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14. Luna Llena, cariño mío

Aclara la mente y el alma cuando sea necesario.

Doña Marcia solamente guardó silencio, pero comprendía lo que acarreaba esa verdad, su nieta le hubiese dicho a Derek en cualquier momento eso... aunque legalmente no era posible, quizás Alana pudiese recuperar a su hijo, suspiro en medio del silencio dejándola leer.

«23 de febrero

Pero, mientras le agradecía a Jonás, en medio de un silencio cómodo y cómplice, después de que hacer el amor. Él comenzó a llorar otra vez y a mí me partía verlo triste a cada minuto, puesto que habíamos sido un equipo entre Rosario, Aurelio, mi esposo y yo. Ahora que uno se fue al más allá, o más acá, no sé qué va a pasar con nuestros sueños y metas, solo espero que todo salga como debe ser.

—¿Sabe, mujer? Me preocupa algo —dijo él y lo miré con tintes de espera a lo que pudiera decirme—. Además de que usted está embarazada, me preocupa que no hemos encontrado a Darío y que el hermano del difunto se quiera adueñar del buffet porque al chico rico le dio por instalarse prácticamente ahí y no me deja trabajar como debo hacerlo. ¿Me entiende?

Esa mirada de frustración era evidente.

—Más de lo que cree, esposo mío —lo abracé mientras lloraba con dolor, nadie podía saber cómo él aparentaba el dolor de perder a su amigo.

Y sí que lo entendía porque mi cansancio se debía a dos cosas: Genoveva y Amatista. Lo que realmente no sabía era qué carajos les estaba pasando en la cabeza, a esas dos se supone, una debía proteger a la otra, me jode el condenado hecho del recuerdo de la despedida que me hicieron cuando me fui a estudiar a escondidas de mi papá.

Como lo dije antes, lo hice y ahora puedo decir que tengo conocimiento y eso me da mucha tranquilidad, aunque no lo crean, pero no me hablen de mi mamá, porque la señora en cuestión es el reflejo de lo que no quiero recordar porque no quisiera ser como ella, me da hasta miedo.

En lugar de esa persona, me hubiera gustado aprender de mis abuelas y de la suegra que no conocía, a esa señora se podría deber la vida, prácticamente, pero, claro, mi papá, en su afán de tenerme controlada, me prohibió verla hasta el día en que murió completamente abandonada al otro lado del pueblo. ¡Ay, mi viejita!

Cuánto quisiera que ustedes conocieran a mis hijos y me dieran la sabiduría para poder entenderlos y no complicarme la cabeza con ideas retrógradas que sé que, en algún futuro, acabarán con todo.

Fue entonces que, sabiendo, hice mala cara para darle una información que sé que no le gustaría a Jonás: debía partir pronto a casa para ponerle tate quieto a esa gente que de verdad me dejaba preocupada.

—Creo que me tocará ir al pueblo esta semana —hablé sin ganas, pero fingí emoción—, poder descansar y cuidar de mi hermana, además de darle un golpe a mi mamá si me toca, aunque sabemos que, antes de que me ponga una mano encima, seré yo quien lo haga primero.

—Entonces, esta vez la dejaré en el terminal e iré el fin de semana a esa casa que no me gusta mucho.

—A mí tampoco...

***

Y así fue que debí volver a la casa junto a una mirada de cuarenta y ocho, dado que no quería que mi mamá jodiera la relación con Jonás porque, realmente, la familia Abadía estaban locos de verdad, sin olvidar a mi papá, quien era un alma retorcida, al tiempo que mi figura materna era una sumisa a la que no le quedaba bien el papel de ser mujer capataz, una administradora.

Aunque quisiera, ella no podía hacerlo dado que no era capaz ni tenía el conocimiento, hecho que me partía el alma a la hora de entender y tratar de enseñarle algo que ya no iba a aprender porque le importaba cero, la casa, la finca, los cafetales, el platanal y todo lo que había construido.

Mi mamá, si era buena para algo, es solo creando discordia y de la buena, pues sabía que el alegato que yo tuve con ella fue monumental... Y, al llegar a la casa, lo primero que dijo apenas notó a Laica dentro de mí fue una sola pregunta.

—¿Y usted viene con una cría y sin marido para que yo venga a mantenerla? —ni siquiera me había dejado poner un pie en la casa y me estaba gritando de mala manera porque, según ella, no le hice caso y no me fui de monjita al convento que estaba en Manizales o al de Cali.

Obviamente, le contesté con una firmeza en la voz bien única, sin por ello perder el respeto dentro de lo posible.

—Tranquila, ma, que yo sí estoy casada con un hombre que me respeta sobre todas las cosas —dije sin importar que Genoveva, la de quince años hace poco cumplidos, me estuviera viendo con una mezcla de muchas cosas debido a que había pasado muchos años desde que me fui para ahora volver a pelear con mamá—. Ya, deje de pelear conmigo y cuénteme lo que le pasó a mi papá.

Mamá guardó silencio y trató de cambiar el tema, preguntando por la niña y tratando de calmarme un poco.

—Dígame, a ver, ¿qué le paso al viejo? —dije un poco más fuerte.

—Amatista lo mato —habló sin razón alguna, como si todo lo malo que les hicieron a las otras hubiera sido olvidado.

—Ma, no me venga con eso —digo bastante enojada—. Ella ya no estaba cuando papá murió, así que invéntese una de vaqueros, más bien.»

—La maldición que la mamá de Amatista nos puso era algo como para que todo saliera mal alrededor de nosotras, sin darse cuenta de que ella también iba a tener una nieta y una bisnieta y, seguramente, una tataranieta —habló la abuela de la escritora.

—Pero, abue, dígame, ¿cómo decía la maldición? —preguntó Alana muy curiosa de verdad.

"Los hombres que se fijen en la sangre Abadía morirán por amor, acabados de todas las maneras, hasta que una de ellas se rebele contra el estado, contra el patriarcado y contra lo que está estipulado, siendo este un resumen"

Así será, así es y así fue hasta el final.

—En esa época era la maldición, ahora creo que mi nieta lo está haciendo—Alana solo sonrió, un poco más alterada de lo normal.

***

(Doña Marcia, no me dé ideas, que creo que voy a matar a alguien...)

«Aquel estúpido día en que terminé con Jonás fue la última vez que lo sentí dentro de mí, la última vez que de verdad quise vivir.

El vestido de estampados de flores, se aflojaba en ciertas partes de mi cuerpo, estaba a punto de llorar porque sabía lo que iba a hacer... A abandonar al amor de mi vida por un simple capricho de mi padre.

—Sé que lo voy a amar siempre, sé que va a odiarme de todas las maneras... pero no puedo encontrar una maldita forma de cuidarlo. Soy una idiota "cachorro", una verdadera idiota. —Me dije tratando de salir de la pequeña pieza que podía pagar lo poco que ganaba.»

—Mita, ¿Por qué le decía cachorro al abuelo?

—Por la misma razón, le dice Daniel ángel y a Derek Lobo.

—Son maneras de mostrar cariño y respeto —, la escritora sonrió diciendo—es que cuando era más pequeña pensé que el abuelo se convertiría o me daría un perrito.

—Si usted se lo hubiese pedido, él hubiera movido cielo y tierra para dárselo —la chica no lo negó, su abuelito era demasiado estricto con sus primos, pero particularmente era mucho más relajado con ella y su hermano.

—Creo que tendré que hablar con los chicos —la abuela al fin iba a escuchar lo que había pasado — por otro lado, Mita a Daniel le mandaron unos papeles en donde dice que me dejaron a mí toda la herencia de la familia, además de unas fincas que están a su nombre y otras cosas,

—Con que era eso —Marcia analizo y se guardó lo que tenía — pero debo de casar con Daniel antes de un año.

—Y ¿es que eso no es bueno? —, preguntó la señora.

—Es bueno, si no los amara a los dos. —contesto la anciana.

—Me identifico con usted abuelita —Alana dejaba entre cortar las palabras, esperando calmarse. —he estado pensando en dejar a Daniel —la difunta de Casanova, lo negó. Le abrazo, tremendamente fuerte, reconfortando a la chica.

—Sí, usted se va, ese muchacho se va a morir. Y lastimosamente ustedes tienen un lindo hilo rojo, un hilo rojo al que se van a unir otros y en este caso es el chico Borges.

Alana recordó a la gitana, la que había dicho que su amor y ella estaba dividido.

—Pero solamente lo supuse, porque no sería capaz de matar a ese hombre. —la más joven solo se derritió en un sillón rojo en donde se había quedado desde el principio de su visita.

Alana recordaba tristemente a la Jaramillo.

***

«Todos los empleados de la finca se quedaron boquiabiertos al verme con esa panza gigante mientras estaba observando cómo iban los cafetales y demás cosas, nadie creía que iría a volver, absolutamente nadie, ni siquiera yo, camine sola tranquila y por primera vez en mi vida sentí que el campo era mi lugar y que definitivamente encontraría la manera de recuperar lo que era de mis hermanas y mío.

La verdad es que no quería pelear con mamá ni con la pendeja de Genoveva, pero había algo que tenía claro gracias a lo que me hizo entender Amatista: que parte de las cosas que mi papá dejó eran mías y de mis futuros hijos y que, si yo no ponía mano en ellas, mamá sería capaz de darle todo al curita de turno o al monseñor.

Además, estaba apoyada y eso me hacía ser más consciente de que debía luchar por mí, pero, como no me gustaba vivir en la finca, tocaba usar modo sarcasmo.

Por ello, lo primero que hice fue conseguir una casa en el pueblo, una bonita con miradores y de un solo piso, siendo realmente bastante grande, por suerte, pude llamar inmediatamente a don Jonás, quien se escuchaba tan triste como un cachorro al que yo le hacía tanta falta como él a mí porque era quien me podría aguantar.

 La relación con mi familia ya no era lamejor, por lo que, en ese momento, nos necesitábamos de una manera casiinhumana, éramos jóvenes y creíamos que seríamos inalcanzables, casiindomables».

—Eso fue uno de nuestros errores.

—¿Ser libres? —pregunto la joven Alana.

—No, cambiar lo que estaba bien para dar tranquilidad a los demás y no a nosotros mismos.

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