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22. Luna Menguante: El Camino de la vida


Te amaré con cada poro de mi ser.

—¡Don Jonás, no me diga eso! —Exclamó Daniel un poco en desacuerdo con el adulto que estaba leyendo —Me hubiera encantado conocerlo a don Jonás y preguntarle muchas cosas de mi tío.

Abuelito, si usted supiera cómo he llevado estos últimos años de vida, creo que me amarraría desde las patas de la cama y no me dejarías salir de mi casa sola o acompañada. —Se autodefendió la y se corta un poquito del silencio para después contarle algo a su novio colchón —. Mi abuela dice que tú eres igualito a tu tío, y, creo que por eso es que el estúpido de tu papá te detesta porque eres muy honorable a pesar de todo lo malo que has hecho, Daniel.

Sabía que no debería de hablar de esa forma de Francisco, pero es que ese señor superaba a todos los villanos que haya leído.

—Aún no puedo creerlo que tu familia y la mía están tan conectadas y por eso siento un poquito de pena por todo lo que ha hecho mi padre o el "donador de esperma» como dice tu abuela. —Daniel mostraba una expresión de dolor y decepción, de pena, una catastrófica manera. Sus ojos se achicopalaron un poco, eso hizo que un impulso del corazón le saliera para abrazarlo, para abrazar a su Ángel azul.

—¡NO! Baby —Derek, le beso las mejillas y la boca, — tú no tienes la culpa, como dice Alana. Eres tan víctima como todos nosotros. Ahora no estás solo, pequeño.

—Dejen de comer, delante de mí —dijo ella buscando a sus chicos.

—Es que no podemos comerte en la casa de tu abuelita —sonrieron —¡Dios te amamos mucho!

«El día en que Alana Marco nació, ese 31 de marzo, fue cuando nacieron todas las flores del jardín, además de ser el momento más que espléndido en mi vida, aunque, no, por el contrario, me lograba de terminar de agradar el papá de la bebé. Aun así, sabía que la pequeña sería la primera de la familia Abadía, terca y sin remedio. Era tan, pero tan pequeña, que cabía en mi mano cuando me la dejaron para cargarla y la puse en mi pecho al tiempo que le susurré algo que mi abuelo me enseñó.

Las flores más bellas del jardín acaban de nacer con tu mirada, las flores más lindas se posan en tu rostro y se consiguen solamente con mirar esos luceros primorosos, Alana Casanova.

Sabía que Marcia y yo estaríamos para ellas, para Gretta y para la armonía del hogar... Alana, la niña que abrió los ojos cuando le susurré esas palabras y a mí me robó el corazón, la mente y el cerebro, le juré que nadie en la vida le haría daño sin que me diera cuenta o, más bien, con el consentimiento y permiso de ella, porque yo no podía gobernar su vida. Solamente la voy a acompañar hasta el momento en que la muerte me lleve. De cierta manera, me recordó a Aurelio cuando lo conocí y nos hicimos amigos. Siendo el primerizo con sus nietos, ellos jugarían con mis nietas y, bueno, ser amigos para ir coloreando de un modo tan lindo que, de pronto, mi pequeña princesa se enamoraría de uno de ellos.

(No precisamente de Aurelio, pero casi)

Por otro lado, me enteré de que el imbécil de Francisco, había dejado embarazada a una chica un par de años atrás, ¡qué hombre tan descarado! Y pobre de Rosario entender que la persona con la que debía casarse por obligación y no por amor había conseguido otra amante y había engendrado un hijo, qué ¡bonita familia!, y pobrecitos los hijos de Francisco, ese tipo nunca quiso a nadie.

La escritora estaba llorando mientras leía y tanto Daniel como Derek, la sostenían como a sus planes de vida, siendo lo más bonito de este momento descubrir que su abuelo la amaba con todo el corazón y el alma tanto como a sus nietos, pero a ella la tenía en una parte muy especial de su corazón. Aquello no lo iba a poder quitar nadie. La chica de ojos verdes solo sonrió y dijo en medio de las lágrimas.

—Mi abuelo tenía un don o no sé qué me puso enfrente de usted, señor Hoyos —le dio un beso a cada uno.

—Tu abuelo me da miedo, mucho miedo—. Sonrió el joven pianista —Quizás nos hubiera matado a mí al cachorro y el pendejo hijueputa de Montero, y tú lo sabes y Derek también.

—Y eso que no te tocó cuando empecé a salir con la adolescente de Alana —habló Derek bromeando —Me daba miedo llegar a la casa de la abuela Marcia y encontrarme con don Jonás por qué me miraba con ojos de odio.

Aunque no quisiera, don Jonás protegía Alana de la mejor manera posible y lastimosamente para los chicos y más para un muchacho cuestión le daba cosa decirle algo que no le agradará.

La chica solamente afirmó algo en silencio mientras ponía los ojos en un cuadro de su abuelo con ella, una foto que ella atesoraba desde siempre y había una copia en la casa de su abuelita.

—Los hubiera matado a los dos y yo hubiera quedado viuda sin casarme —se contuvo de risa —. Dios mío, no me pude imaginar el embrollo gigantesco en el que estaríamos los tres para presentarme como pareja de ambos, me manda un convento o, más bien, me dan una escopeta para manejarlos a ustedes dos.

—¿Por casualidad tu abuelita no tiene una escopeta? —Derek, preguntó preocupado

—Mi abuelito le decía la generala a mi abuelita y más cuando estaba de mal genio. —contestó.

—¿Entonces a ti te tenemos que llamar a capitana? —preguntó a la locura.

La amarían de cualquier manera, capitana, generala, emperatriz, diosa o cortesana o solamente si era ella como lo ha sido siempre.

—No —poniendo las manos en su mentón — a mí síganme diciendo, diosa o reina, o si no se meten en un problema conmigo.— comprendía y entendía lo siguiente, que si ella quería tomar las riendas de su vida por los cuernos como debía ser desde hace muchos años debía tener la fuerza y voluntad de hacer lo que su corazón le dictase.

La risa de ese momento les dio un sentimiento de paz y amor tanto para Daniel como para Derek al verla feliz y sonriendo, sonándose y sacando lo triste y malo que había vivido. Era bastante bonito y gratificante para ambos, que Alana siempre los eligiese o, mejor dicho, la felicidad de la chica era lo más importante.

Ahora bien, al leer esto, Daniel Hoyos y Derek Borges siempre se manejarían un poco mejor y anhelaban mucho más a la mujer que los embarcó en esa oportunidad, de hacer y construir.

—Lamento tanto que tu familia haya sufrido siempre por la causa de mi padre, —hablaba Daniel —. Me siento tan sucio, tan dolido, porque nunca creí que mi familia tuviera una conexión tan importante con la tuya.

—Ángel, tú no tienes la culpa de nada —habló ella, notando que le faltaba poco para terminar con el cuaderno—. Tu padre ni siquiera se va a enterar cuando tengamos las riendas de este asunto.

Frente a la decisión de Alana, solo quedaba el tiempo. Lo único bueno de todo esto bendito sea el tiempo y el amor de esos tres locos, de esos tres jóvenes, que luego harían diferente con el resultado inesperado y bonito, ya que el amor de una cultura rota.

***

«Los siguientes días fueron un torbellino de emociones y preocupaciones al ver a mi nieta mayor llorando de dolor con una fiebre horriblemente alta, lo cual fue claramente doloroso e hice que Jacobo fuera a la casa para revisar a Alana. Inmediatamente, todos en la casa nos pusimos a la orden de lo que pudiera pasar con ella, dándome cuenta de que esa niña iba a hacer grandes cosas pese a lo que pasara y las consecuencias de la vida que pudiera llevar, además era tan pequeña que dolía el alma verla llorar a todo pulmón. Gretta estaba preocupada, era otra niña cuidando a un pedazo de cielo.

Al ser revisada por Jacobo, él inmediatamente gritó: —Debemos llevarla rápido a Manizales y no me importa si no los reciben, hay que sacarla adelante y bajarle la fiebre ya. Marcia y mi hija subieron al carro de Jacobo mientras yo manejaba, al tiempo que trataba de respirar y guardar el aire para llevar a la pequeña al hospital. La comprobaban, le bajarán la fiebre y podían saber lo que le pasaría. Mientras que llegábamos allí, convulsionó un par de veces, es que la niña, no tenía ni el mes y, ya me estaba dando susto.»

Al leer esto, algo dentro del trío de jóvenes se rompió y de alguna manera... Alana lloró de nuevo, tal vez era la verdad que no era fácil de tragar —y por eso es que me ha pasado de todo y aquí estoy —Daniel de inmediato lloró con ella—. ¿Recuerdas las recaídas por el cáncer o la depresión?

—Ali...

«Ali, espero que, cuando leas esto, estés preparando la caída de la dictadura en Colombia, que seas la mejor mujer de la vida y que encuentres a la persona que quiera estar a tu lado para que aprendas y sobrelleves los caminos de la vida. Alana, mi preciosa y armónica chica, cuida, ama y valora el viento, la brisa de nuestras montañas tal como yo lo y tu abuela lo hemos hecho. Vuela alto como sea posible, deja que la luna te envuelva y prende la llama en tu calor y en tu son, no importa lo que pase mientras seas feliz, pues eso es lo más importante.»

Cuando llegaron las abuelas, se sorprendieron por el cuadro y la chica más tranquila que nunca, Por otro lado, Derek no conocía a doña Inés, eso era terriblemente problemático, porque le temblaban hasta los huevos de solo imaginarse una discusión con esas dos señoras; sin embargo, tenía claro y estaba seguro en que Alana se iba a sentir cohibida delante estas señoras.

—Ustedes tres dejen de estar tan juntos —habló Marcia fuerte y claro.

—Hola, abuelita Inés —saludó Alana, notándose demasiado tranquila ante ellas—la bendición.

Rápidamente, aferrándose un poco más a los chicos, Alana miró a sus abuelas a las que no podía negarle esa hermosa situación sacada de las mejores contradicciones de su vida... 

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