6. Luna Creciente: La Gata Bajo la lluvia
¿Será esto gracias a la Gracia divina?, pues no sé. Te tomo la palabra...
La joven Alana, miraba A su abuela sentada...
¿Sería capaz en algún momento ser tan tranquila como ella?, solo esperaba que al leer todo esto las cosas fuesen idóneas, para todos en Manizales.
«15 de mayo 1967
Amatista realmente tenía razón, su hermana era de armas tomar y, curiosamente, me tenía entre sus manos y sus piernas de una manera que era difícil de creer, pero era una manera armoniosa de morir y de estar encarcelado para siempre. Tal como desde que ella tenía catorce y yo dieciocho.
Se veía en los ojos de Marcia que no tenía ni la menor idea de qué camino correr o por dónde coger, lo único que sabía es que no podía dejar a su familia sola, aunque ¡vaya familia la que tenía mi mujer! De igual modo, jamás obligaría a la chica en cuestión a quedarse aquí mientras sus hermanas y madre sufren por ellas mismas, pero, como lo dije antes, yo no podía estar en los dos lados al mismo tiempo y tampoco quería dejarla totalmente en el pueblo el cual prácticamente, está hecho un caos porque la guerra y la política se han vuelto cada vez peor por allá, ni siquiera el respeto era un privilegio porque ni por la gente "normal", ni los niños, adultos ni gente mayor lo tenían con nadie, por lo que no quedaba otra que irse o quedarse, pero había que hacer algo en ese momento.
—Como siempre se lo he dicho, usted puede hacer lo que quiera mientras me avise y confié en mí —aquello era la confirmación de que la relación ya no era tan enclenque y eso era satisfactorio de todas las maneras posibles.
—Gracias —me miraba como su gran sueño, como si no lo pudiera creer, y eso me hizo sentir que todo lo sufrido ha valido la pena en todos los aspectos.
—No me agradezca, usted y yo estamos juntos en esto. —después de un momento, Marcia se quedó pensando por algún tiempo sin decir mayor cosa hasta que mencionó una idea que resultaba un poco descabellada y linda a la vez.
—Jonás, ¿qué le parece si tenemos un hijo? —abrí mis ojos y, disimuladamente, aunque nada disimulada al final, brota de mí una sonrisa.
«¡Que idea más loca, pero más linda le he escuchado!» reflexioné yo en ese momento tan de miles de pensamientos.
—¿Lo haría? —pregunté y ella mueve la cabeza en un movimiento afirmativa.
—Sí, además, mis hijos de telenovela—, yo solo pude lanzarme a besarla, menos mal que no había nadie y que era mi día de descanso—. Serían tan bonitos que me sentiría bien, además bien inteligentes.
—En eso sí, serían bien inteligentes —le, bese, insinuándome mientras la miro fijamente—. ¿Qué le parece si comenzamos con la tarea?
Aunque en el pueblo se corría con el cuento de que las mujeres Abadía eran una maldición porque los hombres que trataban de estar con alguna de ellas quedaban idiotizados, es un riesgo que decidí correr igualmente. ¿Quién lo diría?
(Don Jonás, eso se lo debió decir a Dan, Derek, Josmer y Cruz... Antes de)
La gente Abadía eran prácticamente los primeros colonos que habían llegado a la tierra del pueblo, por eso es que muchas personas los odian, pero otras les amaban y aquí estoy creando una nueva generación con la joven más hermosa del pueblo.
—No me voy a ir, mi papá me echó el día en que me escapé para venirme a estudiar—me confesó antes de que yo continuara quitándole la ropa—. Y ahí fue cuando prácticamente me vendió al insulso de Darío, haciendo el intercambio.
Suspiró al tiempo que yo la miraba, atendiendo a su petición de atención.
—¿Usted recuerda que, cuando estaba trabajando con mi papá, el señor este le prestó una plata para pagar unas deudas de unas apuestas? —me tomó de la cara después de besarme—. Pues bien, mi papá siguió apostándole y siguió prestando plata al tipo, entonces, podrá imaginar lo que pasó
—Al no tener la casa a su nombre, ofreció la mano suya en matrimonio justo cuando estaba estudiando acá —ahora sí me sentí más culpable al saber que ella había sido objeto de intercambio.
—¿Y sabe qué fue lo peor? —, pregunto casi desnuda, sonrió mientras limpió mis lágrimas–. Que, cuando Darío se dio cuenta de que yo ya no era pura, casi me mata a golpes y me devolvió a la casa de mi papá.
Sonrió con dolor, mientras yo no podía creerlo.
—Eso ocurrió la semana en que usted no apareció y yo me creí el cuento de Granada. ¡No jodas! —alcé la mirada unos segundos y volví hacia mi amada—. Obviamente, ella anduvo tras de mí tirando tontas insinuaciones sin disimular nada y preguntó quién había sido el primero. Claramente, no la iba a poner en riesgo a usted.
—Yo me iba por la tangente, diciendo que fui abusada o que fui yo misma, porque no quería que me tocara hasta que una vez, una noche muy oscura, me cogió desprevenida y me llevó a su casa, teniéndome encerrada allí.
Yo no puedo pensarlo, me hervía la puta sangre, sintiéndome culpable de una manera bien bonita, así que, tras un suspiro, respiré hondo para dejarla continuar.
—Ahí fue cuando entendí que no podía acercarme a usted, aunque lo quisiera cada vez más, porque tenía que hacer la pantomima para protegerlo y protegerme —la bese de nuevo—. Sabemos que Darío es un terrateniente de una de las guerrillas más poderosas del país, no podía permitir que le mataran a usted por mi estupidez y, dada la situación, preferí ganarme su odio por estos cuatro años.
—Pero, entonces... —la besé solo para no atascarme con mi puto llanto—. ¿Qué hace acá?
Ella me miró con la paciencia que me tiene, el único que se lo ha ganado.
—Porque descubrí a Mariela Granada en cuatro, estando encerrada, en la oficina de Darío, justo en el día en "que me comprometí" con el idiota ese. Y por eso me traje todas las pruebas necesarias para librarme de ellos y estar con un usted, abogado Casanova.
Hablo con esa voz dada, mirándome como su luz, recuerdo muy bien aquella vez que sucedió.
—¿Son los papeles? —pregunté, mirando la carpeta que habíamos organizado.
—Son todas las propiedades que el señor ha robado y que las ha puesto a nombre de mi papá —dijo ella.
—Don Rogelio, es el testaferro de Darío, ¿cierto? –pregunté aún más preocupado.
—Sí, y, adivine qué puede pasar si el principal culpable muere. —se contestó de una forma real—La maldición pasa a las otras generaciones—contestó ella, besando la boca del socio.
Tras aquello, Marcia me observó maravillada.
—Si hago algo con las cosas de mi padre, que realmente no me interesan, limpiaría mi apellido y podría tener todos los hijos que quisiese —Marcia tomó mis manos.
Los hijos, de mi amada Marcia y yo... si sería su esclavo, por tener esa dicha.
—Lo que realmente me asusta y no me gusta mucho es la situación de Amatista —ella pensó, como siempre, en su hermana primero-. Si papá se da cuenta de que ella está embarazada, es capaz de matarla junto al pelado con el que se metió.
La mujer volvió a mis brazos.
—Y sí, puede que haya un error, pero, siendo realistas, están bien —sonrió—. Somos de un pueblo y, lastimosamente, los que quedan allí no progresan ni aprenden y se quedan con lo que la misa les da —nuevamente me pide un beso sin decir nada y yo la complazco como un cachorro a su dueño—. Por lo mismo, hay que entender la situación. De igual manera, no me voy de acá, puede que la finca y la casa se quiebren más de lo que ya están, pero todo se dañó ya y no me importa.
Se quedó pensando un momento.
—Es más, si Genoveva se quiere ir al convento en Cali de una vez, yo le ayudo para que tampoco le joda más la vida a la pobre Manzano.
Como lo mencioné, la relación de las tres hermanas, Abadía, estaba bastante rota porque Marcia, al ser la mayor, siempre tenía más responsabilidades y menos cariño por parte de los papás, mientras que Amatista era huérfana y el único ser que la protegía era su hermana mayor.
La chica del medio no poseía ningún derecho por escrito y eso, de cierta manera, le preocupaba a mi Marcia, puesto que Genoveva era la piedra en el zapato de sus hermanas mayores y no es que ella fuera mala, sino porque fue criada bajo unos conceptos bastante retrógrados y cuadriculados en comparación de mi chica.
Obviamente, mi Abadía siempre tenía algo claro, que, si no iba a ser amada bien como se lo merece, no tenía que estar ahí, hecho que siempre se lo dejé claro, por ello es que me arrepentí de todo lo que le pasó, pues, si hubiera sabido, creo que me hubiera encantado ser más que su amigo.
—¿Me perdona? —pregunté mientras la sostenía de la cadera, liberándola de la bata que tenía puesta y ella solo sonrió—. Es que, si hubiera sabido de las pocas visitas que hacía para contarme esto, pienso que yo mismo habría hecho un acto de maldad.
—Claro que lo perdono —sonrió tiernamente—. Si no lo hubiera hecho, no estaría aquí, con usted, en estos momentos.
Inevitable fue que se riera de mí.
—Estaría en otro país, seguramente, porque, si sabe, ahorré cada moneda que me pagaron siendo mesera mientras estaba aquí y terminé la universidad.
La miré con desconcierto y eso la hizo volver a reír.
—Pero no debería ponerse así —me miró con una sonrisa que me calmó—. ¿No recuerda que cada encuentro me hacía volar?
Tras darle un poco de amor, la bajé de mi regazo para ir a la cocina, donde tenía una cosa que llevaba bastante tiempo guardado y saqué de un tarro de galletas de color azul con una cajita de terciopelo negro donde había un pequeño anillo. Volví a la cama donde estaba ella tratando de calmarse.
—¿Quiere casarse conmigo, Marcia?
No tardó en fruncir el ceño y, sin intenciones de nada, me toma la mano en lo que coincidimos miradas.
—¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Y a qué horas? ¿Por qué tan lento? —la mire extrañado y ella me susurró luego de besarme nuevamente—. Sí, quiero, y mucho mejor en tanto sea bien rápido.
—Mañana en la mañana en la primera notaría que encontremos, ¿le parece?
—Sí, claro que sí.
—Pero, ¿no le gustaría ir a una iglesia? —digo un poco apenado, pues sabía que ella era una "señorita de sociedad" y que, muy en el fondo, le gustaría algo más grande.
—Sí, la verdad es que sí me gustaría, —puso su carita en mi hombro—. Pero no creo que tenga sentido en estos momentos, ya no soy pura e inmaculada, por lo que me parece un gastadero de plata que no tenemos un matrimonio por la iglesia. Cuando tengamos algo más que un trabajo para subsistir un poco mejor los dos, al menos. ¡Hombre, hacemos la mega fiesta con bombos y platillos, hasta contratamos mariachis! ¿Le parece?
Ahí se notó que mi mujer era una administradora.
—Como usted ordene, mi generala —tras decir eso, ella sonrió halándome del cuello para amarrarme del cuello y dejarme sin aliento.
Su abrazo era tan reconfortante, tan mío y mi cara cabía en sus manos, las mismas que también me pertenecían y donde guardaba sus pecados y heridas tenidas a lo largo de su vida, lo cual adoro tanto como si fuera mi religión. Solo así es que puedo imaginar a mis hijas y nietas, pobres los hombres que se metan con una de esa especie de mujeres
(Si usted supiera... –la autora ve a sus creaciones, Dan y Derek, Josmer y Cruz, sonriendo con malicia, aunque no contaba los del otro universo: Daniel, Esteban, Max)
Marcia es mi amiga, mi amante y la dueña de todo lo que hay en el universo... De verdad, es tan bonito y conciso que negarlo sería mentir en una vaga resonancia cada que mi cuerpo pide por ella.
—¿Me puede hacer un favor? —preguntó ella en lo que cayó en cuenta de algo por mejorar antes de que mis demonios se vuelvan a juntar con ella—. Si alguna vez me paso de la raya, me puede corregir.
Ambos sabemos que, a veces, ella puede pasarse de franca y hacerle daño a las personas que quiere o, peor aún, dañarse a sí misma.
—Bueno, lo haré —beso su nariz—. Pero, siempre que usted me ayude a mejorar lo que hay que mejorar.
—Está bien —contestó con un brillo en los ojos, lo más de lindo.
Mi abuelo siempre decía que, para conocer realmente a una mujer, hay que desnudarle el alma, la mente y el corazón antes de que ella se entregue en cuerpo y, definitivamente, el anciano tenía toda la razón.»
La mirada de Alana Marco, se hacía templanza mientras leía bastante bien pero lento. Deseaba leer aquello como sí de poesía se tratase. ¡Y así su abuelo decía que no era escritor!, la verdad leer esto se le estaba haciendo algo complicado porque era leer algo muy privado, pero algo encantador que Alana, entendía y admiraba aquella batalla.
Que ahora ella estaba viviendo, pero con Dan y Derek.
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