18: Conache
—¿Están seguros que se quedaran a acampar?, porque puedo recogerlos más tarde —pregunta Edward con evidente preocupación al observar como los chicos sonríen cómplices.
Y sucede que después de largos días de entrenamiento, los seis amigos se han puesto de acuerdo para solicitar un par de días de descanso, con la intención de escaparse a una zona turística cercana a la ciudad, donde puedan pasar un momento de relajo; aprovechando también para disfrutar de más tiempo junto a sus novios, claro aquellos que lo tienen.
Ha sido una tarea muy difícil, pues en opinión de Edward con Felipe, deberían estar preparándose para el nuevo disco que pronto lanzaran; además de los eventos planificados y algunos conciertos que están próximos. Pero hasta ahora no entienden que hace Dustin, que siempre termina por convencer a su primo para que ceda a todos sus caprichos; claro que esto es también una ventaja para los demás chicos. Y como dicen por ahí: donde manda capitán no manda marinero.
—¡Sí Edward!, queremos acampar y vamos a estar bien —responde Benjamín en una sonrisa—. No es como si la duna nos fuese a devorar y desaparezcamos de la faz de la tierra —suelta en tono sarcástico entre carcajadas.
—¡No te preocupes!, ya somos mayores y sabemos cuidarnos bien —comenta Diego recibiendo la afirmación de Dustin.
—Justo por eso me preocupo —Edward deja escapar un suspiro que ha estado reteniendo—. Son demasiado inestables que no dudo van a terminar en algún problema —expresa provocando que los seis chicos lo observen desconfiados.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntan los seis al unísono, mostrando su disconformidad.
—Al menos me queda la esperanza que estarán ustedes tres —señala a Paulino, Damián y Osmar—. Confío en que ustedes me cuidaran a estos seis terremotos, no duden en avisarme si necesitan algo o que vengan por ustedes, no importa la hora —añade ignorando los comentarios de sus muchachos para encender el motor del carro.
—Todo estará bien Edward, nosotros nos encargamos —responde Damián con su usual despreocupado tono.
—Si a este pequeño se le ocurre hacer alguna travesura, ten por seguro que me encargaré de castigarlo tan bien que no volverá a hacerlo —Osmar comenta divertido, revolviendo el cabello de su novio que ha empezado a hacerle cosquillas.
Decidiendo darles un pequeño, demasiado pequeño voto de confianza, Edward se anima a marcharse para regresar a la empresa, pues dejar solos a nueve jóvenes durante un día y medio, para él suena a peligro; sobre todo, cuando seis de ellos son parejas y piensan utilizar la misma carpa para dormir. Solo espera que sus preocupaciones queden en ideas y que realmente no signifiquen nada.
—Vendré a recogerlos mañana después del almuerzo —son sus últimas palabras para poner en marcha la camioneta, desapareciendo entre la carretera y haciendo que el grupo suelte gritillos de emoción por encontrarse al fin solos.
—Ese chico es demasiado sobreprotector con ustedes, casi como un hermano mayor o hasta un padre —comenta Paulino mientras toma las maletas.
—Él nos ha visto crecer, básicamente hemos estado con Edward desde el inicio de nuestra carrera —responde Alberto levantando su mochila—. Creo que entiendo sus sentimientos, aunque a veces sean exagerados; es como la preocupación que tenemos entre nosotros seis —añade señalando a sus amigos que se muestran muy animados.
—¡Uhm!, ¡entiendo! —responde el moreno caminando junto al grupo—. Espero que tengas la misma preocupación por mí y que me permitas cuidarte de esa manera tan exagerada —susurra cerca del oído ajeno.
—Eso lo veremos dependiendo de tus acciones —contesta ocultando sus evidentes nervios que amenazan con desbordarse, mientras piensa que Paulino no le ayuda porque entrelazar sus dedos solo consigue desequilibrarlo y que su cuerpo vibre de emoción. Pero bueno, no piensa quejarse porque está disfrutando del contacto.
Apresurándose para encargar sus pertenencias con un responsable del local, «el tiempo es oro y no debemos desaprovecharlo», deciden iniciar su recorrido en la hermosa y extensa laguna de Conache, donde tienen pensado disfrutar de un relajante paseo en bote junto a sus parejas. Lamentablemente los desafortunados solteros no pueden pedir lo mismo y deberán conformarse con acompañarse entre ellos.
Desde que han llegado, casi nadie lo ha notado, pero Diego ha estado tratando de captar la atención de Alberto para interrogarlo "disimuladamente" sobre su avance con Paulino; porque cree que los coqueteos han aumentado y que están pasando a otros niveles. De equivocarse, no habría ningún problema, porque está dispuesto a devolverle el favor y ayudarlo a entender rápido sus sentimientos.
Lamentablemente perdió la oportunidad de acompañarse en el recorrido por la laguna, por la rápida intervención de Paulino que parece querer estar cerca del rubio en todo momento; pero eso no importa, porque tiene tiempo de sobra y decide aprovecharlo cuando su bote se aproxima al contrario, acercándose para lanzarse.
—Alber... —intenta llamarlo cuando el moreno voltea la barca para tomar otra dirección, provocando que caiga en la laguna ante las risas de los demás.
—¿En qué estás pensando Diego?, la laguna no es para tomar un baño —comenta Damián ayudándolo a subir al navío.
—¡Nada!, solo quería cazar tilapias con mis propios dientes —responde molesto sacudiendo su cabello y exprimiendo sus vestimentas para quitarse de encima algo de agua.
—¡Vamos Diego!, aún es muy temprano para que andes provocando a Damián —grita Leonardo generando que las burlescas risas aumenten.
—¡Son unos pesados! —responde molesto intentando lanzarse al otro bote, teniendo el mismo resultado que el anterior. Su ventaja, es que tiene un novio preocupado para ayudarlo.
Luego de un par de horas recorriendo la laguna, disfrutando de sus aguas claras y de la vista de algunas aves que bajan en busca de alimento; el grupo decide ir por un cambio de ropa, sobre todo para Diego que se encuentra empapado por andar intentando saltar de bote en bote, llevándose en una de esas oportunidades a Dustin que intentó ayudarlo.
Ahora su destino es la atracción del lugar, las dunas de Conache donde emocionados esperan realizar sandboard. Pero llegar a las aclamadas dunas no es un camino sencillo, pues deben atravesar en extenso camino de arena que, para los más quejosos es como andar en el desierto, situación que no resulta agradable cuando un intenso sol se ha despertado desde temprano. Lo provechoso es que pueden entretener la vista entre los pequeños bosques de algarrobos donde no pierden minutos para hacerse con algunas fotografías para el recuerdo.
—¿Puedo subir esta foto contigo al internet y etiquetarte? —pregunta Alberto señalándole a Paulino una reciente fotografía que se han hecho.
—¡Claro!, por mí no habría ningún problema —responde el moreno con su sensual sonrisa, mostrando esos encantadores hoyuelos—. Pero, ¿no habrá algún inconveniente con tus celosos admiradores? —pregunta mientras le hinca la mejilla, obteniendo un puchero como respuesta.
—¡No te preocupes!, tampoco es como si fuese a poner que estamos en nuestra luna de miel —el rubio comenta divertido, percatándose al instante de sus palabras para sonrojarse rápido.
—Eres tan lindo cuando eres sincero —siente como los dedos ajenos se entrelazan en sus cabellos para sacudirlos con ternura.
—Hablando de luna de miel, ¿por qué traen pulsera de pareja? —pregunta Benjamín con notoria curiosidad—. ¿Algún significado en especial? —mueve las cejas coquetamente, provocando que la temperatura se acumule en los mofletes de los mencionados.
—Es un regalo que le hice a Alberto en su cumpleaños, digamos que significa algo especial —responde Paulino alzando sus manos entrelazadas para mostrar las alhajas.
—¿Son de compromiso? —Leonardo utiliza un tono sensual intentando molestar al rubio, pues es quien menos puede ocultar sus emociones.
—Digamos que es un secreto —pero Paulino no es alguien fácil de persuadir.
—Eso quiere decir... —esta vez Jun toma la palabra —. Que ustedes se han comido la torta antes de tiempo, por eso traen ese secretismo —afirma entre risas compartidas con sus amigos, provocando que Alberto quede asombrado y distraído por el comentario, no percatándose de un bache donde tropieza.
—Ten cuid... —Dustin se adelanta para ayudarlo y evitar que caiga, pero la rápida intervención del moreno que tomándolo de la cintura y aferrándolo a su pecho, han ayudado que el rubio solo pase un susto. Aunque lo mismo no puede decirse de Dustin que ha caído de cara en la arena.
—¿Qué pasó amor?, ¿te caíste? —Osmar le extiende la mano para ayudarlo a levantarse.
—¡No, para nada!, solo quería oler de cerca la arena —responde el muchacho en tono sarcástico para recibir ayuda de su novio y limpiarse, intentando también callar las sonoras carcajadas de sus amigos que aprovechan para fastidiarlo, llamándolo descuidado.
Y sucede que tanto Diego como Dustin están actuando desde temprano más extraños de lo usual, todo porque en los últimos días han sentido a Alberto distante, no queriendo admitir que están celosos de Paulino por pensar que está acaparando toda su atención.
Han intentado hacer hasta lo imposible para que su amigo les preste un poco de su tiempo, pero creen que ha sido en vano. Por eso, se han propuesto acercarse y pasar la mayor parte del tiempo con el rubio durante su estancia en Conache; aunque como podemos observar, parece que sus planes no están saliendo como esperaban.
—Pero esto es solo el inicio —comentan los dos con la determinación que los caracteriza. Porque si algo distingue a ese par, es que no suelen rendirse con facilidad.
Sin embargo, de momento se concentran en escalar la enorme duna que se levanta frente a ellos, experimentando por primera ocasión, lo cansado y divertido que es intentar alcanzar la cima; sintiendo como la caliente arena se escapa entre sus tenis, mientras el viento golpea fuertemente sus rostros. Es gracioso observar como Diego se esconde detrás de Damián para evitar que la fuerte brisa lo arrastre, pues es tan pequeño y delgado que piensa eso podría suceder.
—No me imagino escalando alguna otra duna más alta, está se me está complicando —comenta un entretenido Osmar viendo como los chicos del BL801 están sufriendo por mantenerse firmes; pues a lo largo del país se extienden algunas de mayor tamaño que cree les tomaría días subirlas.
Una vez habiendo conseguido su objetivo, aprovechan en gritar todo lo que sus pulmones les permiten para demostrar su satisfacción, utilizando el momento para obtener alguna fotografía y realizar unos en vivos a través de sus cuentas oficiales, compartiendo esa alegría con sus admiradores. Dándose también un tiempo para mentalizarse que se viene lo más complicado, lanzarse desde lo alto en una inestable tabla como Dustin le ha apodado. Porque recordemos que tres personas del grupo, son temerosos de las alturas.
Pero el miedo descontrolado es el peor enemigo de la satisfacción, eso se han repetido más de una vez cuando les llegó sus respectivos turnos para realizar sandboard, que deben admitir han disfrutado más de lo que esperaban.
—¡Otro!, ¡otro!, ¡otro! —repiten al unísono Diego, Dustin y Alberto. Decidiendo aventarse unas tres veces, mientras piden que los graben haciendo sus raras piruetas, ganándose algunas buenas caídas que han inmortalizado el viaje.
En su camino de regreso a la laguna, acordaron nuevamente perderse entre los bosques de algarrobo, emocionándose por encontrar un pequeño riachuelo donde todos han terminado aventados, ganándose un buen baño para quitar la arena que traían en sus cuerpos. Sin embargo, cuando el cansancio los invade por completo, deciden regresar para aligerar el apetito con algunos platillos típicos del lugar y calmar a sus hambrientos estómagos.
Luego de una relajante ducha y de haber armado las cuatro carpas donde descansaran, disfrutan de buenas canciones que nuestro BL801 regala al calor de una fogata y en compañía del hermoso claro de luna llena. Los nueve muchachos se divierten entre anécdotas, las ocurrencias de Diego y Dustin que han terminado siendo la burla del día y algunas terroríficas historias que han escuchado entre los pobladores y que han provocado más de un grito.
Con la llegada de la medianoche, se despiden para ingresar a sus respectivas carpas obviamente emparejados, mientras que los solteros volverán a acompañarse y hacerse calor entre ellos.
—¡Estás temblando!, ¿quieres que te preste una de mis poleras? —Paulino cruza su brazo por los hombros de Alberto, atrayéndolo hacia su cuerpo para encerrarlo en un abrazo—. Creo que hemos pasado demasiado tiempo jugando en el agua que tu cuerpo se ha enfriado —agrega tomándolo del mentón para conectar sus miradas.
—N-no..., y-yo..., ¡estoy bien! —responde entre evidentes tartamudeos, intentando controlar los desenfrenados latidos de su corazón—. Ahora me siento mejor —expresa sintiendo como sus mejillas empiezan a cambiar de temperatura.
Porque tener al moreno tan cerca, con sus rostros a milímetros de tocarse, con ambas respiraciones entremezclándose, sus cuerpos rozándose junto a sus miradas que escrutan en los ojos del otro; esa situación despierta muchas sensaciones que nublan su razón, además de disparar una ansiedad de contacto más íntimo.
—Siento mucho esto, pero puedo jurar que he estado controlándome por mucho tiempo —Paulino rompe el silencio que estaba creándose—. Aunque ahora me es imposible hacerlo —son sus últimas palabras para acercarse a los labios ajenos, reclamando un beso.
Alberto vuelve a sentir esa húmeda calidez sobre sus labios, ese calor que ha estado deseando y que le hace perder el raciocinio para pensar si es correcto o no, dejando que su cuerpo obedezca a todas esas emociones que están aflorando.
La temperatura del ambiente va aumentando cuando sus cuerpos empiezan a acercarse, exigiendo cada vez más caricias; pues el moreno ha tomado la iniciativa colocándose encima, demandando la profundidad en el beso. Nuestro muchacho siente como la lengua ajena ha invadido su zona más privada, mientras que los largos dedos ajenos están abriéndose camino por su cadera, metiéndose por su playera para dirigirse hasta su cintura. Ese contacto tan íntimo hace que suelte un suave gemido que rápidamente lo avergüenza.
—Eres tan lindo cuando haces esas expresiones que no puedo controlarme —Paulino rompe el beso para que ambos puedan recuperar algo de aliento, aunque sus miradas no se desconectan, entendiendo los sentimientos que quieren transmitirse.
—Y-yo..., y-yo... —Alberto ni siquiera entiende que quiere decir, porque sus pensamientos se encuentran tan confusos que teme soltar alguna tontería.
—¡No digas nada!, porque me encuentro preparado para este momento —comenta colocando uno de sus dedos sobre los labios ajenos—. ¿Y tú? —pregunta con impaciencia cuando siente el miedo en la mirada del rubio, pero también cierta desesperación.
Alberto asiente con cierta timidez, dándole permiso a su acompañante para volver a profanar sus labios en un apasionado beso que provoca que ambos suelten algunos gemidos, que solo ocasionan que sus cuerpos empiecen a vibrar.
Las manos del moreno recorren esa delicada piel ajena, subiendo por el vientre hasta llegar a una de las tetillas, donde deja un suave pellizco que provoca una dulce melodía para sus oídos. Ambos se desean y ahora lo comprenden, quieren que sus cuerpos se fusionen en uno solo, entregarse hasta lo más íntimo para de esa forma demostrarse todo el amor que sienten. Correspondido o no, correcto o no, eso en este momento no importa; pues solo piensan obedecer a sus sentimientos y a esos alocados latidos que piden ser escuchados.
—¡¡ALBERTOOO...!! —pero unas conocidas voces hacen que sus pensamientos recobren la cordura, provocando que sus cuerpos se separen como resortes para observar como la carpa está siendo abierta, mostrando los rostros de unos angustiados Diego y Dustin.
—¿Q-q-qué sucede? —pregunta temeroso, buscando calmar todas esas emociones que están alborotadas por todo su cuerpo.
—¡No es justo!, esta noche deberás dormir con nosotros —comenta un infantil Diego inflando las mejillas para demostrar su incomodidad.
—¿Qué? —pregunta con incredulidad, pues en esa situación no comprende las palabras de sus amigos.
—Hemos decidido que esta noche dormirás con nosotros —comenta Dustin tomándolo de la mano para obligarlo a salir de la carpa—. Y no hay derecho a objeción, lo acabamos de acordar y deben aceptar nuestra petición —agrega llevándoselo prácticamente a rastras, con Diego detrás de ellos.
Los demás quedan asombrados ante tal arrebato por parte de ese par, dejando a más de uno con cierta frustración porque sus planes no resultaron como esperaron.
—¡Damián!, dormirás junto a Osmar y Paulino —Diego le envía un beso volado a su novio—. Solo compórtate y controla esas manos, no vayas a pensar que estoy contigo —agrega en tono divertido para desaparecer en el interior de otra carpa.
—¡Tú también Osmar!, mejor abraza una almohada para esconderlo, porque si me entero de otra cosa, me enfadaré demasiado —se escucha el fuerte grito de Dustin.
—Tengan por seguro que, si sus manos quieren pecar de traviesas, seré yo quien termine volteándolos —son las tenebrosas palabras de Damián para desaparecer dentro de la carpa, dejando con un escalofrío a sus dos acompañantes que ruegan haber escuchado mal y pidiendo que sus cuerpos puedan tranquilizarse antes de dormir.
Ya dentro de su lugar de descanso, Dustin y Diego se aferran fuertemente a Alberto como si temieran que se les escapara, escondiendo sus rostros entre los brazos del otro.
—¿Qué sucede?, desde la mañana los he notado extraños —pregunta aún confundido por el repentino cambio de situación.
—Llevas días ignorándonos, casi ni nos prestas atención —comenta Dustin apenas audible—. Creo que estar saliendo con Paulino te está quitando tiempo para nosotros —alza la mirada para notar una expresión de asombro en su amigo.
—Es que acaso.... ¿ya no nos quieres como antes? —Diego imita el comportamiento del pelinegro, notando como una sonrisa se dibuja en los labios de nuestro chico.
Alberto no entiende porque una repentina risa se ha escapado de sus labios, no puede controlarse ante los comentarios de esos dos que siempre terminan creándose historias que no existen. Aún no comprende como en ocasiones pueden mostrarse como chicos tan seguros de sí mismo con un arraigado sentido optimista, mientras que en otras ocasiones, parecen dos niños temerosos de quedarse solos.
Debe aceptar que ha estado sumergido en conversaciones y salidas con el moreno, quizá más de lo planificado; pero eso no significa que sus sentimientos hacia sus amigos hayan cambiado, eso nunca sucedería sin importar de quien termine enamorado. Pues los chicos que tiene a su lado junto a los otros tres que están a una corta distancia, han estado con él en cada momento; apoyándolo en las buenas, en las malas y hasta en los peores desastres.
—¡Son unos tontos!, nunca deben hacerse ideas erróneas sin antes preguntar —comenta dándoles un ligero golpe en sus frentes—. ¡Recuerden!, les he dicho que eso puede traerles problemas —asevera con su usual tono—. Saben que Paulino realmente me gusta, pero no significa que a ustedes este queriéndolos menos —entendiendo que, si no expresa sus sentimientos, nunca serán comprendidos.
—¿En serio? —preguntan ambos en un mismo momento.
—¡Por supuesto! —responde revolviéndoles el cabello—. Recuerden que cuando empezamos en esta misión, juramos que estaríamos juntos sin importar qué. Ser un BL801 es más que un símbolo de entretenimiento, es verdadero amor entre amigos. Eso somos y seremos por siempre —y con su cálida sonrisa les devuelve a los chicos esa tranquilidad que estaban buscando.
—¡Eres un amor! —gritan al unísono aferrándose en un abrazo.
—En todo caso, debería ser yo quien les regañe —la expresión de Alberto se torna en seriedad—. Son ustedes dos quienes andan prendidos de sus novios, hasta he llegado a sentirme abandonado —pellizcándoles las mejillas, ríe de las ocurrencias de ese par.
Entre risas y muchas cosquillas, el trío se pierde en un divertido e inolvidable momento, hasta que sus cuerpos van cayendo en un profundo sueño por todo el cansancio que han acumulado en el día; pues su paseo ha resultado mejor de lo esperado.
«Creo que es mejor dormir con estos traviesos», piensa Alberto observando los serenos rostros de sus amigos que se han aferrado a él en un complicado abrazo. «Deseo a Paulino, pero creo que todavía no es el momento indicado. ¡O eso creo!», sonríe al recordar esa apasionada situación que lo va haciendo caer feliz entre los brazos de Morfeo, transportándolo a un placentero sueño.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro