22: Cita en pareja
Alberto se encuentra completamente abrigado esperando en la plaza central de la ciudad, pues el invierno está azotando la ciudad y el fuerte frío hace acto de presencia, aprovechándose de la mínima parte descubierta que alguien muestre para hacer de las suyas. Siendo sinceros, el invierno es una de las estaciones menos preferidas del rubio, porque los resfriados son sus visitantes constantes por estas épocas. «Tener una gripa es peor que cualquier otra enfermedad», porque los síntomas adicionales que siempre le acompañan van desde escalofríos, hasta inapetencia, combinándose con decaimiento emocional.
Aunque es imposible porque su trabajo le pide actividad constante, pero para estos meses prefiere estar en cama acobijado hasta los pies, disfrutando de una buena película junto a una taza de chocolate caliente. «No hay nada mejor como estar de ocioso», se ríe de su propia ocurrencia, alarmándose cuando nota caminar algunas personas en polos pequeños o en faldas, sobre todo estudiantes que parecen no percatarse de la estación en la que se encuentran.
De pronto, como si sus pensamientos fuesen escuchados, siente como una calidez lo atrapa desde la espalda, brindándole un agradable calor a su cuerpo que detiene sus ligeros tirites.
—¿Ahora el joven Alberto se encuentra más caliente? —escucha esa sensual voz cerca de su oído, despertando esa alegría que reanima a su cuerpo, contagiándole de una boba sonrisa.
—¡Sí, joven Paulino!, me encuentro más abrigado si está pegado a mí de esa forma —responde utilizando su voz más melosa para ganarse un pellizco en la mejilla.
—No busques provocarme, porque en este mismo lugar puedo perder los estribos y comerte a besos —siente como la mirada ajena se conecta con la suya y como esas palabras provocan que toda la sangre suba hasta sus mofletes, tiñéndolos de rojo.
—Siempre diré que eres un pervertido —contesta de forma sarcástica mientras se arregla el maletín.
Encontrándose juntos y luego de las usuales quejas por la tardanza del trigueño, que parece haber vuelto un hábito; comienzan a caminar dejándose guiar por sus pies.
—¿Has pensando dónde iremos?, recuerda que esta ocasión te tocaba decidir —Paulino enfrente a su chico que se muestra indeciso, pues recién recuerda que la actividad de esta cita quedaría a su elección.
—La verdad no he pensado en nada, solo me gusta estar a tu lado —responde inconsciente, caminando emocionado y sin percatarse del rubor que ha causado.
Sin tener algo planificado, deciden andar por los alrededores dejándose guiar por su sentido de orientación, mientras van conversando sobre trivialidades. Siendo sinceros, lo único importante para ambos es compartir tiempo juntos, disfrutar de la compañía del otro hasta donde más puedan y hacer recuerdos de esas expresiones ajenas que están volviéndose su perdición.
Pasan por los grandes grupos que se mueven por las calles, algunas personas aprisa como si estuviesen en el tiempo exacto, otros saliendo y entrando de locales conversando tranquilamente como si tuviesen todo el día para estar recorriéndolos. Algunas parejas caminan enamorados, demostrándose toda esa emoción que alberga su relación, a través de cariñitos que los demás ignoran.
Alberto desearía caminar libremente con Paulino de esa manera, tal vez poder tomarlo de la mano cuando van conversando, abrazarse como dos enamorados y compartir un cálido beso que llena sus cuerpos de satisfacción. Pero entiende que eso es prácticamente imposible, porque si bien las personas no suelen meterse en otras relaciones, es consciente que aún no es bien visto ese tipo de amor que muchos todavía consideran enfermizo. Y otro punto no menos importante, es que debe mantener una buena imagen ante los paparazis por su propio bien y del grupo.
Esos pensamientos le hacen soltar un pesado suspiro al entender que las relaciones entre chicos usualmente son más difíciles que aquellas que pueden expresarse libremente; aunque también se anima, porque comprender que esos sentimientos compartidos pueden expresárselos cuando estén a solas, es como compartir un importante secreto que los une más.
—No lo vayas a comentar, pero en verdad extraño a esos locos de Diego y Dustin —Paulino eleva el tono de su voz, logrando captar su atención—. Tienen unas ocurrencias que todavía no entiendo de dónde sacan tanta loquería junta —expresa en una sonrisa, lamentándose por sus pobres enamorados que deben soportarlos todos los días.
—Aunque no lo creas, ellos también pueden ser maduros cuando se los proponen —recuerda como hace unos días, ese par había ayudado a aclararle unas dudas que ahora han pasado a segundo plano—. Creo que todo muchacho serio necesita a otro un poco alocado e infantil que complemente su vida. Ya sabes, dos adultos demasiados maduros o dos chicos muy infantiles, sería una relación aburrida —agrega resaltando que en esa relación, él sería la parte madura.
—¡No lo creo!, porque cuando me acerco y te hablo al oído de esta forma —comenta enviándole un ligero soplo que estremece al otro—. Te pones demasiado nervioso como para enfrentarme —riendo por su seria expresión.
—Es que tú lo haces con segunda y sabes que soy demasiado inocente para ceder a esas provocaciones —se cruza de brazos e infla sus mejillas en un puchero, ganándose un tierno junto a una alborotada en el cabello.
—¿Qué te parece si en nuestra próxima salida hacemos una cita triple?, avísale a los chicos y salgamos todos juntos —con esas palabras activa un brillo en la mirada de su acompañante que disfruta observar, recibiendo un está bien como confirmación—. ¿Te parece si entramos a tomar algo para calentarnos un poco? —pregunta en un tono pícaro, ganándose está vez un pervertido como respuesta.
Caminan por las calles buscando una cafetería donde puedan descansar un poco, aprovechando Alberto para contarle cómo reaccionaron sus amigos cuando les contó que su relación está en el camino correcto.
—Diego y Dustin fueron los más emocionados, dijeron que faltan solo tres para unirse al grupo de los noviazgos —comentando que Leonardo es renuente a ese tipo de relaciones, por eso siempre es el centro de molestias por parte de ese par.
—Imagino que trabajar con personas como ellos debe ser entretenido, todo el día han de estar riendo —ambos toman asiento, al mismo tiempo que cogen las cartas para realizar sus pedidos.
—No sabes cuánto, hasta Felipe ríe con nosotros. Aunque siempre este tratando de fingir que está molesto por "no dejarlo trabajar" —hace énfasis en las últimas palabras, pues su coreógrafo en ocasiones suele exagerar. De lo contrario, no serían el grupo más famoso del país, ¿cierto?
—¡Buenas tardes!, ¿puedo tomar su orden? —un sonriente muchacho se acerca para atender el pedido de la pareja, que revisando entre los platillos que sirve el local, escogen aquellos que son de su preferencia.
El joven camarero prepara la mesa y se retira para continuar con sus labores, mientras nuestros chicos conversan amenamente sobre todo aquello que sea de su interés. Paulino aprovecha la poca cantidad de comensales y que se encuentran en una mesa ubicada cerca de la pared, para tomar la mano de su enamorado por debajo, encerrándola en un suave apretón que tiñe las mejillas ajenas. Con sus cómplices miradas que guardan más de un secreto, se pierden en ese agradable momento que solo ellos dos disfrutan.
—En esta oportunidad puedo asegurarles que el contenido del grupo va a reflejar la madurez de los muchachos, sigue manteniendo ese toque inocente que los caracteriza; pero el amor es un sentimiento que se toman con seriedad y eso quieren demostrarlo en estas dos canciones que esperamos sean del agrado de sus admiradores —una conocida voz que proviene de los parlantes del televisor, capta la atención de la pareja, encontrándose con una entrevista que están haciéndole a Felipe.
—Sabemos que el BL801 se caracteriza por sus coreografías fuertes, llenas de energía y con cierto toque de delicadeza; una combinación bomba que es un complemento para la canción... —continúa mencionando que en esta ocasión, Alberto nuevamente ha compuesto las canciones que esperan sean un éxito.
—¿Así que están satisfechos con tu trabajo? —Paulino hace presión en su agarre por debajo de la mesa—. Estaré esperando con ansias esas canciones —menciona utilizando su voz más sensual, junto a ese guiño que Alberto puede descifrar de muchas maneras.
«¡Ven tócame que soy realidad! ¡No tengas miedo!, seré tuyo cuando quieras. ¿Qué estás esperando?, ¿mi consentimiento?, pero si lo tienes», esas ideas y muchas otras surcan sus pensamientos provocando un evidente aumento de su temperatura corporal. Sacudiendo la cabeza intenta despejarse de esas fantasías que solo consiguen descontrolarlo, agradecimiento que el camarero haya llegado con su pedido para interrumpir esa conversación. Pues no puede dejarse dominar por sus alocadas hormonas de adolescente, ¿o sí?
Disfrutando de un delicioso lonche en compañía de su persona especial, nuestra pareja se divierte entre fuertes risas que los hacen merecedores de una que otra mirada extraña por parte de los comensales, que en su mayoría son personas adultas que a las justas hablan entre susurros. Pero lo importante, es que pueden disfrutar de un momento alejados de preocupaciones, manteniéndose con esas extensas sonrisas y aunque sea a escondidas, pueden mantener el agarre entre sus manos, transmitiéndose esa necesidad de nunca separarse.
Sin embargo, cuando llega el momento de retirarse, con todo dolor separan sus manos para dirigirse a pagar hasta caja, dos buenos amigos como muchas personas creen. Agradeciendo, se retiran de la cafetería para enrumbarse por las oscuras calles que han perdido esa inmensidad de caminantes que hace unas horas apreciaban, sintiéndose de alguna manera más cómodos porque así pueden caminar más cerca, regalándose ciertos roces sin preocupación del qué dirán. Pero, su felicidad se ve interrumpida cuando al doblar una esquina, chocan contra alguien, encontrándose con la persona menos deseada.
—¡Vaya!, parece que el destino está nuevamente a mi favor —con solo escuchar esa voz, Paulino palidece, tensándose por tener tan cerca a la persona que por años ha sido su tormento—. Creo que mi hermanito nos quiere unir para recordar viejos tiempos —suelta en tono sarcástico, aprovechándose del miedo que parece generar en el trigueño.
El ambiente que rodea a los tres muchachos se mantiene en silencio, sintiéndose la tensión que genera ese encuentro; porque sus expresiones van desde miedo por parte de Paulino, hasta satisfacción en el caso del reciente aparecido. Solo Alberto parece molesto por la desfachatez de esa persona, que evidentemente tienes intenciones de seguir perturbando a su chico con ideas que no vienen al caso.
—¡J-J-Jhon!, tú... ¿qué haces por acá? —Paulino se atreve a preguntar con cierto nerviosismo—. Pen-pensé que te habías mudado a la capital —añade con esa expresión que muestra una extraña combinación entre miedo y confusión.
—Para que veas cuñadito —responde el regordete acercándose y rodeando al mencionado en un abrazo—. He regresado para terminar nuestro asunto de hace años —suelta en casi un susurro, pero que logra ser escuchado por Alberto.
El rubio entiende que su chico aún no ha superado esa culpa sin sentido, porque toda la situación con respecto a Miguel, fueron parte de circunstancias que ninguno de los dos pudo manejar. No se les puede culpar por las decisiones que tomaron cuando las personas que "más los querían" fueron las primeras que les dieron la espalda; además, no se les puedes pedir a dos púberes actuar como adultos, ¿cierto?
Quizá esas palabras son justificaciones para proteger a la persona que ama o tal vez sí tenga razón en lo que dice; pero sí está seguro de algo, hará hasta lo imposible para liberarlo de ese dolor que tanto tiempo ha estado imposibilitándolo de seguir adelante, de ser feliz con alguien a quien ame.
Porque el pasado no se puede cambiar por más que lo recuerdes, solo queda aprender y continuar; volverse fuertes por esas personas que no están con nosotros y que desde el cielo velan por nuestra felicidad. Ser mejores por nosotros mismos.
—Creo que el único cretino aquí, ¡eres tú! —se muestra firme ante sus palabras, mientras que sus dos acompañantes lo observan perplejos; sobre todo el regordete que parece no estar contento con ese comentario—. No puedes culpar a Paulino ni a Miguel por lo que sucedió, fueron circunstancias que ninguno puedo controlar —añade interviniendo en el contacto de ambos, colocándose frente a su enamorado.
—¡Tan ingenuo!, eres igual que todos los demás, hablan sin entender qué realmente sucedió —responde el muchacho mostrándose a la defensiva, sonriendo como si nada le importara.
—Me parece que el ingenuo aquí sigues siendo tú —nuestro chico se acerca al trigueño para entrelazar sus manos, haciendo presión—. Si quieres buscar culpables, entonces deberías ponerte frente a un espejo y también encontrar a los "compañeros" que se burlaron de tu hermano. Ustedes serían los primeros responsables por atormentar a alguien indefenso —alza el rostro para mantener su mirada contra el sujeto, mientras permite que sus palabras se expresen con seguridad; porque no entiende de donde ha obtenido tanta valentía.
—¡Cállate mocoso imbécil! —escupe el grandulón con desprecio, intentando no exaltarse para no llamar la atención de los pocos transeúntes que pasan por su alrededor y que curiosos intentan averiguar la situación—. No comprendes lo que dices y tampoco sabes con quien te estas metiendo —expresa en tono amenazante.
—Si eres tan admirador mío como dijiste cuando nos conocimos, sabrás bien que te estás metiendo con la persona equivocada —pero Alberto no piensa amedrentarse, está decidido en ayudar a su persona más importante y demostrarle que puede confiar en él—. Con una sola llamada puedo hundirte y ni que decir si se desata la furia de mi protector —hace señal de silencio para interrumpir las palabras del sujeto.
—Puedes terminar mal si sigues molestando; así que te pido encarecidamente, que no te vuelvas a acercar ni a Paulino ni a mí. ¡Buenas noches! —y tirando del trigueño, se enrumba por las oscuras calles, dejando al regordete con muchas frases que no ha podido expresar y con una frustración que se percibe a distancia.
Camina sin rumbo fijo buscando regular su respiración por tantas palabras desafiantes que ha soltado y que ahora lo hacen temblar, aunque en sus pensamientos solo tiene la idea de alejarse de aquel lugar para perder el rastro de ese molesto soquete que ha aparecido para arruinar su cita. No se percata que Paulino está llamándolo para detenerlo, asombrándose cuando siente que se suelta de su agarre.
—¡Alberto!, ¿puedes detenerte y escucharme? —el trigueño lo observa con una expresión contrariada—. ¿Puedes decirme qué sucedió hace un momento? —pregunta en un tono rígido para despertarlo de su ensoñación.
Nuestro rubio reacciona notando como su acompañante está a la espera de una respuesta, se encuentra tan confundido y enojado que ni siquiera él mismo entiende de donde obtuve tanta valentía para enfrentarse a un sujeto como ese. Pues a primera vista, su aspecto tan descuidado intentando imitar esas bandas delincuenciales que atemorizan a los ciudadanos, hace que cualquier persona tenga miedo de solo hablarle. Aunque él ha sido la excepción, se ha atrevido hasta amenazarlo y eso le preocupa.
—Y-yo..., solo quería ayudar. No podía permitir que ese sujeto siguiera culpándote cuando tú solo intentaste ayudar, cuando fuiste la persona que más felicidad le entregó a Miguel —sus pensamientos empiezan a aclararse y ahora entiende que sin importar quién, hará lo necesario para mantener esa sonrisa en los labios que tanto amor le brindan—. Recuerda que soy tu chico mágico, te protegeré de quien sea —agrega en un tono auto-suficiente, mostrando una sonrisa presuntuosa que le causa gracia a Paulino.
Aprovechando la escasez de personas, el pelinegro sorprende al rubio tomándolo de la mano para jalonearlo hasta un oscuro callejón, escondiéndose detrás de unas cajas que los ocultan de las miradas de los pocos que transitan cerca.
—¡Gracias! —suelta en un susurro para aprisionar los labios ajenos en un dulce beso que los hace perderse en los sabores del otro, disfrutando del contacto y cercanía de su persona amada. Deseando que ese momento perduré por siempre.
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