09: NO a la tristeza
—Mañana continuaremos con los ensayos, asegúrense de dormir bien si quieren llegar completos al día de la presentación —la voz de Felipe se pierde detrás de la puerta de un taxi, desapareciendo entre las oscuras calles de la ciudad.
Cada quien como es costumbre empieza a marcharse, Dustin se acompaña con Jun porque como todo mejor amigo viven muy cerca, aunque esta ocasión son escoltados por Osmar que no duda en tomar la mano de su novio. Leonardo va en carro con Benjamín, pues en esta oportunidad Diego se quedará en casa de Damián porque le ha prometido a su cuñada ir para asustarse un rato con algunas películas de terror. Ojalá y solo sea eso, no me malentiendan.
Y bueno, eso deja a Paulino y Alberto caminando en completo silencio porque ninguno sabe sobre cómo iniciar o qué hablar. Nuestro rubio no entiende por qué, pero ha sentido a su acompañante un poco distante, como si algo le molestara. Quizá solo sean suposiciones suyas por lo contrariado que ha estado después de las sabias, «para mí fatales», palabras de Dustin. Puede que sin proponérselo haya estado rechazándolo y ahora el trigueño esté actuando de esa extraña manera.
Quiere hablar, decir algo para romper la tensión del momento; pero los rápidos movimientos de Paulino hacen que sus miradas se conecten. Como lo suponía, ese inusual comportamiento ha sido culpa suya, una simple confusión.
Alberto sin desearlo conscientemente, aunque muy dentro de sí una voz le grita que solo se deje guiar, los labios de ambos se unen en un simple roce; pero se estremece cuando Paulino demanda más profundidad, sintiendo como intenta abrirse paso mientras lo toma de la cintura, acercándolo más. Por el repentino aventón, el rubio casi tropieza, haciendo que choquen contra una pared y perdiéndose en esa dulzura que solo el otro puede brindarle.
Sin embargo, Paulino de repente se aleja como si algo le incomodara, «acaso... ¿habré hecho algo mal?». Quiere hablar, preguntarle sobre sus sentimientos y si esos besos tienen algún significado como para él. «Tal vez Dustin tenga razón y es momento de sincerarnos, aclarar las cosas para evitar confusiones por ambas partes», se anima a sí mismo hasta que escucha esas palabras...; palabras que frenaron toda su emoción, borrando su valentía y provocando una extraña sensación de vacío.
—¡Lo siento!, pero mi corazón le pertenece a otra persona —esas palabras terminaron aquello que no ha iniciado.
Varias lágrimas se acumulan amenazando con escapar, no quiere hacerlo, no quiere ser imprudente. Intenta calmarse pensando en que todo puede ser una broma, pues el muchacho que tiene enfrente suele mostrarse en ocasiones de esa manera. «No puede ser cierto, ¿verdad?», aunque se cachetea mentalmente cuando ve esa mirada que nunca le ha mentido.
Desea ser fuerte como sus amigos, sonreír y decir que no se preocupe, que todo está bien. Después de todo, solo es una ilusión que desde el principio debía quedarse así, no hacerse ideas donde nada existía. Pero por más que se esfuerce, sus emociones lo traicionan. «Es ridículo, ¡lo sé! Nos conocemos menos de dos meses y ya estoy sufriendo como una comprometida a quien le han terminado días antes de la boda», se reprende mentalmente por su tonta reacción.
—¡Lo siento!, no quería hacerte sufrir, ni tampoco ilusionarte —Paulino observa como los ojos del rubio se vuelven cristalinos, pero su fuerza de voluntad es más grande, tal vez orgullo—. Tenía que ser sincero y decirte que mi corazón le pertenece a otra persona.
—¿Por qué? —Alberto lo confronta, conectando sus miradas y preguntándole el porqué de aquellos besos que han compartido. En su opinión, no es correcto que lo haya ilusionado, cuando estaba enamorado de alguien más.
Paulino suelta un pesado suspiro, como si dejar escapar esas palabras que rondan en sus pensamientos no fueran las correctas. Aunque comprende que es mejor sincerarse, porque su acompañante está abriéndole su corazón y lo correcto es corresponder con la verdad.
—Esa noche cuando escuché los gritos, al adentrarme en el callejón mi sangre hirvió cuando vi que intentaban esos desgraciados, por eso mi reacción tan violenta —según el trigueño, todo cambió cuando sus miradas se encontraron, pues esa imagen le recordó a una persona especial—. Te pareces bastante a él, en ese momento juraba que eras él, la persona de la que siempre he estado enamorado —con esas palabras aunque duelan, destruyen las pocas ilusiones que Alberto mantenía.
Se niega a creer que todo ha sido mentira. Si esas palabras son correctas, cuando lo miraba, cuando le sonreía o cuando le coquetea, en realidad estaba pensando en esa persona. —Tus gestos, tu comportamiento, tus expresiones, todo me recuerdan a él —son suficientes confesiones para darse cuenta que es mejor marcharse a casa—. No voy a negar que es diferente, por eso desde el inicio no he podido dejar de verte; pero Peter aun golpea mis pensamientos y mi corazón —escuchando lo que más temía, no estoy preparado.
Es cierto cuando dicen que hacerse expectativas con alguien sin conocerlo, sin saber si comparte los mismos sentimientos, no es correcto ni saludable; pues el enamoramiento en sus inicios es una experiencia cruel si no aprendes a manejarlo.
Alberto siempre ha fantaseado con ese primer amor como lo describen los cuentos o las novelas románticas, hasta llegó a creer en las canciones que interpreta cada día. Pero las palabras de Dustin son correctas... «no te estoy diciendo que es el amor de tu vida o tu persona especial. Simplemente sientes algo diferente y cuando hables de tus sentimientos con él, descubrirás si realmente es alguien especial o una ilusión. Ya sabes, el enamoramiento es confuso y solo viviendo lo comprenderás».
Entiende que se ha dejado engañar por una ilusión que solo él ha creado. Siempre se propuso ir por el camino de la razón, pero es difícil lograrlo cuando eres un adolescente, ¿cierto? Ahora entiende que está aprendiendo y que la desilusión es parte del paquete.
—El primer beso fue porque me recordaste a él, el segundo porque quería ayudarte a escapar de esa multitud —responde Paulino a las dudas que Alberto le cuestiona—. Y ahora..., pues ahora tenía esa necesidad, aunque igual terminé escuchándolo.
—Entonces en la próxima ocasión, si me ves en aprietos no me ayudes, no necesito de tus besos para tranquilizar a mis admiradores o para solucionar mis problemas —suelta esas palabras con rudeza, pensar no está ahora en su cabeza.
Dándose media vuelta para marcharse, siente la calidez que le emite el tacto ajeno junto a esas palabras intentando detenerlo, temblando cuando su aliento choca contra su cuello. Esas emociones están despertando y entiende que no es correcto.
—¡No es necesario!, puedo llegar bien hasta casa. No debes volver a preocuparte por mí —se suelta del agarre para correr unas cuantas cuadras antes de tomar un taxi y desaparecer por las oscuras calles, dejando atrás a esa persona que espera superar pronto. Bueno, después de todo una ilusión no duele más que el verdadero amor, ¿cierto?
El siguiente día tampoco es mejor ni muy alentador, sobre todo si te has pasado la noche despierto pensando en porqué te dejaste embaucar por tontas fantasías que tú mismo creaste. Entrando en el mismo círculo vicioso y cayendo en más lamentos que te dejan una extraña sensación de vacío mezclado con tristeza, aunque ni una lágrima haya escapado. «Creo que no es tan malo, si no lloré significa que no dolió y eso es buena señal, ¿cierto?», ha intentado mantener esa idea en sus pensamientos para borrar toda lógica que su traicionera mente daba para justificar las palabras y acciones del trigueño.
Además que escuchar todas las canciones que has interpretado, mostrando un especial interés en aquellas que hablan de amores prohibidos, imposibles o no realizados; es como dicen las madres echarle limón a la herida. Soltando el suspiro número doscientos si su memoria no le falla, recuerda cuando les aconsejaba a Dustin y Diego no hacerse expectativas hasta estar seguros de los sentimientos del otro.
—No sirvo para seguir mis propios consejos —porque en su opinión, cualquiera de los dos era más susceptible a caer en una decepción amorosa y posterior depresión; pero ha resultado todo lo contrario.
Así que, con deseos de pensar menos porque la desvelada le ha servido para concluir que sí está interesado en Paulino como algo más que un amigo, que le agrada tenerlo a su lado, conversar con él y compartir momentos divertidos; también entiende que no es un púber para estar sufriendo por algo que no se pudo y no podrá ser.
Ha decidido tomarse el día para descansar de tanta charla que ha tenido consigo mismo, «es más cansado que hablar con mis amigos, al menos ellos terminan entendiendo rápido», suelta una risa divertida ante ese pensamiento. ¡Sí!, este muchacho puede ser terco cuando se lo propone.
Por eso, cuando a primera hora su madre tocó la puerta para despertarlo, respondió que no asistiría al trabajo por sentirse decaído, fingiendo tener un fuerte resfriado y pidiendo estar tranquilo todo el día para dormir y recuperar fuerzas. Solo ruega que esa excusa haya sido suficiente como para espantar a algunos interesados.
Toc toc, pero el sonido de la puerta le avisa que el universo no está a su favor, porque un segundo y hasta tercer llamado le advierte que alguien está afuera esperando por una respuesta.
—Me siento muy mal y no quiero salir, déjenme dormir un rato —comenta fingiendo una voz adolorida, tomando las cobijas y cubriéndose de pies a cabeza.
—Estés preparado o no, desnudo o con ropa, no me interesa porque igual voy a entrar —y escuchar esa temida voz seguida de un fuerte pum, hacen que se siente de un rápido movimiento en la cama. «¿Acaso Dustin ha abierto la puerta de un golpe?».
Y ahí frente a él apoyado en el marco de la puerta se encuentra la persona que lo empujó a buscar la verdad, con unas bolsas transparentes que muestran dos enormes potes de helado junto a un pastel de chocolate que coloca en una repisa junto a otras cosas.
—No me importa que estés con fiebre, con la gripe porcina o que estés a un paso del otro mundo —el pelinegro se acerca, sentándose a un costado en la cama—. A mí no me vas a dejar fuera de este asunto cuando soy el más involucrado —y con esas palabras, suspira al percatarse que su amigo se siente culpable, algo que quería evitar.
El no planear encontrarse con los chicos por un día, era porque preguntarían cómo van las cosas con Paulino, o sabía que lo llenarían de preguntas en cuanto se enteraran. Y que tal vez Dustin con Diego se sentirían culpables por pensar que ellos alentaron una posible relación, empujándolo a acercarse más al trigueño.
Quería evitarles esas ideas y ese mal rato, pero tampoco predijo que sus amigos se preocuparían apenas escucharan la palabra enfermedad. Una sonrisa se le escapa al chocar con la realidad, porque sin importar las dificultades, sabe que tendrá a esos cinco chicos cerca para animarlo y apoyarlo.
—¿Te rechazó? —estaba preparado para esa pregunta, en algún momento tendrían que hacérsela—. ¿O simplemente se escudó en esas tonterías de no ser gay y que solo estaba curioseando?, porque si es la segunda déjame decirte que lo buscaré y escuchará unas buenas reclamadas de mi parte —detiene a su amigo cuando escucha esas palabras, pues lo conoce de sobra como para saber que es capaz de eso y mucho más. No por nada tiene a su prima como ejemplo.
—Simplemente me dijo que no sentía lo mismo, que me ve como un amigo y nada más —responde con la voz más serena, pues hondar en detalles o mostrar que su primera desilusión duele no sería correcto.
—¡Me estás mintiendo!, solo no quieres preocuparme, ¿cierto? —ese mensaje lo hace reaccionar, pues entiende que a ellos no puede mentirles porque siempre terminan leyéndolo—. Si intentas que esté tranquilo, déjame decirte que así solo me inquietas más —el pelinegro deja caer su frente, juntándolas para regalarle una cálida sonrisa.
—¡Gracias! —susurra devolviéndole el gesto.
Con sus miradas conectadas, Dustin entiende el mensaje del rubio, no es momento para hablarlo ni hacer preguntas incómodas. Alejándose suelta una ligera sonrisa ante una idea que ha cruzado por sus pensamientos, mientras se deja caer en una silla.
—Pero si quieres librarte de alguien y de los berrinches que te pueda hacer, déjame decirte que debes buscar mejores excusas para tranquilizar a Diego, porque... —Dustin no termina de hablar cuando escucha como la puerta de la primera planta se cierra de golpe, para seguido escucharse unas fuertes pisadas hasta la habitación.
De pronto, como si lo hubieran tele-transportado con magia, el mencionado ingresa a velocidad, arrodillándose cerca a la cama mientras toma la mano de su amigo, para con lágrimas en los ojos pedirle disculpas en todos los idiomas existentes. Porque en su opinión, de no haber invitado a Paulino en dos ocasiones a la empresa o no insistir en la primera cita que tuvieron, Alberto no se habría hecho falsas ilusiones.
—¡Tranquilo!, es mejor saberlo ahora, antes que siga ilusionándome tontamente y después fuese más doloroso —responde con la misma tranquila sonrisa que lo caracteriza, respondiéndole al pequeño llorón no odiarlo por ser imprudente—. Aunque a veces si deberías controlarte un poco.
Error de palabras, porque eso ha provocado que Diego empiece a llorar descontroladamente, pero nada que unas cuantas caricias no puedan calmar.
—Sabes que igual, imprudente o no, te sigo queriendo —suelta Alberto regalándole un guiño para devolverla la tranquilidad.
—Igual le diré a Damián para ir a buscarlo, le dará un buen susto que no le quedara más ganas de volverse a acercar —de pronto Diego ha recuperado esa insaciable energía que demuestra, resaltando que su novio va a cuidarlos a todos, haciendo reír a los muchachos por el temor que el mencionado puede causar en personas que no lo conocen.
Y haciéndose a la idea que no tendrá el tranquilo día que buscaba, porque ver ingresar a los demás chicos con más bolsas en mano, le hace saber que será un día más agitado que estando en el trabajo. Aunque mejor de esa manera que andar deprimido, ¿verdad?
—He traído algunas buenas películas y deprimentes que nos ayudarán a demarrar todas las lágrimas que nos falta por sufrir —dice Dustin colocando algunos paquetes sobre la cama—. También compré los helados más grandes que encontré en la tienda.
—Pero hoy tenemos ensayo, Felipe va a alocarse si no nos ve llegar —interrumpe Jun al descubrir las intenciones de sus amigos, pues Diego ha empezado a servir algo de helado junto a una tajada de torta de chocolate, mientras que los demás buscan donde acomodarse.
—No se enojarán si faltamos un día, además merecemos un buen descanso después de tanta explotación —responde el pelinegro haciendo que Alberto comprenda el mensaje, aunque entiende que así se resista, todos terminarán por acatar esas órdenes—. Llamémoslo como un día de castigo para Felipe, después de todas las torturas que nos ha hecho padecer.
Como en todo complot de diversión o relajo, Diego es el primero en apoyar las palabras de su amigo, fingiendo estar adolorido por las últimas palabras. Aunque cuando llegan las verdaderas consecuencias, son los primeros en retractarse.
Así que sin más opción que continuar en el mismo barco, los chicos acatan las instrucciones de Dustin, avisando en sus casas que pasarán el día acompañando a Alberto porque se ha resfriado; aunque la primera advertencia es no dar información de sus paraderos. También ha denegado la petición de Diego en invitar a Osmar y Damián, porque en su defensa será un día entre amigos; además que situaciones de pareja deprimirían más al rubio. El mencionado no ha podido intervenir en esa conversación, porque la mirada furiosa de Dustin es más aterradora que cruzarse con Damián en uno de sus malos días.
Con todos los celulares apagados, le pide a la mamá de su amigo que los esconda en algún lugar inalcanzable para ellos, porque no quieren interrupciones hasta la noche que regresen a casa; si es que no hacen una pijamada amaneciéndose en los videojuegos.
—Después hablare con mi prima para explicarle, siempre tengo el arma perfecta para convencerla —menciona ante el evidente miedo que muestran los demás, aunque logra tranquilizarlos con esas palabras.
Albertos suspira resignado, imaginándose a Felipe moviendo gente desesperado para buscar a su sexteto de ángeles como suele llamarlos en ocasiones cuando quiere motivarlos, o su sexteto de demonios cuando logran enfadarlo. También ruega con mucho fervor para que su renegón jefe no termine por imponerles un castigo que los haga arrepentirse por tres resurrecciones seguidas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro