9. Luna Creciente:Alma, Corazón Y Vida
Alma, corazón y vida
Libertad de la cual me sintiera orgulloso.
«Tuve que preguntar e intentar que ella se sintiera segura y propiciar un lugar para hablar con total seguridad tal como debía ser, mostrándole los puntos de vista más claros para que tomara una buena decisión. Como dije, no quería que se sintiera presionada, dado que ya tenía suficiente con ser mujer y, más todavía, para la sociedad de mi tiempo: debía cumplir con casarse, tener hijos, quedarse en casa y ser juiciosa, aunque sabemos que Marcia nunca fue así ni lo sería si de mí depende eso.
—¿Qué piensa a hacer, Marcia? —le pregunte por qué la entiendo.
Esto me recuerda cuando me toco ir al pueblo y mi abuelo estaba a punto de morir y no sabía qué hacer, tal como ahora, porque, aunque me gustaría acompañarla, la cosa está muy mala, caliente y oscura. Fue entonces que hablé. —Usted sabe que Aurelio no se encuentra en Colombia y por eso es que debo de estar pendiente del pendejo de Francisco que no vaya a meter la pata con algún caso o archivando un documento o lo que sea —ella me miraba atenta—. Usted sabe que ese muchacho me da muy mala espina y es la verdad.
La miró seriamente con el corazón palpitando, apenas llevamos algunos meses de volver a estar juntos, de volver a reconstruir la relación, y eso me hacía entender que faltaban muchísimas cosas para que ella se fuera al pueblo o que confiara en mí, además de las dichosas peleas que pudieran tener ella con las otras mujeres de la casa. Fue entonces que la mujer suspiró y, mirándome con esos ojos verdes que espero herede alguno de nuestros hijos, hizo un miñoco tratando de congeniar conmigo.
Suspiro con una sonrisa tranquila—La cosa es que mi papá va a querer casarme si no me lo llevo a usted para que esté conmigo y, si está que se muere, peor todavía—me abrazó con ternura—. Es más, ya lo hice bastantes meses sin considerar a nadie, absolutamente nadie, antes de volver con usted. No entiendo por qué me consideran incapaz de solucionar mi vida a sabiendas de que soy la mayor y, también, prácticamente la heredera de todo.
Lo dijo con una rapidez bastante increíble.
—Mi papá puede cambiar el testamento sin siquiera darme cuenta y eso es otra cosa que no me gusta pensarlo siquiera, pero, teniendo en cuenta todo lo que puede llegar... ¡Pues, hombre! Hay que arriesgarse por lo que uno quiere y yo lo quiero a usted, así que mi papá se puede poner como quiera, a ver cómo le va.
—Tranquila, mi generala del amor —mi futura Todo, puso los ojos en blanco —, eso no se lo vamos a permitir.
Al decir eso, de inmediato ella comenzó a gatear así en la orilla de la cama y se aproximó bastante a mis piernas, mejor dicho entre mis piernas, estrategias para susurrar tan ligeramente qué me prendió como una vela de cumpleaños.
—Siempre voy a confiar en usted—habló bajando esa boca por el cuerpo mío.
—Y no sabe como se lo agradezco—, solo pude decir antes de montarme.»
Cuando la joven Alana, llego a esa parte, se sonrojó, guardando silencio, analizando y concertando el hecho fundamental de qué sus abuelos estaban previniendo muchas cosas antes de que ella naciera, y se los iba a agradecer toda la vida a pesar de los miedos y las inseguridades de la chica. Podía decir que estaba muy contenta y feliz de ser parte de aquella familia tan explosiva y tan diferente en la narrativa de una familia natural colombiana.
—Abue, ¿Entonces usted conoció a la mamá de mi novio? —La señora de casa, inmediato, hizo caras de sorpresa, como si no entendiera lo que estaba diciendo su nieta, entonces la chica le contó —La mamá de Dan era una extranjera que estaba haciendo las pasantías de su Universidad aquí en Colombia según lo que yo sé don Francisco, le había mentido diciéndole que iba a dejar a una señora que se llama Rosario, pero yo no sabía que la Gran Rosario, la psicóloga que implanto la semilla para que nosotras las mujeres en Caldas siguiéramos su legado —. La escritora inmediatamente entendió y sonrió con un dolor bastante evidente —Entonces, mi suegro engaño todo ese tiempo a la mamá de mi novio, ¿verdad?
—Ali, dígame una cosa —La abuela tomaba café mientras pensaba la manera más tranquila y hacer la pregunta —¿Cómo se llevan Francisco Hoyos y sus hijos?
—Hasta donde yo sé. Y lo que he podido percibir —Respiró profundo, y los ojos de ambas se colocaron de un verde más claro—, no quiere ninguno de los 3 hijos, ni a mi novio que es de una amante según lo que acabo de descubrir, ni a sus hijos legítimos—, Marcia sentía tanta empatía que sonrió porque sabía que su hermosa nieta obviamente tenía, el don de la justicia como su difunto esposo — y yo odio a ese señor, por qué según esto se metió con lo más sagrado para mí, que es mi familia y ahora mi recién construida familia. —Refiriéndose a sus parejas, las personas más amadas por Alana, justo después de su familia, la de sangre y la que escogió.
La abuela Marcia estaba desconcertada, pues el mejor amigo, de su esposo, había muerto por cosas de Rosario, ¿pero hasta qué punto podía contarle a su nieta? De la familia Hoyos Buenaventura o en otras palabras, los Salerno Buenaventura.
—El señor ese, no quiere ni a la mamá —cruzo las piernas pensando más calma—abue, mi abuelo, dejo un testamento, ¿verdad?
Su nieta ya sabía muchas cosas que no se podía negar y, le dolía mucho negarle más información, pero ella era inteligente, hermosa y casi de otro mundo, comprendiendo que tarde que temprano lo iba a saber, pero para hacerle la cosa más sencilla a su hermosa nieta le iba a dar una cita clave con el destino.
—Usted sabe por qué a Caín mató a Abel, ¿cierto? —, preguntó la anciana.
—Por envidia, ¿no fue? —aseguró la joven, rayando un papelito.
—En parte. Fue por envidia, pero la verdad fue por celos; los hombres cuando tienen celos de otro hombre o de otros hombres y en este caso pueden ser cegados a tal punto de cometer delitos horribles para obtener lo que quieren y adivine ¿quién mató a quién para obtener a Rosario?
—Mi suegro —. Aseguro la joven.
—Sí, y estoy completamente segura como que me llamo Marcia Abadía de Casanova, que Francisco Hoyos es capaz de matar a sus hijos por la herencia que dejará don Daniel cuando muera.
Desde ese momento la joven escritora se preocupó por el bienestar de su novio, mucho más de lo que ya lo hacía, ya comenzaba a maquinar la manera de alejarlo de su familia tóxica. Su ángel merecía ser feliz, aunque fuese por momentos.
—El amor es confuso, ¿verdad?—, Alana, hablo mirando la ventana.
—Sí, es lo más confuso de esta vida—contesto la mujer.
—Pero la verdad, los amo mucho.
Cada vez estaba más segura de esa Dulce Locura, era clara al enamoramiento que los tres sentían. —El amor a veces debe de pasar, por cosas difíciles, para llegar hacer una buena ancla de vida.
La joven Alana, miraba A su abuela sentada...
¿Sería capaz en algún momento ser tan tranquila como ella?, solo esperaba que al leer todo esto las cosas fuesen idóneas, para todos en Manizales.
«76
Amatista realmente tenía razón, su hermana era de armas tomar y, curiosamente, me tenía entre sus manos y sus piernas de una manera que era difícil de creer, pero era una manera armoniosa de morir y de estar encarcelado para siempre. Tal como desde que ella tenía catorce y yo dieciocho.
Se veía en los ojos de Marcia que no tenía ni la menor idea de qué camino correr o por dónde coger, lo único que sabía es que no podía dejar a su familia sola, aunque ¡vaya familia la que tenía mi mujer! De igual modo, jamás obligaría a la chica en cuestión a quedarse aquí mientras sus hermanas y madre sufren por ellas mismas, pero, como lo dije antes, yo no podía estar en los dos lados al mismo tiempo y tampoco quería dejarla totalmente en el pueblo.
Prácticamente, está hecho un caos porque la guerra y la política se han vuelto cada vez peor por allá, ni siquiera el respeto era un privilegio porque ni por la gente "normal", ni los niños, adultos ni gente mayor lo tenían con nadie, por lo que no quedaba otra que irse o quedarse, pero había que hacer algo en ese momento.
—Como siempre se lo he dicho, usted puede hacer lo que quiera mientras me avise y confié en mí —aquello era la confirmación de que la relación ya no era tan enclenque y eso era satisfactorio de todas las maneras posibles.
—Gracias —me miraba como su gran sueño, como si no lo pudiera creer, y eso me hizo sentir que todo lo sufrido ha valido la pena en todos los aspectos.
—No me agradezca, usted y yo estamos juntos en esto. —después de un momento, Marcia se quedó pensando por algún tiempo sin decir mayor cosa hasta que mencionó una idea que resultaba un poco descabellada y linda a la vez.
—Jonás, ¿qué le parece si tenemos un hijo? —abrí mis ojos y, disimuladamente, aunque nada disimulada al final, brota de mí una sonrisa.
"¡Que idea más loca, pero más linda le he escuchado!", reflexioné yo en ese momento tan de miles de pensamientos.
—¿Lo haría? — pregunté y ella mueve la cabeza en un movimiento afirmativo.
—Sí, además, mis hijos serían de telenovela —yo solo pude lanzarme a besarla, menos mal que no había nadie y que era mi día de descanso—. Serían tan bonitos que me sentiría bien, además, de bien inteligentes.
—En eso sí, serían bien inteligentes —le, bese, insinuándome mientras la miro fijamente—. ¿Qué le parece si comenzamos con la tarea?
Aunque en el pueblo se corría con el cuento de que las mujeres Abadía eran una maldición porque los hombres que trataban de estar con alguna de ellas quedaban idiotizados, es un riesgo que decidí correr igualmente. ¿Quién lo diría?, además, ¿Quién no lo correría?
(Don Jonás, eso se lo debió decir a Dan, Derek, Josmer y Cruz... Antes de)
La gente Abadía eran prácticamente los primeros colonos que habían llegado al pueblo, por eso es que muchas personas los odiaban, pero otras les amaban y aquí estoy creando una nueva generación con la joven más hermosa del pueblo.
—No me voy a ir, mi papá me echó el día en que me escapé para venirme a estudiar —me confesó antes de que yo continuara quitándole la ropa—. Y ahí fue cuando prácticamente me vendió al insulso de Darío, haciendo el intercambio.
Suspiró al tiempo que yo la miraba, atendiendo a su petición de atención.
—¿Usted recuerda que, cuando estaba trabajando con mi papá, el señor este le prestó una plata para pagar unas deudas de unas apuestas? —me tomó de la cara después de besarme—. Pues bien, mi papá siguió apostándole y siguió prestando plata al tipo, entonces, podrá imaginar lo que pasó
—Al no tener la casa a su nombre, ofreció su mano de usted en matrimonio justo cuando estaba estudiando acá —ahora sí me sentí más culpable al saber que ella había sido objeto de intercambio.
—¿Y sabe qué fue lo peor? —casi desnuda, sonrió mientras limpió mis lágrimas—. Que, cuando Darío se dio cuenta de que yo ya no era pura, casi me mata a golpes y me devolvió a la casa de mi papá.
Sonrió con dolor.
—Eso ocurrió la semana en que usted no apareció y yo me creí el cuento de Granada. ¡No jodas! —alcé la mirada unos segundos y volví hacia mi amada—. Obviamente, ella anduvo tras de mí tirando tontas insinuaciones sin disimular nada y preguntó quién había sido el primero. Claramente, no la iba a poner en riesgo a usted.
—Yo me iba por la tangente, diciendo que fui abusada o que fui yo misma, porque no quería que me tocara hasta que una vez, una noche muy oscura, me cogió desprevenida y me llevó a su casa, teniéndome encerrada allí.
Yo no puedo pensarlo, me hervía la puta sangre, sintiéndome culpable de una manera bien bonita, así que, tras un suspiro, respiré hondo para dejarla continuar.
—Ahí fue cuando entendí que no podía acercarme a usted, aunque lo quisiera cada vez más, por lo que tenía que hacer la pantomima para protegerlo y protegerme —la besé de nuevo—. Sabemos que Darío es un terrateniente de una de las guerrillas más poderosas del país, no podía permitir que le mataran por mi estupidez y, dada la situación, preferí ganarme su odio por estos cuatro años.
—Pero, entonces... —la besé solo para no atascarme con mi puto llanto—. ¿Qué hace acá?
Ella me miró con la paciencia que me tiene, el único que se lo ha ganado.
—Porque descubrí a Mariela Granada, encerrada, en la oficina de Darío, justo en el día en "que me comprometí" con el idiota ese. Y por eso me traje todas las pruebas necesarias para librarme de ellos y estar con un usted, abogado Casanova.
Recuerdo muy bien aquella vez que sucedió.
—¿Son los papeles? —pregunté, mirando la carpeta que habíamos organizado.
—Son todas las propiedades que el señor ha robado y que las ha puesto a nombre de mi papá —dijo ella.
—Don Rogelio, es el testaferro de Darío, ¿cierto? —pregunté aún más preocupado.
—Sí, y, adivine qué puede pasar si el principal culpable muere.
Tras aquello, Marcia me observó maravillada.
—Si hago algo con las cosas de mi padre, que realmente no me interesan, limpiaría mi apellido y podría tener todos los hijos que quisiese —Marcia tomó mis manos.
Los hijos, de mi amada Marcia y yo... si sería su esclavo, por tener esa dicha.
—Lo que realmente me asusta y no me gusta mucho es la situación de Amatista —ella pensó, como siempre, en su hermana primero—. Si papá se da cuenta de que ella está embarazada, es capaz de matarla junto al pelado con el que se metió.»
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