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21. Luna Menguante: El Triste.

La verdad es que resultaba ser un pensamiento egoísta y malo, ambas mujeres lo sabían y por eso el tema era tan tabú en las dos casas y a Alana tampoco le gustaba recordarlo, aunque latía profundamente en su ser... Después de todo la sangre llama.

—Agradezcamos que lo tuvo y que realmente no hiciera eso —hablaba sobre el aborto—. El niño crecerá con padres responsables y lejos de esa guachafita en la que vive la niña.

Ese pensamiento le dolió bastante a Marcia.

—¿Cuál guachafita? —preguntó para responder con una fuerza que solo la otra señora no pudo más que sonreír—A ver Inés—habló — su hijo es un irresponsable, así como su difunto marido. Y mi pobre niña, o sea Alana, no ha tenido una figura paterna constante y presente—Inés miró en silencio, dándole la razón — en todo el proceso de adultez y de adolescencia, aquí lo mínimo que usted y yo podemos hacer es quedarnos calladas y observar, además apoyarla en lo que sé que puede necesitar —La otra mujer solo pudo asentir —sé que para usted es muy difícil porque usted cree en otras cosas, pero eso no Le da derecho a decir esas cosas de alana, de su nieta.

—Bueno, entiendo lo que usted me quiere decir —contesto la abuela Inés —, pero no es tan similar, no me gusta sentir que está sufriendo, está partiendo el alma sola por ser tan rebelde.

—Usted preferiría que Alana fuese así cómo son sus nietas, esas otras nietas —Ambas lo negaron rotundamente —, todas sumisas calladas y sin sentido o que no saben lo que quieren y se dejan angustiar y humillar por los otros hombres. —pauso el discurso —, por lo menos esta niña loca tiene buen ojo para escoger al marido o en este caso los maridos— solamente tuvieron que reírse porque era demasiado irónico.

—No sé qué decir—Habló doña Inés tomándose el resto de su líquido caliente —. Pero usted tiene razón en algo, esa niña no nació para no ser sumisa, esa niña donde usted la ve, va a ser florecer los apellidos y nuestra casa en todo su esplendor.

Por fin estaban de acuerdo en algo.

—Le voy a decir otra cosa importante —su nieta le había contado eso, en uno de los momentos en que la acompaño a la quimio — hace algunos años, cuando nuestra alana estaba empezando a hablar con este muchacho Daniel, sus ex, decidieron hacer una apuesta y bueno le salió todo al revés, al tipo que hizo la apuesta, el novio y Derek se enfrentaron a ese tipo y bueno debieron de librar la pelea del siglo.

(Doña Marcia, si usted supiera que estos pendejos estuvieron más metidos en ese cuento que cualquiera... pero nadie como Montero, ese muchacho está mal.)

***

En la casa de doña Marcia estaban los tres, leyendo, implorando que Alana entendiera lo que iba a decir Daniel.

—Amor mírame —habló tiernamente a Alana — nosotros no queremos dañarte, no podríamos hacerlo, entendiendo de que si lo hacemos lo haríamos para nosotros mismos también —susurro besándola—la situación aquí es que definitivamente debemos de casarnos—no pudo negarlo y ella comenzó a llorar de nuevo— lastimosamente, también tenemos que mirar cómo haremos para unir a Derek e irnos del país, no sé, pero no podemos separarnos, tú lo necesitas y yo los necesito a los dos.

—Sabes que la abuela Inés, nos va a matar —dijo Alana sonriendo entre lágrimas—, pero sabiendo que yo tengo un lugar Vip en el infierno, pues qué más da.

—Ali, ¿tú no eres la diosa nuestra?, considerando que somos tus mayores devotos, no puedo decir que vayamos al infierno. —dijo Derek, tomando de la cintura y de acuerdo a la impresión de la señorita, deseaba seguir. Pero debía de terminar lo que estaba haciendo. Leyendo a su abuela, aquella historia de vida tan impresionante y tan parecida que no pudo dejar de leer.

—¿Con qué mis mayores fieles? —sonrió para nada apenada

—El secreto de la familia era una lucha inalcanzable, para recuperarse... Era llevar a cabo los proverbios chinos y dejar que la gente pensara lo que pensará —habló Alana conociéndose un poquito más, estaba concentrada y conocer, amar un poquito más, su familia, sus lindas raíces de mujer colombiana.

—Tú estás loca— reconociéndose un poquito como futuro esposo o concubinato de esa mujer de 25 años.

«Él consiente de mi vida, eran ellos y cuando mis hijas se hicieron adolescentes... y eso me dolió en el alma. Tres hermosas hijas, que me harían pagar todas las cosas malas que le hice a las mujeres cuando no estaba con Marcia. Nunca fue fácil Para mí comprender que mis hijas iban a ser mi karma y que yo dichoso daría lo que fuese por verlas feliz, pero también tengo claro algo que no podría gobernar encima de ellas y la verdad siempre agradecí esa parte, agradecí no tener que ver gobernar sobre ellas, pero si deseaba que mis hijas fueran libres sin nada que las hiciera sentir por debajo de ningún marica, mis reinas y su madre, para mí eran lo más bonito que tenía.

Obviamente, mi pequeño Rogelio es la concepción de la parte varonil de la gente Abadía, era tan parecido a mi suegro, ¡qué irónico!»

Alana, Borges y Hoyos, se abrazaron, se contuvieron en un armazón de protección y así sopesar la angustia en la obviedad de la joven... Tenía un arma en el corazón a punto de ser disparado si no encontraba una solución verdadera y buena para satisfacerse y satisfacer a sus queridos.

Para ayudar a la hermosa mujer en sus lágrimas, ya que se debían de verdad, el amor y a pesar del respeto que los tres le debían don Jonás, jamás iban a separarse, ya estaba decidido, por parte de los chicos, si ella quería ella y el pianista se podrían casar e irse del país un país europeo donde las reglas de cónyuges no fuesen tan estrictas ni tan retrógradas y de esta manera poder convivir como ya llevaban haciéndolo a escondidas de la sociedad durante casi un cuatro, y donde por fin podrían salir los tres de la mano sin decir que la están ayudando a sostener para que no se caiga, eran tontas excusas que los chicos se habían inventado para que no mirarán mal la joven Alana.

La sociedad, siempre, fue injusta, mala y oscura aún más para las personas que piensan diferente. Pero si, por el contrario, la escritora deseaba seguir siendo libre, ninguno de los dos se opondría, es más, si quería vivir sola otra vez en su casa, Daniel se iría el apartamento del frente y allí estaría bien. Ambos vieron necesario confiar en ella, en lo que requería ella y eso sin dudar. A la joven alana le daba tranquilidad y paz y un sueño bastante grande de poder contemplar su vida con la de sus chicos.

(Don Jonás están orgulloso de ustedes muchachos... Desde el sitio en donde está lo ve con orgullo)

En la casa, Alana les hablaba a sus cónyuges, por así decirlo, de las razones de querer huir de ellos. No quería dejarlos y separarse de ninguno de los dos y solo tenía miedo, porque no podía escoger a ninguno de los dos sin hacerse daño, otro daño más, no podría aguantar una cicatriz más otra mal hecha.

—Ali, ¿Por qué pensaste eso? —preguntó el que estaba al lado de ambos, Derek.

—Tengo mucho miedo, mi amado cachorro —habló Alana sentada en las piernas de Daniel sosteniendo el cuaderno entre sus manos, mientras Daniel la apegaba más a su cintura.

Es que la necesidad de abrazarlos, era apremiante, dado que aquellas decisiones eran proezas que no tenían disculpas y eran tan absurdas que entendió que debía decirles la verdad, más no era capaz porque resultaba difícil saber cómo explicarles a los hombres que amaba que había hechos pasados que todavía dolían y que afectaba a los tres a tal punto que nadie podía curarlos porque venían encajados con cada uno, venían en la cadena de ADN, Innegablemente, parte de este castigo correspondía a Borges.

Su rey que era al mismo tiempo el primero, su sol y su sueño más bonito.

—Ali, vuelve a casa con nosotros —sugirió Daniel con un dolor en la garganta y algo en el pecho, abrazando a su amada, agarrándole de la cadera.

—Nosotros tampoco queremos dejarte, eres nuestra y nosotros tuyos —Derek Borges besó a su cien con amor y ella suspiraba con afecto.

Ella lloraba por el miedo y la incertidumbre de no saber qué hacer, los amaba, pero ¿realmente quería estar con ellos? La triste historia, de su abuela y sus tías abuelas, eran claramente un ejemplo para ellas y los hijos que vendrían, ¿será que ellos querían esto? O solamente le seguían el juego para que no los dejara, a veces se preguntaba aquello, pero todo era tan fuerte, tan poderoso, que solo asintió con la cabeza y se dejó besar y mimar, toquetear y reír un poco, aunque todavía no estaba calmada del todo, trataba de ser fuerte.

Por respeto a la casa de la abuela no lo hicieron, pero había una promesa intrínseca en la mirada de cada uno de los tres bastante fuerte y dadora de sueños como de deseos constantemente lujuriosos, era como si ella les decía que los tres podrían gobernar el mundo si quisieran.

—Déjame terminar de leer el cuaderno —sonrió ella, aún más tranquila—. Si quieren, les puedo leer el cuaderno.

—¿Sí? Obviamente, léenos.— sonrió tranquilamente mientras pasaba sus manos por los brazos de la chica.

Daniel la besó, en lo que la tuvo subida en su regazo, mientras que Derek ponía la cabeza de la chica en su pecho. Era un sándwich de la escritora, estaba tranquila y triste.

***

«Agosto del 2002.

Mi primera nieta me la dio mi última hija Gretta. Recuerdo, la tristeza, y el dolor, la ira y el desconsuelo que sentí cuando la señorita, menor de edad, se fue a hacer un chequeo médico de rutina y le dijeron que tenía dos meses de embarazo.

Yo no podía creerlo Gretta tenía 15 años cuando me hizo abuelo por primera vez, aún todavía recuerdo que no supe qué sentir en ese momento, lo único que fue y lo sé y recuerdo, fue que le pregunté, fue que si había sido por violación o porque ella quiso, y muy desconcertado, me contó y me di cuenta de que me le había pintado un castillo de rosa Isaías Marco muy suspicaz el muy pendejo.

Pero aquel tipejo, no iba a creer que yo se la iba a dejar muy sencillo, me rio de una manera macabra, la herencia de Gretta pasó a mi nieta, sin ni siquiera ella saberlo o sea muy tristemente me obligó a hacer eso... iba a proteger a esa niña o niño que nacería así fuese con mi propia vida, tanto así que fui yo quien la acompañó a los exámenes y a los controles de todo proceso de gestación de la señorita.

En compañía de Marcia quien cada vez lloraba por todo, ambos definitivamente nos sentíamos culpables en el hecho de sentir que no habíamos cumplido bien con la tarea de ser buenos padres de enseñarle buenas cosas tal vez se nos olvidó un pedacito del discurso y quizás uno de los más importantes y este fue el autocuidado y no solamente hablando de las drogas o psicoactivos, sino más bien de con quién te ibas a acostar y a quién te ibas a entregar.

No solamente tu cuerpo, sino tu alma, yo sabía que ese muchacho no iba a ser bueno. Porque el papá de aquel muchacho y yo habíamos tenido algunas querellas en el pasado.

Hasta que lo mataron por cosas de política.

Aún recuerdo en el momento en que el doctor nos dijo que era una niña, desde ese momento quizás deseé prevenir muchas cosas, Y esa misma noche empecé a redactar un poco de mi vida con la vida de la abuela Marcia, quería que ella conociera un poco de su pasado sin estar presente era algo raro para un hombre de más de 40 años, pero algo necesario para una niña bonita que iba a tener más de un perro a sus pies.»

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