16. Luna Llena, así fue
Luna del alma mía.
—Abue yo no sé si usted sepa—. Suspiró tratando de pensar las palabras correctas—, pero lo que voy a contar es un secreto, espero que esto quede entre nosotras.
Marcia solo esperaba, contiendo la respiración. — Mi primer beso no fue Javier... digo Moisés, ni mi primera vez fue Derek. Abuelita fue Alma, la primera persona a la que más amé sobre esta tierra. Luego llegó el resto de locos y bueno, aprendí de Derek y Dan.
—Duro tanto ocultando esto ¿Por qué duró tantos años con este secreto? —habló tranquilamente la abuela — Ali, yo, ya sabía que ustedes dos tenían una relación más allá de primas o de amigas, se les notaba a kilómetros, cuando se ayudaban en las tareas, cuando pasó lo del padresuncho ese hijueputa, quién violó Alma—. Los ojos de Alana se llenaron de lágrimas. — Usted lloró tanto que a Rubí le tocó abrazarla y decirle que esto nos iba a caer así. Siempre, lo supe siempre.
Alana sentía que se le estaba quebrando el alma, al recordar todo lo que pasó esa noche y mirando desde lejos cómo su primer amor huía de ella para siempre, porque lastimosamente no podía ir tras Jaramillo por obvias razones.
"Maldita silla de ruedas", —Pensó la joven psicóloga y se recriminó por lo de siempre, por no ser más para ella ni para los que le rodeaban, concebía muy poquita cosa al lado de sus dos amores a pesar de que, se sentía todas las mariposas en el estómago cuando despertaba al lado y el rededor de ambos su hermoso Ángel y su gran lobo, quienes la cuidaban y darían la vida por su bienestar.
***
«Mayo del 79...
Mi hermana tenía claro de dónde venía y para dónde iba, tenía claro que el amor era un hechizo inventado por las gentes blancas para conquistar a las suyas y que, si se dejaba hacer algo, ya debía agachar la cabeza obedeciendo a su abuelo, hombre fiero y temido en la región que había dejado viudas a dos mujeres y huérfanos a siete niños.
La madre Amatista era hija de la primera mujer, por ende, le tocaba más tierras, pero, más duro, eso hubiera pasado si el papá de la mamá de Amatista no le hubiera picado la nalga en venderla.
Esa fue una de las razones para cambiar mis raíces y, la verdad, de la única cosa que me podría arrepentir era el hecho de que sobre mis hijas y mis nietas iban a crear un lazo interminable de daños. ¿Dejar sus raíces? Cosas que nos matarían lentamente en el pergamino de las estrellas.
(Señora Marcia, ¿cuánta razón tiene usted?)
Yo y Amatista Manzano nos concentrábamos en lo que debía hacer, escuchando la voz cercana de la realidad, de lo inadecuado, y qué es vivir en un país, en una tierra manchada por sangre y lo que, lastimosamente, mis descendencias vivirán.
Me miro en el espejo y el vientre era cada vez más grande, más pesado, pero más consciente de que el nacimiento sería pronto porque, ya estaba prácticamente junto a mí y lo importante, más que cualquier otra cosa, es que esté bien, sano o sana y que la vida me dé bastante fuerza para poder curar las heridas de mis hermanas y de mi familia.
Por orden y gracia de Dios es que me llegó esta responsabilidad pese a no ser muy creyente e ir a la Iglesia cada ocho días los domingos a orar por mis hermanas, sobre todo por Amatista, quien estaba en Medellín metida en cosas no tan buenas. En una de sus llamadas me contó que ya había conocido a todos los artistas de la música de la salsa y que era una bailarina en un portal. No pregunté ni dije nada, no quise saberlo porque me dolía no poder ayudarla, pero fue su decisión de ella y, cuando se toma una decisión, se tiene que afrontar.
Genoveva era mi dolor de cabeza, la descubrí mandando cartas con el nuevo padre, quien también es joven y guapo, pero no me da buena espina, más pensando en cómo se va a meter con una niña de quince años. Si, mamá supiera lo que es su hijita cuando la manda en las mañanas, la mete en un convento, aunque descubra que no le gusta el celibato y, a sabiendas de que siempre fue su sueño ser monja, lo que son los cambios en la adolescencia.»
***
La infancia siempre fue un recordatorio. Para Alana, de lo vivido con Jaramillo, la hipocresía de su tía Genoveva era bastante clara, a pesar de que ya llevaba bastante tiempo muerta, todavía calaba todo lo que, le hizo a esas niñas.
La joven escritora en su adolescencia e infancia era una persona en una vulnerabilidad evidente, que muy tristemente era usada por la hermana menor de doña Marcia, sin contar, lo obvio que era el mal matrimonio de don Alfonso con la mujer rezandera.
—Sé que mi hermana no era buena persona y espero que donde esté la estoy pagando cómo debe estarlo haciendo —Marcia, con todo el sentimiento y lo vivido con su hermanita muy en el fondo, guardaba rencor por todo lo que le hizo a su sobrina —Ahora bien, mi niña usted sabe dónde está almita, ¿cierto?
—Mita, Alma está en estos momentos en Pereira con las amigas—, le había prometido a su prima en no decir nada, pero era su abuela. ¿Quién también la protegió de alguna forma?—De ella solamente la vi una vez y fue cuando regresó de Tierra Santa —. La abuela necesitaba más información y como buena Abadía, pues a la escritora solamente le tocó decir la verdad, otra de las verdades de la tercera generación —Abuela, Alma mató a Josué como belladona, en un hotel de Jerusalén —cariz baja contaba, lo que la ex monja pudo decirle o mejor dicho quiso decirle. Alma conocía bastante bien a su joven prima y si le contaba más cosas, sería terriblemente doloroso para la Escritora. Además, Alma sabía algo de Cruz, qué definitiva le ponía a dudar —mientras que él trataba de cogérsela otra vez, mientras que él trataba de domarla, porque eso es lo que él quería tomarla, cómo siempre lo había hecho—Alana lloró otra vez — hasta que llegó alguien que le abrió las alas a mi prima y le digo lo que yo no podía darle. Libertad.
De inmediato, la anciana tomó un pañuelo y le limpió las lágrimas a su hermosa nieta, tratando de darle un poquito de entendimiento y raciocinio al sentimiento que era demasiado doloroso.
—Abue me siento realmente inútil, no puedo ayudar a Daniel, no pude ayudar a Alma ni siquiera me pude ayudar a mí misma y ese conflicto siempre va a estar en mí. Mi abuelo crio una mujer inútil.
—María Alana Marco Casanova —Grito, acercándose aún más segura a nieta —usted no se va a volver a decir si así usted, es muy capaz de conquistarse el mundo, es más, ya lo ha hecho mija, algo más.
—¿Lo cree? —preguntó la joven antes de seguir leyendo, revelando los secretos de su familia.
—Obviamente, mija —la abuela, iba a llamar a los chicos de su nieta, para que fueran con ella, sabía muy bien que los necesitaba. Después de todo, eran familia. —Siga leyendo más bien.
—Bueno, señora —últimamente lloraba por todas las cosas que le pesaban a ella y los hombres que amaba. Sin embargo, estaba dispuesta a todo por ellos.
***
«¡Que alguien me explique por qué tengo hermanas tan diferentes! Mientras esto pasa, las semanas también, y yo cada vez estoy más desgastada, más cansada y más triste, necesito salir de mi confort, salir de esta finca para Manizales, pero no puedo.
Claro, no puedo, no quiero seguir aquí sin saber qué está pasando con Jonás, con mi esposo. ¿Cómo lo voy a hacer si no puedo sola? No podría y no está bien, para nada bien.
—Estaba tejiendo un mameluco de color clarito, casi blanco —digo mientras se abre la puerta de la casa. Creí que era Genoveva en plan de molestar cuando veo, a ciencia cierta, que era Rosario, no tan pulcra como de costumbre. Rosario, siempre bestia de hilo, con zapatos de tacón o de plataforma, esta vez estaba de descalzo. Esta vez, se veía desaliñada y sin nada de maquillaje. Cuando me miró era ella quien se tira a abrazarme con dolor, como si supiera que estoy enojada con ella, porque descubrí después que tendría que casarse con el imbécil de Francisco.
—Marcia, perdóname por no proteger a Jonás —dijo llorando—. Sé que Aurelio también estaba en peligro y tu esposo también sigue estándolo, por ende, ustedes también están en peligro.
Respiré profundamente para acumular—. Yo no puedo creer, Rosario, no puedo creer que usted, queriendo y amando tanto como amo a Aurelio Hoyos, pueda compartir cuarto con el care culo que mató al hombre que le quería —ella iba a justificar esa idiotez—. Y no me vengás a decir con que es por tu tonto padre o porque se lo debo a mi madre, porque, si fuera así, yo estaría casada con Darío y otro sería el cuento que estaríamos contando.
Le dije enojada, es que no me jodan. ¿Cómo no le iba a decir eso? Perdimos a un amigo por la sumisión de esta vieja. Pero no puedo seguir juzgando, pues cada uno tiene razones de sobra, para actuar como se actúa, y aún más sabiendo lo que iba a decir enseguida.
—Marcia, estoy embarazada y estoy completamente segura de que es de Aurelio —eso sí, me hizo darle una cachetada cuando siento que comienzan las contracciones y fue una tan dura que me hizo arrodillar.
—¡No te vas a ir, pendeja! —grité mientras me ayudaba a sentar en la cama—. ¡Ayúdame, pendeja!
De repente, Genoveva llegó a joder la vida y la miró con rencor. Mi hermanita ve extrañada a mi amiga, pero eso no me impide gritarle.
—Llama a mamá —le dije antes de que hablara y luego miré a la gran pendeja de Rosario—. Y tú ve a marcarle a mi marido. ¡Ya!
Ambas iban a salir, pero se detuvieron al ver a Amatista con la pequeña Rubiela. ¡Bendita seas!, agradecí a los cielos, ¡qué verdad! Tenía a esta loca de mi lado... había sido llamada por los mis ángeles.
—¿Qué hacen? —dijo la del medio—. ¡Vayan y traigan agua caliente, mantas y una tijera!
—Gracias a Lupe —refiriéndome a la Virgen de Guadalupe—. Qué bueno que usted esté aquí.
—¿Dónde puedo poner a la niña? —preguntó mi hermana con la beba en brazos, la cual tenía como cinco meses.
—Ahí —le señalé un mueble.
—¿Cuándo fue la última contracción? —preguntó mi hermana y yo solo suspiré de dolor.
—Hace quince minutos.
—Bueno, lo que vamos a hacer es caminar, todavía falta mucho para que llegue la niña —ambas sonreímos y comenzamos a caminar por la habitación—. Cuando sienta una contracción, me dice y nos devolvemos para quedarnos quietas un rato.
Y para entretener el dolor, le pregunté de dónde había aprendido eso y ella, muy ágilmente, me dijo:
—Mi mamá era la matrona, antes de que Taita la vendiera, ella sabía que nosotras nos la llevaríamos bien, entonces, me ordenó que los hijos de mi hermana tenían que ser recibidos por mí o por su mamá.
—Gracias, de verdad, gracias, —agradecí desde el fondo del alma.
Cuando las otras dos llegaron, agitadas, dejaron y se fueron. Las cosas y yo comencé a hablar con mi hermana, contándole un par de cosas que nos compete a las dos, además de esta forma entretener el dolor y el cansancio.»
—¡Mita!, con solo leer esto me está doliendo a mí. —habló la joven de ojos verdes.
—La verdad, sí, me dolió mucho. Pero la satisfacción y la felicidad de tener al bebé en brazos. No se compara con nada. —Alana guardaba esa emoción para sus adentros. Recordando algo que la había quebrado en miles de pedazos, y que a la hora de verdad ya no importaba, el ser que anhelaba cada noche, sabía que estaba en un lugar mejor.
Continúo con la lectura, para salvarse de ser la mala del paseo, a pesar de que ya lo era desde hace unos años.
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