06: Tal vez...
Ha transcurrido un poco más de dos semanas desde la última salida de nuestra pareja protagonista, donde improvisadamente terminaron volviéndose a besar. Situación realmente fastidiosa para Alberto, porque aquel arrebato por parte del otro ha terminado por confundirlo; más bien, por confirmarle un sentimiento al que intentaba negarse por considerarse un inexperto en ese campo.
No es que nunca se haya enamorado, acepta que ha sentido atracción por un par de chicos durante su época de escuela media, pero no pasaba más allá de simples saludos por considerar que nunca sería correspondido. Tampoco niega quién realmente es, solo que siempre ha pensado que el amor llegará en el momento menos esperado y que su cuerpo sabrá reconocer esa situación con sensaciones que describen como señales del enamoramiento. Sin embargo, eso aún no le ha sucedido, ¿verdad?
En el último mes ha sentido su cabeza hecha un lío, pues pensaba que el amor era un sentimiento que se construye día con día; entonces..., es imposible que le guste un chico al que solo conoce un mes y con quien sin esperarlo, ha compartido su primer beso junto a otro que ha sido su perdición.
Ahora recuerda la pregunta que sus amigos le hicieron cuando les contaba la desagradable experiencia que vivió y dónde conoció al trigueño, «¿qué sentiste cuándo te beso?». En ese momento no supo responder correctamente, pues su mente simplemente le respondía nada. Pero, ¿en realidad nada había sentido?
Si se pone a reflexionar un momento, solo en esta oportunidad porque no volverá a ocurrir otra igual. Cuando sintió por primera vez esa presión sobre sus labios, cuando advirtió esos largos dedos morenos recorrer su desnuda espalda, debe admitir que quedó sorprendido porque una electrizante sensación se disparó en todo su cuerpo, calmando todos sus miedos. Aunque por el improvisado momento, cuando reaccionó salió corriendo despavorido de ese lugar, negándose a esas emociones.
Emociones que lo volvieron a traicionar cuando encontró al pelinegro besándose con aquella muchacha, pues esa molestia que experimentó parecían más celos que un simple enojo. «¿Por qué debería enojarse por ver a un conocido besarse con alguien?», esa pregunta había terminado por hacerlo notar la realidad. La respuesta del collar, las situaciones embarazosas y que casi terminan en otro beso en la casa de Paulino; todas ellas terminaron por destruir su negación haciéndolo aceptar que tal vez, solo tal vez le gusta ese muchacho de mirada grisácea.
Quería hacerse a la idea que esas sensaciones que se disparaban por su cuerpo al verlo, al sentirlo cerca o con solo escucharlo; no eran más que simples señales de amistad o en el mejor de los casos, agradecimiento por representar quién es. Pero en distintas situaciones les ha pedido a sus mejores amigos abrazarlo o mirarlo fijamente a los ojos, resultando que el nerviosismo no es el mismo, no se le compara en nada.
Siempre ha sido sincero con sus sentimientos, cuando conoce a alguien como amigo, como un simple conocido o cuando realmente le gustaba alguien; entonces..., ¿por qué le cuesta aceptar qué siente por el trigueño?
«¡Es fácil!, creo que no estoy listo para enamorarme», es la conclusión que ha obtenido después de su debate mental consigo mismo. Aunque aún le queda una duda que carcome toda su paciencia, «¿por qué Paulino me ha besado en dos oportunidades?, ¿sentirá algo por mí?». Pero el ring ring del celular hace que despierte de su ensimismamiento, dibujándosele una boba sonrisa al leer el mensaje del destinatario.
PAULINO _ 12:38
¿En qué andas?, ¿tienes lista la nueva canción?
Es cuando recuerda que por estar perdido en ideas que solo logran confundirlo cada día más, sin llegar a una conclusión concreta, no escrito ni una palabra para la nueva canción que Edward le ha encomendado. —¡Rayos! —reniega de sí mismo por semejante olvido.
ALBERTICO _ 12:47
Ahora ando en descanso, el explotador de Felipe nos ha dejado exhaustos como acostumbra. ¡Y no!, aún no me he sentado a componer algo u.u
PAULINO _ 12:50
¡Eres un distraído!, debes poner más atención a tu trabajo. Porque yo de jefe, te despediría en una por relajado, haha...
ALBERTICO _ 12:53
¡Eres un tonto!, no pueden despedirme porque me aman xD mejor dame ideas que necesito avanzar algo para este finde...
PAULINO _ 12:58
Mínimo me pondrás en los agradecimientos, ¿no? :O No me gusta conversar eso por aquí, prefiero que sea en persona, los dos solos... ¡piénsalo! :P
Y con este último mensaje vuelven esas electrizantes emociones que consiguen un solo objetivo, perturbarlo y confundirlo. Pero no puede negar que también tiene deseos de encontrarse con el moreno, por eso escribe una respuesta rápida confirmando el encuentro.
PAULINO _ 13:18
Ven a verme al trabajo, hoy tengo turno de tarde y nos podemos encontrar a las 22:30. ¡Claro!, si es que en casa te dan permiso, hahaha...
Y con un mapa de la ubicación, Alberto guarda el celular soltando un suspiro que demuestra la felicidad que ahora está sintiendo. Porque ha decidido no atormentarse más, seguirá tratando al pelinegro y aceptará las situaciones como vengan. Solo espera no salir lastimado y con un corazón desmotivado.
—¿Por qué tanto sonríes?, ¿es que acaso estás coqueteando con Paulino en la hora de descanso? —Diego aparece de improviso frente a él, arrebatándole el celular e intentando adivinar el patrón.
—N-no..., no es nada, solo estaba leyendo una novela virtual —Alberto se levanta de un salto intentando arrancharle el celular a su amigo—. ¡Ya saben!, esas que contienen mucho romance que te hacen hasta vomitar azúcar —agrega en una sonrisa traviesa que sus amigos conocen bien, sin importar las palabras que diga.
—Creo que a nuestro empedernido Julián le ha llegado la hora —suelta Jun atrapándolo en un abrazo—. Parece que su Romeo ha llegado y ha tocado las puertas de su corazón —comenta extendiendo los labios tratando de darle un beso en la mejilla.
Alberto se suelta del agarre con el rostro completamente sonrojado por el comentario, bajo la atenta mirada de sus amigos que han empezado a carcajearse por su reacción.
—No entiendo sobre qué me están hablando —se hace el desinteresado mientras recupera su celular—. Es mejor volver al entrenamiento si no queremos hacer enfadar a Felipe —se abre paso ante tantas miradas dirigiéndose al lugar de los ensayos.
—Ese malvado se ha marchado a almorzar —responde Benjamín sobándose el estómago—. No pienso quedarme porque me ha entrado apetito, iré a buscar un delicioso y enorme almuerzo para saciarme —muestra una mirada decidida, imaginando a su coreógrafo carcajeándose al imaginarlos esperando.
Recibe la afirmación de los demás, escuchando como sus estómagos batallan en demostrar quien tiene el rugido más fuerte. Riéndose divertido de la situación, Alberto se une a sus amigos y juntos deciden marcharse al comedor entre bromas y carcajadas; porque como dicen las madres, el mejor calmante para un hombre, es la comida.
Durante la tarde, los ensayos continuaron con el mismo rigor de siempre, pues están a poco menos de un mes para el lanzamiento oficial del nuevo tema que han lanzado. Perfeccionar sus voces y crear una coreografía no es nada sencillo si no pones esfuerzo, además de perfeccionar algunos errores en los otros bailes que presentaran ese día. Sumándole a eso los pequeños proyectos que han iniciado, como la grabación de un tutorial para celular que lanzaran en su plataforma individual, donde interactuaran directamente con sus admiradores.
Todas son actividades que mantienen despierta la emoción en los seis integrantes, que no dudan en entregar todas las fuerzas para cumplir su mayor pasión, ser el BL801.
Al llegar la noche, luego de un relajante baño de agua bien fría junto a una conversación con los demás chicos, que en realidad parece el semanal de chismes de la empresa; porque comentan todos los rumores que escuchan entre sus compañeros, desde la nueva pareja de la recepcionista, hasta del posible divorcio del jefe de ventas.
No es que a nuestros muchachos les guste estar inmiscuidos en la vida de los demás, todo queda entre ellos como simples comentarios, porque como dicen el chisme no alimenta, pero sí entretiene; una buena excusa matar el aburrimiento.
Viendo la hora avanzar y luego de decidir que es momento de marcharse a casa, se despiden recordando que al siguiente día deben madrugar para una reunión que les han programado a última hora. Con una sonrisa, Alberto se dirige hacia la dirección que Paulino le ha enviado, impacientándose porque llegue la hora pactada. Pero para su suerte, aún falta un poco más de media hora que ni caminando ha logrado acortar.
Por eso decide entretenerse un momento en el celular, tonteando en alguna aplicación o en algún video sorpresa que aparezca por la web. Hasta que inconscientemente alza la mirada para encontrarse con la imagen del pelinegro atendiendo a un grupo de jóvenes que se muestran extremadamente alegres. Bueno, «como no estarlo si te atiende un chico guapísimo como él», ríe ante esa ocurrencia que está seguro Diego o Dustin hubiesen comentado de suceder alguna situación similar.
PAULINO _ 22:53
Cierra la boca que te van a entrar moscas, no desesperes que salgo en unos minutos, ¡mi chico lindo! :P
Al leer el mensaje que aparece en su pantalla, abre exageradamente los ojos por la sorpresa, encontrándose con el culpable de sus sonrojos sonriéndole desde la ventana y saludándolo, cuando de pronto una persona aparece para llevárselo del brazo. Con el corazón acelerado más que en una maratona, teclea una respuesta para enviársela al susodicho, mientras intenta despejar sus pensamientos para no verse expuesto.
A los pocos minutos de su breve conversación por celular, la puerta del local se abre exponiendo a un grupo de jóvenes que salen riendo, entre ellos el muchacho de orbes grisáceas. Aunque la compañía tan cerca de la misma chica de la heladería, ha hecho que Alberto experimente una desagradable sensación. «¿Celos?, ¡puf!, ¡ya quisiera!», se repite a sí mismo sacudiendo la cabeza para concentrarse en el saludo de Paulino, que despidiéndose de sus amigos se acerca en su dirección.
—¡Oye!, ¿te hice esperar demasiado? —pregunta con la típica sonrisa de comercial, junto a esos adorables hoyuelos que le dan un aspecto infantil.
—¡Para nada!, solo llevo diez minutos, casi desde que me atrapaste maravillándome con el hermoso lugar donde trabajas —responde Alberto mostrando seguridad en sus palabras para no quedar al descubierto, pues no quiere ser traicionado por sus emociones.
—¿Maravillado por el lugar? —pregunta el moreno mostrando desconfianza—. O habrás querido decir..., maravillado con el monumento de acompañante que tienes ahora a tu lado —afirma con engreimiento para ganarse un suave golpe en el brazo, pues su vanidad tampoco ayuda mucho a las confusiones del rubio.
—Veo que te has amistado con la guapa muchacha del otro día —pregunta intentando no sonar indiscreto ni nada que se le parezca—. ¡Ya sabes!, la castaña del beso —responde ante la duda que estaba formándose en el rostro del otro.
Paulino sonríe pícaro intentando picar al más bajo, molestándolo con sus evidentes celos. —¡Ya quisieras!, ni que fueras un Adonis para estar celoso —responde Alberto con cierto tono de fastidio, delatándose por sí solo, la incomodidad que le genera esa situación.
—Para tu tranquilidad, he hablado con ella porque no me parece que se pierda una amistad de años solo por una situación como esta —menciona el trigueño rodeándolo en un abrazo, apretándolo hacia él mientras caminan—. Es una buena muchacha y trabajamos juntos, no sería adecuado andar comportándonos como niños enojados cuando tenemos que vernos las caras todos los días, ¿o qué piensas?
Alberto titubea unas palabras sin completar la idea que ronda en sus pensamientos y que solo ahí ha quedado, pues siente sus labios resecos y nuevamente ese nerviosismo no le permite actuar con cordura. Causando su avergonzada expresión, la risa del más alto que le revuelve el cabello para tranquilizarlo.
—¿Qué has pensando para la canción?, ¿te han dado alguna idea en la empresa? —pregunta el pelinegro centrándose en el verdadero motivo de su conversación.
—En realidad me han dado libre albedrío —responde sintiéndose más cómodo e intentando controlar todas las posibles ideas que se le ocurren para la nueva canción—. Pero me interesaría escribir algo de un amor primerizo, ¿qué piensas?
—Me parece una idea genial —responde mostrando su asombro, mientras resalta algunas ideas que pueden servirle de inspiración.
El escucharlo hablar con tanta energía, como si se tratara de un trabajo personal, provoca que nuestro muchacho se cuestione una pregunta, quiere realizarla; pero piensa que no tienen la confianza suficiente como para hablar de esos temas. —Paulino, ¿alguna vez te has enamorado? —aunque también se ha prometido no darle muchas vueltas al asunto.
El mencionado parece asombrado con la pregunta, mostrando el mismo semblante de la vez anterior, como si le incomodara hablar de aquello. —¡Sí! —responde casi en un susurro mientras rompe el abrazo, para guardar sus manos en los bolsillos del pantalón—. Creo que el amor es un sentimiento realmente hermoso mientras sea correspondido y no lo pierdas, a veces te hace sentir una mierda cuando no puedes protegerlo —suelta esas palabras con cierta melancolía, caminando con la cabeza gacha.
Alberto siente una punzada en el pecho por tan repentina respuesta, considera que no ha sido adecuado preguntar aquello cuando parece que existe un recuerdo que su acompañante parece no superar. De cierta manera, aunque no pueda decirlo, aparte de intriga esas palabras le causan cierta tristeza.
—Pero no me mires como si estuviéramos en un velorio —repentinamente Paulino ha cambiado su expresión, mostrando esa sonrisa despreocupada que lo caracteriza—. Si te has enamorado es una buena señal, debes aprovechar ese sentimiento para ser feliz. Y si es correspondido, mucho mejor —agrega picándole el moflete al rubio, que le responde con un manazo fingiendo estar molesto.
—¿Qué significa un beso para ti? —esa pregunta ha salido de sus labios sin pensárselo, sintiéndose idiota por soltar aquello que estaba recordando.
—¿Un beso? —el pelinegro se detiene posicionándose frente a su acompañante que se intimida con su penetrante mirada—. ¿Quieres saber qué significa un beso? —pregunta acercando su rostro hasta quedar a escasos centímetros, logrando que sus respiraciones se combinen.
El rubio empieza a temblar ligeramente ante tanta cercanía, su mirada se mueve de un lado a otro sin control, pues conectarse con esos ojos grises terminarían por delatarlo. Es suficiente con su acelerado corazón que puede escucharse entre tanto silencio de la calle, aunque es un alivio que las tenues luces no permitan apreciar el tierno rojizo de sus mejillas. Su boca se abre y se cierra sin encontrar las palabras adecuadas para esta situación.
«¿Qué puedo hacer?, yo..., no quiero ser descubierto», se dice a sí mismo creándose un caos mental, sintiendo como todas sus neuronas corren alborotadas intentando encontrar una forma de controlar la situación.
—Parece que el ratón te comió la lengua —Paulino irrumpe el agradable silencio que los había invadido—. Por eso mantendré en secreto mi respuesta —agrega para sonreír burlesco, girando en sus talones para continuar su paso.
Alberto deja escapar todo el aire que inconscientemente estaba reteniendo en sus pulmones. —¡Eres un capullo!, siempre terminas yéndote por las ramas —grita corriendo detrás del muchacho, soltando todo tipo de insultos que intenten enojarlo; pero solo ha causado el efecto contrario, perdiéndose ambos en las oscuras calles mientras centran su conversación en el verdadero motivo, la próxima canción de la agrupación.
—Has llegado a casa sano y salvo, vivito y coleando — Paulino suelta en una graciosa risa, causando un puchero que Alberto logra disimular al voltear hacia la puerta.
—Te dije que no era necesario, podía venirme solo porque estaba cerca —responde girando las llaves y abriendo la puerta.
—¿Y arriesgarme que le suceda algo malo a mi chico lindo?, eso ni de broma —agrega aproximando su rostro al ajeno—. Es hora de marcharme, sueña conmigo —y sin esperar una respuesta, junta ambos labios en un rápido beso.
Con una sonrisa traviesa, Paulino sale corriendo mientras se despide con señas. ¿Y Alberto?, él sigue en su trance viendo como ese atrevido muchacho desaparece contento entre la oscuridad, dejándolo ahí con muchas emociones encontradas.
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