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17: ¡Cumpleaños!

EL reloj marca las ocho de la mañana y como pocas veces, Paulino se encuentra alistándose para marcharse al trabajo, pues ha tenido que mover todas sus influencias existentes para en una sola noche cambiar su turno de trabajo.

Y todo porque la noche anterior recibió una llamada de Diego, haciéndole recordar que hoy viernes es el cumpleaños de Alberto y que en la empresa le realizaran una fiesta sorpresa alrededor de las siete de la noche. Por ese motivo necesita la noche libre para compartirla con su atractivo muchacho de ojos ámbar.

Desde que salió de la ducha, tuvo la idea de saludarlo públicamente por alguna de sus redes sociales, como suelen hacer los amigos en estas ocasiones; pero quedó sorprendido cuando encontró una fotografía del grupo con más de sesenta mil me gusta, sin contar la cantidad incontrolada de mensajes que escribían sus admiradores. «No quiero pensar como estarán sus redes de saturadas al llegar la noche», se dice a sí mismo opinando que el fanatismo es impresionante, aunque algunas veces puede llegar a ser radical.

Pero bueno, al menos queda satisfecho con haberle escrito un mensaje recibiendo una efusiva respuesta por parte del rubio, imaginándoselo completamente sonrojado mientras suelta esa sonrisa coqueta que solo a él le regala.

Completamente cambiado y con la mochila preparada, toma su llavero y celular para marcharse a la primera planta, corriendo a toda prisa para encontrar a su familia en la mesa desayunando. Con una sonrisa saluda a sus padres, mientras deposita un tierno beso sobre las cabecitas de sus pequeñas hermanas.

—¡Buenos días hijo!, hoy has despertado muy emocionado —dice una mujer de unos aproximados cuarenta años, sirviéndole una bandeja con el desayuno y revolviéndole delicadamente el cabello.

—¡Sí mamá!, es porque hoy es un día especial —responde con una evidente sonrisa que no puede ocultar—. Es el cumpleaños de una persona importante —agrega ante las dudas que muestra la mujer.

—¿Por eso has cambiado de turno? —pregunta repentinamente su padre con esa gruesa voz que provoca algo de tensión hasta en los mejores momentos, aunque agradece que no despegue la vista del periódico.

Ambos padres conocen a la perfección el horario de su hijo mayor, están al tanto de cada uno de sus movimientos; tanto en el trabajo, como en la universidad que acaba de empezar, hasta de su tiempo libre. Por eso se sorprenden al verlo tan entusiasmado como para cambiar sus horarios, porque ni para los cumpleaños de la familia se atreve a realizarlo.

—¡Sí!, por eso hoy vendré un poco tarde, así que no me esperen para cenar —desayuna con un poco de prisa, pues su turno está por comenzar en media hora.

—No vengas muy tarde, recuerda que debes descansar porque son dos días que trabajas de corrido —expresa su madre ayudando a las pequeñas a no mancharse—. ¿Acaso ese cumpleaños es de alguna novia? —suelta sin ninguna delicadeza la pregunta que estaba rondando sus pensamientos.

—¡No mamá! —responde en un soplido—. Es solo el cumpleaños de un buen amigo —agrega para observar cierta decepción en la mirada de su progenitora.

—¿Y no crees que es demasiada emoción para un amigo? —por primera vez su padre ha dejado a un costado el periódico, solo para enfrentarlo con la mirada—. Creo que va siendo momento que consigas una chica que presentes a la familia, así como tu primo Héctor —agrega en cierto tono de autoridad.

—¡Sí hijo!, eres un jovencito muy apuesto, que seguro tendrás a muchas muchachitas detrás de ti —comenta su madre tomando la mano de su esposo—. Recuerda que las personas son de mal pensar y siempre terminan creando falsos rumores —remarcando sus últimas palabras para empezar a contar como una amiga cercana a la familia le había preguntado hace unas semanas si su primogénito no andaba por el camino equivocado.

Paulino suspira al escuchar esas palabras, pues cada que pueden intentan convencerlo para que empareje rápido con alguna chica, como si su vida dependiera de eso; o ellos mismos buscan encontrarle a alguien correcto de su congregación. A pesar de haberles pedido no interferir en sus creencias, ganándose cierta desconfianza de la pareja; no ha logrado librarse de ese tipo de comentarios que llegan a ser realmente fastidiosos.

«¿Qué pensarían mis padres si se enteran que me gustan los muchachos?, ¿aceptaran a un hijo gay?», se pregunta a sí mismo soltando una divertida risa, porque es una situación que nunca en su vida sucedería.

—¡Mamá!, sabes que no me interesa la opinión de los demás, soy responsable de mi vida y mis acciones —responde molesto de tanto interrogatorio—. Así que nadie debe decirme qué debo o no debo hacer —mostrando su evidente incomodidad.

—¡Paulino!, no le hables de esa forma a tu madre, nosotros solo estamos preocupados por tu bienestar. Recuerda que tenemos una reputación que cuidar —su padre eleva el tono de voz, manteniendo una severa mirada sobre su hijo.

—Ya no veo a María venir para que se acompañen al trabajo, ¿han peleado o algo parecido? —pregunta su madre intentando aligerar la tensión que se ha creado tan temprano en la familia, acariciando la mano de su esposo para que distraiga su atención en el café.

—Simplemente está ocupada con sus cosas y se le complica venir hasta aquí —responde cortante limpiándose los labios para levantarse y agradecer—. Se me está haciendo demasiado tarde, debo irme al trabajo —explica mientras toma su morral para despedirse de sus hermanas con un beso y con unas palabras de sus padres.

A paso rápido, sale de casa para tomar el camino que lo lleve hasta su trabajo. Quiere caminar un poco para calmar sus emociones, porque sus progenitores cuando se lo proponen pueden arruinarle el día con unas cuantas palabras. «¿Es tan difícil entender para un padre que no puede controlar para siempre la vida de su hijo?, ¡no es saludable!», resignándose a recibir esos sermones por unos cuantos años más hasta que termine su carrera.

Porque si no lo apoyaran con sus estudios y los gastos que realiza, hace buen rato que se hubiese independizado; pero a veces, la necesidad nos hace bajar la cabeza. Además que salirse de casa, significaría no volver a jugar con sus pequeñas hermanas a quienes adora con todo su corazón, aunque su esperanza se mantiene en que ellas crecerán y lo aceptaran como el hermano que siempre las ha querido.

Pues entiende que haber aceptado esa forma de amar le traerá muchas complicaciones, como sucedió en em pasado; y no solo con sus padres, también con personas como ellos que creen estar en lo correcto, poniéndose a señalar a los demás sin pensar en sus sentimientos.

«¿Acaso a alguien que señala a otros, se le puede calificar de buena persona?», se pregunta a sí mismo, soltando unos suspiros intentando calmar toda esa tensión acumulada. Porque ha tomado una decisión importante sobre su propia vida, es mejor enfrentar esa realidad que vivir escondido y frustrado.

Al menos está feliz de saber que no afrontará solo ese futuro, espera que su preciado chico de ojos miel este con él para apoyarse en todo momento; ese es su mayor anhelo que esperoa verlo realidad.

Con el tiempo ajustado, llega a la cafetería donde colocándose el uniforme, inicia su turno junto a su primo y varios amigos con quienes comparte prácticamente el día a día; no por algo dicen que tus compañeros de trabajo son tu segunda familia, ¿cierto?

Ha decidido aprovechar cada momento, porque en un par de semanas su horario se verá recortado por las clases prácticas que empezarán en la universidad, teniendo menos tiempo para frecuentar el segundo lugar que le brinda calma, porque el primero lo ocupan los momentos que comparte con Alberto.

—¡Oye Paulino!, hoy te ves demasiado entusiasta —pregunta María colocándose a su lado para entregar una boleta—. ¿Acaso sucedió algo interesante? —señalándole la sonrisa que no ha podido borrar desde que recibió un mensaje del rubio durante el camino.

—¡No es nada!, solo me parece que hoy será un día espectacular —responde con un guiño, para coger el dinero del cambio y marcharse a seguir atendiendo.

—Ya borra esa sonrisa que voy a pensar que tu novio te ha entregado otra cosa —susurra Héctor muy cerca de su oído, ganándose un codazo como respuesta.

—¡Cállate idiota!, tú y André solo piensan en perversiones, pobres de sus chicas —suelta en una divertida risa, marchándose para continuar con sus labores.

A Paulino le parece gracioso que con María vayan siendo cinco las personas, incluyendo a su primo que le han hecho la misma pregunta. «¿Acaso se me nota bastante?, ¿qué cara tendré?», se pregunta con cierta curiosidad mientras recuerda las expresiones de su chico, provocando que sus labios se sigan extendiendo en una enorme sonrisa.

Bueno, si es sincero, ahora se encuentra feliz y no puede ni quiere ocultarlo, pues su cantante favorito le hace sentir muchas emociones agradables que en su momento pensó no volvería a revivir por alguien.

Solo espera con ansias que llegue la hora de salida para marcharse a su encuentro y celebrar juntos esa importante fecha; porque como dicen por ahí, celebrar un cumpleaños le demuestra a la otra persona tus verdaderos sentimientos. Así que ha decidido aprovechar esa oportunidad que le ha caído desde el cielo para demostrarle lo realmente importante e indispensable que se ha vuelto en su vida, hasta formando parte de sus pensamientos.

Y como si sus deseos fuesen escuchados, su turno acaba de terminar y dejando todo arreglado, toma su chaqueta para salir en compañía de sus amigos, quedando con Héctor encontrarse dentro de una media hora en el edificio donde los chicos ensayan.

Se despide de los demás con una sonrisa para acompañarse con María que intenta sacarle algo de información sobre el porqué de tanta felicidad.
—En serio no es nada, digamos que me desperté con el pie derecho e intentado mantener ese ánimo todo el día —responde con una sonrisa—. Sigo siendo el mismo de siempre, un atractivo y coqueto moreno —recibiendo un codazo como respuesta por semejante ocurrencia.

Haber aclarado la situación con la muchacha que en su momento se le declaró, le alegra bastante porque no es de las personas que le guste dar falsas esperanzas, sobre todo si es alguien realmente importante como una mejor amiga. Así que, caminando un par de cuadras más, se despiden y cada quien toma su respectiva dirección.

—Acabo de recordar que no le he comprado un presente a Alberto —hace memoria intentando acordarse que puede gustarle al rubio como para obsequiarle. Porque llamarlo a estas horas para preguntarle, no sería correcto, además que arruinaría la sorpresa; y ni siquiera pensar en hacerlo con sus amigos. Imagina que Diego o Dustin pegarían el grito al cielo, tachándolo de novio irresponsable; claro que aún son solo amigos, pero igual no piensa arriesgarse.

Intentar recordar entre todas las conversaciones que han tenido para decidirse por un buen regalo, no está ayudando en nada. «¿Qué le puedes regalar a un muchacho que prácticamente lo tiene todo?», pues imagina que su familia, amigos y hasta admiradores han de colmarlo de regalos.

—¡Waaa...!, todo esto es tan confuso —suelta con resignación al no haberse decidido y al notar en su reloj que solo quedan quince minutos para encontrarse con Diego como han pactado. Aunque cuando estaba por darse por vencido, su mirada parece deslumbrarse con una tienda, decidiendo que es la mejor y única opción.

Con el tiempo tocándole los talones y con una correteada que lo ha hecho llegar con solo diez minutos de retraso, Paulino se encuentra con la ceñuda mirada de Diego que lo espera con brazos cruzados en la recepción.

—¡Caramba tío!, veo que eres más demorón de lo que pensaba —comenta el muchacho tomándolo del brazo para obligarlo a caminar—. Hasta Héctor y André han llegado antes que tú, sin ti obviamente no podías empezar —agrega para ingresar en uno de los ascensores.

—¡Lo siento!, ¡en verdad lo siento! —se disculpa intentando recuperar el oxígeno para sus pulmones—. Me entretuve con el regalo que le iba a entregar —responde ante la curiosa mirada de su acompañante al mostrarle una pequeña bolsa.

—¿Qué le has comprado?, ¿algún anillo de boda?, ¿le propondrás matrimonio delante de todos? —pregunta Diego con evidente alegría, dando saltitos de emoción.

—¡Quien sabe!, tal vez y me anime a poseerlo por completo esta noche —responde en una sonrisa pícara y moviendo las cejas de forma coqueta, causando que el chiquillo suelte un fuerte gritillo, insistiéndole en ser el primero en enterarse del contenido del paquete—. Es un secreto hasta más tarde —es su afirmación para notar un puchero en los labios ajenos, junto a una mueca de resignación.

Llegando a su destino, los muchachos dan la orden para que todos se coloquen en sus lugares, mientras Edward va a despertar a Alberto, que después del ensayo cayó en un profundo sueño. Pues Felipe se había encargado de cansarlo para que durmiera un buen rato y no se percatará de la sorpresa.

Dejando las luces medio encendidas, cada uno toma su posición al escuchar la voz del susodicho.

—Podemos hablar en la sala de descanso, no tengo muchas energías para caminar hasta la zona de entrenamiento —Alberto parece estar quejándose por haber despertado, porque hasta donde lo conocen ese chiquillo es un vicioso del sueño.

—Te dije que es urgente, tu jefe está como loco porque ha pasado un mes y no tienes preparada la canción que lanzaremos en menos de seis meses —se escucha la gruesa voz de Edward regañando a su acompañante, escuchándose como sus pasos se van acercando.

Cuando la puerta se abre de par en par, todos salen de sus lugares y gritan sorpresa, encendiendo las luces para encontrarse con un asombrado Alberto con una ropa tan simple que parece un pijama y con el cabello todo alborotado por recién haber despertado. Al principio no reacciona al canto que todos le están realizando, observando a cada presente hasta chocar miradas con Paulino, quien nota como los mofletes ajenos toman un evidente color.

—¡Mo!, me hubiesen avisado para arreglarme un poco antes de venir —el rubio se queja ante las risas de los demás por su respuesta a la canción de cumpleaños que le han interpretado.

—Pero si no hay nada más adorable que verte recién despierto, esa imagen es insuperable —comenta Leonardo abrazándolo mientras que Dustin toma la primera foto de la noche.

—¡En verdad son unos tontos! —responde Alberto en un puchero, ganándose más de una palabra describiéndolo como adorable.

Tomando la palabra, los chicos hacen que todos queden en silencio para iniciar con lo planeado, invitando a Alberto colocarse en el centro de la mesa para escuchar los mensajes que cada uno a preparado expresando sus sentimientos. Claro que solo de sus cinco amigos, su entrenador, Edward y Paulino; porque con todos los invitados, pasaría la noche y nunca acabarían.

Luego de algunas conmociones y muchos aplausos, es momento de las fotografías del recuerdo. Como primera toma están los seis chicos del BL801 que entregan sus mejores muecas para una infinidad de imágenes, algunas que serán reveladas en sus redes sociales como agradecimiento hacia sus admiradores por las atenciones que han tenido con el rubio en su día. Así van pasando en grupos para felicitar al cumpleañero y hacerse de un recuerdo a su lado.

Llegando el turno de Paulino junto a sus acompañantes, acercándose para tomar a su chico de la cintura y juntar sus cuerpos en un ligero roce.

—¡Por fin eres legal! —susurra muy cerca del oído ajeno —ahora no tendré arrepentimientos en lo que pase entre nosotros —suelta en un soplido para sonreír al llamado de Dustin, dejándolo con muchas emociones que el otro intenta tranquilizar.

—¡Eres un pervertido! —es la respuesta que obtiene a sus insinuaciones.

La noche continúa entre diversión, muchas golosinas que Diego y Dustin no dudan en esconder entre sus bolsos para enviciarse después cuando se encuentren a solas, y disfrutando de las ocurrencias de los muchachos que no dudan en contar sus más íntimas anécdotas molestándose entre ellos.

Con unas señas, Paulino le pide a Alberto que lo acompañe hacia el balcón de la habitación, pues considera que ha llegado el momento de entregarle el recuerdo que le ha comprado para esta fecha especial.

—¿Qué sucede?, ¿no te estás divirtiendo? —pregunta el rubio confundido al notar una expresión avergonzada en el trigueño.

—¡No es eso! —responde esquivando la mirada mientras reúne el valor para entregar el pequeño paquete que tiene en las manos, pues espera que sea del agrado del cumpleañero—. Solo quería entregarte esto en privado —suelta rápido las palabras extendiendo una pequeña bolsa.

Alberto observa curioso el paquete que Paulino le entrega en las manos, extrayendo una pequeña cajita plateada.

—¿Para mí? —pregunta ingenuamente, dibujándosele una sonrisa en los labios.

—¡No!, para el vecino —responde entre risas—. Obviamente es para ti —comenta más calmado revolviéndole el cabello.

Sin poder ocultar su emoción, abre la pequeña caja encontrándose con una pareja de pulseras plateadas, conectadas en un dije en forma de corazón donde en el centro se dibujan dos medias lunas.

—Me explicó la muchacha de la tienda que este dije representa la esperanza del amor —comenta Paulino extrayendo las pulseras para separarlas, quebrándose el dije en dos—. Cuando dos personas que se aman llevan puestas una parte del corazón con la media luna que lo acompaña, quiere decir que sin importar las situaciones que atraviesen o la distancia que exista entre ellos; su amor siempre resplandecerá buscando el momento exacto para juntarse y no separarse nunca más —agrega colocándole una pulsera e imitando el acto consigo mismo.

—Eso quiere decir... —Alberto es interrumpido por un dedo de Paulino que le pide silencio.

—¡Feliz cumpleaños! —susurra para acercarse y darle un fuerte abrazo, apretándolo entre sus brazos mientras juntan sus cuerpos, logrando sincronizar los latidos de sus corazones en uno solo; en un solo vibrar, un solo palpitar de sentimientos.

Quedando frente a frente se observan fijamente, chocando sus miradas que provocan se pierdan en la inmensidad del otro, en un sinfín de emociones por explorar y que en cualquier momento rebalsaran para juntarlos en uno solo.

—El otro fin de semana mis padres viajaran con mis hermanas, visitaran a unos tíos fuera de la ciudad —comenta Paulino rompiendo el agradable silencio que se había formado—. ¿Te gustaría que pasemos el fin de semana en casa? —pregunta sin desconectar sus miradas, ganándose con el rubor como respuesta.

—¡Sí!, ¡por supuesto! —contesta Alberto escondiendo el rostro en el cuello de su acompañante.

—¡Oigan tortolos!, dejen de estar secreteándose amor —la voz de Leonardo interrumpe el cálido momento, encontrándose con la mirada indiscreta de muchas personas y algunos flashes que les hacen subir toda la temperatura a sus mofletes—. Si no se apresuran Diego y Dustin arrasaran con toda la mesa —agrega en una risa ganándose más de una queja.

Ambos se observan demostrando una evidente emoción en sus miradas, tomándose de las manos para regresar junto a sus amigos que no pierden ni un segundo para fastidiarlos.

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