Capítulo 7
— ¿Por qué siento que esos señores me odian? Por Dios, cada vez que vienen y me ven parecen querer asesinarme con la mirada. — Jimin caminaba de un lado hacia el otro sin poder controlar sus nervios, ansiedad y curiosidad sobre lo que sea que el rey estuviese hablando con sus padres.
— Atomin, no debería de preocuparse en lo absoluto porque aunque ellos no estén de acuerdo en su relación con el rey, no tienen ni voz ni voto más que para incomodar. Créame cuando le digo que lo que usted significa para él es invaluable. No existe un ser en el universo que se atreva a atentar contra usted sabiendo que es el Ato de nuestro reino. El único ser lo suficientemente loco como para atentar contra usted es Hedas y sinceramente, no creo que pueda hacer nada en sus condiciones, no es lo suficientemente fuerte como para amedrentarnos.
Hablar con Esir a veces era como un arma de doble filo porque lo alteraba pero también tenía una facilidad única para relajarlo. Sus palabras y el tono que usaba en ellas eran lograban transmitirle una paz como pocos. Su trato siempre parecía distante, mostrando lo que en su opinión era un obsesivo respeto pero cuando debía decirle algo o estar junto a él era como un bálsamo que lo tranquilizaba. No hablaba mucho, no interactuaba ni se acercaba demasiado pero siempre estaba por los alrededores para lo que pudiese necesitar.
— Necesito distraerme, iré a dar una vuelta porque no creo poder estar aquí con esta angustia ni un solo minuto más. — Musitó Jimin agitando su cabello para luego morder las cutículas de su pulgar derecho mientras con su vista trataba de captar algo de lo que dentro de ese gigantesco salón ocurría.
— Yo sería el primero en acompañarlo pero justo hoy no puedo permitirle abandonar el palacio. — Jimin ensanchó sus ojos con ánimos de protestar y reclamar pero su abstuvo moviéndose de un lado a otra nuevamente.
No solamente el puesto de Esir corría peligro si lo dejaba salir en ese momento del palacio sino que todos los empleados podían terminar sufriendo la furia de un Min desesperado, molesto y con su cuota diaria de paciencia agotada luego de hablar con sus progenitores como siempre sucedía.
— Es posible que quieran verlo en algún momento. Los antiguos regentes de Luna Dorada seguro requerirán su presencia. — El terrestre se señaló queriendo preguntar si realmente lo necesitarían a él pero leyendo sus intenciones, el caballero negro asintió. — Así es, después de todo es el Ato de este reino.
El rubio mordía sus labios mientras suspiraba con resignación buscando asiento cerca de un Esir que rápidamente se alejó, fracasando ampliamente al intentar disimularlo. Siempre se preguntaba por qué cuando se acercaba este siempre ponía gran distancia como si algún virus portara.
Los minutos pasaban tan lentos que se sentía al borde del colapso de sólo pensar en lo que ellos hablaban. Ya la mano derecha de Yoongi le había dicho que no tenía nada de qué preocuparse pero su cabeza no respondía a eso, la incertidumbre que sentía en su pecho le impedía no hacerlo. Ni siquiera entendía el motivo de su preocupación por dos seres que no conocía más allá de saber que eran los padres del hombre por el que desde hacía varias semanas su corazón latía.
Claramente fue un proceso que le costó mucho tiempo entender pues aunque se parecía a ambos pensó que eran sus hermanos y no su padres, dejando de lado el hecho de que ambos eran hombres, todo le parecía muy extraño.
Tampoco entendía el motivo de sus sentimientos tan profundos por ese rey que desde hacía tan poco conocía. Porque a fin de cuentas las semanas o meses allí pasados no bastaban para conocer a alguien pero sí para hacer nacer cosas en él que no se permitió tener en la tierra. Su concentración en los estudios e investigaciones le robaron todo el tiempo para socializar que un hombre de veintitrés años tenía. Sí, de vez en cuando tenía algún encuentro carnal para liberarse pero nada íntimo que le permitiese tener al menos in ínfimo interés por esa persona.
En cambio con Yoongi, todo era diferente porque no solamente el tiempo allí fluía diferente, su pensar y corazón también. Quizás al comienzo fue la inmensa curiosidad que le creó, el perenne estado de éxtasis frente a lo desconocido y aunque no quisiera admitirlo, también su físico.
Le costó algún tiempo darse cuenta que aquello que el vio con un sueño cuando estuvo herido debido al accidente que lo llevó a ese lugar, fue totalmente real. Comenzando por la habitación en donde lo tenían hasta aquella larga cabellera negra que caía por su rostro, los ojos que variaban de color lo cautivaron a primera vista.
Otra cosa que le llamó la atención fue su forma de expresarse, aunque el acento era copiado con exactitud al suyo y su vocabulario tan amplio como fluido, la forma tan formal y educada de expresarse lo zarandeó, lo sorprendió de buena manera. No solamente a su llegada, mientras más conversaban más amaba su forma de hablar llegando a ser hilarante en muchas ocasiones, imposibilitándole el ocultar su risa.
Adoraba ser tratado por él porque, a diferencia del personal que allí trabajaba y estaba pendiente a sus órdenes, deseos e incluso pensamientos, a pesar de toda la tecnología que adivinaba hasta sus pasos, nadie lo trataba como él y eso fue algo a lo que se acostumbró demasiado rápido.
No lo iba a negar, su carácter podía llegar a ser irritante, medio cavernícola y con demasiado absolutismo que lo hacía perder los estribos pero todo eso también era parte de su encanto. No se sentía solo, Gertus, Esir, Céres e incluso otros ayos siempre estaban cerca de él, enseñándole todo lo referente a ese mundo, desde el idioma que no sabía si algún día dominaría hasta la más sencilla e inimaginable cosa.
Mas la compañía de todos ellos no se sentía igual a tener a Min sosteniendo su mano, mostrándole y explicándole cada detalle buscando su comprensión, con comparaciones un tanto arcaicas con el planeta de adonde provenía que lo hacían carcajearse pero entender al fin y al cabo. A ellos no podía robarle besos, recibir abrazos o un trato como el que solamente una pareja o persona querida podía dar.
Si bien lo que ellos tenían no gozaba de un nombre oficial, era maravilloso, tanto que a veces se sentía culpable por desear vivir a su lado para siempre aunque eso significara que jamás podría regresar a Tellus y ver a su familia. Ya estaba acostumbrado a él, a verlo aparecer en su habitación cada día al despertarse para controlar que todo estuviese bien y que no hubiera desaparecido por arte de magia. A pretender estar dormido para sentir sus caricias y palabras que no entendía pero que jamás decía una vez que él abría sus ojos.
Aunque estuviese ocupado y hubieran días que los que vagamente se cruzaba con él, habían momentos sagrados en donde siempre podría contemplar a ese hombre, al levantarse y a la hora que él estableció como hora de la cena. Por muy atareado y lleno de obligaciones que se encontraba, Min siempre tomaba algunos minutos para mínimo hacer acto de presencia, desearle buen provecho y besar su frente.
Una sonrisa se dibujó en su cara al pensar en todo esto y Esir, quien se mantenía a un costado la celebró en silencio. Ver al Ato sonreír era lo más hermoso que existía aunque no fuera él el causante de su sonrisa, amaba verlo de tan buen humor, muy diferente a cuando lo encontraba vagando y preocupado, triste inclusive cuando no estaba Min cerca.
Su rey era un hombre afortunado, había encontrado su alma gemela y aunque humano, estaba claro que este le correspondía. Era tan lindo y satisfactorio como doloroso y fulminante. Aún atraes de su cabello negro que caía sobre sus ojos, ese que le daba un escondite perfecto para poder mirar disimuladamente, podía perfilar su rostro. Jimin era simplemente el ser más hermoso en esa y todas las galaxias.
Si él tuviese que compararlo con algo, lo haría con las Nubes de Magallanes, esas dos galaxias enanas que muchos planetas de la Vía Láctea las ignoraba por su tamaño, ubicación y poca vida aparente era tan rica en tantos aspectos, tan hermosas que no existían palabras para describirlas.
Verlo a él era como caer en medio de una corriente de hidrógeno neutro que se conectan entre sí trasladándolo de un lado a otro sin tener que moverlo físicamente. Se sentía feliz con solo observarlo aunque, en momentos como ese, en donde su rey lo abrazaba, su corazón comisionaba y desintegraba como Messier 31, la gigante galaxia espiral de Andrómeda.
Cuando esos brazos se ceñía a él, cuando veía sus miradas conectar de una forma tan profunda e íntima deseaba intercambiar de lugar. Se regañaba constante mente por permitir que tan funestos pensamientos se arraigaran en su mente de vez en cuando pero, no podía evitarlo.
— ¿Qué sucede? — Preguntó Jimin en un susurro poniendo un poco de distancia entre ambos al ver a los antiguos reyes mirándolos con desaprobación. — Min...
Fue arrastrado del lugar sin poder objetar por la mano del rey, quien no se detuvo hasta que no estuvieron en el exterior del palacio. Estaba callado, su cabello había tomado un tono gris al igual que sus iris, esas que evitaban al rubio mientras procuraba sentarlo.
Era evidente que estaba nervioso, algo lo consternaba y para Jimin eso no significaba más que problemas o malas noticias. Las teorías en su cabeza aumentaban conforme los segundos pasaba. Nunca había visto a Yoongi de esa forma y eso lo desesperaba.
Su primera idea fue que lo echarían del planeta, lo regresarían a la Tierra, borrarían la memoria, que incluso lo desintegrarían convertirían en polvo, lo matarían literalmente para que no dijera nada de lo allí visto. Fue tanto lo que pasó por su cabeza en tan corto tiempo que se le imposibilitó respirar. Un ataque de ansiedad se apoderó de él hasta que fue tomado en un fuerte abrazo y sus labios castamente rozado con los contrarios.
— Giarinni... — Musitó el ahora peligris para llamar su atención. — Di lor... — Repitió viendo como el menor volteaba la cabeza para observarlo. — Eso es, respira di ato, respira despacio.
Jimin asentía dejándose acariciar pues, al no ser que fuera un ser de lo peor, no creía que ese luniano fuera a deshacerse de él si lo trataba con tanto cariño y paciencia, al menos eso quería creer, lo que lo ayudaba a tranquilizarse nuevamente.
— ¿Mejor?
Una sonrisa carente de fuerza se mostró en los labios del terrestre que lo miraba como si quisiera escucharlo de una vez, desconociendo que él se encontraba en igualdad de condiciones aunque no lo aparentara, estaba nervioso como nunca antes en su vida.
Quizás que sus padres le hicieran notar algo que él conocía pero estuvo tratando de ignorar durante un buen tiempo era una de las razones para estar ahí en ese momento, a punto de entregarle algo tan especial como "le ferreum lunae alcacha". Era evidente que desconocería su significado pero era algo tan valioso que solamente los reyes y descendientes podían llegar a ver.
Sin embargo, esa no era la única razón, la palabras de sus padres influyeron pero estas solamente le hicieron darse cuenta que no tenía caso alargarlo más. Lo quería y necesitaba tanto o más de lo que lo hacía el rubio. No consideraba que estuviera listo para muchas cosas, conocía las debilidades telluanas y la forma en la que se comportaban, sus costumbres y pensamientos, todos esos conocimientos le dejaron en claro que no era momento de hacer algo más o ir más allá de lo que habían ido.
Para comenzar, sabía perfectamente que Jimin en más de una ocasión se molestó con él por nunca sobrepasar el segundo nivel en el arte de la cama, mas era consciente que de haber escalado un solo nivel más no se hubiera podido controlar e iría a pasar todos los niveles de golpe provocándole daños irreparables. Aunque Luna Dorada le diese algunas posibilidades de mejora en su cuerpo y órganos internos, él no estaba preparado aún para eso, literalmente, podía matarlo.
Ese era el motivo principal por el que siempre se contenía pero no le decía nada para no preocuparlo o asustarlo y terminar perdiéndolo en caso de que todo fuera simplemente demasiado para él. Confiaba en que con el tiempo todo se resolvería pero él como rey no podía permitirse tanto tiempo y eso era algo en lo que sus padres tenían razón, por el bien e ambos.
Otra razón era que, él ya no tendría vida sin su ato. Era su alma gemela, lo amaba y necesitaba en todas las formas habidas y por haber. Quería tener absoluta libertad para cuidarlo, poder pasar las noches a su lado y no despertar al otro extremo del castillo queriendo correr para verlo dormir o abrir sus ojos personalmente y no a través de los hologramas físicos.
— Por favor, habla de una vez que estás haciendo que mis nervios colapsen. Sea lo que sea, dímelo ya. No puedo continuar con esta agonía e incertidumbre. ¿Qué dijeron tus padres? ¿No me quieren? ¿Por qué saliste de esa habitación directo para hablar conmigo aquí, apartados de todos.
Jimin desconocía el hecho de que en esos momentos el tono de su voz era más que elevado, estaba gritando desesperado con manos trémulas, sonrojadas mejillas y cabello desarbolado debido a todas las veces que se lo agitó en esos escasos minutos.
— Esto... — No supo cómo o de adónde el rey sacó lo que él identificaba como un cofre o caja de hierro con una corona de una planta muy parecida al laurel, al menos para él.
Según lo estudiado ahí en esas semanas, la corono era el símbolo lunar de ese mundo, era algo así como su planta nacional en forma de luna que a diferencia del cofre que era casi negro, resaltaba en su resplandeciente dorado. Significada vida, poder y longevidad. Si bien para él era un tanto frío su significado, algo que no tenía pizca de sentimientos, respetaba y admiraba como todos ellos se regían en respeto por esto.
Según lo explicado no era solamente por ellos sino su respeto por la vida en general ya fuera de personas, plantas o animales tanto de Luna Dorada como fuera de esta. El poder que su raza o especie tenía, así como por el tiempo en que podían y deseaban vivir, al menos en teoría porque como en todo lugar, siempre habían sus excepciones.
La gélida mano que se posó sobre la suya lo sacó de sus cavilaciones haciéndolo observar la caja que mantenía en su regazo y luego al ser que se la entregó. Yoongi no soltó su mano y con un leve movimiento de cabeza lo instó para que la abriera.
Dudó, ¿cómo no hacerlo cuando todo se manejaba con tanto hermetismo?
Con tan solo colocar su mano sobre el objeto, aquel cofre reveló una amplia pantalla con dígitos que no lograba adivinar si eran un holograma o alguna otra técnica avanzada de fotografía o visión gráfica que se escapaba de su completo entendimiento. Al parecer necesitaba colocar alguna clave que él desconocía.
— ¿Qué se supone que debo hacer ahora? Sé que tengo que colocar alguna clave numérica pero no tengo ni idea cuál. — Yoongi sonrió nervioso, pasando su azulada lengua sobre sus azulados labios deseando sonreír pero sin poder lograrlo. — ¿Y bien?
— Debes decir tu nombre completo y el mío, incluyendo todos mis honoríficos.
— ¿Por qué complicarse tanto? Creo que pudiste haberme dicho desde el comienzo eso o haber abierto tú esta bendita caja. — Suspiró peinando su cabello con manos trémulas debido a la incertidumbre e imperceptible temor, al menos para el luniano. — Nosotros los terrestres como seres simples aunque no lo parezca, mejor ábrelo tú.
— No eres cualquier terrestre, Park Jimin. Eres mi terrestre, un gran científico de belleza inigualable y tan valiente como pocos, sino, no hubieras sobrevivido a ese accidente porque no fue solo suerte sino tu deseo de supervivencia. Además, si algún día yo no estoy presente, debes saber cómo funciona todo en este mundo como si fuera yo, como si fueras el rey.
— A ver, suavecito y despacio para yo poder procesar todo...
Jimin dejó el cofre de lado y se levantó proclamando un aire que no encontraría. El filtro que utilizaba lo ayudaba a recibir una mezcla de oxígenos que le permitían respirar pero jamás sentía ese suave aire que lo invadía como en la Tierra. Existían muchas sensaciones que había perdido junto con su capacidad de razonar e inteligencia por lo que parecía.
Unas suaves manos rodearon su cintura, atrapándola con firmeza para sentir levemente unos labios en su nuca antes de ser volteado y quedar frente a esos ojos que lucían tan grises como en su sueño. No dejaba de maravillarse por la capacidad y rapidez con la que sus colores variaban.
La frías manos del rey acunaron tímidamente su rostro y pudo sentir una increíble tranquilidad que le permitió exhalar pausadamente. ¿Qué tenían sus manos? ¿Analgésicos, hipnóticos, algún remedio natural? No lo sabía pero con solamente acunar su rostro y mirarlo de la forma en que lo hacía ese agrio y hermoso luniano lo tenía a sus pies.
— No quiero pensar en por qué no estarías tú en el mundo del cual eres regente pero, haciendo alusión a tus palabras, esto es demasiado.
— No, no lo es. — Yoongi se inclinó para unir sus labios en un fugaz beso y llevarlo hacia donde estaban sentados. Pudo divisar a lo que suponía que eran sus suegros a la distancia mirándolos fijamente como si anduvieran a la espera de algo pero con un suave movimiento, fue obligado a prestarle atención a quien se encontraba frente a él. — Ahora mismo solamente somos tú y yo, céntrate en mí y olvídate literalmente del resto del universo. ¿De acuerdo?
Asintió sin replicar, recibiendo nuevamente aquel cofre y una sonrisa de parte del lunasio que le hizo sonreír de igual forma.
— Recita tu nombre actual completo y el mío, es por reconocimiento de voz y si no eres tú quien lo desbloquee, permanecerá cerrado eternamente.
— Park Jimin, Aug-
— Te falta algo en tu nombre, — interrumpió haciéndolo pensar.
¿No era más fácil decirle de una vez qué debía decir? Jimin rodó los ojos esperando algún día poder acostumbrarse a sus acertijos y se dedicó a pensar, dando con la palabra faltante casi al instante. Chasqueó los dedos como si la más brillante idea se le hubiera ocurrido y se reacomodó en el asiento sonriente.
— Atomin Park Jimin, Augustus Min Yoongi, caballero dorado y diamante de este mundo, el rey regente de Luna Dorada. — Los dígitos era solamente una débil trampa innecesaria, el cofre se abrió sin necesidad de presionar nada dejando ver una tenue luz azul que tras varios segundos desapareció dejando el objeto como una caja común y corriente, al menos en apariencia.
El nombre solo del rey para Jimin parecía un ritual de brujería, exagerado e innecesariamente largo. Comprendía su estatus y todo lo demás pero, ¿incluso para él, para entregarle una simple caja debía hacerlo recitar aquel párrafo que llevaba por nombre? Le gustaba, de cierta forma le resultaba excitante pero no para el momento que quería hacer las cosas rápidas.
Le tocó remover todo el silicio que cubría la superficie del interior, ese hermoso químico que tenía la apariencia de un simple polvo azul grisáceo y brillo metálico en una maravillosa mezcla. Una vez que pasó esa primera capa, una esfera dorada que simulaba una inmensa luna se hizo presente se hizo presente.
— ¡Wow! — Exclamó admirándola, tomándola en las manos y dándose cuente que en algún momento unos guantes de protección, así como una máscara se habían activado para protegerlo del químico y ahora desaparecían nuevamente. Podía sentir su textura, era liviana pero parecía oro macizo, como una verdadera luna en miniatura. — ¿Alguna otra adivinanza que deba decir o es esto lo que debía encontrar?
Su pregunta tenía un leve tono de burla pero no apartaba la mirada de lo que contemplaba en sus manos, intentando descifrar el compuesto de lo que sostenía.
— Acércala a tu pecho... — Ordenó el regente en un tono serio que lo confundió un poco pero aceptó. Desconocía este hecho, mas el corazón de Min latía tan veloz como el suyo. — ¡Te amo!
No creyó que fuera posible que su corazón pudiera latir más rápidamente en una situación como esa pero sí lo hizo y, justo en el momento que le iba a responder, la tapa de la esfera se elevó dejando al descubierto algo que le arrebató por completo su capacidad de habla.
— Solamente existen dos en todo el universo, esta fue mía desde el momento de mi nacimiento, solía pertenecer a mi fada y su hermano. Ahora, te la entrego a ti, lo pongo en tus manos como pongo mi reino y corazón. — Jimin boqueó alternando su mirada entre lo que sostenía en sus manos y el rostro del lunasio. — ¿Aceptas ser mi Atemin? — el rostro del rubio lucía como si la vida para él hubiese terminado en ese momento, pálido e inexpresivo. — Como dirían en Tellus, ¿aceptas ser mi esposo?
🌕🌕🌕
Espero que no se me asusten pero el pedido de Yoongi. 🙈😂
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