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21: Aprendiendo

Flashback:

Aún tengo muchas palabras guardadas en este corazón; quiero confesarlo, no sé si estarás escuchándome —Paulino tararea una canción del BL801 que se reproduce desde la radio del celular.

Convertiré cada una de ellas en un suave susurro, para elevarlas hasta el cielo y puedan alcanzarte —Alberto se une a la interpretación, cantando entre risas que no le permiten entonar correctamente.

Cuando escuches mi amor, sonríele al cielo; cuando escuche tu amor, le sonreiré al cielo —ambos canturrean el coro casi a gritos, riéndose y molestándose con suaves cosquillas alrededor de la cintura.

Hace unos minutos que la electricidad ha regresado, pero ambos se mantienen en la entrada que conecta con el jardín, con las velas encendidas mientras tararean toda canción que se reproduce en la radio. —¡Gracias! —Alberto observa curioso a Paulino, recibiendo un casto beso en la frente, sintiendo esos gruesos labios que tantas emociones le causan y que en las últimas semanas, no le permiten mantenerse tranquilo.

Reviviendo todo ese nerviosismo que le causan ese tipo de contactos, nuestro chico se levanta deprisa, excusándose en necesitar algo refrescante para aclarar la garganta; aunque un apretón sobre su brazo derecho, detiene sus movimientos.

—¿Te encuentras bien? —Paulino también se levanta, acercándose para tomarlo del mentón y obligarlo a conectar sus miradas—. Te siento demasiado nervioso —expresa adivinando todo ese mar de confusiones que están revoloteando por los pensamientos ajenos.

—¡N-no!, ¡n-no es nada! —responde entre tartamudeos—. Solo necesito algo líquido, estar cantando ha hecho que mi garganta se seque —agrega esquivando la mirada contraria, porque comprende que tener esa cercanía, ese contacto no le permitirá controlarse más.

—Cuando te pones tan tímido como ahora —moviendo el mentón del rubio, vuelve a obligarlo a conectar sus miradas, encontrándose con unas mejillas coloradas—. Solo puedo pensar que estás buscando provocarme y así no ayudas mucho en mi auto-control —añade aventándose a esos labios entreabiertos que lo reciben con la misma pasión que está recorriendo sus cuerpos.

Paulino se acerca a Alberto, aprisionándolo de la cintura para pegarlo a su cuerpo, provocando que inconscientemente se aferre a su cuello, mientras él hace lo suyo en esos labios. Con el silencio que les ofrece el ambiente y con las temperaturas invadiendo cada rincón de sus cuerpos, el moreno toma al rubio entre sus brazos, cargándolo al estilo princesa para a pasos apresurados dirigirse hacia la segunda planta, mientras sus labios se demuestran el deseo que ambos comparten.

De una suave patada obliga a la puerta abrirse para ingresar y quedar completamente a oscuras, colocando a un Alberto completamente avergonzado sobre la cama. Observándose cómplices y con el desenfrenado latir de sus corazones retumbando en el silencio de la habitación, Paulino se quita la camiseta para acercarse hasta la cama, buscando los húmedos labios de su chico. El rubio se deja guiar por quien está dominándolo, colocando instintivamente las manos en ese torso desnudo que más de una ocasión deseó acariciar, sintiendo como este roce genera una evidente emoción en su entrepierna. Pero de pronto, sus pensamientos se ven invadidos por ese miedo que no le permite concentrarse y dar el siguiente paso.

«¿Está realmente preparado?, ¿ahora es el momento adecuado?, ¿se encontrará a la altura?», sintiendo como sus emociones van disminuyendo conforme esos pensamientos cobran más fuerza. Alberto intenta llamar a Paulino para detenerlo, removiéndose entre sus brazos.

—¿Qué sucede? —el trigueño percibe la incomodidad de su acompañante, rompiendo el beso y concentrándose en su mirada—. ¿Te encuentras bien? —entendiendo en esos ligeros temblores y en ese rostro que evita el contacto, que ese muchacho rubio que logra descontrolarlo con la más tierna expresión, aun no se encuentra preparado.

—Y-yo..., ¡lo siento! —expresa al notar como el otro se levanta para colocarse la camisa.

—¡Oye!, ¡no te preocupes!, podemos esperarnos a cuando te sientas preparado, no quiero obligarte a nada —Paulino le regala una de esas sonrisas que logran tranquilizarlo—. Es demasiado tarde y creo que mejor sería descansar —agrega acomodándose a su lado, volteándolo para tomarlo de la cintura y enterrar su rostro en esos rubios cabellos—. Ten la confianza de decirme qué estás pensando o sintiendo, para esos son los enamorados, ¿cierto? —son sus últimas palabras para depositar un beso en su mejilla, cayendo ambos en un profundo sueño que sus cuerpos están exigiendo.

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Esa situación ha sido la gota que ha derramado el vaso, pues desde hace una semana que Alberto no puede quitarse la imagen de Paulino sin camiseta, recordando como todo su cuerpo vibró con ese contacto, llegando a estimularse cierta zona que se ha mantenido inquieta.

—Me estoy volviendo un pervertido —deja escapar en un suspiro, porque sumándose a todas esas situaciones, en los últimos días ha tenido sueños donde ese momento llegaba a más, despertando a medianoche para encontrarse solo en su habitación.

Ni los ensayos, ni las salidas con sus amigos, ni todas las actividades que realiza, lo han ayudado a calmarse; es como si sus pensamientos reprodujeran esos recuerdos al propósito, empujándolo a tomar una decisión. «He leído que eso es realmente doloroso y que sin importar el cuidado, va a terminar lastimándome», divaga entre tantas ideas que están atormentándolo. « Además, ¿no será demasiado pronto?; digo, recién hemos empezado a andar oficialmente», comprende que son demasiadas justificaciones que tiene en mente, ni él mismo entiende cuál es la correcta o cuál le provoca temor.

«Aunque debo admitir que..., si quiero sentirlo conmigo», ese pensamiento ha hecho que en sus mejillas se acumule toda la temperatura, provocando que de vueltas en el mueble intentando controlar sus emociones.

Pero el giii de la puerta hace que se levante rápido, encontrándose con Dustin y Diego ingresando en la habitación y que muestran el mismo asombro.

—¿Y ese milagro que estás por aquí tan temprano?, ¿pesadillas? —pregunta Dustin en tono gracioso, como si adivinara qué está sucediéndole. «¿Acaso soy muy evidente?», se cuestiona a sí mismo porque siempre le han dicho que sus expresiones son como un libro abierto.

—¡Nada!, solo necesitaba concentrarme para ver si compongo otra canción, o que se yo —responde haciendo un puchero, pues pensó que al menos ahí podría tener la tranquilidad que necesitaba para pensar un momento y poner sus ideas en claro—. ¿Y ustedes?, ¿se cayeron de la cama o qué?, no tenemos ensayo hasta pasado el mediodía —pregunta con evidente curiosidad, porque ese par aprovecha estas oportunidades para recuperar todo el sueño que el trabajo les quita.

—No pudimos dormir bien, necesitamos actualizarnos en nuestra serie —Diego se acerca a la televisión, encendiéndola—. Sabes que cuando nos obsesionamos con algo, hasta nuestro sueño se esfuma —agrega con una coqueta sonrisa, haciéndole espacio al pelinegro.

Alberto entiende que su momento de tranquilidad ha terminado, pues esa pareja cuando está viendo algo que realmente les fascina, gritan peor que sus admiradores en concierto y eso no le ayudaría a concentrarse para tomar una buena decisión. Además, para que ambos estén despiertos antes de las diez de la mañana, quiere decir que en realidad es una serie que les ha robado el corazón.

Aunque una idea acaba de cruzarle por la cabeza, debatiéndose en sí debería solicitar la ayuda de esos dos; pues si hablamos de experiencia en relaciones de pareja, obviamente ambos cumplen el requisito. Aparte que es totalmente seguro, que también han pasado a segundo plano en sus noviazgos.

—¡Chicos!, ¿podría conversar un momento con ustedes? —se adelanta a preguntar antes que reproduzcan el video, porque otra característica es que no les gusta interrupciones—. Me gustaría que me dieran una opinión sobre algo que está atormentándome un poco —menciona con los mofletes completamente colorados.

Ambos muchachos se observan intrigados, acercándose hacia su amigo para observarlo atentamente, esperando lo que tenga por decirles.

—Esto no es fácil de comentar —juguetea con sus dedos, delatando su evidente nerviosismo y vergüenza—. Pero ustedes..., quiero saber si ustedes... —se traba en sus propias ideas al buscar las palabras adecuadas para expresarse y no sonar demasiado directo—. Quiero saber... ¿si ustedes ya lo hicieron con sus novios? —suelta la pregunta tan rápido como sus labios se lo permiten, observando tímido a sus amigos que se muestran confundidos.

—¿Qué quieres decir con "hacer"? —pregunta Diego haciendo énfasis en la última palabra.

—¿Me harán repetirlo otra vez? —suspira al notar el asentir de los muchachos—. Quiero decir..., ustedes y sus novios... ¿ya intimaron?, ¿ya tuvieron relaciones coitales? —pregunta en un tono casi audible que es escuchado con fuerza por el silencio de la habitación, notando como el rostro de sus acompañantes pasan a convertirse en dos faroles rojos.

Sin esperárselo, el lugar se ve inundado de fuertes carcajadas que Dustin y Diego han dejado escapar, acrecentando solo su vergüenza que no puede ocultar mientras les pide silencio para no ser escuchados.

—¡Lo siento!, ¡lo siento!, es solo que suenas demasiado formal con esas palabras —comenta Dustin limpiándose las pocas lágrimas que se le han escapado.

—Deberías ser más directo. ¡No sé!, suenas a un profesor que está buscando regañarnos —añade Diego echándose algo de aire para controlar su temperatura.

—Bueno..., entonces... ¿ustedes ya intimaron son sus novios?, ¿han hecho el amor? —suelta la última pregunta arrastrando las palabras por lo difícil que le parece pronunciarlas sin que su cuerpo se emocione o sus mejillas empiecen a quemar. Porque está seguro que si utilizara la palabra sexo, terminaría disparado como un cohete a potencia.

De pronto, la habitación se ve sumergida en silencio, pues los mencionados parecen recién estar entendiendo el mensaje de sus palabras, observándose uno al otro mientras sus mofletes se tornan de un fuerte color carmesí. Su nerviosismo hace aparición bloqueando toda su razón, en sus miradas muestran toda la vergüenza que están sintiendo y en sus gargantas se traban las palabras.

—Estoy seguro que Dustin ha sido el primero, Osmar se ve como alguien inquieto —suelta Diego interrumpiendo el incómodo silencio que estaba generándose, ocasionando que el aludido casi se atragante con el agua que estaba bebiendo.

—¿Tú estás loco? —pregunta Dustin limpiándose los labios—. Es más que obvio que tú has sido el primero, Damián no es ninguna perita en dulce. Apuesto que casi todas las noches te agarra contra el colchón —contraataca inflando el pecho de satisfacción ante la expresión avergonzada de Diego.

Ambos muchachos se observan con rivalidad, empezando una batalla de palabras donde intentan encontrar quién ha sido el primero en intimar con su pareja.

—¡Oigan!, no importa quien ha sido el primero, solo me interesa saber si ustedes han llegado a ese nivel —Alberto detiene la discusión de sus amigos, para observarlos con el rostro tan rojo como si estuviesen en un cuadro de fiebre grupal, asintiendo lentamente—. ¿Cuándo sucedió? —pregunta con curiosidad.

—¿Recuerdan la vez que Osmar y yo nos peleamos?, ¿cuándo él salió de viaje con su familia y terminé siguiéndolo que falté dos semanas a los ensayos? —pregunta Dustin dejando escapar un suspiro que ayudé a calmar toda esa vergüenza que está sintiendo—. Pues en esas semanas fue nuestra primera vez —comenta realmente apenado.

—Eso quiere decir que fuiste el primero —expresa Diego satisfecho inflando el pecho de satisfacción y ganándose una mirada de enfado—. En mi caso, fue cuando esa muchacha de intercambio se acercó a Damián. Recuerdo que estaba tan enojado, que él busco las mil formas de encontrar mi perdón, terminando todo en una noche apasionada —suelta las últimas palabras en un susurro.

Ahora que sus amigos lo mencionan, Alberto recuerda aquellas situaciones donde ese par se mostraban algo adoloridos, llegando a cojear en ocasiones; mientras que sus novios tenían unas extensas sonrisas como si hubiesen conseguido el más valioso premio. Al inicio no comprendió que sucedía a pesar de las indirectas de los demás muchachos, pero en este momento su mente ha perdido esa inocencia con la cual los veía.

—¿Y no les dolió? —Alberto muestra su notoria curiosidad, porque parece que es la situación que más está preocupándole.

—¡Obviamente que duele!, sin importar la preparación o cuidado que tenga tu pareja —responde Diego robándole un poco de agua a Dustin—. Pero eso no debe preocuparte, poco a poco tu cuerpo se irá acostumbrando. No debes pensar mucho en eso —añade con esa habitual sonrisa que muestra su despreocupación.

—Paulino y tú... ¿ya lo hicieron? —esa es la pregunta que temía, aunque entiende que ya inició la conversación y no puede retractarse.

Tiene demasiada confianza con sus amigos, pero nunca han tocado ese tipo de temas que le parecen vergonzosos. Sin embargo, comprende que como aquella ocasión donde Dustin le ayudó a entender sus sentimientos, esta oportunidad no será la excepción. Por eso, toma toda la valentía que posee para atreverse a responder.

—¡No!, pero han habido tres circunstancias donde casi —responde obviamente avergonzado—. Pero tengo miedo, saben que es mi primera vez y no quiero defraudarlo —expresa cabizbajo, asombrándolos.

—¿Por qué piensas eso? —pregunta un contrariado Diego, recibiendo un no sé cómo respuesta, porque ni él mismo comprende ese temor que invade su mente.

—No deberías tener miedo —de repente Dustin toma su mano—. No debes pensar en defraudarlo, porque su primera vez no consiste en demostrar quién es mejor haciéndolo. Lo importante y que debe estar claro en tu cabeza, es que en ese momento ambos se convertirán en uno, demostrarán el amor que sienten por el otro —agrega regalándole un guiño que logra calmarlo un poco.

—Sé que es tu primera vez y siempre existirá el miedo— esta vez Diego toma la palabra—. Ya sabes, uno se llena la cabeza de cosas pensando en si va a doler, si es la persona correcta y que sé yo, existen otras ideas que también te pueden perturbar —uniéndose al contacto entre sus manos.

—Pero poco a poco tu cuerpo se irá adaptando, no pienses que siempre terminaras lastimado —Dustin suelta una risilla graciosa, pues en su momento pasó por la misma situación—. Lo único que debe preocuparte es estar seguro en querer entregarte a Paulino, porque después no habrá espacio para los arrepentimientos —señalando que la primera vez es la decisiva y que depende de uno aceptar o no.

—¿Y qué sucede si Paulino no es la persona correcta? —pregunta con cierta tristeza, porque pensar eso le aprieta el corazón—. ¡No sé!, también lo leí y me generaron muchas dudas —provocando la risa en sus amigos por mostrarles tanta inocencia.

—Nosotros tampoco sabemos si Damián es mi persona especial o si Osmar estará siempre con Dustin —responde Diego revolviéndole el cabello—. Por eso, debes estar seguro de querer hacerlo. Estar con Paulino no te asegura la eternidad, pero es parte de la experiencia —mostrándole una madurez que pocas veces deja al descubierto.

—Te lo dije una vez y vuelvo a repetirlo, nunca sabrás si Paulino es tu persona destinada, porque eso lo descubrirás con el tiempo. El verdadero amor se fabrica con años de esfuerzo y sacrificio —Dustin continúa el mensaje del pequeño—. Que nunca existan remordimientos en tus relaciones, si Paulino no es tu persona destinada, entonces estarás aprendiendo a ser alguien mejor para cuando llegue ese afortunado. Y si resulta ser el indicado, eso es bueno, ¿verdad? —aclarando que lo importante es amar y sentirse correspondido. —Además..., nunca sabremos que nos depara el futuro, pero la vida consta en arriesgarse y vivir libremente, sin miedos.

—Si no quieres hacerlo, díselo a Paulino. Estoy seguro que en el amor que dice tenerte, te comprenderá y te respetará —finaliza Diego con una sonrisa.

— Por eso, debes estar seguro de tu decisión. Deja de pensar en tanto rollo y solo obedece a tu corazón, él nunca se equivoca —y el pelinegro extiende sus brazos para recibirlo en un cálido abrazo al que Diego se une, riendo los tres de la conversación que acaban de tener.

Y como Alberto lo había predicho, ese par de chicos que usualmente se muestran caprichosos e infantiles, pueden llegar a mostrarse maduros cuando la situación lo amerita. Aún sigue teniendo ciertas dudas, pero está seguro de algo; no tendrá más miedo, dejará que ese momento suceda cuando deba ocurrir. Porque realmente ama a Paulino y quiere construir su futuro con él, convertirlo en su persona especial.

—Bueno, como ya hemos orientado al más inexperto del grupo, ha llegado el momento de actualizarnos con nuestra serie —comenta Diego corriendo emocionado hacia el televisor en compañía de Dustin.

—¿Qué serie los tiene tan entretenidos? —ese comentario ha despertado la curiosidad de Alberto que se ha sentado junto a ellos, viendo como en la pantalla aparecen los primeros anuncios.

—Es una novela tailandesa de temática gay —responde Dustin con evidente alegría—. Yo estoy fascinado con Tee, es un chico demasiado guapo y tierno —señalando hacia la televisión cuando aparece la imagen de un joven.

—Pero no hay nadie mejor que mi Frame —esta vez Diego salta en su asiento cuando aparece el siguiente actor—. Es demasiado tierno que llega a ser cursi, pero eso no me importa porque igual me enamora —abrazándose a un cojín.

Observa sorprendido como sus amigos hablan sobre la serie que están viendo, emocionándose como dos púberes que recién están despertando al amor, fantaseando con los muchachos que nombran; llegando al punto de involucrar situaciones de trabajo.

—Podríamos hablar con mi primo y decirle que nos lancemos al mercado tailandés. Es una buena propuesta para el grupo y para nosotros dos, es la oportunidad perfecta para conocerlos —Dustin suelta la primera idea que surca sus pensamientos, contagiando de ese entusiasmo en su acompañante.

—Y también..., podríamos componer una canción entre los dos que hable sobre un amor apasionado —Diego se une a las locuras del primero—. De esa manera, seriamos los vocalistas principales y podríamos contratar a Tee con Frame para que protagonicen el videoclip con nosotros, donde debe haber muchas escenas de besos y caricias —termina explotando en un escandaloso grito que inunda la habitación.

El toc toc de la puerta hace que Alberto se tense, encontrándose con una curiosa chica que observa contrariada la escena; aunque rápido es retirada por sus amigos.

—¡Oigan!, ¿y no temen que sus novios se enojen? —pregunta preocupado.

—¡Para nada! —responde Diego restándole importancia—. Podemos decirles que es parte de nuestras labores. Ellos saben que trabajo es trabajo y nada se puede hacer —añade con una sonrisa traviesa.

—Lo único malo es que Tee aún es menor de edad y soy mayor por dos años —comenta Dustin mostrando una expresión apenada.

—¡Eres un asalta cunas! —contraataca Diego —. En cambio, mi Frame ha cumplido la mayoría de edad, mientras que yo estoy a unos meses; quiere decir que estamos en la edad perfecta —celebra como si en realidad estuviese sucediendo.

—Entonces, cambiemos de pareja —el pelinegro se muestra suplicante ante el asombro del otro.

—¡Ni loco!, Frame es solo mío y no pienso cederlo —empezando de esta manera una discusión que se detiene cuando inicia la novela.

Alberto ríe antes las locuras de ese par, rápido pueden pasar de una situación a otra. En un momento están hablando sobre amor verdadero, cuando al instante están emocionándose con dos actores que ni conocen. «Las ilusiones platónicas son divertidas», piensa imaginándose las reacciones de ambos si sus novios estuvieran allí, seguro estarían calladitos atragantándose con todos los desquiciados gritos que ahora no reprimen.

Aunque lo importante, es que los dos son realmente felices con los chicos que han escogido y espera le suceda lo mismo con Paulino, porque piensa esforzarse sin interesar que difíciles situaciones les esperan en el futuro.

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