02: Desconocido
Un fuerte grito se escucha en los tres pisos del edificio, preocupando a más de uno por lo que pueda estar sucediendo en la pequeña habitación, donde seis muchachos están encerrados hace más de dos horas.
-Eres demasiado exagerado cuando te sorprendes, debemos controlar tus gritos -Jun le propina un cocacho a Dustin para que se calle, mientras escuchan como siguen golpeando la puerta.
-Está todo bien Sofía, solo fue una pequeña araña que nos espantó -responde el causante de todo ese alboroto, dejando a la persona detrás de la puerta un poco más tranquila, aunque no muy convencida.
-Debes controlar tus emociones, sino terminaras por delatarnos con todo el edificio -Jun sonríe gracioso al observar como las mejillas de su amigo toman un ligero color carmesí, mientras finge ignorarlo para concentrarse en la conversación.
Y es que Alberto no ha podido escaparse de sus amigos. Se había propuesta llegar más temprano de lo usual para intentar escabullirse en la pequeña sala de descansos que utilizan después de los ensayos o en sus ratos libres. Pero cuando ingresó y cerró la puerta con seguro para que nadie pudiera interrumpirlo, se llevó con la sorpresa que ahí ya se encontraban sus cinco amigos conversando alegremente mientras sacaban unas compras de varias bolsas.
«¡Maldición!, me había olvidado que hemos quedado en reunirnos temprano para prepararle una sorpresa a Serena por su cumpleaños», se regañó a sí mismo cuando se vio bajo la mirada atónita de los chicos, que de inmediato le pidieron una explicación para el moretón que traía en la mejilla izquierda. A pesar de haberse negado, tuvo que comentarles lo sucedido la noche anterior.
-Entonces... ¿saliste corriendo cuando te besó? -pregunta un curioso Dustin, mientras nuestro protagonista no entiende porqué ese recuerdo hace que en sus mofletes se acumulen toda su temperatura.
-Creo que eso fue muy atrevido de su parte, ¿quién besa a un desconocido? -pregunta un pensativo Jun que se gana un cocacho por parte de Dustin.
-No le quites lo romántico al momento -responde un muchacho de cabello laceo color marrón con un flequillo que cubre su frente, pero que permiten apreciar sus hermosos ojos avellanas-. Que tu salvador te robe un beso cuando recién te conoce, pidiéndote disculpas por el atrevimiento... -pero suelta un grito tan agudo que sus amigos tienen que hacerle señas para que se baje su tono-. ¡Lo siento!, ¡me emocioné! -suelta Diego en una risa, volviendo a despistar a la muchacha que osa interrumpir su conversación.
-¿No creen que deberíamos buscarlo para saber cuáles son sus intenciones? -Dustin se muestra pensativo, recibiendo las afirmaciones por parte de algunos del grupo; a excepción de un sorprendido Alberto, que empieza a sentir nuevamente extrañas sensaciones recorrerle el cuerpo, unas que extrañamente son muy agradables.
-Ya deberían comportarse y dejar de fantasear con esas tonterías -pero el más serio del grupo tampoco parece estar de acuerdo. Un muchacho de penetrantes ojos café que resaltan gracias a su cabello laceo color azabache-. Mejor vayamos a lo serio y centrémonos en el asalto que te sucedió -señala a nuestro protagonista.
Con esas palabras, es cuando los chicos se dan cuenta que estaban desviándose del tema, asintiendo apenados ante la afirmación de Leonardo, que intenta fingir seriedad cuando en realidad está mordiéndose los labios para evitar reír; pues observarlos hacer pucheros por saberse regañados, es realmente divertido.
Así que deciden concentrarse en lo realmente importante, comprendiendo que al menos pueden estar tranquilos porque gracias al maquillaje, han logrado ocultar el moretón en la mejilla del rubio; aunque son conscientes que será difícil borrarle esa mala experiencia, a pesar que no llegó suceder más.
-En realidad me alegro que no haya pasado a mayores, no sé cómo estaría reaccionando ahora si ese muchacho no hubiese llegado a tiempo -Alberto agacha la cabeza para ocultar la extraña vergüenza que está sintiendo, mientras intenta ocultar el ligero temblor en sus manos.
-¡Vamos pequeño!, no te sientas culpable porque esa no es la verdad -un joven de tranquilos ojos café y de cabello semi-ondulado color negro, lo toma de las manos mientras le regala una cálida sonrisa; mostrando la fraternidad que lo caracteriza, pues siempre se preocupa por los demás como si fuesen sus hermanos-. Tú no hiciste nada malo, fueron esos tarados que te atacaron sin razón -Benjamín le revuelve el cabello intentando calmarlo.
-Sé que puede sonar fácil decirlo -Dustin se arrodilla a su altura para tomarle del mentón y conectar sus miradas-. Pero lo importante es que no lograron hacerte más, sé que es un mal recuerdo; pero no debes dejar que esos que ni sé cómo llamarlos, arruinen tu felicidad de aquí en adelante, ¿entendiste?
-Además que nos tienes a nosotros para alegrarte los días aunque sea a la fuerza -comenta Jun mostrando una maliciosa sonrisa que nuestro chico entiende, pero que no logra escapar a tiempo de un ataque de cosquillas que recibe de todo el grupo.
Y esa es la relación que ellos tienen, porque su lema siempre ha sido: la felicidad de uno es de todos y el sufrimiento de uno es de todos. Tal vez muchos pueden verlos como un grupo de chicos buscando alcanzar un sueño y es realmente cierto; pero también debemos destacar el sentimiento entre ellos, que va mucho más allá.
Desde que se conocieron se han tratado como hermanos, con sus buenos momentos y también sus diferencias, no todo ha sido color de rosa para ellos. Sin embargo, lo importante es que pueden tomarse de las manos y seguir juntos hacia adelante, superando todo obstáculo para alcanzar la ansiada felicidad.
-E-e-está bien, prometo dejarlo atrás -dice Alberto alejándose para liberarse del ataque de risas que le provocan-. Pero voy a necesitar de su ayuda -agrega con una sonrisa.
Los cinco muchachos asienten, acercándose y rodeándolo en un apretado abrazo. Pueden ser aún muy jóvenes, con personalidades distintas y a veces no estarán de acuerdo; pero no pueden negar el gran cariño que se tienen, buscando siempre el bienestar del otro.
-Te prometemos acompañarte más tarde a comprar un celular nuevo -Jun interrumpe el agradable momento formulando un buen plan que los demás aceptan, asegurando que aprovecharan para descansar de las agotadoras semanas que han tenido-. No creo que el entrenador se moleste si nos escapamos antes de hora.
-Siempre hacemos eso, así que debe estar acostumbrado -añade Diego entre risas, mientras se dirige a una mesa, abriendo las varias bolsas que están encima.
-Solo ruego que mi primo no se entere de nada -Dustin capta la atención de todos-. Si se entera lo que casi te hicieron, estoy seguro que es capaz de incendiar media ciudad con tal de encontrar a esas bestias -riéndose al imaginarse la situación.
-Aún recuerdo que les pasó a tus compañeros de escuela cuando se te atrevieron a molestarte -suelta Jun entre risas, capturando a su amigo en un abrazo.
-Ese muchacho es un sádico, no quiero imaginar de qué sería capaz. En ocasiones suele ser un poquitín exagerado -Leonardo describe un sinfín de situaciones que en realidad podrían suceder, pues su manager con ellos es peor que un padre sobreprotector.
-Tal vez los mande a castrar - Benjamín da una primera opción-. O puede hacerle cosas como a los chicos de Inocencias Pérdidas, volviendo realidad sus fantasías.
-No solo él, los comentarios sádicos de ustedes no concuerdan en nada con la apariencia inocente que venden al público -Diego finge temblar de miedo, mientras los demás ríen por sus locas ocurrencias.
Pero el sonido de la puerta los pone en alerta, percatándose que han pasado mucho tiempo encerrados, cuatro horas para ser exactos. Por eso muchos deben andar sospechando que algo traen escondiendo y saben que es mejor no levantar sospechas ni generar preocupaciones. Además recuerdan que han olvidado su verdadera tarea, preparar la fiesta sorpresa de su amiga. Prometieron tener todo listo para el desayuno, pero al paso que van llegarán al almuerzo y ellos seguirán sin moverse.
-¡Ya vamos!, solo danos unos minutos y terminamos de cambiarnos -grita Leonardo mientras hace señas para que los chicos corran de un lado a otro y generen ruido-. Porque no creo que quieras entrar para vernos desnudos, ¿verdad? -pregunta provocando un completo silencio detrás de la puerta.
-¡Pervertido!, le diré a mi primo que quieres espiarnos -responde Dustin fingiendo enojo, escuchando como la persona se disculpa para alejarse corriendo, no sin antes avisarle a Alberto que alguien lo espera en recepción.
Los demás lo observan curiosos obteniendo un movimiento de hombros por parte de nuestro protagonista, dando entender que no sabe nada sobre esa reciente e inesperada visita. -Debes ir a verificar quien ha venido a interrumpir tu trabajo -Diego lo empuja hacia la puerta, indicándole que no se preocupe porque ellos se encargan de avanzar con los preparativos para la fiesta sorpresa que le darán a Serena, la editora de las composiciones del primo de Dustin. Y según ella, admiradora acérrima del grupo, llamándose a sí misma la número uno. Por eso el gran cariño que le tienen, pues la consideran como una hermana mayor por todo el apoyo que les brinda.
-Prometo no tardarme -el rubio quita el seguro de la puerta, caminando hacia afuera de la habitación.
Corriendo escaleras abajo, va a toda prisa mostrándose nuevamente como el chico de siempre, con una alegría contagiosa y una despreocupación que motiva a cada persona que lo ve. -¡Buenos días! -responde animado saludando a todo aquel que pasa cerca de él, observándolo emocionado.
«Es mejor dejar el pasado atrás y concentrarme en el próximo lanzamiento. ¡Sí!, solo eso merece toda mi atención», recordando las palabras de cada uno de sus amigos y comprendiendo que depende de él superar ese amargo momento.
Sin embargo, su cuerpo se detiene cuando su mirada reconoce a la persona que conversa amenamente con la recepcionista. Alguien que pensó no volvería a ver, a quien no pudo agradecerle por su intervención y que de cierta le está ayudando a olvidar lo sucedido.
-¡Oh Alberto!, este jovencito dice que viene a devolverte tu mochila, parece que ayer la dejaste caer -dice una muchacha de unos veinte años señalando a la persona que lo salvó de un horrible recuerdo-. ¡Alberto!
Nuestro protagonista reacciona al escuchar como la joven truena los dedos frente a él intentando captar su atención. -¡Sí!, me encuentro bien -responde despertando de sus pensamientos y sonrojándose al notar como su salvador lo observa gracioso, no entendiendo en qué momento se ha llevado los dedos a sus labios por recordar el beso del día anterior.
Percatándose de la situación y de la curiosidad que está mostrando la recepcionista, pues suele ser muy indiscreta en ocasiones, por impulso decide tomar la mano del desconocido para arrástralo consigo.
-Tomaremos la sala de juntas prestada, si los chicos preguntan por mí, diles que me esperen un momento -grita para salir corriendo en compañía y encerrarse en una habitación cercana, cerciorándose de cerrar con seguro.
-¡Vaya!, cuando te salve nunca pensé que serías alguien tan importante -dice su acompañante mostrándose sarcástico-. De haberlo sabido hubiese cobrado por mis servicios -agrega con ironía mientras le regala un guiño.
-¿Solo para eso viniste?, ¿cómo supiste dónde trabajo? -pregunta Alberto desconfiado, pensando en cosas que no quisiera creer.
-¡Tranquilo!, ¡tranquilo muchacho! -el visitante entiende esa mirada, devolviéndole una sonrisa coqueta-. Ayer cuando saliste disparado como alma que lleva el diablo, olvidaste tu morral con todas tus cosas. Quería devolvértelo y sé que no estuvo bien revisar, pero debo admitir que me dio curiosidad, así que rebusqué en tu billetera que fue lo único que pudo darme información.
Observa como pone frente a él un morral todo sucio y roto que reconoce como propio, que recuerda dejó olvidado por salir asustado después de lo sucedido, que en realidad fue asombro por el beso que recibió. «¿El beso?, ¡cierto!, él me besó» empieza a sentirse patético cuando la temperatura empieza a acumularse en sus mofletes.
-¡Ya ves!, no tienes por qué temer, no estoy con esos delincuentes si es lo que te preocupaba -dice inyectándole más culpa de la que siente-. ¡No te preocupes!, es normal pensar esas cosas después de lo que viviste -comenta interrumpiéndolo cuando intentaba disculparse.
Alberto toma su morral para ponerlo sobre la mesa, sintiéndose completamente estúpido por delatar sus pensamientos, situación que le sucede a menudo; pensando ahora que ha lastimado a la única persona que mostró amabilidad cuando más necesitaba ayuda. Sin saber qué decir y mientras busca una forma de arreglar el mal entendido, observa como el muchacho recorre con la mirada la habitación.
-¡Con qué el BL801!, por eso tu rostro me parecía tan familiar -su acompañante interrumpe el incómodo silencio que estaba formándose, sorprendiéndolo al notarlo concentrado en un cuadro del grupo-. Creo que me voy a ganar el amor de tus admiradores cuando se enteren que salvé a su preciado niño -añade mostrando unos hoyuelos que aparecen junto a su coqueta sonrisa.
-¡Verdad!, aun no te he agradecido por lo de ayer, aprecio mucho lo que hiciste por mí -suelta un poco avergonzado al enterarse de su falta de cortesía, haciendo una sutil reverencia.
-¡Oye!, no te preocupes por eso -el chico se acerca demasiado como para tomarlo del mentón y conectar sus miradas-. ¿Olvidas que me pagaste con el beso que nos dimos?
Esas palabras, solo esa pregunta es suficiente para provocar que toda la sangre suba hasta su rostro. No entiende porqué ese desconocido provoca un extraño nerviosismo en él, acompañado de un calor en sus mejillas y acelerados latidos de su corazón.
-E-e-eres un desvergonzado, yo nunca te di un beso -retrocede tapándose los labios y desconectando ambas miradas, resaltando que ese beso fue robado y sin su consentimiento.
-Eres más lindo cuando estás en aprietos, espero me regales más de esos gestos -el descaro por parte de ese desconocido, provoca que explote de la vergüenza.
-N-n-ni lo sueñes, ya te agradecí de la forma correcta y eso es todo -dice negándose a seguirle el juego.
-Bueno... -el muchacho empieza a caminar imitando una pose de estar pensando- me sentiría más a gusto si preguntaras mi nombre, Alberto ¿cierto? -pregunta con curiosidad, llamando su atención-. Eres un chico famoso así que no es difícil reconocerte.
El rubio empieza a sentirse ridículo por no controlar sus emociones que terminan por ponerlo en evidencia. Aunque también admite que ha sido un error estar hablando y ni siquiera preguntarle por su nombre. Así que soltando un suspiro cede a esa propuesta, preguntando lo que tanto espera.
-¡Te has tardado! -responde vanidoso-. Me llamo Paulino, es un gusto conocerte -con su sonrisa vuelve a cautivarlo, sintiéndose más tonto por permitirse esas reacciones.
-¡Nuevamente gracias! -suelta restándole importancia mientras esquiva la mirada.
Pero cuando la conversación parece que ha llegado a su final, unos toques en la puerta los hace sobresaltarse, sorprendiendo a Alberto al escuchar la voz de Leonardo pidiéndole regresar para iniciar la fiesta sorpresa que han preparado. En murmuraciones para no ser escuchado, le hace saber a su acompañante que debe marcharse, recibiendo un okey como respuesta.
Al quitarle el seguro y abrir la puerta, se encuentra con la escrutadora mirada de Leonardo que analiza al nuevo sin dejar escapar ni un rastro, junto a la mirada de sorpresa por parte de Diego. Por sus expresiones, le están pidiendo saber de quién se trata, pero solo atina a responder con un luego conversaremos. Intenta a despedir a su acompañante volviéndole a agradecer, cuando es interrumpido por el más pequeño.
-¿Por qué no nos acompañas?, tenemos una pequeña reunión por el cumpleaños de una amiga -dice mostrando su perfecta dentadura en una sonrisa
-¡Oh!, no creo que pueda, solo vine a... -pero el muchacho no termina su frase cuando Diego empieza a arrastrarlo del brazo.
-¡Vamos!, ¡vamos!, será divertido. Así aprovechas y conoces a los demás, porque los amigos de uno son los amigos de todos. ¡Es nuestro lema! -afirma con tanta convicción, mientras suelta palabras no permitiéndole a su nuevo acompañante negarse, resignándose a solo dejarse arrastrar hacia el elevador. Siendo seguido por unos incómodos Leonardo y Alberto. Porque si algo caracteriza a su amigo, es la poca prudencia que maneja.
Regresan a tiempo a la habitación para entrar junto a Serena que es recibida entre gritos y aplausos sorpresas, consiguiendo emocionarla mientras en coro cantan un feliz cumpleaños creado por el grupo. «Creo que se acercan días difíciles», dice Alberto sobándose la sien para calmar sus nervios e intentar concentrarse en hacerse a la idea que todo marchara bien de ahora en adelante.
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