07: Consejos
Durante el fin de semana, Alberto se ha esforzado bastante, realmente lo ha intentado; pero a las finales solo conseguía llenar su habitación de papeles arrugados, porque ni una idea le parecía correcta para la nueva canción que debe entregar en pocas semanas. Situación que terminó frustrándolo, haciéndolo sentir bobo por andar recordando una sola cosa.
A las finales, terminó convirtiéndose en un consumidor compulsivo de series taiwanesas y tailandesas, esas llenas de drama y mucho amor empalagoso; mismas historias recomendadas por Diego y Dustin, pues en una ocasión les escuchó conversar diciendo que aquellas novelas los ayudaba a entender sus sentimientos. Aunque la realidad es otra, pues ha terminado más confundido y aceptando una evidente verdad, le gusta Paulino.
Y se preguntaran, ¿por qué toda esta maraña de confusiones?
Sucede que más son las horas donde sus recuerdos terminan traicionándolo, haciéndole recordar los besos que ha compartido con Paulino y han pasado a convertirse en más de uno, casi en un ritual de despedida; resaltando un pequeño detalle, que han sido sus primeros e inexpertos besos. Es su primera experiencia en el camino al enamoramiento.
Y es que no comprende el comportamiento del moreno, pues parece como si estuviera dándole cuerda para ilusionarse o como si buscara una forma de coquetearle. Pero, ¿será eso posible?, porque hasta el momento no ha comentado algo al respecto, ni siquiera una explicación del por qué. Convirtiéndose esos momentos en los culpables de su falta de concentración en el trabajo y en todo a su alrededor, porque no puede quitarlo de sus pensamientos, llegando incluso a soñarlo en situaciones que nunca había imaginado.
—Más bien fueron pesadillas —se susurra a sí mismo al sentir como sus mejillas empiezan a arder por los recuerdos de esos sueños, además que el sonido de la puerta le avisa que alguien ha llegado.
—¡Oye, pequeño dudoso!, ¿ese milagro que has osado interrumpir mi sueño tan temprano? —se escucha la voz alegre de Dustin mientras ingresa a la habitación—. Me sorprende que me llamaras quedando en reunirnos antes que llegaran los demás. ¿Acaso te me vas a confesar? —suelta en tono pícaro mientras le guiña un ojo junto a una mordida de labio—. ¡Lo siento!, recuerda que tengo un novio al que adoro con mi corazón —sonríe divertido cuando lo observa hacer un puchero.
Alberto se reprende mentalmente, porque se está arrepintiendo de haber llamado de forma impulsiva a su amigo, diciéndole casi desesperado que necesita conversar urgente con él. Es cierto que tiene la necesidad de conversar con alguien para aclarar un poco sus pensamientos, ha intentado hacerlo por sí mismo pero no ha dado el resultado que esperaba. Por eso creyó que alguien con la misma experiencia sería la persona ideal, así podrá decirle si sus suposiciones son correctas o simplemente está confundido porque Paulino fue quién lo ayudó en uno de sus peores momentos.
Y se preguntaran... ¿por qué Dustin?, bueno esa respuesta es sencilla. Resulta que el amor de Diego lo vivieron de cerca cuando todos se mudaron por un año a un internado y los demás chicos no tienen pareja por el momento. Solo el muchacho que tiene al frente ha pasado por una situación similar, pues terminó confundido cuando reaccionó a sus sentimientos, dándose cuenta que estaba enamorado de quién llamaba primo, pues las familias de ambos mantienen una amistad de tiempo.
—¿Acaso quieres conversar sobre Paulino? —el único inconveniente con su amigo, es que desde su noviazgo ha obtenido más confianza, volviéndose alguien demasiado directo para su gusto—. Creo que estás dándole muchas vueltas, solo deberías soltarlo y listo —agrega con una confiada sonrisa, como si llegar a esa realidad fuese tan fácil, o eso piensa.
—La verdad es algo más complicado —intenta ordenar sus pensamientos antes de soltar algo que lo ponga en evidencia o mucho peor, termine por confundirlo más.
—¿Acaso has estado actuando raro porque no comprendes tus sentimientos hacia Paulino? —la pregunta lo sorprende, realmente lo sorprende. «¿Acaso puede ser tan fácil de leer?».
—¿Qué quieres decir? —pregunta fingiendo confusión, aunque sus emociones siempre terminan por delatarlo, como ahora que sus manos se encuentran inquietas.
—No te hagas el tonto conmigo que no te queda, desde que conociste a ese chico guapo has estado actuando extraño —comenta Dustin colocándole un espejo enfrente, señalándole el ligero rubor que muestran sus mejillas—. En los ensayos has estado distraído, en las prácticas de canto olvidabas las letras, ni siquiera en tus días de descanso has estado tranquilo. Parece que tu mente está en otro lado y todos se han dado cuenta, por algo eres el integrante que más regaño has recibido en menos de un mes —expresa mostrándose orgulloso junto a una radiante sonrisa, como si hubiese puesto en evidencia algo realmente secreto.
Alberto vuelve a regañarse mentalmente, no puede creer que sea tan fácil de leer, porque a pesar de no haber hablado su comportamiento termina por delatarlo; por algo las mentiras no son lo suyo, por más insignificantes que parezcan. Pero de algo está seguro, cualquiera de los chicos es confiable y sabe que estarán en cualquier momento para ayudarlo. Por eso ha decidido confiar en el muchacho que tiene al frente.
—¿Cómo supiste que te gustaba Osmar?, porque puede que a mí me esté sucediendo lo mismo, ¡tal vez! —se apresura a aclarar, porque a pesar de haberse propuesto a mostrarse neutro, no puede ocultar sus evidentes expresiones.
—¡Uhm!, en realidad es una pregunta complicada —Dustin parece estar pensándolo—. ¿Estás enamorado de Paulino? —su pregunta es tan directa, provocando que toda la sangre le suba al rostro, afectando también a sus orejas.
—Y-yo..., yo..., yo no estoy enamorado, no creo estarlo —responde entre tartamudeos, sus pensamientos son un caos en este momento—. Pero creo que tal vez siento algo, tal vez un gusto —suelta en un susurro.
Con esa respuesta su acompañante sonríe triunfante, como si hubiese buscado ponerlo en esa situación. Acercándose a él lo atrapa en un abrazo, arrastrándolo hacia la ventana.
—Tu respuesta sigue siendo confusa, decir que te gusta alguien es... ¿complejo? —comenta Dustin señalando hacia el exterior—. A ti te pueden gustar muchas personas, como a mí me gusta el chico que está cerca al semáforo, me agrada su forma de vestir —y con esa proposición se gana un codazo.
Dustin ríe ante la impaciencia de su amigo, pidiéndole que espere por una respuesta más detallada. Intenta buscar las palabras adecuadas para explicarle que a uno puede gustarle muchas personas, en el caso de ellos muchos chicos, pero eso no significa que estés enamorado.
—A mí también me gusta Paulino porque me parece un chico simpático, también me gustas tú porque me fascinan tus tímidas expresiones—sonríe mostrando su perfecta sonrisa de comercial—. Te pueden gustar muchas personas que es normal, pero amar solo a una.
Con ese comentario, nuestro protagonista se muestra un poco confundido, sus pensamientos se han disparado y ahora se encuentra más mareado que antes. Aunque sí entiende el punto de su amigo, comprende por dónde van sus palabras. Porque una persona puede gustarte por su físico, por su personalidad, por su buen gusto para vestir; pero eso no significa que estás enamorado, ¿verdad?
—¡Tú me gustas mucho!, pero siento decirte que no te amo, no más allá de una bonita amistad —dice el muchacho tornándose serio—. En cambio, Osmar es todo para mí, estoy enamorado de él y de cada una de sus locuras. Cuando estoy cerca siento como mis nervios me traicionan mostrándome como un idiota que no sabe cómo reaccionar, mis mejillas también son molestas porque empiezan a ruborizarse, mis manos no dejan de sudar y mi estómago revolotea como si miles de mariposas estuvieran atacándome. Sé que suena tonto, pero creo que eso es un indicio de estar enamorado.
Alberto sonríe cuando Dustin le hace prometer no contarle a Osmar, —si se entera de lo que acabo de decir, ten por seguro que se volverá más engreído —suelta para ambos comenzar a reír. Y es que ahora está sintiéndose mejor, porque por primera vez entiende las sensaciones que experimenta cuando el trigueño se acerca o solo cuando lo admira de lejos. Que significan esas emociones cuando sus labios se fusionan en uno solo. Pues si las palabras de su amigo son ciertas, eso significa que él está enamorado.
Porque es cierto que sus amigos le gustan, cada uno tiene lo suyo. También hay chicos que en algún momento han captado su atención, pero la emoción no va más allá de un simple wao, a diferencia con Paulino.
Pero hay otra duda que no logra comprender, no seamos impacientes con este chico, recordemos que es su primer enamoramiento. ¿Y cuál es la pregunta?, pues... ¿es fácil amar a una persona en tan solo unos encuentros?, digamos que con Paulino conversa todos los días, se conocen un poco más; sin embargo, no se han frecuentado tanto como para decir que quiere formalizar una relación.
—¡No seas tonto!, no te estoy diciendo que es el amor de tu vida o tu persona especial como piensas —Dustin trata de calmar a su amigo, recuerda que es muy romántico y su cabeza debe estar un caos—. Simplemente sientes algo diferente, tratándolo y hablando de tus sentimientos con él, descubrirás si realmente es alguien especial o simplemente una ilusión. ¡Ya sabes!, el enamoramiento es confuso y solo viviéndolo lo entenderás.
El pelinegro le revuelve el cabello, pues sabe que ese gesto logra calmarlo cuando empieza a sentirse nervioso. —Tal vez deba contarle a Paulino para que sepa cómo tranquilizarte —suelta en una risa, ganándose un manotazo junto a un puchero como respuesta; pero sabe que ha logrado su objetivo, aunque la curiosidad pica más.
—Entonces... ¿estás enamorado de Paulino? —pregunta su acompañante volviéndolo a la realidad, respondiéndole con un corto y casi inaudible sí—. ¡No escuché!, debes hablar más fuerte porque sabes que tengo problemas de audición —sonríe ante esa mentira.
—¡He dicho que sí! —suelta en un tono más alto, recibiendo pellizcos en las mejillas junto a palabras que describen lo tierno que puede verse en situaciones como aquellas.
En opinión de Dustin, lo ideal sería que Alberto sea sincero con Paulino, confesar sus sentimientos para saber si son recíprocos. Aunque esa es una idea que no comparten.
—¿Y si me rechaza?, ¿puede que no sea gay? —se muestra un poco inquieto.
—¿Estás hablando en serio? —Dustin enarca una ceja—. Uno no va por la vida robándole besos a un chico sin ser gay —a pesar de esa afirmación, aún se siente confundido—. Pero si igual niega serlo o simplemente te rechaza, me hago responsable de comprar dos enormes baldes de helado para deprimirnos juntos viendo películas romanticonas hasta que no nos queden lágrimas ni mocos —agrega con una sonrisa al notarlo preocupado, revolviéndole el cabello.
—Yo pido de menta con chispas de chocolate —responde de inmediato mostrando una sonrisa, junto a una expresión de asco por el último comentario.
—¡Está hecho!, yo pido de chocolate y también de fresa, sabes que son mi tentación —agrega su amigo tomando su bolsa, pues su reloj de pulsera le indica que los demás deben haber llegado hace más de veinte minutos. Así que es momento que ambos se enrumben hacia las duchas, para así iniciar su agitado día.
Sonrientes salen de la habitación sin percatarse que alguien ha escuchado parte de su conversación, mostrando un inusual brillo en la mirada.
Luego de una relajante y refrescante ducha que ha sacado más de un grito para nada masculino en Dustin, ambos se colocan una vestimenta más ligera porque saben que estarán prácticamente todo el día en el trabajo, ensayando hasta caer agotados ante la mirada satisfactoria de su coreógrafo Felipe, que hace menos de cinco minutos les ha marcado enojado pidiéndoles se apresuren.
A pesar de eso, Dustin lo ha arrastrado hasta la recepción para recoger a su novio, encontrándose ahora caminando apresurados para no hacer enojar más a Felipe, que puede ser realmente despiadado en situaciones como esas.
—A veces creo que abusas de tus privilegios —suelta en una divertida risa, viendo como su amigo infla sus mejillas en un puchero.
—No tengo la culpa que Felipe está haciéndose cada vez más viejo y que no entienda el corazón de un adolescente enamorado —responde el pelinegro despreocupado mientras entrelaza sus dedos con los de su novio, provocándole más de un suspiro.
Pero escuchar unas voces un poco más adelante y reconocer una silueta, hacen que sus nervios golpeen su cuerpo y que todas esas emociones que se había propuesto a olvidar por un momento, vuelvan para atormentarlo.
—¡Oye Alberto!, ¿cómo te va? —saluda el dueño de sus pensamientos, mostrando esos adorables hoyuelos y esa sonrisa tan perfecta que logra idiotizarlo.
Muchas preguntas recorren por su cabeza, «¿cómo ha llegado?, ¿qué hace aquí?, ¿quién lo invitó?», y su primera víctima es la persona que tiene a su izquierda, encontrándose con un Dustin negando apresurado al leer su tenebrosa mirada de esto me lo tienes que explicar. Entonces, eso no explica cómo Paulino está ahora frente a él esperando por una respuesta.
Intenta tranquilizarse para que sus emociones no lo delaten, pero cuando intenta hablar una tercera lo interrumpe, sorprendiéndose al notar como Diego ha sacado medio cuerpo de la habitación, tomando a Paulino de la mano.
—¡Oye!, es bueno verte por aquí y que hayas traído compañía. ¡Pásale!, te estamos esperando —suelta emocionado jalando al trigueño hacia el interior del local, junto a otros dos muchachos que no reconoce.
Sin dar muchas vueltas, ingresa a la sala de ensayos encontrándose con un emocionado Diego dándole un beso en la mejilla a su novio, invitando a los tres nuevos a sentarse. Osmar también se acerca hacia la zona de descanso mientras Dustin se dirige al grupo.
—Diego, ¿me puedes explicar esto? —intenta que su tono de voz suene neutral cuando el más pequeño atraviesa por su lado.
—¡Gracias Diego!, eres un buen amigo —responde el pequeñajo sonriendo como si no entendiera el mensaje—. ¡No te preocupes!, yo también te quiero Alberto —deposita un beso en su mejilla, impresionándolo con ese atrevido comportamiento. Porque comprende que es momento de hablar con él para pedirle privacidad.
Con los gritos del entrenador, se cachetea mentalmente buscando calmarse, haciéndose a la idea que este día será el más complicado de toda su existencia. Hasta sus pies se sienten pesados al caminar hacia donde se encuentran los demás.
—Primero empezaremos por ensayar la canción, porque en menos de dos semanas estaremos lanzándola por la televisión y todo debe salir perfecto ese día —Felipe mueve desesperado las manos, indicándoles a cada uno tomar sus posiciones—. Recuerden que deben mantener la imagen que quieren transmitir con la letra...
Las palabras de su entrenador se pierden en su cabeza, está tan nervioso que no puede concentrarse. No es lo mismo cantar o bailar frente a más de tres mil personas que, aunque los quieras el sentimiento no va más allá, es como mentalizarte que debes hacer un buen trabajo. Pero es diferente cuando debes hacerlo frente a la persona que te ha robado la tranquilidad y los pensamientos.
En su interior, solo quisiera quedarse a solas con el pequeño indiscreto de Diego para darles unas buenas palmadas; aunque pensando bien, eso sería una malísima idea porque está seguro que el novio del menor lo aplastaría de un solo golpe, además que su inexpresión le aterra. Por otro lado, también acepta estar feliz por la presencia de Paulino, porque después de la conversación con Dustin que le ha hecho ver sus verdades, duda que tenga la valentía para llamarlo.
—¡Alberto!, deja de fantasear en China y concéntrate en lo que estoy diciendo —las palabras de Felipe lo despiertan de su ensoñación, percatándose que es momento de su pista; pero hay un problema, la letra ha desaparecido de su cabeza.
Al sentir las miradas de todos, rápido se sonroja más que un tomate, disculpándose en todos los idiomas posibles mientras escucha las carcajadas de los demás.
—¿Y qué es esto? —llega el momento que rogaba no sucediera—. ¡Diego!, me has traído al novio y al amante —suelta señalando hacia el grupo de invitados, aunque para lo segundo señala a Paulino—. Eres un chiquillo atrevido para hacer eso en mi entrenamiento, ¿no tienes vergüenza?
El más pequeño deja caer el micrófono de las manos para cubrirse el rostro y esa expresión que solo él sabe hacer cuando se encuentra avergonzado. Las carcajadas de los demás no se hacen esperar, pues Felipe a veces puede ser demasiado directo con ellos.
—N-no..., n-no..., no es mi amante —grita el mencionado entre tartamudeos—. Es el saliente de Alberto, a mí no me digas nada —esa respuesta no la esperaba.
—¿QUÉ HAS DICHO?, tú fuiste quien lo invitaste —grita Alberto ahora sí con un color indescriptible en el rostro.
Pero esos comentarios solo provocan que el mayor se enfade más, regañándolos por impuntuales y distraídos. —¡Pequeños irresponsables!, no me interesa saber si ellos son sus enamorados, sus amantes, si hacen un trío, una orgía o lo que sea... —grita al verlos discutir y a otros reír—. Aquí vienen a entrenar y solo en eso deben enfocarse —son sus últimas palabras para dar fuertes palmadas e indicarles sus posiciones para volver a empezar.
Felipe en realidad es una persona muy amigable, pero cuando se trata de trabajo puede llegar a ser la persona más aterradora de todas, es como un ogro que pide toda tu atención mientras va exprimiendo cada gota de tu energía. Con todo lo sucedido, Alberto suspira al darse cuenta que en realidad su día será realmente cansado, esperando terminarlo con bien y con algo de energía para llegar a casa.
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