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Capitulo 03

"Por la libertad de elegir, por la libertad de ser."

M.A.Torres


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Los días o quizás algunas semanas transcurren, nadie en ese punto tiene la capacidad para percibir el tiempo. Como único método, observan a través de los ojos de quienes van en su encuentro para trasladarlas a otro espacio desconocido, lo que al parecer está costando sus vidas; no regresan a su prisión.

Cuando todo comenzó había alrededor de un mínimo de nueve mujeres siendo mal enumeradas, todas de diferentes especies y con cualidades distintas pero ahora se aprecia un total de cinco mujeres, contando la niña humana que cada vez que alguien se acerca se esconde a los alrededores de su ahora amiga, Deah. Esa baja preocupa en sobremanera a las presentes restantes por lo que esperan ansiosas a un milagro que las socorra de ese trágico final.

Incluso a Deah le genera inquietud su inminente muerte.

Un guardia se adentra a la estancia por lo que las miradas llenas de terror se detienen en él. Camina de forma lenta en dirección a una celda en concreto sin prestar atención; ya le han ordenado que ella es la siguiente, por lo que en cuanto está frente a los barrotes, abre sin tapujos la celda.

Artemisa levanta las manos en dirección a él para darle acceso a sus cadenas, sin oponer resistencia. Lo que continua es breve y silencioso, el guardia aparta aquello que la mantiene prisionera sosteniendo a la mujer por uno de sus delgados brazos, elevando su cuerpo sin peso con facilidad pero las intenciones del individuo son interrumpidas por la agilidad de la pelirroja; está se deja caer de espaldas causando que el cuerpo ajeno tambalee aturdido; por lo imprevisto de la situación, ocasiona que cayera en una dirección favorecedora. Claramente no a llegado hasta el suelo dado que la balanza de fuerza se inclina a favor del lobo pero es suficiente para Artemisa, quien levanta sus piernas enredándolas en su brazo libre a lo que mantiene sus brazos alrededor del que la sostiene, eleva la cabeza para llegar hasta la yugular, con sus dientes, ya puntiagudos.

Las mujeres tensas en sus lugares, observan la escena que se desarrolla a unos metros. Deah cierra sus manos en una señal de desesperación por la incesante sensación de inquietud, Mía se dispone a esconder su cabeza en el costado de la pelirroja, a lo que las dos restantes observan sin siquiera pestañear. Quizás es esa la oportunidad que están esperando, la situación que han imaginado o el escape que necesitan dado que la esperanza de salir de ese sombrío lugar crece como si una leña cayera a las vivas llamas del algún fuego.

El lobo, con desespero, procura quitar de su camino al vampiro moviendo torpemente sus piernas a los barrotes, golpeando la espalda de la mencionada, pero a medida que absorbe su sangre menos complicado le resulta tratar la situación. Esto, debido a que en esta especie poseen una capacidad para que sus rivales o concretamente sus presas pierdan el control de sus cuerpos mientras son mordidos, acto que ocasiona el perder plasma en cuestión de segundos, dejándolos completamente inmóviles por lo que a consecuencia de esto, el lobo comienza a dejar caer su peso.

Los quejidos salen de su garganta en ruidos sordos realizando algunos movimientos brusco con las manos, también procura desesperadamente mantenerse despierto pero es técnicamente imposible escapar de su depredador y en cuanto su cuerpo queda inerte en el suelo, Artemisa se digna a soltarlo.

Un hilo de color carmesí baja por su barbilla, por lo que el cosquilleo del fluido le indica que debe asearse. En tanto arrebata las llaves de las celdas al cadáver, limpia su barbilla con el dorso de su mano ensuciando la misma, cosa que poco le importa, para terminar saliendo de ese lugar y tomando una postura sigilosa camino en dirección a las otras celdas.

Puede decirse que esto dura apenas unos segundos con la capacidad de velocidad que posee Artemisa; pidiendo en susurros cooperación entre todas para lograr salir de ese apestoso lugar. En tanto están de acuerdo, imitaron la postura del vampiro y se posicionan para avanzar, Artemisa a la cabeza, las dos mujeres en el centro y Deah sosteniendo la mano de Mia al final.

Apenas suben las escaleras para llegar a la estancia que daba a lo que parece ser una cocina; Deah se debilita, lo que es causado por su falta de ejercicio y su mala alimentación. Deja caer su cuerpo en un escalón, regulando su respiración a una más agitada a causa de la fatiga. La niña no duda en ningún momento en sostener uno de los brazos de quien se a desplomado y busca con una mirada agobiante ayuda de la primera persona que pudiera brindársela pero; todas se adelantaron.

No conoce muy bien a estas mujeres por lo que desconfiar de ellas es una sensación que aborda su corazón pero por alguna extraña razón, Deah tiene una mirada calurosa que le proporciona una paz incondicional, una sonrisa tranquilizadora que le indica que todo estará bien por lo que no va a abandonarla; no quiere perder a alguien más en su vida. Su madre se escabulló en una venta para deshacerse de ella porque aún con siete años entiende lo que a ocurrido en esa sala de estar con aquella persona de nombre Kamal y de su padre no conoce mucho. Nunca tuvo un amigo con el que jugar más que su peluche; que sostiene con su otra mano, es su único consuelo.

Esta sola, estaría sola de no ser por la mujer que sostiene su antebrazo empujándola de manera débil para que termine de subir los pocos escalones que quedan.

—No me dejes. —pide con una voz temblorosamente suave, llena de todos sus miedos.

Quien sabe cuánto tiempo paso para que logre articular otra vez alguna palabra pero teme a esa soledad, a esa pequeña parte de su vida que se pintó de color gris, zona en la que ahora hay una tenue luz con su nombre... con el nombre de Deah.

Esta sucediendo lo mismo en la mente de la pelirroja, esa niña de cabellos negros y de ojos azules esta llenando su vacío con su inocencia pero de igual forma teme por su bienestar. Fueron unas pocas veces en las que la niña emitió algún sonido para llamar su atención, nunca a dado indicio de que desea entablar amistad con ella pero encontró a alguien a quien proteger y esta dispuesta a morir por darle la libertad que alguna vez le arrebataron.

—¿Quien dijo que te abandonare? —contesta con cierta dificultad por su respiración pero levanta la mirada para proceder a darle un pequeño apretón a su brazo.

Los ojos de Mia se cristalizan pero Deah no le da tiempo de asimilar nada debido al grito de una de las mujeres que se encuentran corriendo por la cocina siendo perseguida por un lobo gigantesco. La pelirroja no lo piensa mucho y con el golpe de adrenalina; que se presentó en un bombeo fuerte de su corazón y un calor que rodeó su cuerpo, toma a la pequeña entre sus brazos subiendo lo que queda de las escaleras para acelerar el paso por la misma estancia, esquivando el gran tamaño de aquel que ocupa la mayoría del espacio.

Una de sus manos termina en la cabeza de Mia, ocultando su rostro en el hueco de su cuello evitando de ese modo que note lo que sucede a su alrededor. No desea que presencie alguna otra muerte; no quiere que viva algo mucho peor de lo que ya a vivido.

Artemisa utiliza su velocidad en cuanto vuelve del shock por haber presenciado como el lobo lanza el cuerpo sin vida de la mujer a la que le devoró la cabeza de un bocado, a lo que se apresura a alcanzar a la bruja y a Deah.

—¡Que no escapen! —gritan desde la sala de estar.

Todas reconocen de quien se trata pero no detienen sus pies. La bruja levanta su mano en dirección a la puerta recitando un pequeño canto en un idioma incompresible por lo que la madera se rompe en pedazos dándole paso a las mujeres para salir de la casa.

Deah es la primera que por los escalones de decoración que posee la entrada principal poco más y cae de rodillas; termino con un tobillo lastimado por el desequilibrio; girando en dirección al bosque denso que nota a su derecha o más bien, en todo su alrededor.

La bruja se detiene percatándose de cómo la pelirroja que más se atrasa pierde velocidad y poder debido a una debilidad muy casual en esa especie. El Sol anula por mucho las habilidades de Artemisa esto ocasiona que uno de los lobos, por algunos centímetros, llegue a ella, de no ser por la bruja que levanta un muro de tierra no hubiera vivido.

Nada perdura; Artemisa consigue escapar siguiendo los pasos de Deah pero la mujer que queda atrás termina optando por la rendición. Sus brazos dejan de moverse y sus labios de recitar oraciones en una lengua desconocida; Jacob, el lobo que custodiaba su celda esta a unos metros de ella observándola de manera dolida por su intención escape. De su garganta intenta salir alguna excusa o una disculpa pensando en que lo mejor de la situación sería explicarle que es un alma libre y no desea ataduras pero alguien más calla los sentimientos de la mujer tragándose su cabeza.

En otro lugar, dos pelirrojas se impulsan a continuar aún si una de ellas no puede con el peso de una niña y menos con el suyo mientras la ajena cada vez se debilita con más frecuencia dado al sol, llegando al punto de la hiperventilación. Los únicos sonidos que se aprecian en lo que avanzan a lo desconocido son sus respiraciones agitadas; las ramas y hojas secas que se rompen bajo sus pisadas.

No se detienen hasta que Deah deja caer su cuerpo al suelo soltando a Mia en el acto. El ejercicio al que se forzó a realizar, más el golpe de adrenalina que tuvo por miedo produce una reacción negativa en su cuerpo, llevándola a tener unos cuantos mareos que ignora, estos factores le ocasionan el colapso que ahora experimenta.

—¡Deah! —llama Mia moviéndose debajo del cuerpo para lograr salir.

Artemisa no duda en acercarse, arrollándose a su lado ayudando a la menor con el peso ligero de la pelirroja. Revisa su estado abriendo sus ojos y su pulso, aterrorizada por la posibilidad de una muerte.

—Ayúdala por favor. —pide la niña sosteniendo uno de sus brazos dedicándole una mirada llena de súplica.

Artemisa la observa; ¿son esos ojos los que le devolvieron la vida a Deah?, unos ojos que gritan ayuda, unos ojos que gritan por alguna persona que estuviera para protegerla, ¿son realmente esos ojos los causantes de que esa mujer con una muerte escrita en su frente se levantara del suelo, la tomara en sus brazos y saliera con ella sin permitir que nadie se le acerque?

Un jadeo sale de sus labios por la repentina similitud que tiene los ojos de esa niña con su amada Kleoh. La sonrisa que en su mente aparece sustituyendo la angustia que pinta el rostro de la menor; las cejas levantadas por la felicidad del momento sustituyendo el ceño fruncido; el color rosa intenso en sus mejillas sustituyendo el pálido de las suyas. Ya puede entender, la capacidad de esa pequeña por devolverle la vida a las personas es una de las pequeñas anomalías y casualidades que solo suceden una vez en la vida, esa misma pequeña no es más que un angel mostrarles el camino que ahora corren.

Coloca su mano con decisión sobre la suya, dándole ese pequeño apretón de consuelo que solía proporcionarle a su hija.

—Necesito que, sin alejarte mucho, busques un lugar para escondernos. —solicita con cuidado, palmeando con tranquilidad su mano.

Ella no lo dudo mucho y en cuanto se coloca de pie, corre en cualquier dirección menos la que tomaron para llegar hasta allí, obedeciendo la petición de Artemisa con la ilusión de que Deah se va a recuperar.

La pelirroja se asegura de vigilar a Mia hasta que ya su vista no pudiera capturarla, que en cuanto esto sucede gira su cabeza para ver el cuerpo pálido y descuidado de quien se encuentra inconsciente. Pasa su mano por su mejilla, apartando el cabello que allí descansa, tomando una bocanada de aire por lo que va a acontecer.

—Si me estás escuchando en esa penumbra, cuídala.

Suelta un suspiro, llena de un sentimiento inquietante pero como último recurso, es por el bienestar de todos.

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