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18. Luna Llena: la cita

De cambios y realidad



«Los días pasaron sin preocupación alguna, tanto así que Jonás decidió quedarse unos días conmigo para cuidarme, darme de comer y ayudarme a ir al baño. Se sentía la tranquilidad, una paz que quizás no tendría con mis otros hijos. Laica era una niña tranquila y eso ayudaba bastante porque podríamos dormir toda la noche, aunque yo no pegaba el ojo porque me daba pavor que le pasara algo, bueno, es que la amo tanto ahora que la tengo.

Las cosas que le pasan a las madres primerizas eran de horror y yo, de verdad, no deseaba que algo malo pasara, nunca, pero, por otro lado, en plenos cuidados de mi embarazo, mamá y Amatista llegaron a casa entre gritos, como si Amatista estuviera a punto de reventar el trasto, de alguna forma la entendía y no era que viviéramos juntas diariamente solamente que estaba cansada de las justificaciones del maltrato que le dieron a mi hermana menor. Cuando éramos pequeñas, recuerdo que mamá le era capaz de romperle palos a Amatista y la cosa empeoró en el momento en que Amaranta murió. Había sido de un asma maltratada y de la negligencia de mi padre. Rogelio Abadía, siempre se le olvidaba que era un indígena más, que, sin embargo, Beatriz amaba a todos sus hijos. Cuando hicieron su aparición, gritó:

—¿Se puede saber qué está pasando? —preguntó al tiempo que agradezco que Jonás se llevase a la niña a dar un paseo, lejos de estas dos locas—. Es que no respetan nada A ver, mamá. ¿Qué le pasó?

—Marcia. ¿Cómo es eso que su papá le dejó cosas a esta recogida? —preguntó ella, con una ira gigante.

—Esa "recogida", es tanto Abadía como yo y Genoveva —le miré tranquila—. Mami, todo lo que dejó papá es cuestión de justicia y este caso al fin se hizo algo —dije, acomodándome en la cama con un poco de dolor todavía—. Si le recuerdo, papá siempre trató a Amatista como una esclava y, bueno, si no es por intercesión mía, no la deja estudiar.

Recuerdo que hay temas que se deben tocar y sé que no le van a gustar. Amatista no logró terminar el bachillerato, e hizo hasta noveno de secundario. —Mejor, ¿por qué no hablamos de Genoveva?

Amatista también estaba enterada de la situación y no le gustó nada lo que pudo averiguar, mientras que mamá contestó con una falsa inocencia, como si ya supiese lo que su hijita menor hacía todos los días, prácticamente, saliendo del colegio de señoritas para encontrarse con un muchacho muy guapo y se la comía a besos delante de todo el mundo y no era Alfonso Jaramillo quien, se supone, era el novio.

Era otro muchísimos años más mayor que ella, teniendo prácticamente mi edad y la de Amatista, además de mencionar que era un chico del extranjero con acento español que había llegado como maestro de religión. ¡Ja! ¡Qué mal chiste!

—No meta a su hermanita en esto, es la única que tiene honor, no como usted y esta —señaló a Amatista otra vez mientras que mi hermana quería llorar de la risa. Se estaba aguantando, de hecho, estaba segura de que nos íbamos a reír de esto durante un tiempo largo—. Ella es una señorita muy pura, muy buena y no anda con esas cosas de que estoy con él, una porque me gusta y una porque no sabe. Es más, creo que la voy a comprometer con los nuevos vecinos. Los Jaramillo —mi madre tratando de organizar una "estabilidad", para su hija — ya han escuchado hablar de ellos después de que compraron la finca que era de don Darío.

Mi mamá se hace la tonta, ¿verdad?,

—Sí, los conozco, es más, por lo que sé, uno de ellos está en el extranjero —y era el que estaba enamorado de esa loca. Imagínese a Abelito con semejante loca ¡pobre muchacho! —, se fue hace como un año o dos, subió primero a la capital y después cogió vuelo. Ahora anda en Europa.

(doña Marcia, si usted supiera cómo es su nieta)

Amatista cargaba a su bebé en silencio mientras yo hablaba con mi mamá sobre su comportamiento y el bendito comportamiento de su hijita "la perfecta".

—Pero aquí le vuelvo a preguntar, no me importa si la casa con alguien o la manda a la China —hable en medio de los cólicos—. ¿Usted sabe qué cosas hace después de salir del colegio? Pues... Como nunca pregunta por ella ni cómo les está yendo en el colegio, jamás se ha preocupado por su vida estudiantil y póngase a adivinar a quién le toca averiguar —dije, señalándome a mí misma—. ¿Por qué no deja el odio por Amatista, que ya casi se va a Medellín y se pone, más bien, a cuidar bien a esa culicagada? Vaya, vaya, y sea mejor madre, hágame el favor.

—Usted siempre tan grosera —hablo con una superioridad en la voz—, claro que voy a averiguar para demostrarle a usted que mi "nena", es una niña buena.

—Vaya, deme la razón, como siempre a mí.

***

Después de un rato, Amatista soltó la carcajada del mundo, es que de verdad a mamá se le olvida que esa niña ya es una adolescente y que de por donde de, es lo que hay —Marcia, no se ponga a pelear con su mamá —dijo la chica cuando la loca de mi mamá salió de mi cuarto tirando la puerta muy groseramente—. Ella es su mamá y yo, simplemente, soy la representación del pecado que cometió papá.

—No, sé perfectamente que, después de los siglos y de tantos años, a mamá siempre le dolerá que papá tuviera una hija fuera del matrimonio por buscar un varón, pero usted no tiene la culpa de la estupidez de él y mamá tampoco la tiene. O sea, deje de creer que todo lo que hace mamá con nosotras es por lo que hizo papá. No tape el sol con un dedo —dije tranquilamente—. Así, pues, necesito que me diga quién es el progenitor tan hijueputa para dejarla sola y embarazada de Rubiela, por favor... ——Le busqué con la mirada, antes de que me recuperé para caparlo.

Amatista suspiró avergonzada y, con algo de miedo por lo que pudiera pensar al punto de juzgarla o algo así, tomó aire y me contó.

—Fue la noche después de que se fuera a donde Jonás hacía Manizales, estaba triste porque sabía que ya no le iba a volver a ver tan seguido y me tocaba el doble de trabajo —dijo ella en una manera que solo es de ella—. Pero, realmente, estaba muy feliz porque sabía que iba a cumplir su sueño de estar con él y sabía que me gusta el muchacho para. Usted —Amatista, también habló que necesitábamos hablar —. Además de lo que pasó con Darío, era lo mejor.

—No me lo me recuerde que todavía tengo pesadillas.

Amatista continua para cambiar de tema y hacerme sentir mal. —El papá de mi hija es del Tolima, pero, al acabar la cosecha, se fue a su casa. También se sabe que yo ya no soy virgen, nunca fui pura y jamás lo fui, menos mal, porque es muy doloroso—, no voy a preguntar cómo pasó. — Nos encontramos en un matorral cerca de acá. Jamás en la vida había tenido sexo como lo tuve con él.

De repente, se quedó callada, no sabía cómo explicarlo cuando yo susurré.

—No había tenido sexo, tan buen sexo —contesté por ella, quien solo asintió con vergüenza, pero, por Dios, acabo de tener un hijo y ella tiene una hija de cinco meses, no es como que no supiéramos cómo se hacen los bebés y qué rico se pasa haciéndolos.

—El tipo sabe cómo usarla y lo hace extremadamente bien —dijo ella, avergonzada al tiempo que sonrió pícara—. Lo hicimos durante toda la noche sin parar, sin cansarnos, sin nada hasta que, obviamente, nos tocó disimular y salir del matorral para bañarnos, organizarnos y continuar el día de trabajo normal del modo natural posible.

—¿Y por qué no está con él, entonces?

—Tiene mujer, me lo dijo dos días después de habernos encontrado —inmediatamente la abracé sin decir nada—. Y, antes de que papá se diera cuenta, decidí dejar la casa e irme de aquí, Ambas sabemos que mi papá no me quería mucho, por eso me fui.

—¿Y no le gustaría estar aquí, conmigo? —dije sin pensar—. Mija, usted es mi hermana y yo quiero, de verdad, ayudarla. No quiero que esa niña se críe sola.

—Lo sé, pero, ¿dónde voy a vivir?»

***

—Abue, Rubí, Alma y yo. Hubiéramos conquistado el mundo...

—Lo sé, Alana, y a veces me arrepiento de las cosas que hizo Lucía —la abuela Marcia, que casi siempre se refería a su madre con desamor—, como le dije antes. Mamá fue cambiada por terrenos. Los abuelos Franco murieron muy jóvenes, dejándola casi sin nada al cuidado de unos tíos, entonces al ver el interés de Rogelio por ella, se le hizo extremadamente fácil desencantarse.

Alana solo lo negó con la cabeza, tocándose el vientre "juro que mis hijos no serán vendidos"

—Pero sabe una cosa, siento que lo van a conquistar —habló Marcia —, aunque parezca extraño y no digo que su abue haya hecho las cosas de una manera honorable. Son así y de esta manera también están bien.


¡Mejórate Cris! 

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