05: Salida de amigos
Ha transcurrido cerca de tres semanas desde de esa horrible experiencia que Alberto enfrentó, aunque ahora solo ha quedado en recuerdos que ha sabido manejar. Pues no puede permitir que la maldad de otros arruine el maravilloso chico que conocemos, «debes ser fuerte para enfrentarte a las adversidades, recuerda que después de la tormenta, el cielo resplandece», fueron las palabras de sus amigos que lo han ayudado a seguir sonriendo.
Pero no todo es malo o eso cree, podría decirse que lo único bueno de esa experiencia, es haber conocido a Paulino, con quien ha conversado demasiado en los últimos días. Y todo gracias a la intervención de sus amigos, porque ha podido obtener su número y agregarlo en sus redes sociales.
Tanto han logrado compenetrar, que ahora está esperándolo en la plaza de la ciudad para una salida que han coordinado; en opinión de ambos, para despejar la mente de los agitados días. En el caso de nuestro muchacho, con toda la promoción de su nuevo disco y Paulino con su trabajo de medio tiempo.
—Imagino que no debe verse mal que haya llegado con quince minutos de anticipación, ¿o sí? —se pregunta mientras observa que la vestimenta que trae le quede realmente bien, pues su imagen siempre ha sido su mayor preocupación—. ¡Esperen!, ¿me estoy preocupando en estar perfecto para un chico que estoy conociendo? —siente como la vergüenza invade sus mejillas, sacudiendo la cabeza para despejar todas esas ideas que le han estado rondando.
Y es que la intervención de los chicos en vez de ayudar, termina por confundirlo más de la cuenta. Llegando hace unos días a la errónea conclusión que quizá, solo quizá le guste un poco Paulino. «¡No me gusta!, solo es un cariño de agradecimiento que estoy confundiendo», se reprende a sí mismo, quejándose al no poder quitar ese beso de sus pensamientos.
Y todo ese caos en su cabeza se creó, cuando en el cumpleaños de Sabrina los demás dijeron algunas palabras que han sido su tormento hasta ahora. Haciéndolo reconocer para sí mismo, porque expresarlo sería su ruina, qué significa esa extraña sensación que recorre su cuerpo cuando el moreno se acerca; una emoción que se acompaña con un rubor intenso en sus mejillas y acelerados latidos de su corazón.
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Flashback
Durante la fiesta de Serena, mientras la joven invita a los seis muchachos a acompañarla en una foto de recuerdo; Alberto observa disimuladamente como Paulino siendo un desconocido, se ha adaptado rápido, resaltando como un chico bastante sociable. O eso parece, pues ha logrado entablar conversación con unas chicas que se muestran más que encantadas en su compañía. Y no es para menos, siendo un chico tan guapo suele captar rápido la atención.
«¿Acaso estoy pensando que es guapo? ¡Ay, soy un idiota!», nuestro protagonista se reprende mentalmente por pensar de esa forma por una persona que acaba de conocer, sintiéndose realmente frustrado al no comprender bien sus emociones.
Pero podría decirse que evitar esos pensamientos es una tarea realmente difícil, porque Paulino sí es un chico bastante llamativo. No es que Alberto esté pensando en otro sentido, eso sí sería imposible; sin embargo, no va a negar que su salvador tiene algo que logra cautivarlo. Y puede decir con seguridad que son sus misteriosos ojos grises, tan profundos que provoca perderte en ellos, «como si te tele-transportara a una especie de dimensión de completa calma». Porque después es una persona común, de unos cinco o siete centímetros más alto que él con una contextura delgada, aunque resaltan unos músculos que parece mantiene gracias al ejercicio. De cabellos semi-ondulados color azabache que combinan con su piel trigueña.
—¡Toma!, ándale entrégale un poco de pastel a tu novio —las palabras de Dustin hace que se sonroje como un tomate, despertando de su ensoñación y reaccionando entre tartamudeos para negar dicha afirmación.
—¡No lo niegues! —contrataca Jun evitando que se defienda—. Nos creas que no nos hemos dado cuenta, lo observas con ojos de corderito triste. Es la misma mirada de Dustin hacia su novio o de Diego hacia el larguirucho que tiene como pareja —comenta en una risa provocando varios sobresaltos.
—No nos metas en tus comentarios —se defienden los dos mencionados mientras reciben pellizcos en sus mejillas.
—Desde hace buen rato que no le quitas la mirada de encima —Leonardo se acerca, atrayéndolo en un abrazo—. No puedo creer que mi pareja de grupo haya emprendido vuelo y me haya dejado solo, triste y abandonado —murmura mostrando pucheros que provocan más de una risa.
—En verdad debes contarnos quién es, tengo curiosidad por saber todo de él —Diego saluda al muchacho que parece incómodo por estar siendo el centro de atención—. ¡Oye!, ven un mom...
Pero Alberto calla las palabras de su amigo para que no hable de más ni haga ninguna otra locura, como cuando invitó a Paulino a acompañarlos.
—¡Ya entendí!, iré a entregarle algo de pastel —dice tomando el plato y marchándose hacia donde se encuentra el mencionado.
—¿Me parece o me estaban llamando esos lindos muchachos? —pregunta con curiosidad, alejándose de las muchachas que lo acompañaban.
—¡No es nada, no les hagas caso!, suelen ser un poco confianzudos —dice entregándole un plato que sin proponérselo, provoca un roce entre sus manos, generándole una extraña sensación.
Una especie de electricidad le recorre el cuerpo, junto a una calidez que embarga su pecho; una sensación que experimenta por primera vez y que está seguro es la misma que provocó ese beso.
—¡Gracias! —responde Paulino mostrando sus adorables hoyuelos, mientras Alberto sigue renegando por no entender sus constantes sonrojos. Y niega por la imprudencia que muestran sus amigos que a lo lejos hacen gestos y murmuraciones, estando seguro que más de uno ha escuchado.
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—Tengo que controlar las hormonas de esos muchachos, sobre todo debo cuidarme de Diego, porque estoy seguro me traerá muchos problemas —suelta en un suspiro recordando que él actuó igual cuando sus dos amigos conocieron a sus actuales novios—. Creo que es cierto eso de la existencia del karma, me está pasando factura —suelta entre ligeras risas, escuchando el tic tac de su reloj de pulsera, indicándole que su cita está demorándose.
Haciendo un puchero empieza a impacientarse, no es que este desesperado por verlo, solo que no le agrada la impuntualidad. «¡Sí, eso es!, detesto que me hagan esperar cuando me propongo llegar temprano», cuando iba a continuar con su debate mental, escucha a lo lejos una conocida voz mencionar su nombre, encontrándose con esa profunda mirada de orbes grises que logran hipnotizarlo, junto a esa coqueta sonrisa que terminan por hacerle perder la poca voluntad.
Aunque se niegue o no pretenda decirlo, debe admitir que el trigueño luce realmente guapo con esa vestimenta que no deja nada a la imaginación de su trabajado cuerpo. No es que tenga una contextura de un chico de gimnasio, pero Alberto acepta que tiene lo suyo.
—Siento mucho la demora, ¿te hice esperar demasiado? —la voz ajena hace que despierte de sus pensamientos, sonrojándose al percatarse de los pensamientos que estaban rondando en su cabeza.
—¡Eres un idiota!, llegas quince minutos tarde —suelta mientras empieza a caminar, esquivando su mirada e intentando ocultar el rubor de sus mejillas. Sacude la cabeza para despejarse de esas ideas que solo logran fastidiarlo.
—¡No te enojes dulzura!, prometo recompensarte —y esas palabras junto a esa sonrisa despreocupada solo logran un objetivo contrario, perturbarlo más. Soltando algunos comentarios intentando sin éxito fingir enojo, camina delante siendo perseguido por un alegre Paulino que disfruta observar esas expresiones que provoca.
Con una mañana brillante por el intenso sol que promete un día acogedor, ambos muchachos se enrumban hacia la "salida de amigos" que han planeado con anticipación, sin saber que cada uno ha planificado un itinerario a detalle. Situación que al principio no les permitía ponerse de acuerdo por dónde empezar, coincidiendo que la mejor opción es tomar la decisión en el momento y hacerlo juntos.
Por eso decidieron iniciar por el centro de videojuegos, donde Alberto se muestra emocionado por probar el nuevo juego 3D de zombis. Pues comenta que ha escuchado buenas referencias por parte de compañeros del trabajo, coincidiendo todos que la sensación es inolvidable porque te hace sentir como en un verdadero apocalipsis.
Pero la enorme cola que se mantiene desde hace buen rato está empezando a desanimarlo, parece que alguien se ha enviciado y no quiere despegarse del juego, uniéndose a los silbidos de reclamo por parte de otros adolescentes. Consiguiendo que un sonrojado muchacho salga corriendo de la cabina, con un hermoso gato de pelaje plateado en brazos.
—¡Ya era hora!, creo que ese chiquillo se había dormido dentro —Paulino comenta gracioso observando como su acompañante se muestra encantado con algo que no entiende.
—Ese gato es realmente hermoso —menciona nuestro protagonista—. No soy muy amante de los felinos porque prefiero los perros, pero debo admitir que quisiera una mascota como esa —agrega entre risas, sintiendo como el cuerpo ajeno se pega demasiado, tanto que puede sentirlo respirar sobre su cuello. Bueno, tampoco puede evitarlo porque están en una fila y quejarse sería ponerse en evidencia.
Cuando llega su turno, ambos deslizan sus tarjetas por el marcador que les permite el ingreso a una enorme cabina que se deslumbra frente a ellos con un gigante televisor, con un par de lentes 3D para cada.
—¿Estás seguro que no saldrás corriendo cuando empiece el juego?, mira que tenemos solo tres oportunidades —pregunta un divertido Paulino cuando observa como su acompañante da un salto al escuchar un efecto del juego, un zombi golpeando la pantalla.
—¡Claro que no!, si te refieres a ese salto, fue porque estaba distraído pensando en un buen plan para derrotar a esa manada de zombis y de esa manera salvarte la vida —responde en tono engreído, resaltando que muy pocos han logrado llegar hasta la mitad del juego.
—Bueno, veamos que nos espera —el moreno sonríe, colocándose los lentes y cogiendo el arma que utilizará, para dar empezar y observar como en la pantalla dos muchachos caen en un callejón.
A poco menos de diez minutos de haber iniciado el juego, Alberto se vio rápidamente acorralado por un grupo de infectados que no dudaron en devorárselo, arrancándole gritos nada masculinos junto a unas enormes letras de perdiste. —¡Eso es trampa!, me tomaron desprevenido —comenta en un puchero para iniciar el juego por segunda ocasión.
Luego de sucumbir al terror del apocalipsis zombi, donde se ganaron más de cuatro veces un enorme mensaje de game over junto a silbidos de personas que esperaban en otra larga fila; los chicos deciden seguir visitando otras atracciones, divirtiéndose en algunas máquinas de pelea, carros chocones y en el atrapa al ratón.
Pero antes de marcharse del local, como para Paulino esos juegos son de bebés o púberos miedosos que no disfrutan de la adrenalina, con mucha malicia lleva a su acompañante prácticamente a rastras hacia las monstruosas maquinas que exprimen toda la energía del cuerpo; o ese largo nombre que Alberto utiliza para referirse a los juegos mecánicos como el zipper.
—¿Estás seguro que saldré vivo de esta? —pregunta el rubio asustado, sintiendo que ha entregado su vida en manos del moreno cuando siente el cinturón de seguridad sobre su pecho—. Recuerda que tengo admiradores que me aman y esperan por mí —no evitando asustarse cuando la cabina empieza a elevarse.
—Recuerda que estás conmigo, nada te pasará si tomas mi mano —contesta entrelazando sus dedos en un apretón, despertando sensaciones en nuestro chico que logran tranquilizarlo unos segundos hasta que el juego inicia elevándose con brusquedad por los aires, para comenzar a dar rápidas vueltas.
Entre gritos de las personas que disfrutan la atracción, combinándose con las risas de Paulino y las suplicas de Alberto; nuestra pareja se divierte en su "salida de amigos", pues luego de ese suplicio siguen otros juego como el pulpo, la montaña rusa o el matterhorn que le han sacado más vergonzosos gritos nada masculino.
Por eso, con el cuerpo realmente cansado y con la garganta completamente seca, por unanimidad deciden regresarse a la plaza de la ciudad, mientras saborean unas malteadas bien heladas que han comprado en el camino. Unos siete vasos extra-grande que nuestro exagerado rubio ha comprado para calmar sus nervios, pues tiene la creencia que el dulce logra calmarlo en cualquier situación.
—He terminado más cansado que en mis ensayos, no podría llamar este día como un momento de relajo —suelta cuando termina de saborear su batido de fresa, para empezar con otro de mango—. Si querías ganarte mi odio, puedo asegurarte que realmente lo has conseguido.
Paulino suelta una graciosa risa por el comentario, revolviendo el bien cuidado peinado de su acompañante, consiguiendo como respuesta unas muecas de enojo.
—¡No seas exagerado!, puedo apostar que nunca en tu vida has sentido tanta adrenalina —con un guiño provoca que voltee la mirada, renegando para sí mismo por las extrañas emociones que empieza a sentir—. ¡Debes acostumbrarte!, porque conmigo tu cuerpo va a acabar completamente agotado, exprimiré toda tu reserva de energía —las últimas palabras las expresa en un suave susurro que envía una corriente de sensaciones que tensan el cuerpo ajeno.
—¡Aléjate pervertido! —intenta mostrar seriedad mientras sacude la cabeza para despejarse de sus traicioneros pensamientos que provocan su cuerpo reaccione contra su voluntad. Porque las fuertes carcajadas de quien tiene a su costado, le hacen saber que está siendo objeto de bromas, prefiriendo ignorarlo y centrar toda su atención en unos grupos que realizan algunas imitaciones de sus canciones.
La fresca mañana finaliza con mucha tranquilidad y nuestra pareja decide que ha llegado la hora de buscar un buen lugar para almorzar, cuando escuchan que sus estómagos rugen como leones en batalla. Así que decididos se enrumban entre los restaurantes del centro que ofrecen variedad de comidas norteñas; sin decidirse por algo ligero como un ceviche junto a unos chicharrones de pescado, o tal vez algo más concentrado como un lomo saltado o un cabrito.
Aunque una incomodidad ha estado rondándole a Alberto, murmurando que prefiere dar unas vueltas por los alrededores para buscar otros lugares. En realidad, su intención es confirmar unas sospechas, pues no entiende porqué desde hace unas horas está sintiendo como si alguien estuviera siguiendo sus pasos de cerca. Y es que el zipper le ayudó a identificar a un grupo de disfrazados tomándoles fotos. Dedujo esto porque también los encontró en otros juegos y en la tienda de malteadas, siempre apuntando hacia ellos.
Claro que esto es una alerta, porque podría ser algún paparazzi que buscar infiltrar una noticia alterada para afectar al grupo o chantajearlo con algo que no está sucediendo. Tiene esta idea porque en su momento les ha sucedido a sus amigos cuando salen con sus familias a pasear y los reporteros crean falsas historias donde no existen.
Por eso decide comentarle a su acompañante sus preocupaciones, decidiendo apresurar el paso para adelantarse y crear una trampa para atrapar a sus acosadores, volteando una esquina casi corriendo y escondiéndose dentro de una tienda. Esto les permite identificar a cinco sujetos completamente cubiertos, corriendo entre la multitud mientras empiezan a buscar a alguien por los alrededores.
Alberto suelta un pesado suspiro al reconocer a sus tormentos que aún no se han percatado de su presencia, tomando a Paulino de la mano y tirando de él para enfrentarlos.
—Pequeños diablillos del BL, ¿qué hacen siguiéndonos y tomándonos fotos? —Alberto se detiene de improviso, enfrentando a las cinco personas que al verlos caminar a paso rápido intentaron correr. Pero esa confusión solo ha provocado que choquen entre ellos, liberándose de los gorros y las gafas que ocultaban sus identidades.
—¡Vaya!, tienes un radar para detectar a estos traviesos —comenta un gracioso Paulino al observar como los chicos del BL801 muestran sus expresiones de arrepentimiento, empezando a culparse entre ellos.
—Les pedí que esperaran en sus casas, les dije que luego conversaríamos por teléfono con todos los detalles —Alberto intenta mostrar su expresión más seria, porque de demostrar que le causa gracia las caras que están haciendo, sabe que saldrá perdiendo y que deberá aceptar las consecuencias. Y no está dispuesto a hacerlo.
—Pe-pe-pero..., pero..., no es justo. No podíamos aguantar las ganas de averiguar cómo iba su cita —suelta Diego sin el menor remordimiento y provocando que la pareja sienta sus mejillas arder por el comentario—. Queríamos grabar su siguiente beso y tal vez algo más —con este comentario ha ganado que sus amigos salten sobre él tapándole los labios para callar sus imprudentes comentarios.
—¿Nunca te han dicho que tienes la boca demasiado ligera? —pregunta Jun con preocupación, suspirando por la imprudencia que caracteriza al menor.
—¡Oh vamos!, no puedes decirme nada porque fuiste tú quien dio el plan —menciona Diego sin culpa, ganándose un cocacho como reprimenda.
Alberto suspira cansado al observar como entre los cinco buscan un culpable, pues entienden que se encuentran en problemas por dejarse descubrir. Pero cuando intenta enfrentarlos algo llama su atención, percatándose que un gran número de personas los han rodeado en un círculo, señalándolos mientras murmuran sus nombres.
—¿Son los chicos del BL801?, ¿qué hacen a solas por aquí?, ¿estarán en una cámara escondida?, ¿ grabando su nuevo videoclip? —son algunos de los comentarios que lo paralizan, al enterarse del error de sus palabras y del peligro que se les avecina.
Pues las personas que en su mayoría son adolescentes, los observan fascinados, casi hipnotizados mientras van acercándose, encerrándolos cada vez más en un círculo sin salida.
—¡No otra vez!, recuerden los códigos, recuerden los códigos —Alberto intenta detener al enorme grupo de personas, porque sus amigos no reaccionan y observan temerosos.
—No es momento para razonar, es mejor largarnos de aquí —la voz de Paulino lo sorprende, sobre todo cuando aprieta su mano dándole un fuerte tirón que hace a sus pies movilizarse, escabulléndose por un pequeño agujero y empezando a correr.
Alberto es arrastrado por Paulino, mientras son perseguidos por los demás chicos que intentan escapar de una avalancha de desesperadas personas que intentan alcanzarlos, gritando eufóricos sus nombres. Pero dos primeros soldados han caído, porque Dustin ha tropezado y malvadamente ha tomado a Jun por la polera que trae en la cintura, siendo capturados por un grupo que los encierran.
—Debes apresurar el paso o terminaremos debajo de todos ellos —la gruesa voz del trigueño lo despierta de sus pensamientos, viendo como Diego también ha sido víctima de la cacería—. ¡Vayamos por aquí!
Paulino jalonea con todas sus fuerzas, logrando doblar una esquiva para rápidamente esconderse en un callejón. —¡Oye!, no crees... —nuestro muchacho intenta decir algo cuando su espalda golpea contra una pared, sin darle tiempo a soltar un quejido porque sus labios son atrapados en un beso que ha activado una variedad de sensaciones que le han nublado los pensamientos, dejando sin defensas para reaccionar.
Se escucha como unas pisadas pasan de largo intentando atrapar a los dos chicos restantes, pero han pasado de ellos porque los brazos de su acompañante han tapado sus rostros para evitar ser descubiertos.
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N/A: Disculpen que no haya publicado el sábado, tuve unos contratiempos y no me alcanzaron los días; pero aquí está el capítulo para les encante. Disfruten de la lectura y gracias por el apoyo.
No olviden regalarme sus estrellitas y sus comentarios que me inspiran a mejorar.
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