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4. Luna Nueva: El viejo farol

                       El viejo farol

La parte más clara de la vida se da en los momentos más oscuros.

Alana suspiró, aunque no le era sorpresa que su abuelita, siempre le hubiera mostrado un freno a su amado señor de bigotes. Con que por eso su abuelito jamás le gustaron Moisés y Drew. La vida y las curiosidades de la misma, le estaban mostrando de una manera nada formal que el camino que estaba dando era definitivamente el correcto, sin importar la situación tan irreal.

En definitiva, su abuelo era alguien diferente y ella, sus primos, además de su hermanito amado, lo habían heredado.

¡Dioses!, se encontraba completamente segura que su abuelo hubiese matado a Montero y a los otros dos por protegerla.

—Mija, ¿Qué piensa? —preguntó la abuela animando a su hermosa nieta.

—En que quiero una relación con la suya—la señora no entendía—sí, abuela, la voluntad, la contemplación y la paciencia. Me encantaría aprender eso y que mis "cachorros", lo conocieran.

Doña Marcia conocía bastante bien como era la relación de los chicos con sus familiares. Como, por ejemplo:

La mamá de Derek, se había enamorado de alguien hostil, el cual siempre se concentraría en beneficio propio sin importarse a quien llevarse por delante ni el daño evidente. Cuando ella quedó encinta del juez Borges en la vida de este hombre acababa de traer a otro niño el mundo y ese era Cruz, por cosas de la vida el pequeño David Cruz nunca tuvo el apellido Borges y de cierta manera se lo agradecía porque así tendría más libertad de escoger su futuro y su presente también.

Por el otro lado, la señora Marcia, tenía a Daniel, al cual le captaba, que era un chico solitario que Dios le dio la belleza y la importuna amabilidad de Aurelio, su mejor amigo, que fue criado a los golpes por su papá, por el bastardo que prácticamente les quitó todo. Sin olvidar que tenía una condición diferente igual como su nieta.

En definitiva, el destino era una broma, una mala broma y a su pequeña le tocó darle un punto fuerte a ese comienzo que en de lo más extraño.

Alana era claramente fuerte, tan fuerte que pudo unir en algo raro y bonito a esos dos, esperaba que su nieta fuese, feliz, sobre todo tranquila y en paz, por eso se le hacía tan raro verla ahí, llorando, frustrada por tantas cosas que ni siquiera ella podría disimular.

—Alanita, ¿Qué me le hizo ese par?

—Nada... Esta vez nada. Solo que descubrí que para mí mala suerte que no puedo ver mi vida sin ellos.

(Es un escándalo, es un escándalo, pero es parte de la vida misma... Si no que lo digan sus primas Rubí y Alma, su amada Alma.)

Marcia, no pudo más que acercarse como su signo materno: Cáncer, le dictaba.

—Ya le dije Ali que si esos muchachos le hacen feliz, no tiene que estar pendiente de lo que decimos nosotros —le abrazo tan hermosamente que Alana solo pudo llorar un poco más.

Para luego volver al diario.

 Al día siguiente

Me levanto muy temprano, tanto que ella sigue dormida, y me dirijo a las cabinas telefónicas antes de que las ocupen, pero, cuando bajo los escalones fuera de la casa, me da por pensar «y si ella ya está con carga, la van a hacer casar conmigo y eso sí se me apetece bastante, la verdad».

Cómo pude vivir engañado todo este tiempo y sin ella, lo más seguro es que, tal como siempre creí, Marcia Abadía siempre estaría y está a mi lado, pese a que no sea un buen hombre y muchas veces la engañé cuando era más pequeña. Pero, cuando vi que había cambiado y se convirtió en mi detestable e indomable luna y bella idiota, ahí sí me dio alboroto el instinto de querer estar con ella. Eso fue un gran error de mi parte porque me prometí que nadie la tocaría ni la miraría, pero descubrí, muy a mi pesar o fortuna, que la mayor de esa familia, era parte de mí en todas las formas posibles. Si fuera cantante o pintor, querría dedicarle todos mis versos y pinturas a esa mujer.

De todos modos, ella se convirtió en esa mujer que todo el mundo quisiera tener y alcanzar, pero que muy pocos le hemos tomado, porque no hay que ser muy inteligente para verla ser desde lejos, ¡sí! Una mujer inteligente es más peligrosa que un ejército con mil armas.

Las mujeres inteligentes nacen de otras mujeres inteligentes y, cuando aprenden de sus errores, ellas jamás en la vida vuelven a ser las mismas, son más fieras o cambian y, si no pasa, vuelven a cometer el mismo error hasta que acaba siendo desechado para asumir el modelo ideal de esta sociedad.

 Pero la cuestión es que no me explico todavía es por qué razón o circunstancia me tocó vivir lo que pasé cuando solamente tenía que ser de Marcia, solo de ella. Yo no necesito más mujeres en mi vida, bueno, quizás un par de niñas pequeñas con mi apellido o tres y, después de los años, una nietecita a la que le enseñaré todo lo que sé.

(Don Jonás, usted solo pida que yo lo hago, y los ex de Alana lo confirman con un dedo, de me gusta)

De alguna manera, ese siempre fue mi sueño, tener una familia con ella desde que éramos adolescentes, aunque puede que suene bastante inapropiado porque no vengo de cuna de oro como ella, pues, a la hora del té, me vale pito dónde voy a estar con ella.

—Me esta diciendo que ella lo busco cuando al señor le dio por sacar vacaciones —dijo Aurelio, mientras escuchaba a Rosario reclamarle el chisme.

Cuando escuche a las vecinas decir que habían "secuestrado" a la hija mayor de uno de los dueños de grandes tierras en el pueblito, y que no la encontraban por ningún lado y, además, que se ha llevado con unos papeles de que su "prometido" le dio a guardar.

—Si, eso fue lo que paso, solo le llamo para contarle que no voy a ir a trabajar hasta mañana—suspiro para ponerme serio —Ella trajo una tula, con dinero y unos papeles. Quizas tengamos las pruebas necesarias para desmantelar la Red que Darío Benjumea, maneja.

Para la desgracia de mi amigo y para mí desgracia, la familia de Aurelio era una de las más poderosas del país, pero no por cosas buenas sino por andar de mafiosos tanto que el papá de Aurelio, siempre ha tratado de limpiar el nombre de su casa y de su familia, a pesar de que complejo porque ya habían pasado muchos años la situación.

«¡Con que esa la tula, semillita! Tendrás que explicarme qué putas pasa en tu casa, para que pase todo esto»

Al entrar a la cabina telefónica, marco el número de la oficina para avisar que mañana no podré ir y, considerando que es domingo, debía pedir permiso dado que tengo que organizar todo lo posible para "mi mujer" –por fin puedo decirle así, aunque no se sienta cómoda, porque sé que, si me llega a escuchar, me da una cachetada y toco mi mejilla de solo pensarlo porque bien.

Como puede que no recuerde el tono de su voz que más quiero cuando está enojada, pero ella me lo hizo recordar como una de mis mayores glorias.

Ahora lo que más deseo es que ella se quede y como pude ver anoche, no traía mayor cosa solamente lo que tenía puesto. Debo de conseguirle por lo menos 2 vestidos o dos pantalones con ropa interior para que se quede en casa, si lo quiere. Es que yo la amo, pero libre. No podría encerrarla, no soy así, no soy como mi padre o el padre de ella, no podría conseguir una mujer encerrada, encarcelada, en los cánones de que dirá la sociedad.

Al poder hablar con el joven Aurelio Hoyos, mi compañero de trabajo y colega, entendió diciendo que no me preocupara porque él se haría cargo, por lo que suspiré y luego me encamino a la tienda cerca de casa, la cual queda justo pasando la calle y compro una cubeta de doce huevos, dos cajetillas de cigarrillos para ella, arroz y una libra de café tostado.

Sabía que también debía volver a comprar más cosas para el almuerzo, pero, mientras tanto, debo irme sencillamente, quiero volver a casa. Al llegar, me encuentro con la señorita con la chaqueta que yo traía puesta la noche anterior cubriendo sus curvas, por lo que creí que iba a dormir más, pues, tampoco veo la tula color militar que hace unas horas había olvidado.

Mi casa eran dos salones gigantes, en uno de los cuales estaba la cocina y dos muebles con dos escalones que quedaban al lado izquierdo para entrar al cuarto donde tenía una bañera y un cubículo más pequeño, el inodoro y una ducha de agua helada. Al lado de la cama, mi escritorio de color oscuro que fue uno de los regalos más bonitos que tuve de ella antes de partir.

—¿Qué hace? —pregunto en lo que me siento en la cama y veo como ella tiene todo lleno de papeles y con un orden especifico.

—Estoy buscando el camino más eficiente para acabar con Darío Benjumea y que me devuelva lo que mi papá se dejó quitar, lo que es mío y de mis hermanas —yo la miro de una forma realmente sorprendida e interesado.

—¿Cómo así, Marcia? —mi cara de interrogación le hizo sonreír de una manera tierna y nada discreta.

—Mi papá se dejó quitar la casa y la mayoría de propiedades por una maldita puta apuesta —respondió un poco adolorida—. Prácticamente, la finca de "La Linda" fue un intercambio

Y allí se quebró un poco.

—Mi papá hizo un trueque conmigo y la finca, Darío me iba a trasformar en su mujer y mi papá se iba a quedar con la finca.

—¿Usted me está hablando en serio? —vuelvo a preguntar con un dolor en el pecho que me está quemando un poco. Necesito un trago, aunque recuerdo que no hemos desayunado.

Y no tuve que decir nada para que ella interpretara mi cara, de mal humor.

—Primero desayunemos y después, si quiere tomar, yo lo acompaño —me limpia la cara con una de las mangas de la camisa y eso lo adoro.

—Fue por eso que me dejó –digo, para dirigir mis pies junto a los de ella.

—Sí, necesitaba la información necesaria para ser libres de nuevo —habló ella en ese momento—. Siempre he sabido que con mi papá nada es fácil y, aunque no me guste irme de mi casa, sé que, si vuelvo, me va a ofrecer al mejor postor y no, no voy a permitir que eso pase.

La mirada de Marcia es tan alucinante como los relajantes que uno se toma en las fiestas.

—¿Y usted cree que yo voy a dejar que su papá se salga con la de él? —estaba realmente enojado.

Marcia enseguida, mostro una seguridad y determinación como si fuera la Reina de Inglaterra

—Por esto es que no quería decirle nada, porque sé cómo se pone cuando algo malo me pasa —miro los huevos y el café—. Venga, más bien hágame el desayuno.

—Como ordené, mi generala –guiñé el ojo con entusiasmo, dejando a un lado la camisa y colocando el delantal, mientras ella me miraba con amor, sabía que esa mirada era una con la que me mostraba con detalle su esencia.

—Extrañaba tanto esto –habló tranquilamente, como si estuviera en paz de algo—. Esa sensación de tranquilidad que me dan sus ojos, de ese azul que da paz.

Lo último le susurró con vergüenza y es que, de los dos, yo era el romántico, el que leía poesía y el que la cogía de la mano cuando vivíamos en el pueblo, pues, no menor, en los tiempos en que yo era el administrador de la finca de su padre, iba a recogerla al colegio de señoritas y ella era solo risas, algo que conserva.

Todo era tan lindo, ella era una niña bonita, muy inteligente y capaz que no dudé ni un segundo en coquetearle, pero el problema fue cuando su hermana menor, de unos nueve años, empezó a notar mis intenciones y casi me matan a golpes, sin embargo, hasta cierto punto entendía a Don Rogelio y su idea sobre cómo podía yo, un simple capataz administrador de finca que llegó tarde, trataba de ganarme el corazón de su hija hermosa de divina belleza.

(Los jóvenes, siguen tomando nota...)

Lo que no le contaron a Don Rogelio y nadie sabía era que yo soñaba con ser abogado y empecé a estudiar por correo, logrando graduarme del colegio sin que nadie se diera cuenta, tan solo Marcia. Por supuesto, me echaron de la finca y decidí empacar mis cosas para irme a la ciudad, una que estuviera escasamente cerca, donde nadie pudiera conocerme y lograr crear mi futuro y presente, conociendo así a Aurelio y Rosario, quienes estaban a punto de crear un bufete de abogados. Él tenía un hermano menor que estaba loco y era desgastante en todos los sentidos, ya que le tenía mucha envidia a Aurelio y eso sí es algo que me preocupa.

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