Luna llena.
Luna llena.
Dioses de pesadillas y tormentos.
» Género:
֎ Smut
» Palabras:
֎ Fresas
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֎ Sueños
֎ Luna
» _colorfultears
Muchas gracias por la oportunidad en este concurso.
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El día podía considerarse hermoso, sol brillante, cielo despejado, pájaros cantando a lo lejos y un clima agradable. El hombre casi podía percibir el olor de las flores acariciando su nariz y deleitando sus sentidos. Todo resultaba tan encantador que le fue imposible el no sentarse en las bancas del parque frente a él, la idea de deleitarse con la vista parecía adueñarse de su cuerpo y mente.
—Éste es un buen lugar ¿no es así? —preguntó un hombre a su lado, el cual no había notado cuando tomó asiento.
—Lo es, todo se ve tan tranquilo y hermoso —dijo sin pensar, sonriendo y provocando el mismo gesto en el rostro contrario.
—Apuesto a que sería una lástima que todo fuera mentira —el hombre le miró dudoso, confundido—. Ya sabe lo que dicen, la belleza en el mundo es tan etérea.
Entonces todo a su alrededor se detuvo, las aves dejaron de cantar y el cielo comenzó a oscurecerse.
—¿Qué sucede? —cuestionó mirando a su alrededor, sorprendido por el cambio radical del ambiente.
El hombre a su costado se puso de pie, dándole la espalda en un principio, incrementando la incertidumbre ajena.
—¿Acaso no lo ves? Todo se desmorona, se convierte en putrefacción al igual que ustedes —la voz salió grotesca, irreconocible e incomparable con la que había escuchado anteriormente.
El hombre que se había puesto de pie giró a verle, piel pálida y ojos completamente negros, como si consistieran únicamente de pupila. El hermoso rostro de facciones delicadas había tomado un aspecto enfermizo, con venas verdosas sobresaliendo de la piel transparente y dientes sin forma.
El joven que aún se encontraba sentado se puso de pie rápidamente y retrocedió con movimientos letárgicos, con las manos en alto tratando de protegerse.
—¿Qué está ocurriendo? —el temor comenzaba a asomarse y aquel ser rió debido a ello.
Era tan divertido, maldición que lo era.
Podía escuchar el acelerado ritmo cardiaco y la respiración agitada, creía poder oler el sudor que provocaban los nervios y el temor.
Tan hermoso, las personas asustadas son hermosas, y las que suplican entre sueños por su liberación lo son aún más.
—No puedo decirte con seguridad qué es lo que ocurre —murmuró—. Pero apuesto a que pronto echarás a correr.
Rió al ver el terror que deformó las facciones de aquel hombre cuando su cuerpo se desintegró para convertirse en absoluta niebla, una densa y oscura que pretendía asfixiarlo como una motivación para que hiciera lo dicho.
El hombre no tardó mucho en emprender su huida, con el escenario cambiando de diversas maneras. Al principio todo de oscurecía, convirtiendo las calles y edificios en abismo, después todo se incendió, como si el mundo se hubiese hundido al mismísimo infierno que tanto mencionaban los religiosos, había llamas y lamentos, risas siniestras y sombras deformes que parecían venir de todas partes.
—¡Auxilio! ¡Auxilio! —y ahí estaban las súplicas, tan satisfactorias como siempre lo habían sido.
—No te esfuerces demasiado, nadie te escuchará aquí.
La niebla seguía esparciéndose sin restricciones, persiguiéndolo con la risa siniestra de fondo y, a lo lejos, podía escuchar a un ave sobrevolar el cielo, ese basto firmamento que con cada paso de los segundos se ensombrecía más y más. Era esa negrura la que comenzó a impedirle la visión, la soledad y el aura abrumadora fueron las que incrementaron su paranoia.
Pero no estaba alucinando, por supuesto que no, el sonido de aleteos a la distancia, de una risa hermosamente siniestra y la niebla pocos metros detrás suyo se lo confirmaban.
Jadeó cuando al tropezar intentó sostenerse de un muro cercano y como consecuencia la uña de su dedo cordial fue arrancada. El escozor no lo hizo detenerse sino todo lo contrario, comenzó a correr sin dirección ni sentido, sacudiendo su mano en un intento inútil por aliviar el insoportable ardor.
El firmamento oscurecido trajo consigo nubes cargadas que dejaron caer sus gotas heladas de lluvia casi de imprevisto, dificultando aún más la visibilidad del pobre mortal que suplicaba internamente por su vida.
Aquella extraña persecución duró horas, o eso es lo que cree el humano. La niebla nunca dejó de seguirlo al igual que el ave sobre él, y no se detuvo hasta dar con un callejón sin salida, con el corazón que parecía querer salirse de su pecho al mismo tiempo en que daba grandes bocanadas de aire por el esfuerzo. El temor reflejándose en las gotas heladas de sudor que le nacían en la frente y escurrían hasta su nuca a la par de las gotas de lluvia.
—Mierda —maldijo por lo bajo cuando la niebla que lo perseguía se presentó frente a él, en la entrada de aquel callejón para comenzar a formar al hombre que se sentó a su lado.
Su primer instinto fue retroceder algunos pasos que el ser se encargó de avanzar.
—¿¡Quién eres!? ¿¡Qué es lo que quieres!? —preguntó a gritos, buscando con la mirada algún objeto que le fuera de utilidad en caso de necesitar defenderse.
El dios negó con diversión y acercándose pusilánime, le permitió al humano admirar su traje impoluto y una belleza que le dejó asombrado en primera instancia. Había elegancia en cada paso, sutileza y hermosura inhumana que provocó mudes en el insignificante mortal.
—¿Qué eres? —volvió a cuestionar, con la voz temblorosa y el corazón a punto de sufrir un ataque. El hermoso ser rió, un sonido particularmente grotesco para quien lo escuchara—. Dios mío.
—No, no, no es momento de llamar a tu dios, yo invocaré al mío —sus labios se curvaron con arrogancia y de inmediato lo que el hombre creyó era un ave se apareció frente a ellos.
De entre las oscuras nubes salió otro dios, igual de hermoso que el primero pero que, a diferencia de éste, poseía enormes alas oscuras que bien podrían duplicar el tamaño de su cuerpo. Tenía cabello negro, largo y ondulado cayéndole por la frente en mechones alborotados.
—Los seres humanos son tan… divertidos —expresó el nuevo ser en cuanto sus pies tocaron el suelo, con una mirada se suficiencia y sonrisa arrogante que provocaba escalofríos.
El dios de hermosas facciones se acercó a él para sujetarlo del brazo, la diferencia de estatura siendo notoria y un gesto cariñoso entre ellos que al humano no le pudo importar menos. Segundos después el ser de menor estatura se desvaneció y la niebla que lo conformaba rodeó al atemorizado hombre, dando giros alrededor de su cuerpo hasta agotar el oxígeno a su disposición. El rostro deforme y de un pálido enfermizo podía verse en cada vuelta, angustiando tanto como la posibilidad de morir asfixiado.
—¡Para! ¡Deténganse! —gritó desahuciado, agotando el mínimo de energías y aire que poseía.
Pero los dioses no se detuvieron, riéndose, mofándose de su sufrimiento, y cuando creía que estaba a nada de morir… logró despertar.
El pecho le subía y bajaba desesperadamente, las palmas de sus manos fueron directo a su garganta, como quien hubiese sido asfixiado por extremidades desconocidas. La visión la tenía borrosa, sin embargo, aún en medio de aquella surrealista situación, de las lágrimas que comenzaron a salir sin privación alguna pudo ver a aquel ser desvanecerse en la esquina de su habitación para posteriormente salir por su ventana y, desde dentro y gracias a las cortinas abiertas pudo ver al ser de enormes alas emprender vuelo.
Lloró.
Lloró desconsoladamente hasta que los ojos le escocieron y las lágrimas se terminaron. Y su cordura, aquella que parecía ser tan fuerte como la de cualquier otro hombre empacó sus maletas y lo abandonó, siguiendo el camino que la locura le presentaba. Porque aún escuchaba sus risas a la lejanía, aún escuchaba los aleteos y percibía el olor a abrazas que lo persiguió por tanto tiempo.
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El cielo se mantenía oscuro, grisáceo por las densas nubes cargadas de lluvia. El camino se lograba vislumbrar con dificultad debido a la poca luz proveniente de la luna llena, esa que lucía esplendorosa, tranquila en medio de la tormenta.
Jungkook caminaba pusilánime en medio del prado lleno de fresas silvestres, con las alas distendidas y arrastrándolas en medio del pasto verde y los frutos propios de la primavera. Junto a él, una niebla oscura se abría paso por todo el conocido lugar, imposibilitando la visión e inspeccionando hasta el más profundo rincón. Quería asegurarse de ahuyentar a cualquier criaturilla —animal, ninfa, hada o mortal— que pudiera interrumpir o molestar con su presencia.
El hijo de la diosa de la noche sonrió con satisfacción rasgando la alegría, sus labios curvándose con cierta arrogancia y suficiencia mientras su rostro se elevaba para centrar su profunda mirada en el lienzo oscuro que se iluminaba con cada rayo a través de las densas nubes como consecuencia de la tempestad.
Con ayuda del dios que se transportaba en forma de niebla habían llevado a cabo una laboriosa pesadilla, con una sensación de terror más allá de lo surrealista y una premonición tácita que recordaría el mortal gracias a sus manipulaciones. Jungkook podía decir orgullosamente que el resultado final había superado sus expectativas con creces.
Pronto, aquello que inspeccionaba todo el lugar se concentró en un solo punto y de la niebla surgió otro dios, con su belleza inhumana dejando mudo a cualquier individuo —dios o mortal— y su olor a brazas adueñándose del ambiente. Jimin salió sonriendo, su cabello oscuro y rebelde dando un contraste magnífico con el par de belfos gruesos y brillantes, rojos como los frutos silvestres bajo sus pies.
Llovía. El firmamento parecía querer caerse a pedazos con cada paso de los segundos y Jungkook amaba eso, el poder que llegaba con cada uno de ellos desde el nacimiento y que los convertía en seres superiores a cualquier otro, imparables, poderosos.
De manera silenciosa e incluso despreocupada Jimin llegó a su lado, admirando la tormenta con la emoción y felicidad aun burbujeando en su sistema. Se encontraba plenamente feliz con su trabajo, adoraba cada que el dios de enormes alas lo llamaba en la fase de luna llena para redirigir el raciocinio de los mortales, para causarles terror y conducirlos a la locura. De alguna manera el miedo ajeno generaba en él una sensación electrizante, como adrenalina recorriendo cada fibra de su ser hasta ser notoria en sus pómulos elevados por la dolorosa sonrisa que se adueñaba de su rostro.
Jungkook creía ser capaz de ver esa sonrisa toda su vida, ya no bastaban únicamente con las noches de luna llena, quería decirle al resto de dioses que lo quería como su compañero de vida, que el hacer sus trabajos juntos era tan revitalizante como su primer logro con una de sus planificadas pesadillas, como la primera vez que provocó llanto en los humanos y escuchó las súplicas en medio de sus sueños.
Girando su rostro sólo unos grados pudo ver con la vista periférica la gran sonrisa contraria, los ojos brillantes que observaban el mismo cielo que él y las delicadas facciones que adornaban aquel rostro de porcelana. Sin lugar a dudas Jimin era la representación viviente de sus padres, la belleza siendo presente hasta en sus elegantes movimientos y un aura tenaz y salvaje tanto como su olor a brazas.
¿Por qué los humanos no eran capaces de ver semejante belleza? ¿Por qué huían de ellos de esa manera cuando sólo hacían su trabajo?
—¿No lo has pensado? —preguntó volviendo la vista al cielo.
—¿El qué?
—Que somos la sombra de nuestros hermanos mayores, que somos los menos queridos en el mundo humano y probablemente los que más trabajan —había cierto tono de reproche que provocó risas breves y lánguidas en el más bajo.
Jimin se desintegró dejando ver únicamente su rostro en medio de toda la niebla, sus facciones se deformaron hasta dar con el semblante que habían mostrado al humano pocas horas atrás.
—Por supuesto que lo he pensado, si fuera un poco más rencoroso ya me habría encargado de reclamar en el olimpo por la falta de equidad en nuestros dones —dijo con su voz aterradora, mostrando esa faceta suya que tanto odiaban los mortales.
—Eres hermoso, lo sabes ¿no? —Jungkook le preguntó con aquella sonrisa cautivadora que utilizaba únicamente para el dios encargado de causar tormento en los humanos—. Me atrevo a decir que eres aún más hermoso que tu hermano.
Jimin rió sin poder evitarlo, volviendo a su forma física para poder acercarse al cuerpo ajeno en un apretado abrazo, acariciando con las yemas de sus dedos por sobre la tela de la vestimenta que el dios portaba.
—Minji y yo somos mellizos, no hay manera de que yo sea más hermoso que él —objetó.
Jungkook sonrió antes de dirigir una de sus grandes manos al pequeño y delicado rostro contrario, tomando la abultada mejilla izquierda y dejando un beso casto sobre su frente.
—Pues para mí sigues siendo más hermoso.
—¿Cómo estás tan seguro de que no soy Minji? —cuestionó arqueando sus cejas con diversión. Jungkook se carcajeó brevemente por ello.
—Es imposible que yo llegue a confundirlos, y no lo digo por menospreciar a tu hermano, él ya tiene a Jin Woo como su pareja. Me refiero a que, aunque tuviera a cien Jimin en una habitación, siempre sabría cuál de todos ellos eres tú —aseguró con otra sonrisa coqueta.
Jimin se puso sobre las puntas de sus pies para poder besarle con ganas, su amor, tan intenso y fogoso como al principio se hizo presente en las acciones más cotidianas, en los besos compartidos cada luna llena y la manera en que se presentaban en los sueños humanos.
Jungkook correspondió el beso mientras cerraba sus brazos alrededor de la cintura contraria, lenguas enredadas y saliva escurriendo sutilmente por las esquinas de sus bocas. Jimin sonrió sobre los labios ajenos y dejó un beso casto para detenerlo.
—Volviendo al tema… sí, los mortales siempre preferirán su comodidad y confort por lo que odian nuestro trabajo, prefieren buenos sueños, muertes piadosas para no sufrir ningún tormento y sentirse en paz —dijo sin separarse del cuerpo ajeno, meciéndose con un ritmo que sólo estaba presente en su mente bajo la manta de agua que seguía cayendo desde el cielo.
Jungkook tomó en un abrazo más fuerte el menudo cuerpo antes de bajar su rostro para repartir besos por todo el largo del cuello y las marcadas clavículas.
—¿Crees que sea malo eso? Quiero decir, a pesar de no ser los favoritos yo amo mi trabajo, deformar los sueños y convertirlos en pesadillas definitivamente es lo mejor que pudiera hacer —los besos siguieron bajando, provocando suspiros ajenos y jadeos suaves que Jimin no se molestaba en ocultar—. Y hacer mi trabajo a tu lado es aún más divertido, vuelves los sueños parte de la realidad y haces que todo sea más… excitante.
—¿Es excitante? —preguntó en medio de un jadeo ronco, acariciando con su timbre de voz el oído ajeno. Jungkook sonrió con los labios pegados a la piel de porcelana de Jimin mientras unía más sus cuerpos para dejar sentir las semierecciones por debajo de la ropa.
—Lo es, no tienes una idea de lo excitante que es cuando tú estás presente —a los besos húmedos se unieron manos traviesas tocando lugares precisos, puntos erógenos conocidos que sólo la experiencia podía proporcionar.
La lluvia pasó a segundo plano cuando el hijo de la diosa de la noche expandió sus grandes alas oscuras para cubrirlos a ambos de cualquier mirada curiosa y, simultaneo a ello se dejaron caer en el pasto verde y los frutos bajos sus pies. Jimin sonrió antes de acariciar el cabello largo y rebelde —muy similar al suyo— de Jungkook, quien había descendido su rostro hasta su pálido pecho para acariciar sus pezones sobre la tela de su vestimenta.
—¿De verdad lo haremos aquí? —preguntó entre risas traviesas, gimiendo cuando su pelvis fue embestida superficialmente por la del más alto, un conjunto de roces que alteraban su hipersensible cuerpo—. Jungkook… espera.
El mencionado elevó su rostro por sólo unos segundos, con pupilas dilatadas, fosas nasales expandiéndose con cada pesada respiración y la punta de su lengua prófuga de su boca para humedecer los labios. La vista provocó que el pene de Jimin brincara gustoso, ansioso por el toque que podría darle el dios entre sus piernas. Su raciocinio abandonándolo con cada escrutinio que daba de arriba abajo al cuerpo ajeno.
—¿Crees ser capaz de hacerle frente a mis padres? —le cuestionó Jimin antes de reír y comenzar a desvestirse.
Jungkook sonrió con el nerviosismo haciéndose presente en su cuerpo, pero no siendo suficiente como para bajar su excitación, mucho menos cuando veía al contrario desnudarse sin pudor alguno debajo de él.
Jimin quitó prenda por prenda de su cuerpo, dejando al descubierto la piel nívea de su pecho, los músculos firmes de sus brazos y el abdomen levemente marcado con algunos lunares adornando como si fuesen contadas estrellas en el firmamento. Más al sur se encontraban sus muslos, tersos, firmes y definidos, largas piernas y un jugoso trasero digno de admirar. Jungkook lo había hecho, por supuesto que admiró los glúteos de Jimin en innumerables ocasiones, antes y durante su relación.
—Si te soy honesto, le tengo más miedo a SeokJin que a Yoongi —Jimin le miró con curiosidad y Jungkook siguió explicando—. Aunque Yoongi está encomendado del inframundo y se encarga de dar juicio a miles de almas, definitivamente su carácter no se compara con el de SeokJin cuando se enfurece.
Jimin volvió a reír, ahora completamente desnudo ante la mirada hambrienta contraria y acomodándose nuevamente en su sitio, con las piernas abiertas para recibir gustoso al dios de hermosas alas y una de sus manos bajando por el largo de su cuerpo para tomar su propia erección y estimularla.
Jungkook le miraba extasiado, añorando el entrar rápidamente por el canal cálido que parecía llamarle a gritos, rogando por ser utilizado, por ser aporreado sin piedad ni descanso.
—Mis padres son los más maravillosos que hay en todo el olimpo y el mundo mortal —defendió a sus progenitores, sacando de su letargo al dios sobre él—. Jungkook…
En cuanto Jimin había terminado de desvestirse el otro dios le imitó, desprendiéndose de su atuendo común para quedar en total desnudes. Un cuerpo igual o un poco más trabajado que el dios de menor estatura, piernas largas, muslos firmes, hombros anchos y una cintura pequeña. Jimin volvió a sonreír, subiendo sus palmas abiertas para acariciar los músculos del abdomen y un pensamiento inundando su mente por completo. Una sonrisa ladina adueñándose de su rostro.
«Todo es completamente mío»
Y lo era, Jimin podía decir con certeza que había puesto su confianza y amor en el ser indicado, alguien leal, cuidadoso, amoroso y comprensivo, además de ser tan sádico como lo era él mismo.
—Jungkook.
—¿Si? —para ese momento el mencionado ya había terminado de desvestirse y sus grandes manos acariciaban los tersos muslos contrarios. Jungkook también se había posicionado en el lugar que utilizó anteriormente, hincándose frente al cuerpo de su pareja con sus erecciones apenas tocándose.
—¿De verdad lo haremos aquí? —el tono fue dulce, cariñoso e incluso inocente, completamente malintencionado—. Lo menciono porque éste es el prado de mi padre, él sembró estas fresas y adornó todo el paisaje.
Jungkook elevó de inmediato la vista, Jimin había llamado por completo su atención con esa pequeña frase. Debía pensar en algo, él quería pensar con la cabeza fría mas le resultaba imposible con Jimin restregándose contra su entrepierna, acariciando su hombría y gimiendo bajito por gusto propio. Estaba tentándolo, orillándolo a penetrarlo en ese momento y lugar.
—Quizás… quizás si no dañamos los frutos… no pasará nada… ¿no es así? —cuestionó sin apartar la mirada del pene rígido que se izaba frente a él, brillante en la punta por el líquido preseminal y con venas sobresaliendo por todo el tronco.
Se humedeció los labios nuevamente y juntó ambas erecciones, rozándolas antes de ser tomadas por la firme palma de Jimin quien no dudó en comenzar a masturbarlas en conjunto. Movimientos duros y precisos que provocaron jadeos y gemidos roncos.
—Ahhh —Jimin jadeó con fuerza, incrementando la velocidad poco a poco y el sudor comenzando a nacer en su frente—. Se siente bien.
—Sí, así… ahhh —Jungkook también jadeaba, su voz profunda y rasposa perdiéndose en el bullicio creado por la tormenta.
La lluvia no se suspendió, manteniendo su clima frío y gotas heladas, pero ni siquiera eso mermó la lujuria que se apoderaba de los dioses, ambos cuerpos calentándose exponencialmente, jadeando y sudando sin poder evitarlo.
—¿Qué sucede? ¿Por qué te detienes? —cuestionó Jungkook al dejar de sentir estimulación en su miembro. Jimin se había detenido y le miraba jadeante, con una sonrisa ladina en sus gruesos labios rojizos.
—Espera —pidió antes de sentarse e intentar acostar a su pareja en el césped natural—. Quiero que retraigas tus alas.
Jungkook le miró extrañado pero no dudó en obedecer, retrayendo sus alas oscuras y acostándose sobre sus ropas pocos segundos después.
—¿Qué haces? —Jimin no respondió, mas sus acciones fueron suficiente.
Dando la vuelta al cuerpo de Jungkook se posicionó sobre él, su cara justo a la altura de la polla de su pareja y la de Jungkook dando directo con la suya. No fueron necesarias más palabras, lo próximo que el más alto sintió fue la cavidad húmeda y caliente de Jimin alrededor de su miembro, subiendo y bajando con fiereza, como si quisiera tragarse el trozo de carne palpitante de un solo mordisco.
—¡Jimin, ahhg! —gimió su nombre, haciendo su cabeza hacia atrás mientras el placer se expandía por todo su cuerpo.
El mencionado ahuecó más las mejillas y pasó suavemente sus dientes por el tronco, su nariz deleitándose con el olor almizclado y dando directamente con la piel caliente de los testículos contrarios. Él también gimió con el miembro ajeno aun dentro de su boca, tarareando felizmente cuando lo sintió temblar por la excitación.
Jungkook no quería esperar más por lo que tomó los glúteos ajenos y haciendo apego a toda su fuerza de voluntad los separó para visualizar la fruncida entrada de su pareja. Los pliegues rosáceos se contraían por sí solos y cuando pasó superficialmente uno de sus falanges pudo verlo temblar a la par de los gemidos de Jimin quien se separó momentáneamente de su polla para permitirle escuchar sus dulces sonidos.
—Jungkook, ahhhg —sus caderas involuntariamente se movieron hacia atrás en una súplica silenciosa que el mencionado no dudó en complacer.
Jungkook hundió rápidamente tres de sus dedos dentro de su cavidad bucal para humectarlos con su saliva, sacándolos en cuanto estuvo complacido con la humedad y posteriormente acariciando la entrada contraria antes de introducir el primero de sus largos falanges.
—Ahhg, sí —Jimin volvió a despegar sus labios del miembro duro de su pareja para gemir, cerrando los ojos mientras se mecía contra los dedos de su novio.
Jungkook no se detuvo, añadiendo más de sus falanges conforme pasaban los minutos, buscando el botón de nervios que hacían a Jimin mirar estrellas mientras se mordía los labios. Sus dedos se convirtieron en tijeras con el propósito de relajar los músculos apretados de la entrada hasta que su erección palpitante no lo dejó continuar.
—Detente —ordenó con voz autoritaria, sintiendo al más bajo estremecerse mientras le obedecía.
Separándose del menudo cuerpo, volvió a colocar a Jimin en el suelo con su rostro y rodillas tocando el césped mientras sus glúteos y entrada se elevaban espléndidamente, palpitantes y en espera del miembro izado que goteaba su excitación.
Golpeó unos de los globos carnosos de Jimin antes de introducirse de un solo movimiento, su pene abriéndose paso por el estrecho canal y dándole a Jimin la sensación de músculos estirándose con complacencia. No se movió, paciente y en espera de la señal que Jimin le daría al estar listo, cosa que sucedió a los pocos minutos. Las caderas ajenas se movieron por cuenta propia y Jungkook inició con embestidas superficiales, dejando al más bajo adaptarse a su tamaño y grosor.
—Jungkook… por favor…
—Por favor qué, bebé.
—Más, quiero más rápido, más fuerte —pidió mordiéndose los labios, haciendo puños y enterrando sus uñas en las palmas de sus manos conforme su pareja acataba su solicitud—. ¡Sí, así!
—Ahhhg, Jimin.
En algún momento la lluvia perdió su intensidad al punto de desaparecer por completo, dejando únicamente pasto húmedo, nubes sombrías y dos cuerpos calientes que comenzaban a moverse salvajemente, Jungkook aporreando de manera agresiva y Jimin abriendo su boca extasiado, empujándose a sí mismo para recibir cada embestida.
—¡¡Jungkook!!
Una serie de golpes aterrizaron en las carnes firmes de Jimin, sonidos húmedos y una sensación de ardor por cada embestida y nalgada proporcionada sin sincronía. Todo era demasiado intenso, quizás tanto como lo era su amor. Había un ápice de sadismo en cada uno de sus encuentros, golpes, mordidas, órdenes con voz autoritaria, sumisión y alguna que otra sensación de dolor que no llegaba a ser dañino, por supuesto que ellos lo disfrutaban.
Jimin amaba la manera en que Jungkook lo embestía sin piedad, golpeando sus glúteos y sonriendo maliciosamente. El dios de alas enormes adoraba la sensación cálida y húmeda de su pareja —sin importar si era su culo o boca— así como las ocasiones en las que Jimin experimentaba con su cuerpo y su capacidad de disolución.
—Dioses, Jungkook… —parecía irónico, pero Jimin se creía capaz de recordar todos los nombres de los dioses, llamarlos para que fueran testigos de su amor intenso y memorable, del placer que lo consumía sin reservas—. Más, estoy tan cerca.
—Jimin… ahhg, joder.
Las palmas firmes de Jungkook se cernieron alrededor de la cintura de Jimin, un agarre firme y casi doloroso que fue disimulado por la placentera sensación de la polla contraria dando en su punto dulce. Movimientos cada vez más desorganizados y veloces por estar al borde de la liberación.
En algún punto Jimin se dejó caer rendido y Jungkook tomó una mejor posición para poder seguir embistiendo, dándose placer mutuamente hasta que no pudieron más y terminaron derramándose, Jimin en las ropas bajo él y Jungkook aún en su interior. El placer fue tal que las alas del dios salieron sin permiso alguno, elevándose esplendorosas en el aire con sus plumas brillantes. Jimin no se quedó atrás y su cuerpo convulsionó por la gratificante sensación hasta comenzar su cambio, desvaneciéndose como la niebla con el paso de los segundos.
—Amor, respira —pidió Jungkook, no estando dispuesto a ver desaparecer a su pareja tan pronto.
—Fresas… —balbuceó Jimin.
—¿Qué? —Jungkook le miró contrariado y el otro dios sonrió.
—Huele a fresas.
Esa no era una buena señal.
Sabía que Jimin no se refería a los frutos debajo de ellos, sobre todo cuando el suelo pareció partirse y el sonido de varios corceles se abrió paso en el silencio abrumador.
Olía a brazas y fresas silvestres, y pudo confirmar lo peor cuando la vegetación a su alrededor comenzó a perecer, los frutos convirtiéndose en putrefacción y los árboles secándose como si se tratase del otoño.
El sonido de los corceles se percibía cada vez más cerca y apenas le dio tiempo suficiente de tomar sus prendas para cubrirse cuando, de la grieta que ellos mismos presenciaron salieron los carruajes del inframundo con los progenitores de Jimin que parecían emanar ira de cada uno de sus poros.
—¿Estás listo? —preguntó Jimin con sorna y Jungkook palideció, sintiendo un escalofrío que en todos sus años jamás había percibido.
—Ellos van a matarme —era una afirmación que el más bajo no se molestó en contradecir, mucho menos cuando SeokJin, dios de la primavera, bajó de su carruaje para convertir todo el prado en el mismo infierno, con Yoongi siguiéndole pocos metros detrás sin expresión alguna en su rostro y tratando de menguar la ira de su pareja.
No era la última luna llena de los dioses, pero sí la más emocionante.
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