poco. Gracias, Robert.

Luna se retiró del salón dejando ocupado en sus quehaceres de limpieza al único vivo de la mansión. Mientras atravesaba los pasillos, en los que las habitaciones se hallaban, quiso echarle un vistazo a Joshua para saber si este se encontraba mejor. Se acercó a la puerta y la notó entreabierta. No llegó a entrar, solo espió ligeramente desde el otro lado divisando a un frenético lector ensimismado en la lectura de “Romeo y Julieta”. Casi podría pensarse que lo que aquel muchacho sentía era amor, pero por las novelas románticas. Al menos, Luna se sintió menos preocupada al notar que su rostro estaba muy diferente en color a su pálido cabello y que sus ojos brillaban con un azul hermoso, vivo y profundo.

La niña se limitó a casi cerrar la puerta, para que nada pudiera perturbar al apasionado lector que dentro estaba, antes de seguir su camino hacia la biblioteca. Subió por las escaleras que le quedaban a la derecha y, siguiendo las instrucciones del mayordomo, llegó a la sala con la colección de libros más grande que había visto. Era solo una biblioteca, pero los estantes eran tan numerosos y altos que desde la entrada parecía un amenazante laberinto.

Comenzando por el estante más cercano que tenía, revisó los títulos uno por uno para encontrar alguno que le llamara la atención. Había muchos sobre historia humana, cultura y un gran número de novelas. Era impresionante para ella ver tal nivel de pulcritud en una biblioteca tan compleja pero pequeña.

No hubo ni uno solo que llamara su atención en ese estante, así que continuó a la próxima hacia el fondo. Al pasar el dedo por cada uno de los lomos de los libros, se detuvo en uno en específico que la dejó con curiosidad. El ejemplar tenía por título “Draugr”.

Luna tomó el libro en sus manos, se sentó en el suelo con la espalda apoyada en el estante de madera y colocó el grueso tomo en sus piernas cruzadas para mayor comodidad. Observó con fascinación el hermoso encuadernado del texto. Era de cuero finamente cosido a mano. También el nombre estaba bordado a mano en un brillante hilo dorado haciendo juego con los adornos de la misma técnica. Abrió aquel rey de la información y se adentró en una lectura reveladora:

“Vampiro:

La cultura humana ha popularizado al vampiro como un asesino solo de humanos. También ha comprendido una serie de métodos para su aniquilación o repudio. Además, la imaginación humana le ha otorgado a los vampiros poderes o habilidades que están errados. En esta lectura se revelan los reales.

1-Fuerza: primeramente, el vampiro tiene una fuerza muy por encima de la máxima humana.

2-Visión: sus ojos se acostumbran a la oscuridad cual si fueran los ojos de un gato. No perciben la oscuridad.

3-Oído: sus sentidos auditivos están ligeramente más desarrollados que los de la raza humana, al punto de poder escuchar un papel caerse a un kilómetro de distancia, aunque este fenómeno solo es posible si el vampiro está correctamente concentrado.

4-Velocidad: debido a su fuerza, tienen la habilidad de moverse muy rápidamente y resistir grandes velocidades sin tener consecuencias.

5-Envejecieminto: Solo el vampiro purasangre pueden elegir hasta que edad desean que envejezca su cuerpo, aunque sin retorno. Los transformados mantienen su cuerpo en la misma edad en la que fueron transformados.

6-Olfato: el olor de la sangre es la que mas es capaz de percibir el olfato de un vampiro, que esté dentro o fuera del cuerpo de la víctima, pero esa intensidad del olor puede variar según el hambre que tenga en ese momento la criatura. También se incluyen otros olores, pero nada que pueda compararse a la del rojo fluido.

7-Gusto: los vampiros no perciben los sabores de los alimentos como los hacen los humanos. Estas criaturas de la noche solo perciben un sabor demasiado ácido o excesivamente dulce de los alimentos que no corresponden a su dieta habitual. Solo la sangre sabe debidamente bien para ellos, pues siendo este su alimento habitual son capaces hasta de notar variaciones en el sabor según se alimente su víctima.

Habilidades exclusivas de los vampiros purasangres.

8-Control: si un purasangre hace un contrato de eternidad con un transformado, este último pasa a cumplir cualquier orden de su amo sin poder oponerse a las mismas.

9-Transformación: un purasangre puede transformarse en el animal que este escoja, sin embargo esto supone un sacrificio de energía vital demasiado grande, por lo que puede llegar a resultar peligroso.

10-Demonización: este es el último nivel de liberación de poder en un vampiro. Este depende del poder y la intensidad, pero puede resultar autodestructivo. Perder el control puede ser mortal.

De estas pueden variar muchas habilidades, tanto en purasangres como en transformados. A pesar de ello, estas son las más básicas o comunes.”

Luna comenzó a ojear con mayor interés en busca de información que no conociera respecto a su nueva yo.

“Características físicas:

Es fácil reconocer a un vampiro al fijarse en el color de su piel, ya que suele ser más pálida que la de un humano de piel blanca promedio. También se los reconoce por sus sobresalientes colmillos si es que dicha criatura sonríe, y por la diversidad de colores que pueden tener sus ojos. Esta última característica tiene un mensaje oculto solo comprensible para los de su propia especie.

Dicho mensaje es el siguiente:

En los vampiros:

Amarillo: al estar tentados por la sangre.
Rojo intenso: al haber consumido sangre.
Azul claro: al estar saciada su sed.

En las vampiresas:

Púrpura: al estar tentadas por la sangre.
Rosado intenso: al haber consumido sangre.
Negro profundo: al estar saciada su sed.”

Luna siguió ojeando hasta que encontró algo que ya conocía, pero que, alguien se encargó de investigar.

“Desventajas y peligros:

Para los vampiros, la temperatura no es perceptible y esto resulta ser una dificultad al saber si ha amanecido o está a punto de hacerlo. La piel de los vampiros es extremadamente sensible a la luz, aunque no así a la provocada por otro medio lumínico. Esta sensibilidad provoca fuertes quemaduras en la epidermis de la criatura, las cuales son muy difíciles de curar.

La única arma con la posibilidad de acabar con un vampiro definitivamente es una aleación bastante complicada de conseguir químicamente. Una unión de plata y mercurio es la mayor amenaza para los individuos de la especie, ya que las heridas provocadas por cualquier arma confeccionada con este material se curan a la velocidad de cualquier herida humana. Las provocadas en lugares de extremo peligro como la cabeza, el pecho o el abdomen no son siempre curables.

También es necesario añadir que las heridas superficiales provocadas por este tipo de armas, a diferencia de las hechas por otros metales o armas, acaban dejando cicatricen en la piel del vampiro.

El fuego no daña a los vampiros, pero en ocasiones los sumerge en un estado de ansiedad imparable. Además, existen algunas hierbas que al olerse o consumirse desarrollan algunos síntomas leves como sueño o desorientación no adoptándose los mismos efectos que tienen las mismas hierbas en los humanos.”

Al comenzar a leer el subtítulo “Familia Von Drácula”, Luna sintió una fuerte punzada en su cabeza. Se sintió ansiosa de bajar a la entrada de la mansión. Cerró el libro, lo colocó en su lugar y bajó las escaleras como si la acabaran de liberar de una prisión.

Ya en la puerta de la entrada, Luna miró a su alrededor en busca de algo que un sabía lo que era, pero sentía ese presentimiento. Al no encontrar más que árboles secos y suelo desierto a sus ojos con deseo de objetivo, recordó que Margaret debía seguir aún en el techo de la mansión, a la espera de que Albert volviera.

Alzó la vista solo para descubrir la ausencia de la vampiresa en la cima de la mansión. La mente de Margaret era un misterio para Luna, pero sí sabía que esta solía cambiar sus estados de ánimo con gran facilidad. Pensó que de seguro Margaret desistió de esperar a su amo y que se había ido a hacer algo más entretenido que montar guardia.

Regresando su mente a sí misma, Luna se percató de que aún no sabía que le había hecho bajar de forma tan ansiosa y automática. Su cuerpo se estremeció al sentir un olor familiar, era un olor que le recordaba al dolor y a su renacer. Siguiendo el aroma buscó entre los troncos que adornaban tétricamente el frente de la mansión.

-Eres tan fiel a mi hermano como lo fue Zaphira.- dijo una voz sin ánimo en la negrura de un árbol.

-¿Tony?

-Es demasiado. Nunca vas a ser como ella. Mi hermano no será capaz de no compararte.

-¿De quién me hablas?

-De una sierva que, en vida, fue la única vampira por la que mi hermano sintió algo: Zaphira.

-Pero ella murió, según me dices. Yo no me debo sentir más por ser una segunda.

-¡No lo entiendes, Luna! Albert no te va a valorar por lo que le das. Él solo te querrá humillar de a poco porque quiere de ti lo que tenía en Zaphira. Va a apagar tu llama humana para encontrar la corrupción del alma que había en ella.

-Yo confío en él, no lo hará.- dijo ella con mucha seguridad.

-Luna, mi hermano amaba a esa chica. La adoraba hasta el punto de morir por ella y cuando más confió en que la protegería, murió.

-Tony…

-Lo siento, Luna. Me siento impotente al saber que no puedo romper ese vínculo que ustedes tienen, pero te valoro mucho y no quiero que la historia se repita.

-Tú no eres quien para hablarme de valorar a alguien y si tanto te preocupas, ¿por qué no hablas con el maestro en vez de conmigo?

-¡Porque él me mataría si se entera de que me enamoré de ti!

Luna palideció. Se llevó las manos a la boca del asombro y movió su cabeza negando lo escuchado. Miraba fijamente a Tony quien agitaba su pelo con ambas manos, pues no se creía que realmente hubiera dicho lo que sentía en voz alta. Ella no dijo nada, solo esperó a una explicación más detallada de la situación.

-Aquella noche, cuando me besaste, te dije que no sentí nada. Fingí hasta ese momento todo lo que sentí, pero cuando vi en tu rostro la decepción, tu tristeza porque habías perdido la confianza, me sentí diferente. Luego de ello, no dejé de pensar en ti, no podía sacarte de mi mente. Cuando te pensaba me encontraba a mí mismo sonriendo y me estremecía al recordad que estabas molesta conmigo. Mi hermano me dijo que no me acercara nunca más a ti, pero no puedo aguantarme. Cuando te escuché hablando con Joshua sobre el amor, lo confirmé. Me enamoré de ti, Luna.

En un parpadeo de la chica, Albert apareció detrás de Tony y lo tiró al suelo con un movimiento de su mano. El sorprendido muchacho reaccionó al ataque levantándose rápidamente y poniéndose en guardia. La chica se alejó asustada y trató de pensar algo rápido para detener ese impulso asesino que sentía en su amo.

-Me decepcionas, Antonio. Tan bajo llegas a caer. No te has enamorado de Luna, ella es un capricho para ti.- dijo el imponente vampiro, cabeza de la familia y amo de todos los habitantes de la mansión.

-Ella no es un capricho. Es una vampiresa hermosa por la que tengo sentimientos muy fuertes.- respondió Tony con convicción.

-¿Qué tan seguro estás de eso? ¿Cuánto crees que te durará esa idea? Ella no es tu juguete, tampoco tu antojo.

Tony no soportó más sus impulsos, su cabello comenzó a rizarse y sus colmillos se alargaron ligeramente en su entreabierta boca. Sin dar cuartel a su propio hermano, Tony se abalanzó contra este con un odio inmenso inundando su corazón. Albert en cambio parecía tranquilo e impasible cual estatua de hielo, al ver que su hermano se le acercaba solo se apartó.

Fue a una velocidad increíble, tanto que el joven no se percató del movimiento y dirigió su cuerpo al vacío. Sintiendo una capa de cuero pegarse a su cabeza, él reaccionó, pero fue demasiado tarde. Su cuerpo completo fue casi enterrado, por la fuerza del brazo de su hermano, contra el suelo.

-¡Maestro!- gritó Luna espantada.

-Calla y déjame por una vez hacer las cosas como un vampiro.- reclamó Albert.

Sostenía este a su hermano menor en un agujero creado en la tierra por el ataque anterior. El muchacho se resistió y hacía lo posible por liberarse de la fortaleza de su familia. A pesar de la poderosa fuerza que mantenía a Tony pegado al suelo, este logró voltearse lo suficiente como para cruzar miradas con su hermano.

-Dime una cosa, Albert, ¿no crees que ella se parece a Zaphira?- habló entre dientes.

La sangre de Albert hirvió ante la pregunta tan sugerente. Levantó el casi inmóvil cuerpo del muchacho y de un puñetazo lo hizo volar hasta chocar con un árbol. Del golpe, la sangre comenzó a brotar por la boca del muchacho. Aún así, hizo lo posible por ponerse en pie y continuar resistiéndose.

-Dime, ¿Tú me aseguras… que no buscarás a Zaphira en ella? ¿Me… me aseguras que no sientes o sentirás nada por ella?

-Tony, detente, no lo enfurezcas más.- trataba la niña de parar su actitud suicida.

Albert se acerco lentamente al hermano menor y un sonido metálico se hizo conocer en la batalla. Un puñal plateado y hermosamente pulido regaló un reflejo de la Luna a los ojos de la niña. Ella entonces comprendió que la lucha había llegado demasiado lejos. Su amo no lo pensó dos veces y atacó al indefenso y magullado Tony, más el ataque no llegó a su objetivo.

-Luna, ¿Qué haces?- preguntó Albert sorprendido.

La niña ágilmente había saltado sobre su Maestro y había mordido su brazo derecho, el mismo en el que este sostenía el puñal. Estaba pegada a su cuerpo, sus ojos totalmente rojos debido a que probaba la sangre, aunque también se debía a la furia que la había incitado a ir en su contra. Albert enfureció aún más al ver que su sierva defendía a quien en ese momento era el enemigo.

De un movimiento la hizo caer al suelo, a pesar de la fuerza de su mordida. Luna rodó por el suelo un par de veces debido al impulso y, al levantarse, vio como el mayor de los hermanos proseguía en el intento de asesinato del muchacho. Utilizando, quizás por primera vez, una velocidad realmente vampírica, se acercó a Albert y con su mano derecha detuvo el camino del puñal, atravesándole este la palma de la mano.

Un estruendoso grito de dolor fue la reacción de la pequeña tras la herida. Sentía, por primera vez desde su despertar, calor. Su piel y su sangre hervían por el contacto con el metal y su brazo entero le dolía casi como si le lo hubieran arrancado del cuerpo. Todos en la mansión salieron a la puerta y fueron testigos de cómo Albert extraía el puñal.

La sangre brotaba sin parar y un ligero vapor salía de la herida. El vampiro, al ver a su sierva en ese estado, rompió una manga de su traje e improvisó un torniquete en el brazo de Luna. A pesar del insoportable dolor que sentía, la vista de la chica se desvió hacia las cicatrices de la piel de su amo. Luego lo miró fijamente a los ojos empapada su mirada.

-Maestro, deténgase ya.

-Luna…

-Aunque Tony sienta algo por mí, yo no le correspondo a ese sentimiento.

-¿Y tú como estás segura de que no lo harás en el futuro?

-No lo estoy, pero sé que ahora no lo siento y es suficiente para mí.

Aprovechando una pausa en la conversación, Alicia se acercó a Albert y lo sacó de sus pensamientos colocando su mano en el hombro de este. Al voltearse el vampiro, la muchacha le regaló una hermosa sonrisa.

-Primo, deja esto ya y vamos a curar a la pobre Luna.

-De acuerdo, llévatela.- dijo él mientras se dirigía a la mansión.

Luna aún sufría por la herida y sentía que su vida se le iba por todo el brazo, con una voz suave, Alicia la invitó a que la acompañara. La niña se detuvo un momento para comprobar el estado de Tony, no se había percatado de que lo que estaba tras de ella ya no era el muchacho. Todo el cuerpo del joven estaba cubierto de una capa viscosa de color negro. Aquella extraña sustancia se movía lentamente dando a la chica una sensación de aprensión.

-¡Aléjate de él!- gritó Alicia mientras tiraba de ella por los hombros.

-¿Qué le ocurre? ¿Qué le pasa a Tony?- preguntó Luna muy preocupada y resistiéndose.

-Está demonizado, ahora mismo no se controla.- la mujer se volteó.- Joshua, ayuda a Robert con Tony, yo me encargo de Luna.

Los dos hombres asintieron y se acercaron al bulto negro en el momento en el que la niña intercambiaba con él unas palabras.

-Tony, lamento mucho que pases por esto por defender tus sentimientos. No es un pecado amar, pero conlleva a que otros lo envidien.

Del interior de aquel cuerpo negro, un par de ojos amarillo profundo se hicieron conocer. Miraban a la niña y con una voz gruesa y grave habló.

-¿Por qué?

-Yo no existo por ti. Soy una sierva de tu hermano, no es correcto que te enamores de alguien así… y que no siente lo mismo.

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