Capítulo 1 - Preocupación en el paraíso
CAPÍTULO 1
PREOCUPACIÓN EN EL PARAÍSO
Esa noche, como todas las lunas llenas desde hacía siete meses, Marc había hablado con Layla. Ni siquiera Khonshu estaba muy seguro de por qué eso era posible, pero tal vez tenía algo que ver con que Layla había sido avatar de Tauret, y Tauret podía controlar a los muertos. Eso quizás también estaba potenciado por Marc mismo, que sentía la energía correr como un río helado por sus venas cada vez que la luna estaba en su fase completa. El punto era que, luna llena o Tauret metiendo mano o lo que fuese, él se encontraba con el alma de su esposa en sueños una vez por mes. Era el momento más esperado por Marc, y sabía que Steven también lo ansiaba aunque no hablasen al respecto.
Era cuestión de que el cuerpo cerrase los ojos esa noche, dirigido por Steven o por Marc de forma indistinta, y en cuanto su mente entraba en la calma del sueño, silencioso y blanco como la luna que atravesaba las ventanas, Marc se encontraba de pie en la Campiña de Aaru. Layla estaba ahí frente a él, como si hubiese estado esperándolo desde la última vez que se habían encontrado. Su esposa no veía un campo de juncos como él, sino un bosque frondoso con suaves laderas de césped verde. Era como el barco de Tauret, que tomaba distintas formas según el receptor. Marc, literal como siempre, lo había imaginado tal y como se lo habían descrito, pero Layla parecía tener más creatividad.
Seguía siendo tan hermosa como la última vez que la había visto, y en el más allá al parecer no se envejecía ni una hora. No tenía arrugas nuevas ni un cabello fuera de lugar. Era preciosa y perfecta, como una fotografía. Normalmente no hablaban de nada importante; Marc le contaba de su día a día, y de lo que hacía Steven, y ella le comentaba algo gracioso o bonito que había sucedido en el territorio de Osiris. Los muertos no eran tan aburridos como se podría pensar, después de todo. Al final se despedían con un beso que sabía igual de real que cuando ella lo besaba en el mundo de los vivos, y después Marc despertaba de golpe en el apartamento de Steven.
Sin embargo, esta vez había sido distinto. Layla se veía preocupada. Había oído rumores y no estaba muy segura de su significado, pero sí que sonaban importantes. Lo había escuchado de lejos, entre susurros. Algo sobre una bruja escarlata, y la luna volviéndose sangre. Una luna de sangre era como se le decía a un eclipse de luna total, pero Layla tenía la sensación de que hablaban de sangre de verdad. Marc la había tranquilizado, diciendo que no había oído nada al respecto, y se habían despedido de un modo un poco más tenso que de costumbre.
☽ ● ☾
—Pero, Marc, ¿creés que sea algo que nos afecte a nosotros?
—Khonshu nos hubiese hablado de eso, si así fuera.
—¿Khonshu?
"Sé algo sobre eso, pero no os concierne."
La voz del dios había dejado de sobresaltarlos cuando sonaba cerca de sus oídos, pero no dejaba de ser irritante. Steven, que estaba en ese instante en control del cuerpo porque era el último que había hablado, espantó al dios invisible con la mano como si fuese una mosca.
—No nos concierne, buenísimo. Pero a alguien sí, ¿no? Layla estaba preocupada por alguna razón.
"Tenemos cosas más importantes que hacer."
—Mirá, pajarraco, no te nos hagas el condescendiente. Andamos por ahí pegándole patadas a los delincuentes y nada más, no me vengas con que una bruja y una luna sangrienta son menos importantes que lo que hacemos —le espetó Steven, envalentonado sólo porque sabía que tenía a Marc de su parte. Khonshu soltó un bufido escéptico y se dignó a hacerse visible. Su cabeza esquelética tocaba el techo del apartamento, e incluso tenía que agacharse un poco.
"Se trata de otro Dios Anciano llamado Chthon, creador de caos y escritor del Darkhold."
—¿El qué? —terció Marc.
"El Libro de los Condenados, el primer grimorio de conocimiento mágico basado únicamente en magia oscura. Chthon fue desterrado como todos los demás Dioses Ancianos, incluyéndome a mí, pero el Darkhold quedó en esta Tierra y quien lo lee queda bajo el control demoníaco de Chthon."
—Y déjanos adivinar, alguien lo ha leído.
"Muchos ya, pero terminan sucumbiendo o siendo asesinados. En este momento, sin embargo, está entrando en poder una antigua profecía de Chthon mismo. Quien ha leído el Darkhold ahora es aquella que llevará la corona de la Bruja Escarlata."
Aquel nombre, que Layla había mencionado esa noche, hizo que Marc se estremeciese. Había algo que le daba mala espina, más aún pronunciado por la voz profunda de Khonshu, inclinado sobre él como una sombra. Steven quiso pasar al frente, y Marc se hizo a un lado para darle lugar.
—Layla dijo algo sobre una luna de sangre también, ¿a qué se refería? —preguntó Steven, frunciendo el ceño.
"No estoy seguro, no conozco todos los datos sobre el asunto. No es parte de la profecía de Chthon. Debe ser otro tema, conocido por Osiris y los altos rangos. No estoy incluido en ellos. Pero bajo mi protección no os pasará nada, y el problema de la Bruja Escarlata, como os he dicho, no os concierne."
Dicho esto, Khonshu desapareció con una ráfaga de viento y un destello de luna, y Steven se retrajo dentro de su propia mente para conversar con Marc con más facilidad. Lo habían descubierto poco después de empezar a convivir, luego de la batalla con Ammit y la muerte de Layla. Con un poco de concentración, podían aparecer en un lugar que guardaba parecido con el barco de Tauret, dentro de su propia cabeza. En algunos detalles aún se veía el aspecto de pabellón psiquiátrico, pero ahora mucho más acogedor. Era como una gran biblioteca llena de las cosas que Steven amaba, una estufa, sofás y mesas, casi como una sala de estar. Aquel que no estaba en control del cuerpo podía observar y oír todo desde ahí, en lugar de la incómoda frialdad de los reflejos que utilizaban antes. Y si querían podían encontrarse ambos dentro de ese refugio mental, aunque solo lo hacían cuando no estaban con otras personas, ya que el cuerpo entraba en estado de ausencia como un desmayo. Era la forma más fácil de tener una conversación.
—Bien —dijo Marc, con las manos en los bolsillos y apoyado en el filo de una mesa redonda—. ¿Qué opinas de lo que ha dicho Khonshu?
Steven se sentó en un sofá y rumió sus pensamientos por un segundo.
—Layla estaba preocupada. Y si en el paraíso están preocupados, ¿cómo vamos a relajarnos nosotros? El pajarraco se está evadiendo, como siempre, y no le creo una palabra de que no vayamos a vernos afectados. Bueno, por ahí lo dice en serio, porque tiene poder y todo, pero tampoco creo que sea lindo que el mundo a nuestro alrededor se destruya y la luna se haga sangre y nosotros sigamos vivos, ¿no?
—Supongo. ¿Pero entonces qué propones?
—Ir a ver dónde está esa Bruja Escarlata, y medir su poder. Incluso podríamos destruir el libro ese, y problema resuelto.
—Es suicida, ¿te das cuenta?
—Khonshu no nos dejaría morir. Ya nos resucitó una vez, ¿te acordás?
Marc dudó un instante, pero luego sonrió lentamente de esa forma torcida tan característica de él. A Steven le encantaba cuando estaban en la misma página.
—Yo me encargo de chantajearlo —dijo Marc, alejándose de la mesa—. Tú sólo quédate dentro y déjame lidiar con él hasta que me diga dónde está la bruja esa.
Steven le mostró ambos pulgares hacia arriba y se recostó en el sofá mientras Marc desaparecía, de vuelta en control del cuerpo físico que compartían. Steven se desperezó y se puso cómodo; esto iba a tomar un buen rato, pero lo valía si Marc se distraía por un tiempo de su duelo y su depresión. No se las mostraba a nadie, pero Steven era otro tema, y le había llegado a conocer como la palma de su mano. Marc sufría, y si Steven podía ayudarle, lo haría hasta el final.
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