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Capítulo 06

"Cuando una persona es rechazada, atormentada, derrotada, tiene la oportunidad de aprender algo."

Ralph Waldo Emerson


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Lavan y cepillan su cabello, lo que es todo un reto dado a los años que no lo trató; continúan con el cuerpo que deja a la mucama anonadada por la apariencia que posee, puede asegurar que no es la apariencia de una mujer de su edad. La piel marca a la perfección sus huesos; su espina dorsal aparenta sobresalir de su espalda; sus brazos y piernas llegan a ser delgados y las costillas pueden notarse a simple vista. Los hematomas en sus muñecas y tobillos, algunos rasguños por diversas partes de su cuerpo como golpes y cicatrices. Dicha condición la enternece y preocupa pero se concentra en preparar la tina para el aseo, no dejando de estar al pendiente de su Luna por si la misma necesita algo de su ayuda. Una vez que la tina llega a su punto correcto le provee libertad a Deah para que se acomode de la manera en la que ella considere adecuada y confortable.

Corta sus uñas, limpia con cuidado sus oídos, se asegura de cubrir lugares donde se puede acumular suciedad, rasura con su debida precaución sus zonas; y cepilla sus dientes.

Todo es con el consentimiento de la pelirroja; admite sin pena que le produce cierta incomodidad pero en un intento de alejarse de la realidad aceptó con desdén, restándole importancia a que una mujer le ayude a asearse por primera vez en muchos años, ya que tampoco comprende el propósito de esos aseos o el procedimiento.

Mia no es incluida puesto a que la mucama consideró que no es apropiado para una niña de su edad poder visualizar el cuerpo de un adulto, por lo que espera de manera sosiega sentada en la cama meciendo sus pies, suspirando de cada tanto por la tan larga espera.

Una vez terminan, la mucama sostiene uno de los brazos de Deah con cautela, encaminándola a su propia habitación.

—Te vez graciosa. —señala la menor a la pelirroja haciendo referencia a la bata blanca que lleva consigo y a la toalla envuelta en su cabello; soltando una pequeña risa que contagia a la mucama.

Esta última cubre sus labios para evitar reír mientras que la Luna, frunce divertida su ceño pero no pronuncia palabra. Aún esta sumisa en aquel pensamiento sobre Artemisa; no comprende como no la encontraron junto a ella.

—Artemisa dijo que iba a buscar ayuda. —habla la menor, llamando la atención de aquella con la mirada perdida. —No regreso durante mucho tiempo hasta que el loco nos encontró. —Mia sonríe de manera inocente.

Sus palabras alivian de manera breve la inquietud de Deah por lo que está se acerca y deposita en su frente un pequeño beso en forma de agradecimiento. Mientras tanto la mucama elige un vestido que coincide perfectamente con el color de cabello de Deah, sintiéndose satisfecha de su propia elección lo deja sobre la cama para la misma. Consiste de un vestido corto hasta la mitad de los muslos, de un color verde oscuro, con mangas largas junto a un escote poco pronunciado, este se ajusta al cuerpo; en el caso de Deah le queda suelto dada a su delgadez. Al momento de escoger los "accesorios para los pies" la pelirroja hinca los dedos de sus pies, acción que indica nerviosismo; sentimiento generado por, claramente, nunca usar dicha prenda.

La mucama nota su cambio de expresión. —Si usted lo desea puede usar unas zapatillas acorde a su vestido, nada de zapatos altos. —aclara haciéndose a un lado para dejar a la vistas las muchas opciones que posee el armario.

—Yo... —el nerviosismo provoca que sus manos comiencen a temblar, poco convencida. —Quiero quedarme así... —pide en un susurro, dejando caer su cabeza.

La mucama sonríe complacida. —En ese caso, podemos terminar de arreglar su cabello. —señala con una de sus manos un tocador o más bien el asiento frente a él. —Le explicaré los productos que usaré si necesita estar segura de lo que hago.

Deah asiente. —Por favor, yo... no entiendo mucho de esto.

La pequeña quien escucha atentamente, toma parte del vestido para llamar la atención de la mayor. Logrando su objetivo, la pelirroja dirige su mirada a ella siendo imitada por la mucama, interesadas en lo que aportará a la conversación.

—Zaza conoce mucho sobre el cuidado de la piel y el cabello. —muestra una sonrisa donde deja al descubierto sus dientes de leche. —Ella me hizo este peinado.

Levanta ambas manos para tocar sus dos trenzas, con una emoción indescriptible en sus pupilas.

—Es cierto, la Señorita Zaza es una de las personas más calificadas en esos temas aquí. —la mucama coincide.

Aun con el relato de la menor y la aprobación de la mucama, Deah se asegura de que la mujer que la acompaña se ocupe de sus necesidades, indicando con timidez su poco deseo de que alguien más intente tratar con ella. La mucama está de acuerdo mientras se dispone a realizar su trabajo de peinar a su Luna sin cuestionar sus opiniones y deseos, dejando su cabello sin nudos y perfectamente suelto. Al terminar, se dirigen a lo que para Deah es completamente desconocido.

El pasillo esta lleno de arte, artilugios decorando cada mesa diferente y una alfombra de un color negro bajo sus pies. Claramente la mucama le explica de qué se trata todo, y poco a poco le muestra lo que parece ser los gustos de su salvador. Las facciones de Deah dejan de marcarse dado al asombro e incluso su ceño fruncido por la incomodidad de antes se a desvanecido, interesada en los cuadros colgados. Por otro lado, Mia cruza sus brazos y resopla con disgusto dejando su posición expuesta al público, para que fuera evidente su poca gracia sobre el tema.

En cuanto llegan al comedor, la mucama dirige a cada una a su respectivo asiento porque si; Exael con anterioridad había separado los asientos de ambas mujeres.

Deah toma su lugar con timidez observando como Mia se mueve por la estancia con naturalidad. La mucama realiza una reverencia acompañada de una sonrisa divertida por la expresiones de la mayor y se retira a la cocina. Dado a que se encuentran solas en el lugar, Mia se aventura a contarle su experiencia en los días que estuvo inconsciente, notando como la pelirroja le regala toda su atención en un profundo silencio. Al parecer conoce a una mujer llamada Ava la cual había llenado su armario de lindos vestidos y zapatos a juego, algo que a Mia parece agradarle, por otro lado, menciona como el hombre que la trajo a la fuerza llamado Abrahel le mostró parte del lugar no solo la casa sino también el territorio; y por último se encuentra quejándose sobre la otra mujer que las había hallado, mujer a la que apoda bruja ya que aparentemente no deja de molestarla.

—Y el loco tampoco me agrada. —señala la salida con su dedo índice. —Se la pasa encerrado, es aburrido y me mira feo. —su ceño se frunce y hace un puchero. —Y me obligó a tomar algo llamado clases, después de la cena tengo que ir a matemáticas con Zaza.

—También tú madre te acompañará... —la tercera voz que inunda el lugar sorprende a ambas mujeres. Aún la pelirroja no reconoce dicha voz pero su espina dorsal se sacude en un escalofrío. —Es parte de la vida aprender, no sé cuántas veces debo explicártelo mocosa.

El pelinegro camina hasta la mesa sin dirigir su mirada a ninguna de las mujeres y toma su respectivo lugar.

—¿Qué... quieres decir con eso? —preguntó con incertidumbre la mujer, tomando algunas pausas entre sus palabras.

Exael desvía la mirada a la puerta que daba a la cocina, esperando con impaciencia su cena.

—Quiero decir que ahora van a desarrollar habilidades, obtendrán conocimientos. —esta vez centra su mirada en la pelirroja. —Te enseñaré valores y conductas apropiadas, es cuestión de dedicación y atención. —mueve su mano para tomar un cubierto de la mesa. —¿Sabes sostener esto? —la pregunta fue de inmediato respondida pues Deah hace una mueca extraña mientras niega con la cabeza. —Es bastante claro y es una de las cosas que aprenderás, a menos que no lo desees, no estás obligada a aceptar. —la niña en la mesa entreabre sus labios en un intento de sacarle provecho a sus palabras. —Tu no, eres una mocosa y los mocosos necesitan educación.

Deah quien analiza las palabras del mayor no se percata del sermón y por el contrario, molesta a Mia. Admite que le divierte molestar a la más pequeña, ya es algo que a desarrollado desde el primer día puesto a que se percató de lo que provoca en esa criatura.

El ambiente amigable no tarda en romperse, convenientemente por la entrada de dos mucamas que traen consigo una bandeja repleta de comida. Con delicadeza supieron colocar dos platos frente a cada individuo, cada uno contiene una comida distinta, dejándose llevar por las indicaciones que anteriormente el Alfa les a otorgado.

El silencio en la mesa es incómodo, pesado y poco convencional; la pelirroja no se aventura a tomar los cubiertos sintiendo cierta incertidumbre y Mia goza apuñalando su comida con el cubierto. En cuanto al pelinegro culmina su cena tan pronto se le es entregada, y se levanta sin hacer el menor ruido de su asiento; dirige sus pies a la salida de la casa, recibiendo una reverencia de despedida de parte de las mucamas cuyas los acompañan durante la cena. En ese transcurso, la pelirroja toma un cubierto cerrando su mano alrededor del objeto, le es difícil la maniobra de tomar la comida teniendo como rescate a la mucama que la ayuda para degustar su plato. Por otro lado, la pequeña a terminado su principal alimento, dándole una mirada de desaprobación al segundo puesto a que se encuentra satisfecha con lo que ya a ingerido.

—Me voy... —menciona dando un salto de su asiento. —Te espero al final de mi clase. —levanta su mano despidiéndose y mostrándole una pequeña sonrisa.

Procede a dejar la estancia con el fin de llegar a su habitación donde una mujer de cabellos hasta los hombros y de un color negro, la esperaba pacientemente.

La pelirroja continúa cenando gracias a la ayuda que le brindan, pero con unos pocos bocados más desiste del reto de terminar. No esta acostumbrada a dicha cantidad de comida y mucho menos a comer algo de buena calidad por lo que con un gesto de su mano, indicando negación, le notifica a la mujer a su lado que se retirara. Con unos cuantos pasos a lo que parece ser, la puerta principal, la mucama que anteriormente la acompaño en su habitación, se le acerca con una pequeña sonrisa y repite su característica reverencia en su dirección. No puede recodar su nombre por lo que su rostro se arruga intentando recordar el dialogo en donde ella menciona aquello por lo que la llamará.

—¿Tu eres... —su pregunta queda en el aire.

—Rebecca mi Luna. —la mujer contesta con simpleza y le señala al instante las escaleras que daban a la segunda planta de la casa. —Su hija la estará esperando en su clase.

La pelirroja arruga los labios con incomodidad. —¿Qué es un "hija"?. —pregunta curiosa, dejando una interrogante en la cabeza de quien le hace compañía. —No sé qué es un "hija", ¿como se hacen?.

Rebecca, con un gesto de manos, hace aparecer una pequeña libreta de apuntes y una pluma, anotando rápidamente lo que le acaba de decir la pelirroja. Aprovecha la desventaja del poco entendimiento de la ajena para realizar el trabajo que le asignaron con anterioridad; consiste en reunir cualquier información sobre su pasado o que pueda guiarlos a el, asignada claramente por Exael.

—Indica que no conoce lo que significa el término hijo o hija... —susurra mientras anota pequeños garabatos adicionales en el papel.

Con el mismo gesto, la libreta desaparece.

—Por el momento, como sugerencia debe ver a la niña. —sugiere juntando ambas manos.

Sin afirmar o negar su petición, aún con la interrogante en su mente, comienza a subir las escaleras, guiándose por las indicaciones que recibió con anticipación para bajar al comedor. Su destino final resulta ser la puerta de su habitación y con ayuda de la mucama dirige su atención a la puerta correcta, dicha puerta se encuentra literalmente frente a la suya. Tocan sutilmente esperando la aprobación del otro lado, este proceso se le explica a Deah para que entienda la importancia de la privacidad de la persona cuya se hospeda en dicho espacio, esta asiente aparentando entender pues nunca tuvo un lugar que fuera solamente suyo.

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