Capitulo 10
"Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades."
Miguel de Cervante
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El gruñido de advertencia que deja salir el mayor alerta a Kamal, obligando a su cuerpo a no moverse de su lugar. Sus pupilas rojo sangre, no se apartan de su dirección en tanto procura bloquear de su vista el camino por donde las mujeres se retiraron con su gran cuerpo.
El de pelaje marrón se incorpora y levanta la cabeza con superioridad, mostrando los dientes con indicación de ira. Con deseos nulos de comprender realmente lo que esta sucediendo entre esos dos; un gruñido se escucha hacía Exael, este le responde de la misma manera mientras se aproxima con cierta lentitud prolongando quizas, una pequeña batalla entre ambos.
—No es tuya. —sentencia Kamal moviendo su cabeza ligeramente, dado a la herida que le ocasionó.
El pelinegro escucha sus palabras detiendo sus pasos; dejando escapar un resoplido como parte de su respuesta. —Eso no te concierne. —espeta con seriedad.
Kamal suelta otro gruñido pero en esta ocasion, se avalanza sobre Exael colocando sus fauses en dirección a su cuello, justo como el ajeno lo a hecho con anterioridad. El pelinegro retrocede, levantándose en sus dos patas traseras en un intento de alejar a Kamal con las delanteras pero el más pequeño de tamaño gira su cabeza en un movimiento inesperado, este toma una de sus patas clavando sus dientes en ella, provocando que un quejido salga del hocico del mas grande.
Mientras dicha pelea se desata sin interrupciones una pelirroja da con su destino, dejandose caer por el costado de la loba que las transporto. Una vez en el suelo, hace el amague de correr hasta sus fauces y toma con dificultad en sus manos a Mia, quien aun esta inconsciente. Se apresura, sin poder con el peso de la menor en sus brazos, a adentrarse a la mansion.
—¡Abrael! —vocifera intentando obtener algo de ayuda en tanto se acerca al sofa dejando a la pequeña sobre el. —¡Rebecca!
Gira su cabeza en todas direcciones buscando encontrar a alguien que pueda ofrecerle ayuda mientras su mano sostiene la de la mas pequeña con firmeza. Su preocupacion vuelve a palpar en su pecho con fuerza, un sentimiento que crece a medida que el temblor de su cuerpo se desarrolla y provoca que su respiracion se agite, como anteriormente le sucedio. El rostro pálido de Mia cae a su posición, dejando que algunos cabellos negros adornen su rostro que ahora aparenta dormir con tranquilidad, con la excepción del hilo de sangre que de su nariz se puede apreciar. Con su mano libre, dirige esos cabellos rebeldes a su oreja, reposando su mano sobre su mejilla con una suave caricia proveniente de su pulgar.
La mucama baja las escaleras con apuro dado a haber escuchado los gritos de la pelirroja, encontrando la escena de Deah arrodillada en el suelo sosteniendo la mano de Mia quien está inconsciente sobre el sofá. Se apresura a dirigirse a su lado, colocando sus manos, en cuanto llego, en el rostro de la niña.
—¿Que sucedió? —su voz sale en un susurro, usando su mano libre para levantarla y colocarla sobre el hombro de la pelirroja, en un intento de cerciorandose de que retroceda para tener espacio con la menor.
Los labios de la pelirroja se separan intentando proveer una explicación de todo lo que había sucedido pero tampoco entendió lo que en el bosque se desató. Sus ojos viajan de un lado a otro negando ligeramente con la cabeza; gesto muy sutil, sus emociones la estan abrumando y sus pensamientos claros no estan.
¿Cómo explicarle a Rebecca que escapó con miedo a regresar a un lugar oscuro y sin esperanza?
¿Cómo explicarle que pensó que Exael es igual a Kamal?
Rebecca se percata de sus gestos en cuanto la observa de reojo, sus pupilas se pintan con cierta pena que indica comprensión pero todo se desvanece al percatarse de la presencia de Abrahel. Señala a la pequeña rápidamente, dandole una pequeña orden en silencio mientras dirige sus manos a los hombros de la pelirroja con la intencion de apaciguar su tormento, en tanto se ocupan de la menor.
—Esto no es tu culpa. —susurra con la misma compasión que antes adornó su rostro. —Llamaré al doctor, y subiremos con ella, necesito que te quedes aquí. —continúa dejando sus hombros libres, desviando su mirada a Abrahel que ya sube las escaleras con la menor en brazos. —Estará bien, puedes confiar en mi palabra.
Con eso último, le dedica una sonrisa apacible a Deah en tanto comienza a alejarse en dirección a las escaleras. La pelirroja la observa todo el tiempo con inquietud, frunciendo su entre cejo, con los ojos ligeramente achicados y en sus labios secos y agrietados, una mueca.
Se desploma sobre el sofá, soltando un suspiro derrotado, sintiendo el cansancio que aborda su cuerpo. Observa sus manos sobre sus muslos, notando el rastro como hematomas de las cadenas oxidadas que antes la tenían prisionera. Su nariz pico en indicación de que pronto sus mejillas se inundarán en lagrimas, estiro la comisura de los labios en una mueca vaga de retener los abrumadores sentimientos cuyos florecen en su interior pero las primeras gotas caen sobre sus antebrazos, empañando la ventana que habita en su rostro, con el pensamiento girando solamente en Mia.
En tanto Deah se lamenta por la situación que atraviesa la pequeña, un pelinegro suspira llegando a las puertas de su hogar, dejando salir algunos quejidos de dolor que lo hacen apretar su mandibula en indicación del mismo. Su mucama se le acerca apresuradamente teniendo en sus manos alguna prenda para cubrir su desnudez, la toma con su brazo lastimado y en proceso de sanación, por lo que deja salir un gruñido molesto dado al dolor. Ya teniendo sus pantalones, se adentra en la casa captando la presencia de la pelirroja en el sofa; Deah al escuchar la puerta gira su mirada en la dirección del ruido, encontrándose con la mirada azul del mayor.
Las palabras se le atoran en su garganta en cuanto su mirada baja a su brazo el cual tiene claros indicios de desgarramiento, la sangre brota hasta dar con el suelo, pero el ojiazul no parece darle alguna importancia, más que alguna mueca de dolor. Levanta su mano al alcance de su rostro pues se percata de la mirada de ella en él y es entonces que vuelve a observarla.
—Sanara... —indica cerrando su mano en tanto camina al sofa. —Kamal es un alfa, es normal que tarde en sanar. —suelta un suspiro, ante el asentimiento que ella realiza en cuanto termina de hablar.
Esa sumisión da inicio a un escalofrío sobre su espina dorsal, recordándole el sentimiento que se depositó en cuanto su presencia no era hallada en la casa. La desesperación, la ira, aquello que oculta bajo un gran manto de buenas acciones, surgieron como un grito en su interior.
Está mujer, le provoca tantos sentimientos que de cierta manera, le molestan...
Con un movimiento ágil de su mano izquierda; su mano sana, toma el antebrazo de la pelirroja levantando su peso sin esfuerzo. Deah lo observa confundida por su cercanía, a lo que él se limita a dedicarle una pequeña mirada de insatisfacción, llevándola consigo escaleras arriba sin permitirle forcejear mientras la arrastra hasta su oficina. Una vez en la estancia, lejos de las miradas curiosas de las mucamas cotillas, Exael libera con delicadeza su brazo tomando una distancia considerable, buscando en los cajones de su escritorio algo con lo que cubrir su herida.
—No vuelvas a irte. —espeta llenando el silencioso hueco que habita entre ambos. —No sobrepases los límites de mi paciencia otra vez, eres libre de hacer lo que quieras mientras estes cerca de mí.
Ante sus palabras duras y sin tapujos, Deah presiona sus dientes tensando su mandibula. Desvía la mirada, ladeando la cabeza ligeramente aun pudiendo ver de reojo como Exael toma asiento en su silla giratoria.
—Escuchaste esa conversación, sé que lo hiciste... —vuelve a hablar, llevando una pequeña toalla a su mano malherida. —Dime que es lo que tengo que aclararte, ¿qué es lo temes que te haga?
Los ojos de la pelirroja brillan por el reflejo de la luz que da a su dirección, sus mejillas nuevamente toman un color rojo pálido indicación de que próximamente, llorará, ya que los recuerdos llenan cada espacio de su mente. Toma un pequeño suspiro, levantando su mano para mover la silla frente al escritorio y tomar asiento en ella sin siquiera mirarlo, repasando sus palabras una por una.
—Antes de llegar aquí... —habla en un hilo de voz casi audible, con un tono roto. —Yo... estuve encerrada en un lugar oscuro, habían más, nos tenían amarradas y separadas.... —la primera lágrima del relato cae por su mejilla.
Exael la observa con atención, frunciendo el ceño con seriedad y molestia. Sus ojos de manera inconscientemente, cambian a su color rojo dado a su coraje pero se mantiene en silencio, viendo como Deah daba inicio a jugar con sus uñas en tanto seguía buscando palabras en su dialecto para continuar hablando.
—Decía que yo era la persona destinada a él... —levanta una de sus manos pasando el dorso por su mejilla, llevándose algunas lágrimas.
El pelinegro desvía ligeramente su mirada a su mano, ya sana en tanto suelta un suspiro meditando lo que su pequeña le a confesado. Luego de unos simples segundos de silencio absoluto, el mayor se levanta de su asiento rodeando la mesa y acercandose a Deah, la cual alza la mirada para observarlo. Este termina dejando que su peso repose contra el escritorio, cruzando sus brazos y relajando su cuerpo.
—Eres libre aquí, ve hasta donde tus pies decidan... —su voz, en esta ocasion, sale en un murmullo suave y delicado, como si estuviese cuidando la manera en la que habla para ella. —No eres mi prisionera, no eres algo que puedo retener en un solo lugar pero eres mía, Deah. —sus ojos azules dieron con los de ella. —Nadie mas que yo tocara tu cuerpo, nadie mas que yo te dara ordenes, te protegeré incluso de mis demonios y mataré a cualquiera que quiera interponerse. No lo entenderas ahora pero te dare el tiempo que necesites siempre que estes a mi lado. —con esas ultimas palabras se acomoda y comienza a caminar a la puerta, dejando atras a una pelirroja sosteniendo la respiracion.
Deah escucha como la puerta a sus espaldas se cierra y todo su cuerpo se eriza sin explicacion aparente, el calor que se situo en ese pequeño espacio ahora es remplazado por un frio que recalca la ausencia del mayor. Su voz, sus palabras e incluso la manera en la que la miro, quedo plasmado en su cerebro y se reproduce una y otra vez cada que llega al final de la cinta. Desconoce como debe de interpretar las aclaraciones del ojiazul por lo que termina sacudiendo la cabeza para eliminar el rastro de su figura y se limita a levantarse, siguiendo sus pasos, saliendo de la oficina; aunque de cierta manera, Exael tiene razón, una cosa si pudo comprender, le pertenece solo a el.
Sus pupilas se desvían al pasillo, logrando ver como el mismo habla con el medico por lo que se apresura a colocarse a su lado intentando escuchar alguna noticia de Mia. En cuanto Exael se percata de su presencia, levanta una de sus manos rodeando su cintura y aproximandola por completo a su cuerpo, por lo que dado a la inercia, sus manos suben por la sorpresa encontrandose con su cuerpo trabajado y duro.
—Le recomiendo que deje que la pequeña repose, su cuerpo se encuentra muy debil ahora y necesitara algun medicamento para el dolor de cabeza. —continua hablando ignorando la escena entre la pareja, claramente incomodo. —Sobre ti... —señala a Deah. —Tambien debes guardar aun reposo, ¿porque no esta siguiendo mis instrucciones? —pregunta esta vez, mirando con curiosidad al mayor.
Este levanta la cabeza con superioridad, frunciendo el ceño. —Largo. —simplifico.
La pelirroja baja la mirada, evitando ver cualquier conflicto que se esté desatando en ellos pero el doctor se limita a asentir y a retirarse mientras la mano de Exael, permanece depositada en su cintura, logrando continuar confundiendo a la menor.
—Entremos... —empuja suavemente su cuerpo, a lo que no tuvo más opción que obedecer.
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