17. Luna Llena: la sota de copas
Alana Marco, jamás pudo comprender como su abuela había sobrevivido a tanto, pues en algún punto de su vida, pensó morir cuando Derek la dejo y por eso decidió no ser madre, aunque sueño siempre fue ese y antes de continuar leyendo, Marcia se sentó a su lado, para mirarla directamente a la hija de su hija.
—A mi mamá también la vendieron—. Alana guardó silencio, procesando todo lo que estaba leyendo y escuchando de su abuela. —Por eso ella estuvo de acuerdo con el taita para que vendiera a Benjumea.
Alana recuerda... Algo que había pasado ya hace meses, el acuerdo prematrimonial con Daniel, ahora no parecía tan discordante.
***
«No podía creer que mi hija está a punto de nacer y, claramente, me encuentro cansada, pero debo de decirle a mi hermana esto, para que se quede más tranquila u me ayude a concentrarme en este proceso
—Estuve revisando el testamento a escondidas de mamá, obviamente, —sonreímos mientras que a mí temblaban las piernas, me estaba matando el dolor y quería ver a la bebé, tocarle y besar sus cachetes, para protegerla como no lo hicieron conmigo —y me di cuenta de que hay dos casas en Manizales y una tierra en Medellín, más bien, cerca de Medellín para que usted viva allí. Mi papá dejó esto en un lugar que nadie pudiera saber más, con el Capitán Borges, sí, ese que tanto la miraba con ganas a usted.
—No me recuerde ese señor, muchacha, por Dios —dijo ella, sonriendo. Mi padre le estaba ofreciendo el cuerpo de mi hermana a un militar demente...
Sabíamos que la cosa se iba a poner re fuerte cuando mamá supiera esto, pero, realmente, no importaba dado que los papeles eran originales, no es como que quiera sacar copias y falsificarlas, para nada, todo era legal en ese momento y más si hablamos del hecho que mi hermana no tendría que morirse de hambre pidiendo tragadera en donde no podía tener, aquella era la idea original, pero las cosas no eran tan sencillas ¿verdad?
Sencillamente, en ese momento, no importaba nada más que entrar a la casa, pues solo necesitaba ayuda con mi bebé que estaba a punto de nacer y nadie de mi familia estaba ahí. ¡Qué bonita familia! Ni siquiera mi marido. ¡Qué bonito marido!
Como a los quince minutos llegó mi mamá cuando estaba justamente en la contracción más maluca que tuve, y al par de minutos llegó Jonás, nervioso por no saber en qué ayudar, y acordaron limpiar mi cara para dar un poco de tranquilidad. No sabía nada, lo único es que ese día en que Laica Casanova iba a nacer, sería la mayor de mis hijos y la segunda de los nietos Abadía.
Muy a su pesar y bien sorprendida de todo, mamá dejó a un lado el orgullo y el odio que tenía por mi hermana y me ayudó recostándome en su pecho en lo que trató de darme fuerzas para empujar al bebé.
Había algo bonito ahí, después de todo era su primera hija la que estaba pariendo y desdoblándose para que la niña saliera.
Teníamos miedo de que pudiera quedar atrapada, pero lo importante es que naciera en tanto que Jonás me limpiaba y sacaba el sudor, fue algo que soportó mucho y aquí lo ven, ahí, recibiendo a la primera de sus cuatro hijos; Ya muy entradas las doce de la noche es cuando escucho un lloriqueo casi divino: mi bebé había nacido.»
***
Alana se quedó recostada un rato, pensando que su abuela Marcia era igual a ella y que, aunque fuesen diferentes épocas eran igualmente de épicas, pues pasaron cosas similares y la escritora guardaba un secreto de mucho peso y todos en la familia lo sabían, pero también lo respetaban por el amor que les tienen a esas dos mujeres que se aferraron como pudieron.
Montero pudo conocer a Alana Marco Casanova muy bien, pero nunca supo de su desaparición durante muchos meses hasta que volvió a aparecer siendo una mujer con un hueco en el alma y, tras saber lo ocurrido, él también odió a Derek Borges, pero no dijo nada, absolutamente nada, por el respeto que alguna vez sintió por ella y por envidia.
«Rosario descubrió al fin que los designios de Dios son diferentes a los que pensábamos: primero le quitó a Aurelio y, segundo, se tenía que casar con Francisco para que su hijo tuviera más posibilidades de heredar las cosas de don Daniel.
Era increíblemente cruel y despiadado saber que mi mejor amiga se tenía que alejarse de mí solo porque a su nuevo marido no le gustaba que anduviera conmigo, porque decía que era mala influencia y yo solamente pienso "espero que, un día de estos, uno de mis hijos o uno de mis nietos se encuentre con uno de los tuyos y le haga la vida añicos a fin de desterrar a Francisco, quien es la oscuridad nata".»
(Doña Marcia, usted es medio bruja, de verdad, es nietecita la que le va a joder el encuadre al tipo ese)
«Pero caigo en cuenta, también, que mi nieto, digo, que mis nietos estarán más rayados que nunca por cosas de la vida y llevarán sangre tan gitana como la mía, además de la extranjera proveniente de mi querido Casanova, tanto mejor.»
—Para saber qué, don Daniel, le va a dejar a Daniel todo —Marcia se sorprendió de una manera que Alana debió explicarle —.El abuelo de Daniel descubrió todo lo turbio que su hijo estaba haciendo y las cicatrices emocionales de mi novio.
—Los negocios turbios de Darío los heredó Francisco, cuando Francisco lo mató. ¿Cierto?
—Algo así.
—Cuide ese muchacho, Alana.
***
Cuando Marcia vio a su nieta tan concentrada leyendo, buscó en su teléfono celular el número guardado por casi su hija menor, que se imaginó que si ella no contestaba, de pronto él sí. Daniel contestó teniendo la esperanza de que era su novia, pues solo se llevó su billetera, no su celular.
—Buenas tardes, doña Marcia —el timbre de la voz de Daniel, daba a entender que tenían miedo y pavor y, pues, que no sabrían qué decir a la señora, si preguntaba por su nieta.
Entonces la matriarca de la familia Casanova habló con fuerte voz y sin titubear —Muchachos, dígame la verdad, ustedes que le hicieron a mi hija menor—. La señora, demasiado sería, continuó diciendo —ya sé que están juntos los tres.
Y ambos se imaginaron a una Alana anciana queriéndolos matar, prácticamente lo era sin más.
Derek y Daniel, no sabían qué hacer o decir, pues debían de tener muy claro, lo que le iban a decir a la abuela de Alana. Sobre que ella estaba desaparecida y que no tenía ni idea de dónde estaba.
Derek dijo tranquilamente y disimulando el terror que tenía su abuelo ni el abuelo de su hermano, les habían advertido meterse con la hija menor de Marcia; era tentar a la suerte y a la muerte también.
(Chico, y eso que vos no conoces a Alma y Rubí, bueno, no las conoces del todo —la escritora ríe macabramente)
—Señora Marcia, es que Daniel encontró unos papeles que pueden cambiar muchas cosas entre nosotros. —mencionó el joven Derek, mientras que Daniel le pasaba un papel que tenía por título —Para Alana —testamento.
—Doña Marcia, si quiere se lo leemos — se ofreció de Daniel, tratando de sonar lo más racional posible y que la abuela de su novia, Alana Marco, sintiera tranquilidad por todo lo que iban a ver o mejor dicho, en este caso al leerle.
—La niña está bien, no se preocupe, está leyendo algo que su abuelo le había escrito —, los chicos esperaban que su novia, esposa, ama y diosa, no estuviera triste ni depresiva.
Daniel poseía una voz tranquila, a pesar del dolor que sentía y el temor que vio, cuando no sintió la presencia de su amada en la casa.
***
El joven pianista comenzó con voz calma.
«Quizás esto no parezca un testamento, pero sí lo es, pues tendrá mi sello de abogado y el número de identificación de mi testigo o, en este caso, de la testiga.
Bueno, la cosa es que para cumplir esto y darle todo lo que conseguí, a mi amada nieta Alana, quien por cosas de la vida, sé que la tendrá demasiado difícil, pues su condición está incierta como la vida que le di a su abuelita, a la mujer que más amo sobre la faz de la tierra.
Ella tendrá que ser libre y escoger muy bien sus sueños y sus metas... obviamente, que yo le daré o trataré de enseñarle todo, lo que sé y todo el entendimiento que la vida me ha dado.»
—Don Jonás, pensaba en todo antes de que pasara—, susurró Dan. Opinando en la amistad del tío que no conoció y el abuelito de su amada.
—Sí, exacto. Continúen, por favor —hablo procesando todo.
«El día en que Alana, se case, mi nieta recibirá en gran porcentaje lo recaudado en el buffet, las acciones que tengo en la clínica del Dr. Daniel, y si no se casa tendrá que esperar a graduarse de la Universidad, pues solamente necesita tener 18 años para adquirir esto por obvias razones, hasta que tenga una estabilidad, mientras esto sucede su mamá y mi esposa manejaran ese dinero, como más convenga, hasta que ya sea madura y responsable de sí misma porque hay que ser realistas mi Ali se gastaría gran parte de aquel dinero en libros —Todos ríen es verdad—, tendrá una beca para estudiar en la Universidad de Ruiz, como lo habíamos planeado desde siempre.
Hace poco, supe que Francisco Hoyos estaba a punto de ser despojado de su cargo, por malos manejos y dejarían todo a su "hijo", al cual deberían llamar sobrino... »
De repente, Alana dejó leer y la comenzó a llamar, entonces les dijo a los chicos que eran gobernados por su nieta como ella gobernó a su marido.
—Les aconsejó que vengan por mi amada nieta, por favor —suspiró antes de colgar.
La señora trató de disimular la tranquilidad.
—Mita, me da más tinto, por favor —la joven sonrió dando una mirada de cachorra, haciéndole recordar cómo cuando era más pequeña y no caminaba.
—Bueno, pues —se acercó a la cocina y calentó el café —, usted se parecía tanto a su abuelito, cuando deseaba algo de mí o de sus amigos.
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