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7. Luna Creciente:Esta cobardía

Esta cobardía

Después del amor y la tormenta siempre llega la calma, la pasión y el fuego que no es nada más que la eterna vida.


Las páginas saltan de fecha en fecha como algo, normal, la siguiente página era del año siguiente... hasta que llego marzo 1967

«marzo del 67

Y ahora que recuerdo, cuando Marcia Abadía me dejó, después de una semana en que no nos vimos, ya sabía más o menos en lo que estaba, la mujer se hallaba dando algunos pasos bastante horribles con Darío, ya que Mariela no hacía más que hablar muy mal de ella, diciéndome que se había acostado con aquel imbécil arrogante, con ese "cerdo de mierda", pero, ahora que lo pienso, no hice nada para detenerla o aclarar las cosas solamente la traté mal y nunca se me va a olvidar lo que hice después de haberle gritado ciertas cosas.

Acostarme con todo lo que tuviera falda, la verdad me da vergüenza haber sido de esa manera, ahora me arrepiento, obviamente, pero, ¿sabía yo lo que estaba pasando? No, ella jamás me dijo nada, se guardó todo y se fue con el catre hijueputa ese, por su orgullo, que no le sirvió, pero no debería juzgarla, pues yo también soy egoísta y un tanto oscuro, la quería a ella y ahora que la tengo, me gustaría guardarla en un cajón de cristal.

¡Sé que no es lo más sano, pero en esos momentos ¿qué lo era?! No me puedo justificar, pero aún sí, recuerdo las lágrimas derramadas y el dolor en su cara que era reflejada en todo su esplendor cuando le di ese golpe en su mejilla izquierda, sabía que, muy posiblemente, iba a ser la última vez que iba a verla, bueno hasta que a mí también me dio la loquera...

No se llevó absolutamente nada de mi casa y eso hacía que la odiara más, al igual que tomé como buen "macho", poniendo todo, absolutamente todo en un recipiente para luego quemar sus cosas, al tiempo que estaba con una botella de ron, para mentirme que con eso me iba a curar. Aquí es donde Aurelio, Don Daniel y mi sentimental amiga Rosario metieron la cucharada y me ayudaron en lo posible. Aquellos meses y días, fueron sanadores en toda la extensión de la misma palabra, amanecíamos entre ellos abrazado, ella como la luna clara, yo como un simple pastor de ovejas al que desterraron de su hogar, por buscar a su diosa.

Así era Marcia, un rayo de luz en mi inconsciente y terrenal vida. 

***

Mientras tanto en Colombia sigue habiendo guerras, muertes y los partidos políticos son el pan de cada día en este país, sabía yo que los Salerno tenían que ver mucho con esto, en parte por qué el narcotráfico era un "negocio rentable". Los verdaderos jefes de la mafia, no era más que la gente con la que convivía y no puedo justificar lo mal hecho de la Organización.

Pero saber esto no sirve de nada, mientras que las clases trabajadoras y la media se mueren de hambre o son asesinadas en sus propias casas, al tiempo que la clase alta y la maldita élite está sentada comiendo caviar sin importar si es de derecha o de izquierda, si son de derecha o izquierda, si hay paramilitares o guerrilla.

Realmente solo necesitan tierras y aparentar ser buenas personas y tanto mi querida Marcia Abadía, y yo sabíamos bastante bien cómo era el mundo en el que toca aparentar para subsistir, en el medio en el que me estaba metiendo no era el ideal, pero realmente ¿Qué era ideal?, apenas nos estábamos adaptando de nuevo y era nueva vida.

Sabía que ella no se sentía para nada cómoda, rodeada de objetos caros que no los obtuvo ella.

Mi novia, futura esposa, era una mujer extremadamente fuerte y trabajadora, que para su desgracia, debía tener una mueca perfectamente delineada para saludar a la gente que no le caía bien, mientras que sus ojos muestran una ira indescifrable escuchando estupideces de la gente que hablaban por hablar, no debía de acompañarme. Pero así lo decidió ella.

La conocía perfectamente y eso me hacía tener ventaja, que me haría el amor como fiera, pidiéndome en el calor del orgasmo, que no le dejará nunca, pues la verdad jamás logré entender, como pude siquiera estar sin ella estos años.

—Buenas noches —hablaron detrás de nosotros—Lorenza Salerno y mi novio Antony Spada, mucho gusto, señorita Marcia.

Lorenza era demasiado joven, pero era demasiado distinguida se notaba que le habían criado para líder de una familia supremamente poderosa, aunque de cierta forma no me agradaba que estuviera con Anthony, pero entendiéndome a mí mismo no podría juzgarla Lorenza en ese entonces tenía unos 17 años ello y venía con su familia con el señor Víctor hermano menor de don Daniel.

—Señorita Lorenza, el gusto es mío —hablo de una forma sencilla y tranquila, eso convenció de inmediato a la joven heredera —sabe, usted es la primera en hablarme como una persona normal.

—Tranquila, la entiendo.

(sí, Jonás... Lorenza Tendrá mucho más de lo que tú puedes imaginar)

Esas dos hablaron de política, de lo sucio que era mundo y lo cansado que es ser mujer en esa época. A veces me pregunto ¿Cómo serán mis hijos y mis nietos?

Sin embargo, y a pesar de estar tranquila, Marcia no era de estar en el ojo público, pues entendía no todo era tan ventajoso, lastimosamente, pues Aurelio y Rosario acabaron huyendo del país cuando, por cosas de la vida, se filtraron algunos datos e información en contra de un juez que tenía entre ojos a la familia Salerno, por ello pudieron ser asesinados, se hizo más difícil todo, juez era un Borges, el cual iba por el mismo camino que el querido hermano de Aurelio, Francisco.

Como yo no estaba en ese caso, no podía hacer mucho, aunque quisiese, además, estaba más concentrado en buscar información mucho más clara en el caso de Marcia, necesitaba ayudarle para poder ir más allá, de hecho. Al sacar a Darío de la vista, sería muy ventajoso, sobre todo para mí, que no soporto la idea.

Yo conocía perfectamente el amor que ella le tenía a esa tierra porque fueron sus raíces, lo son y es algo muy bonito de respetar y añorar también, pero era muy claro que deseaba liberarla de aquel dolor, Teníamos todo para arrancarle de las manos todas las tierras al cerdo ese, pero aunque tuviésemos ese poder en las manos esos papeles no servirían de nada hasta aquí el poder económico para hacer lo que teníamos que hacer Marcia siempre miraba esto como la última opción ella no sanguinaria y mucho menos yo, pero el pan, pan y el vino, vino.

Esto lastimosamente en esta época era lo que debíamos de hacer, las cosas que una vez me dije, por mi decencia, no haría. Se siente raro y, al mismo tiempo, bonito querer ser parte de algo sin tener idea de dónde perteneces y, muchas veces, me ha pasado, en este caso puedo hablar del abuelo Luca.

En plena Segunda Guerra Mundial, mi abuelo decidió huir con sus dos hijos a Latinoamérica y el resto es historia que más adelante contaré, la abuela, Helena, murió siendo joven.

En la tarde en que ambos estábamos realmente ocupados, ella leyendo algunos papeles de los libros contables y otras cosas de legales, le estaba enseñando un poco, mientras ella igual a mí.

Cuando aparece una niña de siete años, era una de las vecinas tocando la puerta diciéndome que me llamaban en la cabina telefónica número tres, saliendo inmediatamente para preguntar solamente quién era, pues tenía una persona que me llamaba constantemente y se trataba de Aurelio Hoyos, con quien ya había hablado en la mañana sobre cómo tramitar en la notaría toda la sucesión de propiedad, del bufete y los otros negocios si es que él no volvía a Colombia.

El tema era con quién quedaba el bufete, pues sabíamos que su hermano era un descarriado y no se podía dejar esa responsabilidad a Francisco Hoyos.

También sabíamos de Daniel Hoyos Buenaventura, el doctor y padre de la familia Hoyos nos apoyaba en todo, pero, en ese momento, algo se nos tenía que ocurrir, algo bastante bueno para poder quitarle las acciones y la parte de su hermano, aunque todo ese día comenzó a cambiar tanto para bien como para mal.

«15 de mayo 1967

—Aló, ¿con quién hablo? —pregunté un poco apurado, iba a llover y debíamos entrar la ropa... sobre todo la poca ropa de ella.

—Hola Jonás, ¿cómo están? —preguntó una mujer que yo conocía y que también fue maltratada por mi queridísimo y amado suegro, oigan bien el sarcasmo.

—Hola Amatista, ¿cómo está? —pregunto con respeto y amabilidad, pues, el día que Rogelio me cascó, ella y Marcia me curaron las heridas—. Nosotros estamos bien, pero ¿cómo supo que su hermana está aquí?

—Son muy obvios, la verdad, pero me alegra que ambos estén juntos —respiró profundo—. Necesito que le diga a mi hermana mayor que papá se está muriéndose y tanto la mamá como Genoveva no saben qué hacer con la finca.

Ella respiró rápido, como si estuviera aprendiendo una lección o algo así.

—Ellas no me dejan meter la mano en la tierra porque, como usted sabe, ser la "hija bastarda" no es nada bonito, entonces, podrá imaginar lo difícil que es aguantarme a las dos. Además, yo sé que ella tiene los papeles de las tierras —realmente no me gustaría estar en sus zapatos, ya la compadezco— dígale que la cosa está calmada porque Darío no está y no ha jodido de nuevo a nadie; al parecer está en otro lado, pero, de igual manera, estoy pendiente por si llega a aparecer y estoy tratando de ayudar a cuidar a papá en lo posible.

Sonreí, aunque no sé cómo se lo tomará Marcia, debía contárselo.

—Y, ahora bien, señorita, ¿usted cómo supo mi número? —pregunte, quizás estaba en Manizales y necesitaba que fuéramos por ella.

—Pues lo conseguí en el bufete de abogados en donde usted trabaja —eso no es nada seguro—. Tranquilo, nadie sabe más que los dos están juntos en Manizales, muy lejos de este pueblo loco. Lo negamos, era demasiado cierto—. Dígale a Marcia que la extraño y que nadie sabe hacer el café como ella —en eso tiene toda la razón. Amatista— También dígale que es posible que tenga un sobrino de mi parte.

Iba a preguntar, pero inmediatamente colgó, sabía que tenía pocos pesos para llamar, pero era como obligación por parte de ella tener contacto con su hermana mayor.

Amatista y mi acompañante de vida habían sido criadas en la misma casa, pero de una manera muy distinta, tanto así que Amatista tenía el apellido Manzano, de su madre, en lugar de Abadía, porque a su padre no le tocó el corazón ver a una niña huérfana cuando la mamá, qué era descendiente indígena, murió por exceso de trabajo.

Las cosas que uno ve y sabe en este mundo no se compara con lo que realmente puede pasar y, desde ese momento, la Abadía mayor empezó a proteger a su hermanita del medio porque sabía que la niña no tenía la culpa de absolutamente nada, pese a que solamente tuvieran dos años de diferencia.

En esos tiempos, las mujeres siempre se guiaban por lo que dirán y, gracias a los ángeles del cielo, mi Abadía no era de esa raza tan rara, pero, pese a no ser pretenciosa, conocía y tenía claro su poder dentro del pueblo y las veredas del mismo.

Es por ello que siembre trataba de proteger más a su hermana que arrastró -y eso también lo notaba en el colegio- donde no dejaban a un lado a la muchacha de tez mestiza, mirando todo eso desde lejos, pero también desde cerca. No voy a decir que Amatista no sea fuerte, es más, creo que es una mujer de respeto, pero esa no era razón para que, a veces, la trataran tan mal, como una esclava, y más cuando nació la menor de todas, Genoveva, esa fue la que me hizo golpear por mi suegro y sus tíos, ya que era una niña, sabía, pero era tan diferente a la chica con la que estoy actualmente.

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